HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 15

 CAPÍTULO 15


JungKook POV:

 

Meto la llave en la cerradura de mi puerta y me dejo caer sobre ella antes de abrirla siquiera. Solo el sonido del tintineo de mis llaves y la sensación de regresar a casa es todo un placer a disfrutar. Apoyo mi frente sobre la madera lacada en blanco y respiro largamente con una respiración entrecortada por las necesitadas ganas de llorar. Consigo ceder ante la cerradura y abro la puerta colándome en el interior de mi piso a oscuras. Cuando cierro detrás de mí me apoyo con la espalda en la puerta y el silencio roto tan solo por mi respiración en una tranquila oscuridad es todo un regalo. Me muerdo el labio inferior y siento como mi espalda dolorida se queja por estar apoyado sobre la puerta. Dejo caer las llaves encima de la encimera de la cocina y con mucho cuidado me deshago de la americana, intentando no doblar demasiado mi espalda, y me encamino al cuarto de baño aún a oscuras. No quiero encender una sola luz, quiero seguir en este estado de inconsciencia.

De camino al baño me desvío a coger una copa de algo de alcohol dado que me he cohibido de ir a un bar por miedo a tener que sentarme en algo y ante la pereza de sacar hielo y vaso me llevo la propia botella de ron conmigo al baño. Cuando llego allí me obligo a encender las luces y ver mi rostro con una evidente marca circular en la mejilla derecha me hace sentir un remordimiento mucho más intenso del que he sentido nunca. Destapo el ron y pego un largo trago animándome a quitarme por completo la ropa. Primero la camisa, donde ya comienzo a ver a través de mi pecho las marcas de la hebilla, después otras marcas de sus propias manos. Paso mis dedos por las marcas en mis pectorales y me muerdo el labio inferior sintiendo mi piel sensible, dolorida.

El segundo trago de ron. Una gota de este se escurre por mis labios y a través de mi barbilla, acabando surcando mi pecho. Dejo la camisa en el suelo y después me deshago de mis pantalones. Con cuidado me giro para ver mi parte posterior pero ver los cortes a través de mi espalda y ser consciente por primera vez de que han manchado la parte de atrás de la camisa con sangre me hace sentir idiota y estúpido. Cuando me encuentro desnudo frente al espejo me retiro la mirada y con botella de ron incluida me introduzco en la ducha para agarrar con fuerza el grifo y cerrar los ojos mientras vierto el interior de la botella tras mi espalda. El ron cae vertiéndose sobre cada uno de los cortes, colándose dentro de las heridas, tornándome limpio por momentos. Espero con ello borrar todo rastro de huellas de mi piel sus fluidos, sus golpes. El dolor perdura pero la sensación de suciedad ha disminuido levemente. Le doy un último trago al ron y abro la ducha para asearme correctamente.

El agua limpia cayendo sobre mi rostro es purificante, pero no lo suficiente. Nada es suficiente para hacerme sentir limpio e impune. Me carcome el asco y la repulsión. La imagen de su rostro aún permanece en mi memoria, la sensación de sus manos recorriéndome por el cuerpo, su mirada al hacerlo, sus labios retorciéndose en una amarga sonrisa. Me consume el miedo por el recuerdo, el sentimiento de impotencia. La traición de mi padre, el saber que son mis consecuencias, el miedo a afrontarlo, a no poder superarlo.

Cuando salgo de la ducha me ato una toalla a la cintura tras secarme debidamente y al pasar mi mano por mi pecho me doy cuenta de que tarde o temprano extrañaré la mano de Jimin curando cuidadosamente mis heridas. Llevo una semana pensando en él constantemente y evito pensar en él en mis momentos más peliagudos como lo sucedido en la tarde, pero el resto del tiempo en que simplemente quiero distraer mi mente, pienso en él. Se ha convertido en un mal hábito, pensar en él. Al principio solo era nostalgia. La nostalgia se ha convertido en deseo y el deseo en un amor intenso que no consigo sacarme de la cabeza. Estoy a punto de dar el paso. El salto de amor a obsesión malsana y no creo que haya mucha diferencia pero solo tengo que comprobarlo. Una semana más me doy para conseguir enloquecer como empecé a hacerlo antes de viajar a Estados Unidos. Pensé que verle aliviaría mis ansias pero es como una droga. Cuanto más consumo menos es mi tiempo de necesidad y más necesito verle. Más ansío estar con él y menos aguanto.

Cuando regreso a mi cuarto dejo el teléfono móvil sobre la cama y rebusco en el armario algo mejor que ponerme. Unos pantalones de pijama y una de las camisas correspondientes. Es justo la que Jimin se puso la primera noche que estuvo aquí. La he lavado pero juraría que sigue oliendo a él cuando paso mis manos sobre la tela del cuello. Un sonido a lo lejos me hace sentir nervioso. Me incorporo y miro alrededor, descubriendo la fuente en el teléfono sobre mi cama. Me acerco para ver una llamada entrante. Una llamada con el nombre de Jimin en la pantalla. Me siento nervioso, excitado. Me siento poco seguro de coger la llamada pero no hacerlo sería perder una valiosa oportunidad. Descuelgo antes de que él decida abandonar y me llevo al auricular a la oreja.

—¿Jimin? —Pregunto a lo que recibo una respuesta positiva al otro lado.

—Sí, soy yo. ¿Estabas durmiendo? Siento llamar a estas horas.

—No, no, estaba despierto. Acabo de llegar a casa. –Digo mientras salgo al salón y me siento en el sofá, por alguna inexplicable necesidad no puedo mantener esta conversación de pie—. ¿Por qué me llamas?

—¿Es que acaso no puedo llamarte? –Pregunta y acto seguido suelta una risa que me hace sonreír a mí también. Me paso la mano por el rostro y suspiro largamente de forma inaudible. No puedo escucharle reír, se me parte el corazón.

—Sí, claro que puedes. Perdona.

—Bueno, ¿Cómo va todo? –La pregunta me deja descompuesto. Seria demasiado egoísta contarle la verdad y revelarle que su esfuerzo no ha valido para nada, que dejarlo todo no ha servido para nada en absoluto y que dejarme a mí no implica que yo vaya a estar protegido, sino todo lo contrario, sin él me siento del todo expuesto al peligro. ¿Tan mal estaría no decirle la verdad?

—Bien. Todo va bien. ¿Y allí?

—Bien. –Escucharle pronunciar un rotundo bien me hace sentenciar mis actos y no me arrepiento de ellos. Celebro mi decisión con dos lágrimas rondando por mis mejillas mientras me llevo la mano a cubrir mis ojos, desconsolado. Comienzo a gimotear sin querer aun con el teléfono al otro lado y Jimin parece escucharme—. ¿Estás llorando? ¿Kook?

—Te echo de menos, Jimin. –Murmuro en medio del llanto a lo que él se enternece y yo me cubro los labios con la palma de la mano, no queriendo que siga escuchando como me deshago en lágrimas.

—¡Oh! Mi amor… no llores por eso… —Susurra—. ¿Sabes? La sucursal aquí en Nueva York va a hacer una conferencia en Seúl en unas semanas. Tal vez yo pueda ir como parte los traductores o como el representante…

—Me encantaría hyung…

—Vale pero no llores, por favor. –Suplica a lo que yo me limpio las lágrimas del rostro, negándome a mí mismo la posibilidad de llorar—. Tómate algo caliente antes de dormir. Un té o un café. –Comienza a hablar—. Y date un baño de agua caliente. Piensa en mí un rato y duerme profundo…

—Hyung, sé cómo cuidarme.

—Lo sé, sé que puedes cuidarte amor, solo quiero que hagas lo que haría contigo si estuviese ahí.

—Pero no lo estas.

—No importa. Tengo que colgar ya, estoy a punto de entrar a trabajar. –Yo asiento.

—Está bien, cuídate.

—Tú también. No quiero perderte, vales mucho más de lo que crees. Adiós.

Con esa última palabra me sumerjo en el silencio de nuevo y me dejo caer en el sofá, con el rostro enrojecido y las manos temblorosas. Aprieto la mandíbula pero de nada sirve. Rompo a llorar en cuanto tengo la oportunidad y me sumerjo en el sonido del llanto alrededor. Me cubro con las manos mi cuerpo dolorido, se siente terriblemente doloroso. Pero el recuerdo de sus palabras me calma. El recuerdo es lo único que me queda.

 

 


 

 

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