AMNESIA [PARTE III] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 9
Capítulo 9
JungKook
POV:
El lluvia
hace un sonido de eco al chocar contra el paraguas negro sobre nuestras cabezas
y de vez en cuando la tímida risa de Jimin me hace olvidar que el mundo a
nuestro alrededor está deshaciéndose. Nuestras pisadas en el húmedo suelo son
mucho más molestas de lo que me habría parecido al ir camino a la cafetería
pero he de reconocer que la música adornaba mis oídos y en mi mente mis propios
remordimientos. Yo ya no soy capaz de hablar más porque siento que me he
excedido hablando hoy y él tampoco parece querer decir nada por miedo a mi
reacción o por algo que aun desconozco. A la quinta vez que el paraguas choca
contra mi cabeza se lo arrebato de la mano y lo llevo yo mientras él sonríe
avergonzado de su altura y se acerca a mí para protegerse de la lluvia.
–Lo
siento. –Susurra y yo niego con el rostro.
–No
importa. No me molesta llevarlo. –Miro alrededor–. ¿Dónde vive TaeHyung?
–Al sur.
–Miro a mi espalda.
–¿Por qué
insistes en acompañarme? Luego tienes un gran camino de vuelta. –Jimin se
encoge de hombros.
–Te he
dicho que quiero seguir hablando.
–Pero yo
no quiero hablar más, hyung. Tengo la sensación de que he hablado demasiado
hoy. No tendría que haber venido.
–No digas
eso. Me ha alegrado verte…
–No. –Le
detengo–. No me digas eso. Voy a acabar creyéndomelo y no me hace gracia.
–¿Por qué
tan…? –Vuelvo a cortarle.
–Y borra
esa sonrisa de la cara, ya no me la creo cuando me has estado llamado crío,
idiota, hijo de puta…
–Tú me has
golpeado y te estoy acompañando a casa…
–Y yo te
estoy dejando que me acompañes, no sé que es peor. –El silencio vuelve a
acompañarnos mientras caminamos apresurados porque la lluvia está furiosa y
está anocheciendo. Llegamos antes de darnos cuenta y cuando nos detenemos en la
puerta de mi casa, él mira el edificio como si intentara grabar la imagen de
este en su mente y yo le devuelvo el paraguas–. Gracias por acompañarme. –Él
sujeta mi brazo para que no me vaya cuando me ve hacer el amago de coger las
llaves de mi bolsillo en los pantalones.
–Todo lo
que te dije… el otro día…
–¿Vas a
decirme que no lo decías enserio? Vamos hyung…
–No. Lo
que te dije es poco. –Frunzo el ceño sorprendido–. No sabes el tiempo que me
pasé sumergido en un vaso de whiskey pensando en ti. Pensando en cómo serías.
De qué color serian tus ojos. De qué estaturas serías. Como sería tu sonrisa.
Como besarías o qué diablos le harías a YoonGi en la cama para que tirase todo
su matrimonio por la borda. Cuando te vi, me decepcionaste pero a la vez, me
humillaste. Eras un crío, solo un crío, un mocoso de veinte años. Y ese era el
problema. No estabas a mi alcance ya, porque lo que YoonGi buscaba era eso, un
niño. Quería la juventud que tú irradiabas porque el problema no estaba en ti,
sino en mí. Yo le había dejado de gustar hacía tiempo y tu no eras el problema,
sino la consecuencia de nuestro degradado matrimonio. –Suspira y mira al suelo
soltando mi brazo. Yo me quedo de piedra ante su repentina confesión–. La vida
es irónica porque cuando pierdo la memoria, eres la misma consecuencia para el
mismo problema, mi matrimonio no me gusta. ¿Lo entiendes ahora? No eres tú,
somos nosotros.
–Eso no
quita que yo tenga sentimientos, hyung. Eso no te exculpa de que ambos hayáis
estado conmigo y de que yo me haya hecho ilusiones, como un idiota.
–Te veías
tan maduro, Jeon. Tan independiente que solo… aww…. Jeon…
–Creísteis
que solo quería sexo.
–Es lo que
tú decías. Solo sexo.
–Sí, eso
pensaba yo también. Que solo quería sexo.
–¿Qué
quieres, Jeon?
–Yo que
sé. –Suspiro–. Quiero que el dolor en mi pecho desaparezca. Quiero poder besar
a alguien sin sentirme culpable. Quiero tener sexo pero también que alguien me
abrace. No quiero depender de terceros ni tener que esconderme de ellos.
–Entonces,
ambos queremos lo mismo. –Me mira, sonriendo–. Ya no quiero esconderme más de
ti, ni de YoonGi. Ni que él tenga que esconderse.
–Pides
demasiado, Jimin. –Suspiro y me giro a la puerta para abrirla pero él vuelve a
detenerme.
–Te invito
a cenar. –Me giro a él con el rostro cansado y negando con el rostro.
–¿Sabes?
Mientras lo hacíamos tú y yo, realmente creía que sentías algo por mí.
–Estaba
amnésico.
–No sé que
vio en mi YoonGi para cambiarte por mí. Lo que te dije aquella vez en tu casa
era verdad, eres un buen hombre. Perdóname por todo…
–No me has
escuchado. –Me detengo con un suspiro mientras abro la puerta del portal. Él
sigue refugiado bajo el paraguas–. Estaba amnésico, ahora no.
–Por eso
lo digo. En tu sano juicio no puedo hacerme ilusiones de que vamos a volver a
vernos de la misma forma. Antes solo era el desconocido que te recordaba a
alguien… ahora solo soy el otro. El que se ha acostado con tu esposo durante
mucho tiempo.
–No, es
más vergonzoso que eso. Eres el hombre que se ha acostado con mi esposo y
también conmigo. –De repente ríe divertido por sus palabras y yo le miro como
quien ha perdido la cabeza–. Vamos, Jeon. No me hagas suplicar que me dejes
pasar….
–Debes
haberte vuelto loco. –Le miro confuso.
–Nunca he
estado más lúcido. Ahora sé quién eres.
–¿Y aun
así quieres entrar?
–Sí. –Mira
a todas partes avergonzado con su propio comportamiento y yo suspiro valorando
las altas posibilidades de que esto acabe mal, pero sus ojos vuelven a mirarme
con esa sonrisa en sus labios y yo pierdo las fuerzas de negarme. Abro más la
puerta para dejarle entrar y que sea lo que dios quiera.
Cuando
estamos subiendo las escaleras a mitad de camino ambos dos estamos ya fatigados
porque es un cuarto piso y cuando al fin llegamos, él tiene que apoyarse en la
pared al lado de la puerta de mi casa donde debe coger aire. Le miro con la
misma dificultad respiratoria y me sonríe avergonzado.
–¿Cómo
subes esto todos los días siendo fumador? –Me pregunta y yo me encojo de
hombros mientras entramos y él se queda un poco absorto y contraído. Acaba de
ser consciente de lo que implica estar en mi casa y se queda en la puerta
mientras yo dejo su paraguas en el paragüero negro de la entrada y me deshago
de la sudadera quedándome en manga corta. Cuando me quiero girar a él aun le
veo en el recibidor mirando desde ahí al salón.
–No es una
casa muy grande, pero no tienes que quedarte ahí. –Le digo y me mira sonriendo
mientras se deshace de la chaqueta y la deja en un perchero al lado de la
puerta y camina hasta quedarse en medio del salón. Mira a todas partes
distraído y yo me dedico, en lo que termina de habituarse, a echar la sudadera
a lavar y me quito los zapatos dejándolos en la entrada. Camino hasta la cocina
y abro la nevera para ver lo que hay de cenar y le grito–: Tengo algo de
Bibimbap de esta mañana. ¿Quieres?
–Vale. –Me
dice apareciendo por la puerta de la cocina y se adentra con una tímida
sonrisa. Yo cojo el cuenco de bibimbap y lo meto en el microondas mientras me
giro a él y me cruzo de brazos.
–Tendremos
que comer del mismo cuenco, espero que no te importe… –Se encoge de hombros y
pensará que ambos hemos comido del mismo hombre, ya nada importa. Solo pensarlo
me hace salir una sonrisa de los labios y me giro para que no la vea sacando
unos cuantos palillos y una botella de agua fría con dos vasos de cristal.
Cuando el microondas suena él se encarga de sacar la fuente y nos encaminamos
al salón para sentarnos a la mesa y poner la comida entre los dos–. Siento no
tener nada mejor…
–No pasa
nada. Yo he insistido en querer subir. –Asiento y ambos comenzamos a comer–.
¿Lo has hecho tú? –Asiento de nuevo–. Está bueno. Cocinas bien para ser… –Se
corta.
–¿…Tan
joven? –Asiente y sonríe–. Deja mi edad en paz, hyung.
–Está
bien, lo siento. –Pasan tal vez cinco minutos en silencio y de repente siento
sus pies desnudos, enfundados en calcetines, sobre los míos. Yo me asusto y los
retiro pero él vuelve a cogerlos entre ellos y me mira sonriendo. Yo retiro del
todo mis pies y él me mira decepcionado–. ¿Estás enfadado conmigo?
–No. –Digo
como si nada pero él no parece satisfecho con mi respuesta.
–¿Entonces?
–No sé a
qué vienen tus cambios de humor… me tienes desconcertado, hyung.
–¿Soy yo
el de los cambios de humor? –Se señala el tabique un poco hinchado y enrojecido.
–Hyung… no
puedo sacarme tus palabras de mi cabeza. –Me toco la sien–. Me has hecho sentir
como una mierda, como una basura.
–No eres
el único que se siente así.
–¿Tú por
qué?
–Por todo.
Por cómo te he tratado cuando no tienes culpa de nada, por todo lo que YoonGi
me ha hecho pasar, por todo, Jeon. –Suspiro y dejo los palillos en la mesa, con
el hambre cortado–. Soy una persona a la que le cuesta decir lo que siente,
pero estoy haciendo mi mejor esfuerzo por disculparme.
–No he
pedido tus disculpas.
–Me da
igual. Lo siento. –Sentencia y yo me levanto llevando mi vaso y mis cubiertos a
la cocina pero él se queda ahí parado, mirándome. Cuando regreso sigue comiendo
pero con el rostro bajo y un pico hermoso en sus labios rotos. Rotos por mi
culpa. Llena sus carrillos y mastica con hambre. Seguro que no ha comido nada
desde la hora del almuerzo y yo le estoy dando mis sobras. Suspiro y miro como
come hasta que termina el último grano de arroz y me extiende el cuenco vacío.
Yo lo miro con ojos oscuros y él sonríe aun con los carrillos llenos.
–Yoongi
también me contó una vez que te gustaba el chocolate. –Saco una tableta
escondida en mis manos de chocolate con almendras–. Espero que se refiriera a
este chocolate porque del otro no me queda. –Le guiño un ojo y los suyos
estallan en felicidad. Sus manos se juntan y se abrazan entre ellas mientras
traga de golpe y hace el mejor y más dulce puchero que le he visto nunca. Sus
ojos me miran divertidos y esperanzados con lo que le doy la tableta y él
rápido la abre partiendo cuatro onzas de golpe. Estas vuelve a partirlas en dos
para cada uno y me extiende la mitad con lo que lo acepto con una sonrisa.
–Solo por
ese puchero te perdono todo lo que me has dicho. –Él sonríe.
–Solo por
este chocolate olvido que me has golpeado. –Sonríe de nuevo y yo miro mejor sus
labios que aunque manchados de chocolate puedo distinguir aún la herida en
ellos. Le dejo un par de onzas más y me levanto para devolver la tableta de
chocolate a la nevera pero cuando regreso la imagen que me encuentro es
terriblemente demoledora. Un Jimin con ojos entrecerrados mientras con sus
dedos toca el puchero en sus labios frunciendo el ceño mientras se hace daño
palpando la herida. Ha debido hacerse daño mientras comía y ahora no puede
evitar toquetearse los labios con los dedos manchados de chocolate.
–No hagas
eso. –Le digo mientras me acerco a él–. Por favor. –Me mira confuso pero
después repite el gesto sin saber qué es lo que le ha desagradado de lo que ha
hecho y no puedo evitar por más tiempo coger el pelo de su coronilla y tirar
hacia atrás levantando su rostro y besar sus labios manchados de chocolate y
sangre. Sus manos se han quedado inertes sobre la mesa y no puedo ver sus ojos
pero me gustaría pensar que están abiertos de par en par por la impresión. Sus
labios no me responden hasta que casi los despego que hace un sonido al
separarse y cuando terminamos el beso hace como si nada y sigue comiendo
chocolate. Yo le miro aturdido y camino al sofá para sentarme y verle comer
como si nada. Al rato habla.
–Sabes
mejor que el chocolate. –No puedo evitar sonreír y él me mira sorprendido ahora
sí por mi reacción.
–Me has
tentado a besarte.
–¿Crees
que estoy aquí solo para cenar? –Jimin se limpia los labios de sangre y chocolate
y se levanta para cruzarse de brazos frente a mí–. ¿Vas a enseñarme tu cuarto?
Yo me
levanto y camino delante de él mientras nos conducimos a una de las puertas en
el salón que dan a mi cuarto. Es un cuarto oscuro hasta que no enciendo la luz
y puede ver el tremendo desorden que domina todo el espacio.
–Siento el
desorden, no tenía pensado que vinieras. –Le digo avergonzado pero él al
contrario de sentir incómodo se siente curioso porque la mayor parte de los
trastos son cuadros de espaldas y apoyado sobre las paredes en el suelo. Una
cama individual y un escritorio. Un caballete con un cuadro a medio hacer y un
maletín con pinturas.
–No huele
mucho a pintura. –Me dice.
–Estos
días que no están mis padres en casa me he acostumbrado a pintar en la cocina
que entra más luz de fuera y puedo lavar los pinceles ahí mismo.
–Hum.
–Asiente y camina hasta el cuadro en el caballete que no necesita tocar para
ver–. ¿Miguel ángel? –Me pregunta y yo asiento.
–El
nacimiento de Adán.
–¿Eres
católico? –Me pregunta curioso.
–Soy
artista. –Sonrío y él ríe por mis palabras–. Puedes mirar lo que quieras, estás
en tu casa. –Yo me siento en la cama mientras que él camina alrededor mirando
los cuadros que se apoyan unos en otros contra la pared la mayoría cubiertos con
una tela o con papel para que no acumulen polvo.
–Eres todo
un genio. –Me dice. Camina hasta quedar frente a y mi y al alzar el cuello para
mirarle me besa con tranquilidad y dulzura, todo lo contrario a lo que yo le
había besado antes. Me mira tras el beso y se quita la camiseta mostrándome su
pecho desnudo. Yo siento un tremendo vuelco en el corazón y me levanto nervioso
dejándole sentado a él mientras yo me retiro.
–Voy al
baño. Espérame en la cama, que voy a recoger todo. ¿Hum?
–¿No
quieres que te ayude?
–No. Ahora
mismo vuelvo. –Salgo del cuarto cerrando a mi espalda y con un tremendo subidón
de adrenalina me encamino a la cocina para meter los trastos en el lavavajillas
y camino al baño para mojar mi rostro con agua helada, mirándome en el reflejo
de mi espejo con una mueca de miedo y a la vez nerviosismo. Voy a acostarme con
el mismo hombre con el que ya me acosté en su día, me digo, pero él ya no es el
mismo. Él sabe quién soy y aun así quiere acostarse conmigo.
Cuando
regreso a mi cuarto me encuentro con la escena más caliente que jamás se me ha
ocurrido imaginar. Un Jimin completamente desnudo entre las sábanas de mi cama
esperándome con ojos felinos como una fiera a punto de saltar a mi cuello. Solo
puedo ver de él de cintura para arriba pero toda su ropa está en el suelo a los
pies de la cama y me adentro en el cuarto dejando la puerta entreabierta.
–Eres la
primera persona a la que meto en mi cama. –Le digo sin soltar aún el pomo de la
puerta y con ojos divertidos. Él me mira con ojos entrecerrados.
–Pues ven
ya, que no quiero estar solito… –Hace un puchero y antes de poder detenerme
estoy bajándome los calzoncillos frente a su rostro para meterme a su lado en
mi cama que aunque estrecha cabemos los dos perfectamente. Me siento sobre él y
beso sus labios con curiosidad de su reacción pero él continúa el beso muy
excitado, rodeando mi cuello con sus brazos. Sentir de nuevo su piel contra la
mía, su musculatura acomodándose a la mía y su rostro gimiendo en mis labios me
hace sentir tremendamente extraño, como viviendo el pasado en un presente
perturbador con la amenaza de un futuro incierto. Toco cada parte de su pequeño
cuerpo con cuidado de hacerle daño, de hacerle sentir violento, pero el que más
incómodo está soy yo y cuando se da cuenta de que no puedo concentrarme me pone
bajo él y saca todas las sábanas de nuestros cuerpos. Me mira divertido–.
Relájate, mi pequeño. Vamos a ver qué tan bueno soy yo chupándola, ¿hum?
–Asiento casi como un instinto y me dejo hacer mientras se cuela entre mis piernas
para lamer, morder y estrujar mis muslos. No tarda mucho en dirigirse a mi pene
y pierdo el control cuando su rostro se deleita besando y lamiendo mi glande.
–Ji–Jiminiee…
¡ah! –Mi glande toca su campanilla y me siento ir mientras mis manos agarran
con fuerza su cabello pidiéndole más intensidad, más rapidez, más calor. Me
obedece poniéndose mis piernas en sus hombros y se maneja con total soltura en
mi cuerpo acordándome al mismo hombre con el que solía follar. El remordimiento
se va lentamente y el miedo desaparece por la confianza en su mirada. Cuando me
corro en su boca dirijo mis manos temblorosas a sus hombros y le hago acercarse
para besarle pero él me mira divertido.
–¿Qué tan
bueno soy?
–El mejor,
hyung~
–¿SÍ?
Vamos a ver qué tan bueno soy en esto… –Coge mis piernas y las abre para entrar
en ellas. Dos de sus dedos entran en su boca y los lubrica para metérmelos de
golpe y hacerme dar un respingo agarrándome al almohadón bajo mi cabeza
retirándole la mirada, pero cometo el error de mirarle y verle mordiéndose el
labio mientras mete y saca con violencia y con una sádica expresión los dedos
de mí. Yo no soy más que un amasijo de gemidos y lloriqueos que un poco
exagerados sé que le encantan–. Date la vuelta, mi pequeño. –Suspiro mientras
me giro y él mismo se encarga de alzar levemente mi trasero y tumbarse sobre mi
cuerpo mientras me penetra con lentitud y cuidado. Besa mi cuello mientras
comienza con las embestidas y yo no puedo sino agarrarme a las sábanas y gemir
mientras él me penetra hasta el fondo–. Gime mi nombre. –Me pide y lo hago con
fuerza.
–¡Hyung!
¡Jimin hyung! ¡Ahh! ¡Ahh! –Repito su nombre con cada embestida como un dogma
que le alienta a ser cada vez más violento, más fuerte, más decidido alcanzando
mi punto para hacerme delirar. No consigo saber cuánto tiempo transcurre o
cuantas veces él grita también mi nombre. No sé qué hora es cuando nos corremos
ambos a la par y caemos derrotados en el colchón, ni cuántos besos nos damos
después de eso, pero cuando todo ha quedado en silencio ya no hay espacio para
más remordimientos ni más malestar. No quiero preguntarme si es sexo, amor o
necesidad psicológica, pero prefiero pensar que el hombre dormido en mis brazos
está tan confuso como yo y por eso ambos hemos caído presas del instinto
sexual.
Comentarios
Publicar un comentario