BAJO UN VESTIDO (YoonMin) - Capítulo 15

 CAPÍTULO 15


YoonGi POV:

 

Sus voces son mucho más incómodas de lo que me habría esperado. La de ella, mucho más irritante. La de sus padres, con el mismo olor a hipocresía que los de Jimin. Me hierve la sangre.

Han dado las diez y media de la noche hace apenas unos segundos y la comida ha cesado. Tras pasarme horas cocinando entre el calor de los fogones y las tres veces que me he cortado intentando por todos los medios deshuesar el pollo, ella, la prometida de Jimin, ha preferido que le haga una “sana ensalada” con la que saciar el hambre de anoréxica que le corroe. Sus ojos, pequeños como dos avellanas y claros con dos lentillas de un castaño antinatural me han mirado toda la cena con superioridad. En su cuerpo, un vestido de color rosa la hace ver mucho más infantil de lo que realmente es y su pelo corto, rubio, rozando levemente sus hombros en una débil melena parecida a mi peluca me ha puesto de los nervios. La tentación de tropezarme y meter su cabeza de niña pija dentro del ano del pollo ha sido una constante carga que ignorar y no me arrepiento, porque al parecer, su deplorable espectáculo intentando llamar constantemente la atención es demasiado patético como para evitarlo.

Sus padres parecen más jóvenes que el señor Park pero más mayores que su esposa. Al parecer, la conversación surge mucho mejor entre Jimin y el señor Won, el padre de la prometida, que con ella misma porque no solo su físico demuestra una clara infantilidad. También su mente no parece aún formada. De sus labios, una atontada sonrisa. En su mirada, una férrea necesidad de posesión a un hombre que no sabría cómo manejarlo en la cama le domina. En sus manos, los cubiertos que de vez en cuando producen rechinos en el plato y su copa de vino la decora una marca de carmín rojo. Asqueroso.

—No sabía que te gustase la política. –Dice el señor Won mientras bebe un poco de la copa mientras yo me acerco con una bandeja de cafés. El primero, para el señor Park, negro y con hielo.

—La verdad es que me interesa, más que gustarme. No es algo que lea con frecuencia pero me gusta estar informado. –Le responde Jimin mientras le dejo el café a su madre y el siguiente es él. Al pasar por su lado alza la mirada para mirarme con ojos infantiles y sonrientes. Yo le parto la mirada porque no soy nadie que deba recibirla pero la chica Won, cuyo nombre no quiero pronunciar, me mira asqueada.

—Entiendo. Yo a tu edad estaba siempre con la política en la cabeza. Ya sabes… a tu edad siempre somos más revolucionarios y esas cosas… —Jimin se encoge de hombros.

—Creo que a nuestra edad es cuando comenzamos a ver que hay demasiadas injusticias, demasiadas cosas por cambiar y mejorar y deseamos introducirnos en los órganos de…

—Jimin, hijo. –Le corta su madre con una expresión cansada. Yo dejo el whisky del señor Won a su lado y el café con leche de su esposa—. Habla un poco con Susan. ¿No querrás que se aburra?

—Pero mama…

—¿Cómo te va en los estudios? –Le pregunta Susan con ojos encandiladores. Yo le dejo a su vera un café con leche como el de su madre pero con un escupitajo de gratis. Miro a Jimin mientras dejo la taza y él me devuelve la mirada. Sabe lo que significa y como dos niños cómplices de una broma disolvemos el contacto visual con las mejillas encendidas. Con la bandeja ya vacía me coloco en la pared cercana a la cocina y me aferro a la bandeja mientras miro directamente a Jimin. Este le responde.

—Bien. Estoy bien.

—La última vez que nos vimos me dijiste que entraste en la universidad. Pero creo que no te pregunté qué estabas estudiando.

—Administración y dirección de empresas. –Su padre asiente y ella se cubre los labios fascinada.

—¡Eso parece muy complicado! –Jimin se encoge de hombros.

—Es lo que seré. –Mira a su padre—. ¿No? –Él asiente. Subordinado a la autoridad de su padre para guiar su vida.

—Un día mi hijo heredará mi empresa. –Dice él con orgullo—. Y será el mejor preparado para ello.

—¡Eso suena genial! Yo estudio música. Toco el violín y el piano. –Asiente Jimin desinteresado. A sus labios, los de Susan, llega el borde de la taza de café y siento un subidón repentino de adrenalina y satisfacción. Ella bebe gustosa y deja la misma marca pero un poco más degradada en el borde blanco de la taza—. ¿Te gusta la música? –Pregunta ella.

—No mucho, la verdad. –Se encoge de hombros.

—Oh vaya. Pues cuando nos casemos tendrás que aguantar horas y horas de violín. –Ella se ríe divertida pero Jimin palidece de repente y con ello me mira como yo escondo mi sonrisa divertida tras la bandeja de la comida. Pone los ojos en blanco y me desvía la mirada. El señor Park se levanta satisfecho con la comida mientras se limpia los labios.

—Hace una noche preciosa. ¿No os parece? ¿Qué tal si paseamos por los jardines? No habéis visto aún la reforma que hicimos el mes pasado…

La señora Park se levanta seguida del resto de invitados y todos felices y animados se disponen a salir pero antes, el señor Park me llama la atención.

—Tráenos unas copas de champán. Una buena velada tiene que terminar así. –Asiento mientras me encamino a la cocina y rebusco en la nevera una botella de champán. Mientras la envuelvo con un trapo para sujetarla mejor en la difícil tarea de abrirla ya veo cómo las personas han salido y han rodeado el edificio mientras se dirigen por entre los árboles en un camino hecho de piedras hasta lo lejos donde puedo distinguir una fuente. Los comensales caminan cada uno al lado de su pareja y desgraciadamente Jimin con la suya del brazo encaramada. Tal vez sean las tenues luces que alumbran los reflejos de los caminantes en medio del jardín, o que el olor del champán me es tan extraño, pero a través de la ventana se me muestra una realidad totalmente diferente a la que acabo de ver en el salón. Cada uno encaja perfectamente en el contexto y yo ahí, no encajo. Ese no es mi mundo y lejos de sentirme bien, me provoca cierta irritabilidad.

Cuando las copas están sobre la bandeja y repletas de champán brillan, salgo fuera y me encamino por el mismo camino que el resto ha seguido hasta que apenas quedan varios metros, una exuberante fuente los enmarca. Jimin suelta rápido la mano de ella cuando esta sale caminando hasta la vera de su madre cerca de la fuente, al igual que yo se queda atontada con la imagen de una escultura de mármol rodeada de una pila con agua que está iluminada con luces de colores. El sonido es muy bello, igual que la imagen. Todo el ambiente me supera y la bandeja en mis manos se tambalea, pero no caer. Son mis manos las culpables. Tiemplan.

—Señores, el champán. –Digo con la voz más agradables que puedo y ellos vienen a mí mientras les dejo la bandeja al alcance de la mano y todo se apropian de una copa menos Jimin que no quiere cogerla aunque sabe que estoy aquí. No puedo irme con una copa llena por lo que me mantengo alejado pero presente del resto. Algunos se reúnen para hablar entre ellos, otros escuchan atentamente las palabras del señor Park explicando cómo ha sido la reforma o cuánto ha costado. La señorita Won mira embelesada la fuente y Jimin está a dos pasos por delante de mí y retrocede uno para que yo avance el otro que nos queda. El uno al lado del otro no nos miramos, pero sí sabemos que estamos juntos—. ¿No quiere champán?

—No, gracias. –Se encoge de hombros—. Si lo cojo te irás. —El silencio se instala entre nosotros unos segundos en los que me da tiempo a sonreír por sus palabras pero al rato sigue hablando mirando la escultura tan embelesado como yo—. ¿Te gusta? –La señala.

—Sí, claro, es genial.

—No lo creo. –Niega con el rostro. A mi si me lo parece mientras veo como un hombre adulto, con grandes músculos y unas apariencias un tanto desgarbadas agarra a una mujer alzándola al aire mientras en el rostro de ella de desdibuja el miedo y el odio. Ella está siendo aprisionada y él es el captor. Me resulta impresionante como se puede ver en la escultura los pliegues de la piel de la joven en el vientre mientras las manos del hombre la agarra con fuerza y violencia—. Es despreciable.

—Parece un trabajo muy logrado. –Él asiente.

—No juzgo el trabajo. Es una copia de “El rapto de Proserpina*” de Bernini*. Pero juzgo la temática, no la calidad.

—Es un poco… violento.

—Es el momento en que los hombres romanos, tras crear su ciudad se dieron cuenta de que necesitaban mujeres para reproducirse y fueron al poblado de al lado para raptarlas.

—Que cruel. –Digo con una sonrisa—. Y que mal pensado…

—¿Qué remedio? Necesitaban tener hijos.

—Ahora que lo veo así, me parece muy machista. –Niega con el rostro.

—No es machismo lo que yo veo. ¿Acaso aquí solo la mujer es un objeto? –Frunzo el ceño—. El hombre es tan solo la otra mitad del proceso de procreación. Ambos están condenados a unirse, para perpetuar la especie. Ellas habrían hecho lo mismo.

—¿Hemos dejado de hablar de la escultura? –Le veo asentir triste. El silencio vuelve a gobernarnos y comienzo a sentirme incómodo porque en cualquier momento alguien requerirá de la atención de Jimin o se asustarán de verme con tantas confianzas. Sin embargo no puedo pasar la oportunidad de hablar con él—. Me he sentido celoso. –Le digo y él me mira de repente, muy sorprendido.

—¿De qué? –Parece incluso divertido.

—Cuando te ha preguntado por tus estudios. Yo quería haber tenido esa conversación contigo antes…

—¿De veras?

—Hace un tiempo lo pensé. Vivimos juntos y no sé nada de ti.

—Sabes demasiado. –Me mira sonriendo y eso me hace sonreír también—. Siento si a veces soy, ya sabes…

—No hay problema…

—La máscara a veces se funde con mi verdadera piel, y eso duele mucho, y más aún cuando no lo controlo.

—¿Quieres decir que el Jimin autoritario, mandón y egocéntrico es solo una máscara?

—Más o menos. Es lo que se espera de mí. ¿Cómo puedo intimar con una chica del servicio sentándome en su misma mesa y comiendo del mismo plato? No se puede…

—Lo sé. –Chasqueo la lengua y miro a mí alrededor. Nunca antes había estado entre estos árboles y aquí puedo ver mucho mejor la calidad del trabajo de Jeon. No hay una sola hoja fuera de lugar y las formas de los árboles son simétricas y perfectas—. Jeon ha hecho un gran trabajo. –Jimin sonríe asintiendo—. Te gusta, ¿verdad? Es un chico muy simpático. Y cuando estuve despotricando de ti, él te defendió. –Eso le hace soltar una carcajada y su prometida le mira de lejos y frunce el ceño regresando a nuestro lado para coger el brazo de Jimin y tirar de él lejos de mí. La oigo hablar mientras se alejan.

—¿Qué hacías ahí? Vamos, mira que hermosa…

—¡Espera! ¡He olvidado mi copa! –Dice Jimin escapándose como un cervatillo de ella y de su infantil actitud para regresar a mi lado y coger la copa de mi bandeja. Me mira con ojos divertidos y junto con la sonrisa más sádica que le he visto jamás alza la copa sobre su pecho y me dice mientras camina hacia mí—. A veces las excusas tontas son las mejores.

Camina lo suficiente como para chocar con la bandeja entre ambos y tirarse la copa encima de una forma tan evidente que juraría que no le habría hecho falta el contacto conmigo. Rápido se aparta con la copa en su mano lejos de él. Se mira a sí mismo con una expresión asustada a la par que sorprendida y yo retrocedo varios pasos muy temeroso.

—¡Serás idiota! —Me grita mientras yo le miro con ojos perdidos. Muy poco a poco, y aprovechando que está de espaldas al resto me sonríe y me mira con malicia. Se gira a su  madre y le enseña el traje mojado y completamente sucio del champán que se ha derramado en él—. Joder, mi traje de 4.000 $...

—¿4.000$? –Pregunto asustado y él sonríe sin querer mientras me coge del brazo con violencia y me hace caminar lejos con él.

—¡Vamos! Tienes que poner esto a lavar de inmediato. –Me dice mientras camina a mi lado limpiándose con las manos húmedas—. Ahora vuelvo, padres. Me cambio enseguida. –Ellos dejan de mirarnos con interés en cuanto nos giramos de regreso a la casa y sin soltarme del brazo camina conmigo y yo tiemblo por su contacto. Todo el camino en silencio hasta entrar por la puerta trasera de la cocina es demasiado incómodo y nada más cruzar la puerta me suelta y yo me deshago de la bandeja y él de la copa. Su rostro parece tranquilo, pero el mío es de enfado.

—¡¿Qué diablos te pasa?! ¿Es qué eres idiota? –Se encoje de hombros y rápido suspiro mirando a lo lejos como el resto se entretiene yendo de aquí para allá—. Has manchado el traje, ¿para qué? ¿Para librarte de esos pedantes? ¿O del brazo de esas putita? –Él ríe de mis palabras mientras me sigue por toda la cocina en busca de la bayeta. La encuentro en el otro extremo y nada más que la cojo en mis manos, cojo con violencia la chaqueta de Jimin aun en su cuerpo y comienzo a frotarla con el rostro contraído en la ira. —¿Qué se te ha pasado por la cabeza? A parte de estúpido ha sido innecesario…

Sin darme cuenta he apoyado a Jimin con la espalda en la mesa de madera, de espaldas a la ventana. Con la bayeta intento absorber todo el líquido en su traje, pero es inútil. Se ha manchado por todas partes. Jimin me mira divertido.

—Joder… no sale así. Quítate esto. –Le digo mientras comienzo a quitarle la americana y se deja hacer tan sumisamente que me produce dolor. Comienzo con los primero botones de la camisa hasta que su pecho, suave y delicado, aparece por entre la camisa. Reacciono al instante deteniéndome y le suelto alejándome de él. Bajo la mirada—. Lo siento… ¿Podrías quitártelo tú? Ve al baño y…

Con su mano en mi muñeca me hace girar y ahora soy yo quien se apoya en la mesa mientras sus brazos se apoyan a cada lado de mi cuerpo sobre la madera.

—Sigue tú. –Me dice pero yo niego con el rostro. Como no accedo él mismo se desviste delante de mí. Su pecho brilla por la humedad del champán en él y lo sabe. Sabe que le miro, y que me gusta. A él le gusta exponerse ante mí y cuando termina con los botones se deshace de la camisa arrojándola lejos. Con una de mis manos en la suya se toca el pecho. Siento la humedad en las yemas de mis dedos y su respiración que pretende ser tranquila pero no puede evitar entrecortarse cuando aprieto su piel en mi tacto. Las curvas de sus abdominales, sus pezones que a mi tacto se excitan. Su clavícula, su cadera—. ¿Por qué tan tímido?

—Esto está mal…

—¿Tan feo soy? –No me atrevo a responder. Estoy temblando. A él parece darle igual y hunde antes de darme cuenta su rostro en la curva de mi cuello. No debe parecerle suficiente con lo que desabrocha un par de botones de mi traje y comienza a besar mi cuello hasta hacerme sentir delirar. Sus húmedos y jugosos labios se desenvuelven con tranquilidad por mi cuello, por mi clavícula. Una de las mangas de mi traje está caída exponiendo uno de mis dos hombros. Me besa ahí, me lame y me muerde sin piedad mientras que con sus manos me abraza en la cintura. He dejado de saber qué diablos sucede para entregarme a él en cuanto se le plazca. Con un oído estoy al cuidado de que nadie nos descubra mientras que con el resto de mis sentidos disfruto todo lo que se me permite de sus labios en mi piel. 

Sus manos se han colado bajo mi falda. Acarician mis muslos con una delicadeza posesiva que me encanta. Me estrujan pero al mismo tiempo me acercan a él.

—Déjalo, Jimin… —Le suplico, temeroso.

—Quítate esto, no uses mierdas de estas. –Me dice bajando mis braguitas y deshaciéndose de ellas hasta que caen al suelo. Con un abrazo que me envuelve con sus brazos me sienta en la mesa y se cuela sin permiso alguno bajo mi falda. Me agarro con fuerza a la mesa y miro a mi espalda corroborando que nadie puede descubrirnos. Yo doy un gemido cuando sus labios me rodean el glande y otro más intenso cuando toda mi polla se cuela hasta el fondo de su boca. Mis piernas colgando de la mesa no se pueden estar quietas, igual que mis manos que se entretienen cubriendo mis labios para evitar que más gemidos salgan a la luz. Llega un punto en que comienzo a mover mis caderas en contra de su boca, solo por el placer de su garganta golpeándome con fuerza.

Sin evitar la curiosidad me levanto la falda y la visión que se me muestra es la mejor que he podido ver jamás. Sus labios alrededor de mi polla, sus manos ayudándole mientras me acarician y sus ojos clavados en los míos. Me saca de él y comienza a lamer mi entrepierna mientras masturba mi pene con rapidez.

—No tardaré… —Le digo en un susurro y él cierra los ojos para disfrutar más de la sensación de estar entre mis piernas. Su cabello, acariciando mis muslos, es francamente agradable. Con sus manos pone ambas piernas sobre sus hombros y me hace tumbarme sobre la mesa. Mis manos van sin querer a su cabello y le conduzco de nuevo a mi pene. Antes de darme cuenta ya estoy viniendo en su boca y cuando me he corrido él se reincorpora mientras le veo lamer sus labios gustoso. Me obligo a recobrar la compostura y él me devuelve las braguitas rosas que habían caído en suelo. Creo que me las da en la mano pero él se arrodilla y me ayuda a colocármelas con cuidado. Cuando estoy de nuevo vestido y con los botones en su sitio, me mira sonriendo y acaricia mi mejilla probablemente enrojecida—. ¿Te pone chupársela a un chico vestido de puta? –Pregunto con una sonrisa pero él niega con el rostro.

—Me gustan los chicos vestidos como hombres. –Frunzo el ceño.

—¿Entonces? ¿A qué viene esto?

—Tú me gustas, de todas las maneras posibles. –Le retiro la mirada avergonzado—. Será mejor que me vaya a cambiar. La convencionalidad me llama.

 

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*Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 7 de diciembre de 1598 — Roma, 28 de noviembre de 1680) fue un escultor, arquitecto y pintoritaliano. Trabajó principalmente en Roma y es considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo escultórico barroco.

*El rapto de Proserpina es una escultura realizada por Gian Lorenzo Bernini entre los años 1621 y 1622 perteneciente, por lo tanto, al Barroco. Es una gran estatua de mármol, perteneciente a un grupo escultórico ejecutado por el artista. Representa a Proserpina (Perséfone en la mitología griega) siendo raptada por Plutón (Hades en la mitología griega), soberano de los infiernos.

 

 

 

 

 


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