HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 22

 CAPÍTULO 22


JungKook POV:

 

Tres días después

 

Meto la llave en el interior de la cerradura de la puerta. Hace horas que ha anochecido y siento mi cuerpo cansado y molido. Mi estómago tan solo almacena un litro de bebida alcohólica y juraría que si no meto algo en el estómago voy a vomitar en este mismo instante. Siento mis tripas pesadas y con un ardor que sube por mi garganta. Mis respuestas fisiológicas son correctas. No tengo temblor de manos y mi visión no está borrosa. No me siento mareado solo con náuseas terribles de un remordimiento que está consumiéndome. El dolor pasa momentáneamente cuando al entrar en el interior de casa encuentro las luces encendidas y en medio del sofá, un Jimin acurrucado en una manta con ojos abiertos dirigidos a la televisión. La escena es del todo enternecedora y la sola imagen me hace sentir más tranquilo y calmado. Entrar en esta casa y con él aquí es como transportarme a otra dimensión. A una vida paralela donde soy yo mismo pero en realidad no. No soy el chico trajeado cuya corbata es la perfecta soga de donde colgar. Soy un ser abstracto, recortado, no soy un ser completo, tan solo una parte de mí que no quiere reconocer al reto. Es agradable, pero al mismo tiempo, una dolorosa mentira a la que me aferro desesperadamente para vomitar mi bilis.

Cuando los ojos de Jimin recaen en mí por el ruido de la puerta al abrirse me regala una dulce y cariñosa mirada de alegría que me hace sentir ilusionado y le devuelvo una expresión calmada y sonriente, parecida a la suya pero algo más cansada. Él se incorpora en el sofá y me mira de arriba abajo frotándose uno de sus ojos. Yo dejo el abrigo en el perchero y lo primero que hago antes de preguntarle nada es quitarme la maldita corbata que estaba a punto de hacerme caer del precipicio aferrándose a mi cuello. Me revuelvo alrededor de ella y cuando me libero la tiro sobre la encimera de la cocina con una expresión fatigada. Él es el primero en hablar.

—¿Cómo te ha ido el día? –Pregunta, pero yo no contesto. Prefiero formular yo primero mi pregunta.

—¿Te has quedado despierto esperándome? –Le digo a lo que él sonríe avergonzado y niega con el rostro, ocultando sus ojos bajo la presión de sus mejillas.

—No, solo me he entretenido viendo una película. –Señala la televisión pero tan solo veo anuncios televisivos. Me encojo de hombros.

—¿Qué tal tu día? –Le pregunto yo a él a lo que se encoge de hombros como he hecho yo segundos antes. Me encamino a mi habitación para dejar allí los zapatos y suspiro al quitármelos. Él me contesta desde la distancia.

—Bien, esta mañana hemos tenido una reunión de dos horas con los encargados de las sucursales extranjeras, para asegurarles de que en Estados Unidos la empresa sigue obteniendo los beneficios esperados. –No espera a que yo conteste a sus palabras y cuando salgo de la habitación él me mira con una sonrisa curiosa—. ¿Y tú día? –Mira el reloj—. Son más de la una de la mañana. ¿Tan tarde has terminado? –Su pregunta hace que sienta de nuevo ese remordimiento interior, ese dolor dentro de mi corazón. La punzada en mi vientre, el ardor en mi pecho. Yo sonrío quitándole importancia y me siento a su lado en el sofá con una mueca sonriente.

—Ya sabes cómo es esta burocracia. Nos enterrará a todos y seguirá igual de lenta.

—¿Mucho papeleo? –Pregunta acomodándose a mi lado mientras rescata de la mesa una pequeña porción de chocolate. La posa sobre mis labios como aquella vez en su casa hizo con chocolate de frutas silvestres y yo como con una expresión cansada.

—Mucho, más del que te imaginas. –Él hace un puchero mirándome con pena y yo le retiro la mirada, sintiéndome herido por ella. Pasados unos segundos se acurruca a mi lado y me cubre un poco con la manta, lo cual resulta francamente reconfortante. Me abraza por la cintura y apoya su rostro en mi hombro. Suspira largamente y después de unos segundos chasquea la lengua con una expresión disgustada. Más bien pareciera que esté desconforme con algo pero su mano en mi cintura comienza a juguetear con el borde de mi camisa sobresaliente de mi cintura. Pasa su mano sobre la hebilla de mi cinturón y yo le miro de reojo como parece que aún esté distraído con los anuncios en la televisión. El movimiento de su mano parece completamente ajeno a la expresión de su rostro pero cuando acaba colándose por mi bragueta y me rodea con su mano el pene doy un respingo y él me mira, curioso. Su mirada es atrevida pero infantil. Su dualidad es demoledora y su olfato, implacable. Cuando se yergue para besar mi mandíbula se detiene junto con el movimiento de su mano. Siento que todo me da vueltas pero no es una buena señal.

—¿Has estado bebiendo? –Me pregunta pero no pareciera que esté enfadado. Una mera pregunta sorprendida, casi divertida. Asiento como respuesta y su mano sigue masturbándome sobre el calzoncillo.

—Sí, me he tomado una copa antes de venir. –Él olfatea más detenidamente y creo que he roto a sudar.

—¿Una solo?

—¿Me estás interrogando? –Él niega con una expresión divertida y vuelve a besarme, desinteresado de que haya bebido alcohol. Sus besos recorren toda la línea de mi mandíbula y su mano hace círculos sobre mi glande aun oculto. No me siento excitado y me gustaría estarlo ya que es su pequeña y delicada mano la que me está sobando pero siento un amargo sabor en la boca que me hace sentir náuseas. Los labios de otra persona. No solo los labios.

—Mi Kookie… —Murmura Jimin en mi lóbulo y me besa allí impregnando de su aliento mi oreja. Cierro los ojos con fuerza y trago saliva, nervioso. Me siento en tensión y rezo porque él no lo note, no quisiera asustarle o preocuparle, pero la gota de sudor que cae por mi sien puede delatarme. Puede delatar el estado de nervios en que me encuentro y dentro de mi mente, casi como una malsana enfermedad, se ve sustituida por la mano de un vejestorio. Una mano arrugada y temblorosa moviéndose sobre mi pene a una desenfrenada velocidad necesitada de su eyaculación precoz. Mi estómago da un vuelco involuntario. Me golpea el pecho y este la tráquea. Mis pulmones, respiro con dificultad cuando sus labios se posan en mi cuello y su mano libre pretende desabrochar mi camisa. Lo hace con cuidado dejándose espacio para besar mi cuello y se detiene antes de hacerlo mirando una marca de la que yo acabo de ser consciente. La mira curioso y después dirige su mirada a mis ojos. No parece enfadado pero sí levemente molesto. Le quita importancia besando sobre esa marca que han hecho otros labios antes que él. La sola imagen me acaba sentenciando. Le aparto de mí con un movimiento de mi brazo y le hago retirarse, con lo que saca su mano de mi pantalón también. La empujo con la suficiente fuerza como para que se quede en el sofá sin tocarme. Yo no miro a ninguna parte, me limito a cerrar los ojos controlando el nivel de mi respiración mientras su voz se hace eco entre mi mente.

—¿Por qué me has mentido? –Pregunta pero el tono no lleva consigo la indignación que debería portar. Es más bien una pregunta que se ha estado guardando y que de repente suelta sin ninguna tonalidad. Eso me desconcierta y me deja varios segundos pensando en una respuesta que pueda satisfacerle, pero no se me ocurre ninguna. Acabo dándome cuenta de que busco algo que me satisfaga a mí y no a él. A él le da igual. Él ya sabe de qué va esto y estaba dispuesto a ceder a ello. Como no hablo me hace otra pregunta, mucho más complicada que la anterior—. ¿Por qué no has querido que siga? –Yo suspiro calmando la forma en la que mi estómago está clamando por explotar y llevo una de mis manos a subir mi bragueta y después me dispongo a abrochar el cuello de mi camisa, pero me doy cuenta que aprisionar más mi garganta solo me produce náuseas y cedo a desabrocharme otro botón más. Tengo que dar una respuesta, me está mirando de esa suplicante forma en la que no me puedo resistir.

—No me apetece. Ahora mismo no puedo hacer nada… —Suspiro y espero que sirva como excusa y que no se moleste. Le miro de reojo suplicante, con un perdón escrito en mi rostro no queriendo ofenderle pero él no se muestra ofendido, más bien preocupado.

—¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo? –Niego con el rostro, suspirando largamente. Ese gesto parece convencerle pero aun así parece preocupado. No debo tener buena cara y eso le hace insistir. Oírle insistir me enfada, me pone aún más nervioso. Me saca de mis casillas—. ¿Entonces qué sucede?

—Estoy bien, punto. No tienes que darle más vueltas.

—¿Por qué te pones así? –Pregunta y yo me limpio la frente sudada con el dorso de la mano. Comienzo a sentir el ardor rodearme por todo el rostro.  El alcohol está haciendo de las suyas y no quiere ceder a desaparecer dentro de mi organismo.

—Porque me da la gana. No sé a qué tanta preocupación. No me apetece, punto. No se me va a poner dura por mucho que me la sobes. –Le digo sin mirarle. No podría hablarle así mirándole a la cara y menos en este estado, en que seguramente mis ojos reflejen la angustia que está devorándome.

—Te pasa algo, Jeon. –Sentencia—. No me extraña que no quieras acostarte conmigo, hablo de que estás pálido…

—Estoy bien. –Repito y como si la mentira la tuviese que tragar cae en mi estómago produciéndome una náusea involuntaria que contengo con el rostro serio. Me llevo ambas manos al rostro y suspiro ahí, oculto por la sombra de mis manos.

—No te creo.

—No me importa. –Digo. Como no dice nada comienzo a pensar en lo que realmente quiero decirle pero mi orgullo no me deja. Comienzan a formarse frases dentro de mi mente y la realidad es que el silencio prolongado hace que mi orgullo se vaya disipando. Me retiro las manos de la cara para ponerlas boca arriba sobre mis piernas y hablar hacia ellas pero con la sola intención de que sea Jimin quien me escuche—. Pasa que me he metido la polla de un vejestorio hasta la garganta. –Suspiro y él no dice nada—. Me he revolcado con él hasta que se ha venido en mi boca y ahora tú me besuqueas y me tocas… y no puedo liberarme de esa imagen… no puedo desconectar, ni siquiera contigo. –Me oculto de nuevo, sintiendo arcadas. De repente un calor sofocante—. Me siento repulsivo y tú me sobas como si fuese normal. Como si pudieses hacerlo y no estuviera mal. –Suspiro. Él se disculpa con un murmuro casi imperceptible.

—Lo siento…

—No es culpa tuya. Joder, no entiendes nada…

—Lo entiendo… —Murmura de la misma forma.

—No, no lo haces. No entiendes lo que es… Dios… —Otra oleada de calor sofocante. Me intento incorporar en el sofá para levantarme pero mi estómago toma la iniciativa de mis movimientos y me hace caer de rodillas al suelo al pie del sofá para vomitar el litro de alcohol que había consumido. De un color amarillento cae esparcido el vómito a través del suelo y el sonido de mis arcadas hace que Jimin se levante de inmediato y acuda a mi vera, posando una de sus manos en mi espalda con un cuidado que me enternece. La otra mano va a mi frente para retirarme el pelo de mis ojos. El olor es repulsivo pero él no parece quejarse, no parece notarlo. Comienza a murmurar y yo lo oigo como a través de un cristal.

—Jungkook… por el amor de Dios… ¿Qué has bebido? –Chasquea la lengua—. No te preocupes, tranquilo, todo está bien, ya verás. Vamos… —Vuelvo a vomitar, desechando la bilis que acaba de caer en mi estómago—. Tranquilo… tranquilo… échalo todo…

Cuando consigo calmar mi estómago y no siento más esas punzadas en mi vientre me dejo caer a un lado lejos del vómito y tras una mirada de preocupación de Jimin este se levanta del suelo y acude corriendo a la cocina, lo que supongo que es para coger la fregona y limpiar el estropicio que he liado pero en vez de eso regresa con un trapo húmedo que posa sobre mis labios y me retira de ellos el amargo sabor del vómito. Después lo dobla y lo pasa por mi rostro, limpiándome el sudor y yo me le quedo mirando atontado, con lágrimas en los ojos por el esfuerzo y con una horrible presión en el pecho. Él me devuelve una cálida mirada triste y cierro los ojos dejándome sumergir por el cuidado de sus manos sobre mi rostro, la forma en que sus delicadas manos me retiran el cabello de mi frente. Su olor, su dulce olor acaramelado que está consumiéndome poco a poco en una locura de la que no tengo escapatoria.

 

 

 

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