HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 21

 CAPÍTULO 21


JungKook POV:

 

Despierto con el peso de algo oprimiéndome los pulmones de una forma delicada pero aun así, algo extraña. Me revuelvo unos segundos pensando en que estoy mal colocado pero la presión no cede, al contrario, siento un cuerpo extraño amoldarse a mi espalda, una nariz rozando mi nuca y un cálido aliento embadurnar mi piel. Unos suaves cabellos rozándome, sus manos cerniéndose sobre mi vientre. Me dejo acariciar por las yemas de sus dedos inconscientes. Todo él está sumido en un dulce sueño del que no quiero despertarle. Yo abro los ojos y giro mi rostro para verle con esa expresión adormilada a la que me acostumbré. Casi como por arte de magia el dolor que sentía cada día al despertar ya no está. Ya no es más que el escozor de un pequeño rasguño. La forma en que sus ojos se mueven debajo de sus párpados parece ayuntar todos los males que carcomían mi alma con ferocidad. Aun no recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así de bien, su cuerpo en mi cama me hace querer no volver a perderle y estaría dispuesto a darlo todo por su felicidad. Pero esa palabra se siente tan irreal, tan primaria. Más que un inexistente sentimiento del que siempre nos han hablado pero que yo solo puedo ver en el reflejo de sus ojos al mirarme.

Me giro en la cama para tenerle de frente y él hace como si nada acomodando su brazo alrededor de mi cintura mientras yo beso su frente con todo el cuidado que puedo. No sé si ha dormido bien, o si lo ha hecho las suficientes horas. No quiero despertarle no puedo resistirme a besar una vez más su frente. Huele a él. Maldita sea, es él, en mi cama de nuevo. Muchas veces le he imaginado así, a mi lado, pero ahora es real y aun no soy capaz de asimilarlo, sin embargo la realidad tiene ese extraño poder de convicción que te cerciora de que no es un sueño ni una ilusión mental. Es la maldita realidad mofándose de mis desvaríos, convirtiéndolos en realidad. Un segundo beso cae sobre uno de sus párpados y este rápido se mueve y se frunce su ceño, como mueca inconsciente. Yo sonrío casi atontado por la dulzura de su expresión bajo la luz rosada de la ventana. Todo él se ve demasiado dulce y vuelvo a besar sobre su párpado que se contrae con más rapidez gimiendo incómodo.

—Humm… —Murmura y se gira en la cama dándome la espalda. Ahora soy yo quien rodea su cintura con los brazos y hundo mi rostro en la línea de su cuello. Beso allí repetidas veces y vuelvo a oír ese gemido de él. Aún no está despierto y muerdo parte de su piel en su hombro haciéndole dar un respingo y despertándolo al fin con una mueca curiosa mirando por encima de su hombro en mi dirección. Me encuentra mirándole con una expresión infantil e inocente. Abro bien mis ojos y hago un puchero a lo que él termina por girarse a mí y se abraza murmurando un “Buenos días” con una voz rasposa y grave.

—Buenos días, príncipe. –Le contesto a lo que él besa mis labios con sutileza y se esconde en mi pecho—. ¿Has dormido bien? –Pregunto.

—Muy  bien, Kookie… ¿Tú?

—Bien. –Digo y él se estira con los brazos por todas partes, gime unos segundos y paladea su boca incorporándose desnudo en la cama. Veo el contorno de su espalda y la luz atravesando sus pies de forma diagonal, mostrándome la forma de sus músculos y la presencia sobresaliente de sus costillas, de forma muy sutil. Se pasa el dorso de las manos sobre sus ojos y se incorpora saltando por encima de mi cuerpo para salir de la cama, totalmente desnudo. Verle caminar por el cuarto de esta forma me hace sentir un extraño sentimiento de violencia animal e impotencia humana que me sobrecoge. Con una mueca me dejo caer en el almohadón viéndole ir de un lado a otro dentro del cuarto. Cuando rescata sus calzoncillos se los pone y sale al salón dirigiéndome una mirada cómplice de todo o que cabo de deleitarme por su perfecta anatomía dirigiéndose de un lado a otro. No me contengo y le sigo al salón poniéndome los pantalones de pijama y encontrándole en la cocina haciéndonos el desayuno.

Me acerco a él besando una de sus mejillas y me voy directo al sofá donde encuentro mi descanso. Verme con las piernas estiradas me dota del recuerdo de mis moratones alrededor del cuerpo y casi como si fuese un acto reflejo encojo las piernas y me encamino al cuarto para buscar la parte superior del pijama. Me la abotono y comienzo a ayudar a Jimin a colocar las cosas alrededor de la mesa. Cuando está todo me siento en un extremo de ella y él enfrente. Hay una taza de zumo para él y un café para mí. Un plato con galletas y otro con fruta picada. Estos últimos días apena tuve hambre y sin embargo ahora me siento con un tremendo apetito. O más bien añoro la sensación de estar con él desayunando. Estoy a punto de coger el mando a distancia pero él me lo aleja de las manos, se lo pone a su lado y me le quedo mirando con una expresión confusa mientras él sigue desayunando, con tranquilidad.

—¿A qué ha venido eso? –Pregunto confuso y él suspira.

—Ayer lo dejé pasar porque era mi primer día aquí, y porque te echaba de menos, y porque no quería agobiarte, pero JungKook… —Yo dejo la taza de café sobre la mesa y suelto un suspiro largamente que hace que él deje de hablar. Miro a mi regazo cargándome de paciencia y valor y me muerdo el labio inferior. En este tiempo, Jimin retoma la palabra—. Kook… Tenemos que hablar de esto…

—Hyung… acabo de despertar…

—No te pongas a la defensiva, por favor. –Me suplica con voz triste—. Ya ayer te derrumbaste, no tienes más que ocultar.

—Por eso, ya te dije ayer todo lo que sentía. No hay más.

—¿Y bien?

—¿Bien qué?

—Tienes que tomar una determinación.

—Ya hablé también de esto. No haré nada que pueda afectarte.

—Mi salvaguarda está en las manos de tu padre, no en las tuyas.

—Por eso mismo, no quiero provocar que mi padre te haga nada. –Jimin niega con mis palabras.

—¿Qué es lo peor que podría hacerme?

—El trabajo, la casa en Estados Unidos. Tienes una vida allí.

—¿Una vida? Tengo una permanente e irremediable soledad demoledora. ¿No lo entiendes? Yo quiero estar donde estés tú. Nada más me importa, JungKook.

—Oh, Jimin. –Niego con el rostro—. No me lo hagas más difícil…

—¿El qué? ¿Acaso no se han complicado más las cosas…?

—Yo quiero que estés feliz, solo eso.

—Yo era feliz pensando que estabas bien, pensando que nadie te ponía una mano encima. Pensé que tú eras feliz.

—No lo he sido desde el momento en que te fuiste de aquí. –Sentencio con voz firme a lo que parece le he robado todo signo de habla. Está a punto de decir algo pero se contiene, arrepentido por la fuerza de mis palabras y torna la vista al vaso de zumo sobre la mesa. Le pega un trago y aclara su voz.

—No quiero discutir, solo pretendía hablar en una conversación adulta, Jeon.

—Ya debiste saber que de mí no puedes esperar algo así.

—¿Por qué no? Eres tremendamente inteligente y estoy seguro de que eres perfectamente consciente de la situación en la que estás metido. Tal vez no puedas valorarla como alguien que la ve desde fuera, pero el dolor es mucho más intenso desde dentro, ¿verdad?

—No sabes lo que duele, hyung… —Pretendía ser brusco pero me veo mucho más débil en mis palabras.

—Puedo hacerme una idea. ¿Sabes lo que me duele verte en este estado? ¿Sabes lo que me dolió verte aquél día ahí tirado en el sofá sollozando, no queriendo despertarme por no verte así? ¿Cuánto me dolió que me ocultases las marcas de las correas al día siguiente? Me duele cada vez que pienso que alguien puede estar haciéndote daño…

—La vida es dolor.

—Deja de escudarte detrás de frases poéticas. Me importa una mierda lo que opines de la vida y el universo. ¿Qué es lo que sientes de verdad? ¿Qué es lo que piensas tú?

—¿Yo? –pregunto, confuso—. Yo siento dolor al respirar, al pensar, la sola idea de levantarme cada mañana me es todo un reto. Cada vez que me acuesto con alguien llego a casa y me emborracho hasta perder el conocimiento, fumo para olvidar, me miento, me engaño para pensar que tú me esperas en la cama y que al cerrar los ojos, todo estará bien, que es lo que siento cuando estas a mi lado. –No soy consciente en el momento en que pierdo la voz por el nudo en mi garganta. Mis ojos empiezan a picar de nuevo.

—Mírate. Estás destrozado. –Dice asombrado.

—No creas que no me había dado cuenta. –Murmuro.

—¿Y qué propones?

—¿En respecto a qué?

—¿Cuál es tu solución? ¿No has pensando en nada? –Me encojo de hombros, desinteresado de todo punto—. ¿Pretendías seguir así?

—Esperaba que algún día me diese un coma etílico, o algo como una sobredosis o yo que se… —suspiro pero al ver que no contesta a mis palabras alzo la mirada encontrándome con la suya horrorizada. Frunce los labios ofendido y bebe zumo. Insatisfecho con este lo deja de golpe sobre la mesa y me mira, desafiante.

—Eres un maldito egoísta.

—¿Yo? Mucho me hablas de que quieres quedarte a mi lado pero creíste ciegamente a mi padre para irte a Estados Unidos. Me habrías ayudado más quedándote a mi lado.

—No lo creo. –Niega, convencido.

—¿Pero es que no lo entiendes? No me mata que un vejestorio me azote. Me mata que no estés conmigo. Antes de conocerte afrontaba con diligencia todos los castigos que se me asignaban, pero es ahora cuando comienzo a ver que hay algo más…

—¿Me estás echando a mí la culpa de tu infelicidad?

—La culpa es solo mía, por enamorarme. –Niego con el rostro, cansado de hablar—. ¿Por qué siempre me haces enfadar, Jimin…?

—Porque digo lo que tu mente no quiere afrontar. –Contesta más calmado.

—¿Y por qué me lo dices?

—Porque me amas por ello. –Murmura y yo desvío la mirada, pensativo.

—Dime lo que quiero oír. –Le pido.

—Líbrate de este trabajo, Jeon. Vales más que esto. Vales mucho más. –Me dice las palabras que un día yo le dije a él—. Podemos salir de esta…

—No valgo más que esto. Yo soy esto, no soy nada más.

—Eres todo lo que amo. –Murmura. Sus palabras me hacen más daño de lo que habría esperado de unas dulces frases como estas.

—¿Qué te hace pensar que esto tiene salida? Mi padre nos tiene cogidos por el cuello. Yo estoy en tus manos y tú en las mías.

—Conocemos su debilidad, al fin y al cabo. –Dice, con picardía—. Y es que no cumple ninguna de sus promesas, así que no debemos tener piedad de él…

—No quiero arriesgarme a que te ocurra nada, Jiminie. –Murmuro—. No soportaría pensar que tienes que pasar por nada de lo que yo hago, ni que vuelvas a estar en la calle, ni nada parecido.

—Pasaría mil veces por cualquiera de las cosas que a ti te hacen si con eso te salvase a ti de hacerlo. –Niego con el rostro a sus palabras.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? –Pregunto casi como una pregunta retórica a lo que él sonríe avergonzado. Verle sonreír así después de la discusión acaramela mi corazón y yo me levanto de mi asiento caminando alrededor de la mesa y sentándome sobre su regazo, recibiendo de él esa sonrisa avergonzada de nuevo. Sus manos van a mi cintura y me sujetan con vergüenza.

—Porque te quiero…

—Dime la verdad, —le suplico—. ¿De verdad crees que hay una salida? –Él me mira serio.

—Siempre hay una salida.

—¿Qué entiendes por salida?

—Cualquier alternativa que te quite el dolor, mi amor. No quiero que sientas dolor…

 

 

 

 

Capítulo 20                    Capítulo 22

 Índice de capítulos                                              

Comentarios

Entradas populares