BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 26

 CAPÍTULO 26


YoonGi POV:

 

El sol despierta en nosotros la necesidad de cubrir nuestros ojos con la mano pero él me deja sus gafas de sol y me veo en la obligación de aceptarlas mientras vamos caminando por la calle y el silencio nos consume. Sin embargo y a pesar de la necesidad que tengo de saber qué hace aquí conmigo, no es un silencio molesto. Al contrario, solo su presencia es más que suficiente a mi lado y ya añoraba la forma en la que me mira disimuladamente cuando cree que no le prestó atención, o como juguetea con sus propios labios mientras piensa en algo fuera de mi alcance.

De repente un pequeño roce. Su mano en la mía. Le miro, confuso y parece haber olvidado a todas las personas, a todos los transeúntes que despistados que caminan a nuestro lado cada uno en su único mundo. Yo le suelto, pero él vuelve a agarrarme con fuerza haciéndome sentir violento. Más aún cuando ambos somos nosotros mismos.

—¿Y esto?

—Nunca nos hemos dado la mano. –Frunzo el ceño.

—¿Intentas cumplir todos los estereotipos de pareja o algo así?

—Más o menos. Tenemos que caminar de la mano, tengo que llevarte a una cita, tener una conversación agradable y después, cuando sea haga de noche, llevarte a casa y darte un beso en la puerta de tu hogar.

—Que cursi. –Le quito la mano de la mía—. ¿Soy la mujer de la pareja?

—Has sido tú quien ha llevado falda hasta el otro día mismo. –Ambos reímos.

—Bien. Y, ¿a dónde vamos? –Se detiene nada más finalizo la pregunta y ambos entramos en una cafetería barata, insulsa, mediocre. Demasiado para mí, demasiado poco para él.

—No te preocupes, yo invito. –Asiento y nos amoldamos a una de las mesas centrales donde, colocándose mejor la corbata, se sienta enfrente de mí y me mira con ojos divertidos, emocionados. No oculta su sonrisa—. No me lo creo, estamos en una cita. –Habla emocionado, como si verdaderamente esta fuera su primera cita. Demasiado vulgar. Una camarera llega, apunta el pedido y se marcha.

—¿Te gusta también el café con helado? –Pregunto pero él se encoge de hombros.

—No lo he probado nunca pero me fío de tu criterio. –Asiento y al fin suspiro atreviéndome a preguntarle.

—¿Qué ocurrió cuando me marché? –Me mira como si realmente no hubiera visto los golpes en su rostro pero cuando le retiro la mirada, avergonzado, suspira igual que hice yo segundos antes. 

—Solo lo que ves, no hubo mucho más.

—¿Te hizo daño? –Paso mi mano por su rostro y él me mira, con ojos entrecerrados.

—No, todo está bien.

—No puedo evitar preocuparme. –Sacude la cabeza.

—No te preocupes. ¿No me ves? Estoy aquí contigo.

—Supongo que no gracias a tu padre y en contra de su voluntad. –Se encoge de hombros.

—Qué remedio…

—¿Tu boda? ¿Sigue adelante? –De repente nos interrumpen los cafés en la mesa y mientras yo vierto el azúcar del mío dentro, él remueve el helado en el interior.

—Supongo…

—¡Ah! Ya lo entiendo. –Miro el café, decepcionado—. Me has traído para decirme que lo nuestro se acabó. Que no podemos volver a vernos y blah blah. –Él me mira atento—. Y por eso quieres vivir en una tarde todo lo que te has quedado con ganas de hacer. –Tan solo cuando termino es capaz de hablar.

—Nada de eso. Además, ¿Qué tenemos exactamente?

—¿Hum? Somos… ¿amantes? Estás prometido… —Niega con el rostro.

—Solo amantes es algo muy vulgar. –Suspiro cansado de su palabrería y pruebo mi café a la par que él. Su sonrisa divertida y sus ojos emocionados me indican que le ha gustado la elección.

—¿A qué viene entonces todo esto? ¿Quieres…?

—Déjate de conjeturas. No pienso decir nada hasta no haber tenido la cita. ¿Qué crees que necesitamos más? Ya tuvimos el primer beso, la primera noche juntos, la primera borrachera, incluso sexo oral… —Encojo mis hombros avergonzado por sus palabras en un ambiente tan discernido.

—Incluso me has presentado a tus padres. –Le guiño un ojo y él sonríe.

—Cierto. –Frunce el ceño—. ¡No hemos hecho un viaje juntos! –Se lamenta—. Vaya mierda, no hay tiempo para eso.

—¿Te parece poco viaje desde mi casa aquí?

—Tendrá que servir. –Se muestra conformista y mira a todas partes. Una gran sonrisa sale de sus labios y coge una de mis manos en la suya.

—Wo, Wo, alto ahí. ¿Qué vas a hacer? –Me mira divertido, con una sonrisa pícara que me pone los pelos de punta y cuando veo que su mano se dirige al interior de su americana me imagino lo peor—. ¡No se te ocurra pedirme matrimonio!

—¿¡Qué!? –Rápido me suelta, yo me levanto y él se levanta conmigo, ofendido, temeroso al mismo tiempo de que me marche. Agarra mi brazo y a los segundos no contiene la risa y comienza a reír a carcajadas hasta perder la fuerza y soltarme y sentarse de nuevo en el asiento, avergonzado como yo también por la escena que acabamos de crear en medio de la cafetería. Más tranquilo gracias a su risa regreso al asiento y él acaba destornillándose mientras paso mi dorso por la frente.

—Dime, Yoongi. Si pudieras estudiar algo, ¿Qué sería? –Frunzo el ceño por su extraña pregunta.

—Prefiero no imaginarme cosas que no van a sucederme… —Niega con el rostro, contraído.

—Solo dime, alguna vez habrás soñado con estudiar algo, o trabajar en algo en concreto. –Me encojo de hombros, desentendido.

—Me gustaría ser cocinero. O estudiar repostería. –Hago que sus ojos se cierren, despacio.

—¿Te pasas la vida en una cocina y quieres estudiar gastronomía?

—¿Por qué no? Tengo práctica y no se me da mal. Montar un pequeño restaurante, uno pequeño donde vengan las familias a cenar los días de diario y que los fines de semana sea solo de copas. –Comienzo a fantasear.

—¿Enserio?

—Sí.

—¿Sería un buen barman? –Me hace sonreír cuando muestra una pose elegante y seria.

—Seguro que sí. –Ambos reímos pero a los segundos suspira y se cruza de manos serio. Me mira cogiendo aire.

—Pues, bueno, yo te puedo dar esa vida. –Le miro, serio—. Yo puedo darte los estudios que necesitas, y conseguirte el mejor empleo. Puedo darte una casa, a las afueras pero una casa enorme. Tres plantas más sótano, una piscina y un jardín con esculturas tan hermosas o más que la de mi casa, una habitación gigantesca y un servicio que viene cuando queramos. Un coche. Un futuro.

—¿Qué estás diciendo?

—Solo tiene un inconveniente. Tendrías que compartir tu vida conmigo. –Como no contesto y me lo tomo a broma, del interior de su chaqueta saca un sobre con la documentación de la casa y tras unas breves palabras me asegura que tiene el dinero suficiente como para vivir holgadamente durante años. Suspiro apesadumbrado y niego con el rostro mientras me levanto. El odio y la indignación que me recorren son asquerosas y tan solo cuando he llegado a la calle Jimin reacciona y sale a buscarme, cogiéndome del brazo para detenerme mientras con la otra mano sujeta el sobre que ha recogido rápidamente—. ¿No te gusta? Si quieres podemos quedarnos en tu casa, juntos…

—¿Qué diablos te ocurre? ¿Me veo como una mascota? ¿Una furcia que vende su compañía? He trabajado duro toda mi vida…

—¡Y volverás a hacerlo! Pero esta vez no tendrás que ponerte una falda. ¿Eso no es más denigrante aún? Déjame darte la vida que te mereces.

—¡Ya tengo una vida, Jimin! ¿Quién te crees para arrebatármela?

—No te estoy quitando nada. Eres libre de elegir y me gustaría que escogieses lo que quisieras…

—¡Pero no es justo!

—¿Por qué no? –Frunce el ceño, confuso.

—Porque te amo, y no voy a dejarte, por nada del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 Capítulo 25           Capítulo 27 [Final]                                             

 Índice de capítulos                                         

Comentarios

Entradas populares