FRENTE A LA COMIDA (Yoonmin / VKook) - Capítulo 1
Capítulo 1
Narrador
Omnisciente POV:
Nuestros ojos de narradores omniscientes pero mudos y maniatados están enfocados en lo que parece el gotelé de una pared pintada de blanco. A medida que nuestros ojos, la cámara flotante que presencia la escena como un fantasma inerte, se aleja muy poco a poco de la pared podemos distinguir en ella algunas manchas que nos habían pasado desapercibidas. No son manchas de comida o pintura, más bien son las típicas humedades o desconchones de todo edificio viejo, y es que la pared, aunque a primera vista parezca pulida y brillante, no es más que el reflejo de la luz ocultando los pequeños defectos que en un principio no parecen importantes.
A medida que pasan los segundos podemos sentir algo más que la caliza luz entrando por la ventana: un extraño olor repulsivo. Al principio lo único que percibimos es un fuerte aroma a productos de limpieza y medicamentos, lo que nos hace pensar que estamos en un hospital. Pero hay algo más escondido detrás de esos olores artificiales. Uno amargo aroma a vómito y sudor que se esconde vergonzoso de nuestra presencia. La temperatura no es calurosa, pero tampoco hace demasiado frío. Nuestra respiración es entrecortada cuando una voz suena en la sala. Nosotros aún estamos ciegos mirando la pared de la habitación.
–Bueno, pues un día más estamos aquí. –Una voz fuerte, autoritaria, y sin embargo dulce y acaramelada, como la de un padre que sin dejar de ser mandatario, es al mismo tiempo paternofilial. Esa es la palabra, es tutorial–. Tenemos que darle la bienvenida a nuestro nuevo paciente, Jeon Jungkook.
Ahora esperamos unas voces dando la bienvenida a quien quiera que sea el nombrado pero solo se oye un abrupto silencio que hace ponernos la carne de gallina. El nombrado aparece frente a nosotros pues es el primer rostro que vemos nada más nuestros ojos se giran de la pared. Observamos en él una expresión nerviosa, pero al mismo tiempo algo más confiada de lo que denota su apariencia. Es un joven de estatura media, de cabello negro y algo revuelto y abombado en las puntas. En su frente se abre, casi como por costumbre, un cauce en su cabello que nos muestra la delicada piel de su frente. Sus ojos, casi tan oscuros como su cabello y grandes como abismos nos miran directamente a nosotros pero tan solo como punto ciego en donde querer esconder su mirada. Sus labios están entreabiertos, mostrándonos su inseguridad, pero de repente, una dulce sonrisa amistosa sale y nos enseña su confianza. Su nariz, protuberante, nos llama la atención igual que sus dos pendientes en sus orejas. Pendientes de aros de plata.
–Oh, vamos chicos, presentaos. –Vuelve esa voz. Una voz a nuestra espalda pero que no queremos prestar atención aun. Seguimos fijándonos en el chico que frente a nosotros se muestra algo decepcionado con el acogimiento que ha recibido y comienza a mover sus manos nerviosas en su regazo. Se mira las manos unos segundos bajando la mirada con lo que nosotros comenzamos a inspeccionar su aspecto. En su parte superior del cuerpo porta una sudadera negra con un logotipo que desconocemos, en sus piernas, unos vaqueros que asombrosamente no se han roto por la presión de sus muslos haciendo presencia en ellos. al parecer, bajo esa ropa guarda músculos protuberantes a pesar de su corta edad–. Vamos, Jeon. Preséntate primero.
–Mi nombre es Jeon JungKook. Tengo dieciocho años. –Hace una breve pausa en la que coge aire–. Y me han traído aquí porque creen que sufro de vigorexia.
Sus palabras flotan unos segundos en el aire, lo suficiente como para hacernos pensar. La vigorexia, o dismorfia muscular, es un trastorno mental en el que la persona se obsesiona por su estado físico hasta niveles patológicos. Estas personas tienen una visión distorsionada de ellos mismos y se ven débiles y enclenques, a pesar de estar sobreexplotando su cuerpo con ejercicios físicos constantes. Las consecuencias sociales que esto produce, aunque las menos evidentes, es la pérdida de todo contacto social, a parte del evidente hecho de la musculatura que se gana a base de comidas proteínica y calóricas, cuando no se ayuda de esteroides, por supuesto. Algo que el chico frente a nosotros sabe es que desde que tiene diez años le han maltratado en la escuela por ser siempre uno de los más pequeños, por ser enclenque y sumiso. Por estar subordinado, por verse siempre débil. Algo que nosotros sabemos y el chico frente a nosotros no, es que en porcentajes, la vigorexia mata más que la anorexia y la bulimia.
–Yo soy Jin, tu psiquiatra, y a partir de ahora, tu amigo y tu acompañante en el camino a la recuperación. –Habla de nuevo la voz y nos giramos para ver a un hombre adulto vestido con una bata blanca que oculta una camisa de color azul claro sobre un polo gris. La frialdad de los colores nos hace sentir temblorosos y desconfiados, pero la dulce expresión en el rostro del doctor nos incita a confiar en él casi automáticamente en el momento en el que nos devoran sus ojos. Su pelo tiene matices castaños que nos deslumbran, o tal vez no sean más que reflejos del sol en su pelo oscuro. Unas mejillas protuberantes, abultadas, adorables que le hacen ver más infantil de lo que verdaderamente es. En un momento determinado le sonríe a Jeon y esa sonrisa nos cala muy profundo. Nosotros también sonreímos, pero el ambiente es lo suficientemente frío como para borrar rápido nuestra sonrisa de nuestros labios. En sus manos trae unos documentos que no alcanzamos a ver pero suponemos que son las fichas de sus pacientes.
–No sabía que ahora ponerse cachas era una enfermedad… –Habla, con aire despectivo, uno de los chicos que hay a nuestro alrededor. Nuestros ojos giran en torno al grupo de personas sentados en círculo cada uno sobre una silla parecida a las de escuelas o centros universitarios. Sillas de madera en donde alguno que otro no está a gusto. La persona que ha hablado está fija ahora en nuestra mirada y podemos distinguir un rostro ojeroso, alargado y con una amarga expresión de descontento. Sus brazos cruzados y sus piernas abiertas nos muestran la poca falta de complicidad con el resto y su mirada directa, profunda y ahuecada, la frialdad de sus palabras. No vemos sus manos pero nos tememos que estén tan delgadas como sus pómulos o sus clavículas en el borde de la camiseta que se le cae sin querer por uno de los hombros. Es ancha, pero nos tememos que no tanto como aparenta serlo. En sus piernas, unos vaqueros sencillos.
–Claro que lo es, Hoseok–. Todos los que estáis aquí tenéis trastornos alimenticios. Unos no coméis y otros coméis demasiado…
–¿Yo como demasiado? –Pregunta de repente Jeon para sí, pero todos le oímos y todas las miradas en la sala se dirigen a él de nuevo, la nuestra incluida.
–Aún tenemos que comprobar tus comportamientos pero lo que está claro es que tienes un problema con la alimentación y es importante que regulemos esos comportamientos.
–Pe…pero…
–¿Te entrenas, Jeon? Parece que te entrenas mucho para tener ese cuerpo…
–Sí. –Jeon asiente, casi con orgullo. No es consciente de la realidad de sus acciones.
–¿Cuántas horas al día?
–Ocho o más. –El doctor baja la mirada negando con el rostro y sacando un bolígrafo del bolsillo en la bata blanca apunta seguramente el nuevo dato que acaba de adquirir sin esfuerzo alguno de Jeon. Este le mira un poco confuso pero al mismo tiempo indignado con la reacción del doctor. Podemos leer fácilmente su mente. “No volveré a decir nada sin pensarlo dos veces”.
–Genial, ¿y lo siguiente qué será? –Pregunta de nuevo el mismo chico de antes. El de cabello negro y cara alargada. No parece contento con la presencia de nuevo chico, pero la verdad es que no parece conforme con nada ni siquiera con su propia postura, porque en menos de treinta segundo cambia sus piernas varias veces de abiertas a juntas y cruzadas y sus manos no se mantienen en una misma posición–. ¿Un niño que le gusta comer tierra?
–Hoseok, por favor. –Le recrimina el doctor pero no le dice mucho más, conoce de sobra al chico sentado dos sillas a su izquierda.
Jung Hoseok está enfermo de anorexia nerviosa. Lo que distingue a la anorexia nerviosa es el rechazo de la comida por parte del enfermo y el miedo obsesivo a engordar, que puede conducirle a un estado de inanición. Es decir, una situación de gran debilidad ocasionada por una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales. Es una enfermedad específica caracterizada por una pérdida autoinducida de peso acompañada por una distorsión de la imagen corporal, cuya presencia es indicativa de un estado patológico diferente del individuo, y puede tener consecuencias muy graves para la salud de quien la sufre. En el caso de el chico frente a nosotros es una anorexia de tipo restrictiva, por lo que no necesita vomitar el poco alimento que ingiere, simplemente sigue a raja tabla no comer más de lo que él mismo se impone, como la más fiel regla de oro, como la mejor de las virtudes. La causa de este trastorno en este paciente en particular no es más que la presión de la sociedad sobre él mismo, su mentalidad y su físico.
Finaliza su riña con una mueca en los labios y un bufido. Ya ha discutido mucho durante los últimos tres años que lleva aquí. Tres años y tan solo tiene veintiuno. Algunos piensan que le diagnosticaron demasiado tarde el problema, ya que empezó a restringirse la comida a sí mismo a los catorce años, pero el doctor Jin cree que aún tiene esperanza. Tal vez el único.
–Yo me llamo Namjoon. –Dice de repente una voz a nuestra espalda y nos giramos para ver de nuevo a JungKook estrechar amigablemente la mano con el chico sentado a su izquierda. Un chico con el cabello decolorado a un plateado que brilla mucho más intensamente con la luz del sol. La confianza para tratar con el recién llegado se la da ser el más adulto aquí entre los enfermos, y el que más tiempo lleva aquí. Cuando Jin entró a trabajar como psiquiatra, Namjoon ya estaba interno aquí–. Tengo veintitrés años y aquí el doctor dice que sufro de ortorexia. –Jin pone los en blanco, saturado de un tema que parece habitual y JungKook le saluda amablemente.
Nadie más quiere presentarse. Algunos están demasiado preocupados mirando a sus zapatos en el suelo, otros en cerrar los ojos y respirar con tranquilidad. El silencio rutinario nos deja ver más detenidamente el rostro de ese tal NamJoon que forma una endeble sonrisa satisfecha con sus palabras. Sus ojos son pequeños y su tez oscura. En su cuerpo podemos ver una camiseta blanca de tirantes y unos pantalones de chándal cortos. Al parecer, y por extraño que parezca, no se avergüenza de su propio cuerpo como podría parecer del resto de personal sentado alrededor. Muestra con orgullo unos endebles músculos y unas piernas delgadas.
Su enfermedad, lejos de parecerse a la de Jeon, es mucho más estricta, obsesionado con la comida sana. Es una de las enfermedades más comunes de estos últimos años y en este hospital de rehabilitación cada vez llegan más chicas con el mismo problema, pero aquí es el único. Las personas que padecen este trastorno alimenticio tienden a limitar el consumo de ciertos alimentos, como las carnes rojas, los huevos, los azúcares, los lácteos y las grasas, agravándose paulatinamente los síntomas hasta llevar al aislamiento social, ya que el individuo afectado tiende a sentirse superior por el nivel de vida alimenticio que lleva comparado con el de otras personas.
En otras palabras, la ortorexia es una obsesión patológica por comer comida considerada saludable por la persona lo que algunos doctores consideran que puede llevar a la desnutrición e incluso a la muerte.
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