HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 20

 CAPÍTULO 20


            JungKook POV:

 

El sonido alrededor lo conforman la tele de fondo, como suele ser, y el de nuestros cubiertos sobre los platos en la hora de la cena. Yo me siento como que he hablado suficiente durante los pocos minutos después a que él regresase, y él no sabe muy bien qué decir. A veces, sentado frente a mí, parece que hace el amago de hablar. Abre la boca y a los segundos frunce el ceño junto con los labios. Quiebra su rostro y regresa a seguir comiendo. Parece más bien pensativo, confuso dentro de su mente porque tiene que asimilar lo que he dicho al respecto pero también creo que no quiere meter la pata y decir algo que pueda provocarme el llanto de nuevo, o tal vez la ira. Creo que él también está conteniendo sus sentimientos, calibrando bien sus emociones para no mostrarse demasiado vulnerable. Y… maldita sea, se le ve tan serio, tan adulto. No es el mismo joven que miraba atontado la canela sobre el café en aquella cafetería. Es el mismo hombre pero no, al mismo tiempo. Ahora ya no siento pena hacia él, sino admiración. El dolor le ha hecho crecer, madurar. A mí este dolor me matará, porque no creo que sobreviva a esta situación.

Cuando Jimin me pilla mirándole yo le sonrío y le aparto la mirada avergonzado. Reímos, él con uno de los palillos metálicos rozando sus labios y yo a punto de comer un poco de pollo frito. La situación es tensa, pero él se encarga de romper la tensión con una sonrisa y una frase muy inesperada.

—No pensé que volvería a estar aquí. –Dice y ríe después de terminar de hablar—. En mi mente es muy absurdo esto… ¿Sabes? Me había hecho a la idea de no volver, nunca…

—Comprendo. –Le digo—. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte? –Pregunto señalando las maletas aun en el salón, cerca de la puerta de mi cuarto.

—Un mes, más o menos.

—¿Dónde vas a quedarte? –Pregunto, más temeroso de esta pregunta que de la anterior. Él me mira con una sonrisa pícara.

—Mis compañeros se han instalado en un hotel en el centro, con los gastos pagados. Yo tengo una habitación a mi nombre pero esperaba… ya sabes si no es molestia… —Mira alrededor sugiriendo sutilmente la idea de quedarse en este piso y yo sonrío, avergonzando.

—Si no es molesta, ¿el qué?

—Ya sabes… quedarme aquí…

—¿Por qué ibas a querer quedarte en este piso pudiendo estar tú solo en una habitación de hotel? –Pregunto sonriendo a lo que él comienza a aumentar su vergüenza.

—¿No quieres que me quede aquí? –Se indigna—. Vale, vale…

—¡No! Claro que quiero que te quedes… solo estaba jugando. –Le digo, nervioso, y él me devuelve una sonrisa cómplice del juego. Sin darnos cuenta volvemos a sumergirnos en un extraño silencio incómodo. Lo que parecía ser una amena conversación no ha sido más que una formalidad. Hemos tenido mucha realidad por hoy y llenamos el espacio del tiempo con banalidades que no llegan a ningún lado. Él sabía que iba a quedarse aquí y yo no le habría dejado irse a ningún lado. Terminamos de cenar en silencio y él es el primero en levantarse para recoger los platos de la mesa. Yo le ayudo y limpiamos todo en silencio. Cuando terminamos él se hace un té y me pregunta si quiero uno, a lo que yo niego con el rostro y rebusco algo dulce entre los cajones encontrando un poco de chocolate que me llevo a los labios. Nos sentamos en el sofá y como si fuésemos dos amigos nos quedamos el uno al lado del otro sin contacto físico. Miramos embobados el televisor pero yo en realidad estoy pensando en otra cosa. Estoy absorto dentro de mis pensamientos. Al final digo lo primero que se me viene a la mente con la excusa de romper este silencio que comienza a devorarme por dentro.

—Tú subrayaste el poema, ¿cierto? –Cuando lo digo él se queda unos segundos pensativo mientras lleva el borde de la taza de té a los labios. Tiene que hacer un esfuerzo para comprender qué es lo que le estoy preguntando.

—¡Ah! Sí, lo siento. –Me mira sonriendo—. Sé que no te gusta que tus libros se estropeen pero es que necesitaba hacerlo.

—¿Intentabas dejarme un mensaje oculto o algo así?

—Intentaba, que si alguna vez leías el poema, tuvieses otra interpretación aparte de la original.

—Todos los poemas tienen varias interpretaciones, y más los de Verlaine.

—Así es la vida, ¿no? –Dice—. Todo tiene varias interpretaciones.

—No estoy de acuerdo, la vida es una simple y constante desazón.

—Que pesimista. –Me dice golpeándome con el codo—. Vamos, sé más positivo.

—¿Cómo puedo serlo? Cuando te ves en el suelo mientras te dan una paliza no ves el lado positivo de nada. –Mis palabras le hacen suspirar con una mueca desconforme, deja la taza de té sobre la mesa y se encarama mejor sobre el sofá a mi lado. Pasa sus brazos por mi cuello mientras yo sigo estático, mirando en dirección a la tele.

—¿Y conmigo besándote? ¿Ves algo positivo? –Pregunta mientras se encarama sobre mis piernas y me quita toda visión de la televisión. Solo veo su pecho y su rostro escondiéndose en mi frente. Me besa allí y yo cierro los ojos sintiendo la calidez que sus labios me proporcionan.

—No me dejas ver la televisión. –Murmuro sonriente para hacerle molestar pero no se molesta, porque sabe que no va en serio. Al contrario, se ríe de ello y se sienta sobre mi miembro dormido moviéndose lentamente y con sutileza. Me siento tentado a arrebatarle toda la ropa, pero dejarle hacer y ver como él mismo reacciona es mucho más divertido. No puedo evitar llevar mis manos a sus muslos a cada lado de mi cuerpo y paso mis yemas sobre sus vaqueros.

—Quiero oírtelo decir. –Murmura mientras juguetea con mis cabellos en la nuca. Yo asciendo mis manos hasta su pequeña cintura y la sensación de sus músculos moviéndose debajo de su camisa comienza a enloquecerme. Empujo sobre ella para que se siente con más peso sobre mi miembro.

—¿Qué quieres que diga?

—Dime que me quieres. –Contesta haciéndome subir los colores. Siento mis mejillas ardiendo cuando alzo el rostro para mirar sus orbes negros devolviéndome la mirada con tanta intensidad. Me paso la lengua por los labios y sonrío tímido.

—¿Qué tendré a cambio?

—Lo que quieras.

—Quiero un beso que me corte el aliento. –Contesto casi emocionado y él asiente, esperando porque yo le de lo que pide y cuando lo suelto, él se me queda mirando con los ojos brillantes. –Te amo. –Murmuro.

Acto seguido, y tras una sonrisa de ambos, él se acerca peligrosamente a mis labios y susurra.

—Te quiero. –Sus labios rozando los míos es una sensación que tenía olvidada y cuando se produce el beso él cuela su lengua en el interior de mi boca produciéndome un escalofrío por todo mi cuerpo. Un intenso escalofrío de placer insuperable. Lo acerco más a mí con mis manos en su espalda y él me abraza con más fuerza con sus brazos alrededor de mi cuello. Sentir su dulce olor de nuevo colándose por cada poro de mi piel. Respiro profundamente y ahí está, esa sensación de placer inmenso e irracional. Una sensación que no podría describirla, es incomprensible pero aun así puedo acabar por asumirla y satisfacerme con ella. El sabor que me dejan sus labios cuando se separa de mí es un dulce sabor a té de vainilla. Yo relamo mis labios cuando él se aleja y ante el gesto él sonríe. Quiero besar su sonrisa. Quiero besar cada arruga de su rostro al sonreír, sus ojos escondidos por sus pómulos, esos mechones que caen sobre su rostro, su pequeña nariz, sus hinchadas mejillas. No me contengo, y cogiendo su rostro en mis manos beso cada una de las partes mencionadas anteriormente. Lo hago ante su expresión atontada y sonriente.

—¿Qué haces?

—Te he echado de menos, hyung. –Digo con una sonrisa y él ríe.

—Yo a ti también.

—Aun no me creo que estés aquí. Estás aquí. —Reafirmo mis palabras a lo que él asiente, cogiendo mis manos en su propio rostro para detener mis besos.

—Quiero tenerte en mis brazos. –Susurra con sus labios sobre uno de mis lóbulos y siento una punzada en mi pene. Una punzada de dolor y placer que me hace suspirar y agarrar con fuerza su camisa en su cintura—. Ahora. Llevo un mes sin ti…

—Lo sé…

—Todas las noches he pensado en ti. –Sigue hablando mientras comienza a mover sus caderas sobre mi pene. Cierro los ojos con fuerza—. He imaginado cientos de veces que te arrancaba la ropa y te devoraba por todas partes.

—Jimine… —Murmuro, temeroso de sus palabras y de sus manos colándose por mi camisa. Comienza a desabotonar los botones desde mi cuello pero a medida que va descendiendo y va descubriendo partes de mi piel se va encontrando con moratones y algunos arañazos. Ver como la expresión de su rostro cambia me parte el alma y detengo sus manos haciéndole que me mire.

—Pero ahora solo quiero acariciarte, darte placer y que olvides todo lo demás… —Suspira.

—Hazlo… —Suplico—. Por favor…

Mientras vuelve a besarme lleva sus manos a deshacerse de mi camisa por completo y distribuye besos por mi cuello y mis hombros. Sus besos comienzan a volverse más intensos, más burdos, más necesitados. Me encanta. Yo gimo cuando hunde su rostro sobre uno de mis pezones y me tortura con sus dientes y lengua. Yo acaricio con cuidado su cabello y él cede rápido volviendo a colocarse sobre mi pene y desabrocha el botón de sus vaqueros con más rapidez de la que habría imaginado. Se baja la cremallera y me coge de una de las más con necesidad para meterla dentro de su bragueta. Rodeo su pene con mi mano y está terriblemente hinchado y húmedo. Nada más hacerlo suspira por el roce y hunde su rostro en la línea de mi cuello donde comienza a gemir.

—Sí que estabas necesitado…

—Nhg… Kookie… —Mueve sus caderas al ritmo que necesita y se quita la camisa. Yo mordisqueo uno de sus pezones y él comienza a gemir más alto, besando mi coronilla. Comienzo a masturbarle a más velocidad. Oír sus gemidos lastimeros me hace sentir tremendamente excitado, eufórico. Echaba de menos esos gemidos, la forma en que sus manos se ciernen sobre mí cuando está tan caliente, al límite. Él comienza a murmurar—. Agg... Mierda. –Dice y se aparta de mí y me miro la mano, manchada de su semen goteando por mis dedos. Me llevo estos a mis labios y yo le miro, sonriente. Él me devuelve la mirada, avergonzado.

—Que rico, hyung… —Ante mis palabras se siente ofendido y me tumba en el sofá mientras termina por desvestirnos a ambos. Cuando me quedo desnudo delante de él acabo por sentirme avergonzado, con todos mis moratones al aire, pero él no parece verlos, o al menos, no los mira directamente. Pasa las manos sobre mi piel, se sube sobre mi cuerpo y vuelve a besarme con intensidad. Con mis piernas a cada lado de su cuerpo se coloca ahí y apoya su pecho sobre el mío. Su respiración se acompasa con la mía, el movimiento de su torso, el de su vientre al moverse. Siento su pene aún erecto rozándome los muslos y esto está encendiéndome como nada. El mío ya está palpitante, goteando por la forma en que me mira, en que me toca. No puedo por más tiempo evitar llevar mi mano a mi pene y masturbarme, necesitado.

Sus labios me devoran el cuello por largos minutos, el torso, el vientre, los muslos y por último el pene, llevándole hasta el límite y obligándome a detenerle porque no quiero venirme aun. Él asiente, comprendiendo, y con su mano humedecida me dilata con agilidad, necesitado tanto como yo. Cuando termina y me siento dilatado se agacha para rescatar algo en sus pantalones y rescata un condón que abre y me mira con una expresión de interrogación. Obviamente sabe que mantengo relaciones con otras personas y yo asiento, dejándole que se lo ponga. Cuando se lo ha puesto se masturba unos segundos y entra en mí muy despacio. Yo cierro los ojos y él abre su boca, mostrándome sus hinchados labios entreabiertos. Sus dientes, la punta de su lengua. Le beso colando la mía dentro de su boca y él me devuelve el beso con intensidad. Cuando queda dentro de mí se introduce hasta el fondo y yo curvo mi espalda sintiéndome completo. Comienza con las embestidas antes de que me acostumbre pero yo tampoco deseo aguantar más tiempo.

Se yergue y cogiendo mis piernas me embiste pero yo le agarro de una de sus muñecas y le obliga a quedar sobre mi cuerpo. Lo hace consciente de la necesidad que tengo por su contacto y se tumba sobre mí embistiéndome de nuevo. La presión de su pecho contra el mío, su aliento sobre mis labios, su mirada recorriéndome por todo el rostro. Sus manos recorriéndome por todo el cuerpo. Me vengo con la sensación de sus labios rozando los míos mientras gime suavemente mi nombre. Él se viene segundos después con una mueca de placer y se cae sobre mi cuerpo, extasiado. Respira con dificultad unos segundos y al rato sonríe, oculto en mi pecho. Yo le abrazo y huelo su olor en su pelo. Cierro los ojos con fuerza y me dejo conmover por el sonido de nuestras respiraciones agitadas. Por el sonido de su corazón palpitante. El de la tele, ausente de nuestro amor.

 

 

 

 

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