AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 8
Capítulo 8
Yoongi
POV:
La luz
entraba desde la ventana ya con un degradado nocturno. Jimin estaba sentado en
el sofá mientras yo limpiaba los pocos utensilios que habíamos usado en la cena
de comida rápida que habíamos consumido. La televisión es lo único que se oía
en toda la casa y de vez en cuando, alguna sonrisilla descarada de Jimin
mientras se divierte con el programa en cuestión. El sonido del grifo tan solo
ocupa la dimensión de la cocina y de repente, el teléfono de Jimin suena sobre
la mesa. Me giro a él solo unos segundos para verle ojear su pantalla con
curiosidad mientras sonríe con picardía. Le pierdo de vista en cuanto se
levanta del sofá animado y camina hasta la cocina para aparecer con una gran
sonrisa infantil.
–TaeHyung
me ha dicho que va a salir con unos amigos, a tomar unas copas. Me pregunta si
puedo ir…
–¿Me estás
pidiendo permiso como un niño a su madre? –Pregunto mientras sonrío agradado
por su comportamiento.
–Solo
quería saber si te parecería bien si salgo con él un rato…
–Claro, mi
amor. –Jimin vino a mí para besarme con pasión desmedida agradeciendo mi
iniciativa y mientras desapareció por la cocina apagué el grifo sintiendo como
la oportunidad se me presentaba limpia y clara. Jimin entró en el cuarto y
mientras le escuchaba hurgar en el armario para buscar algo que ponerse, me
apoyé en la puerta de la cocina y respiré profundamente.
–¿Vas a
llevarte el coche? –Le pregunté mientras él se cambiaba.
–No. Hemos
quedado en la puerta de la cafetería. Y después daremos un paseo. –Asentí
aunque no pudiera verme.
–Lleva el
móvil y si pasa algo…
–Sí,
hyung. No te preocupes. –Suspiré de nuevo.
–A lo
mejor yo también salgo hoy. –De repente el rostro de Jimin apareció del
dormitorio con una expresión curiosa.
–¿Sí?
–Sí, con
Namjoon. Ya te he hablado de él.
–Me alegro
mucho, mi amor.
–Así no
estaré aquí sin hacer nada. ¿Te parece bien?
–Claro,
pero no llegues tarde, yo no lo haré. –Suspiré de nuevo y de repente, apareció
del cuarto con camisa y vaqueros ajustados. Me miró y me hizo mirarle con ojos
desorbitados por la escena. Nunca se arreglaba así para estar conmigo–. Me voy
ya o no llegaré. –Besó mis labios y acarició mi pelo, con una expresión de
calma y confianza–. Te amo. Pásatelo bien.
–Tú
también. –Escuché la puerta cerrarse, conté hasta cinco y cogí el móvil en mis
bolsillos buscando el teléfono de Jeon en la agenda. Me lo pensé el tiempo
suficiente como para ocurrírseme cincuenta motivos para no hacerlo. Una sola
para continuar. Curiosidad.
El
teléfono sonó durante casi medio minuto y al fin, alguien habló al otro lado.
–¿Sí?
¿Quién es? –De fondo se podía escuchar la música de un bar con el sonido de
unas copas brindar.
–Soy Min
Yoongi, el profe…
–¡Oh!
¡YoonGi! ¿Qué te cuentas?
–Me
preguntaba, si no estabas ocupado, si te dejarías invitar a unas cervezas.
–Estaría
genial.
–¿Seguro
que estás libre?
–Sí, sí,
es solo que me he adelantado. Estoy en el bar “Phoenix”. ¿Sabes dónde está?
–Pondré el
navegador. No te preocupes.
–Bien. Te
espero. –Colgó sin antes dejarme preguntar con quién estaba, sin suplicarle no
ir por si estaba ya con otras personas. No me dejó agasajarle ni tampoco
suplicar su misericordia por su extrovertida personalidad. Me quedé al menos
dos minutos con el móvil de la mano mirando a la nada mientras intentaba por
todos los medios controlar el desenfrenado ritmo de mi corazón. Me decidí a
levantarme en cuanto me conciencié de que tan solo sería una copa. Un solo vaso
de bebida y después no tendría motivo para permanecer con él. No me daba cuenta
de que lo que no encontraría serían motivos para regresar a casa.
Me acerqué
al armario y rebusqué entre toda la ropa lo que más me satisficiera. No sabía
qué ponerme pero para hacerle la competencia a Jimin me enfundé en unos
pantalones de traje, una camisa blanca y una corbata negra con rayas azules. El
frío en las noches de otoño solía ser evidente así que cogí un abrigo negro y
me metí en el coche suspirando tranquilamente y mientras conducía al centro de
Seúl, alguien a mi lado me hablaba sin rostro ni voz: Has mentido a tu esposo.
Has quedado con un niño, por el amor de Dios. Has quedado con un completo
desconocido. No sabes a dónde vas. Vuelve a casa. Ve a buscar a Jimin, ve a
buscarle.
En lo que
la voz se jactaba de criticar mi comportamiento yo había llegado a una de las
calles centrales del centro de Seúl donde se concentraban la mayor parte de las
discotecas. Una de ellas, llamada Phoenix, me saludaba con unas luces de neón
que me sirvieron de faro para caminar. Aparcando el coche en una calle
perpendicular con apenas tránsito de personas. Un par detenidas fumando, otras
besándose. Esperaba, lo único que deseaba, era no encontrarme a Jimin.
Cuando
llegué a la puerta un hombre de traje guardaba la entrada pero me dejó pasar
sin inconveniente. Un largo pasillo a oscuras desembocaba en uno con más luz
que bajaba unas escaleras con personas a ambos lados de estas. Unas sentadas,
sucumbidas al alcohol. Otras de pie con unos terceros en sus brazos. Apenas
eran las once de la noche y había ya individuos que no se podían mantener en
pie. El olor a alcohol era espeluznante pero más aún las pintas de las personas
a mi alrededor. Todos con aire tétrico, pero no gótico. Adolescentes oscuros,
mujeres provocativas. Medias de rejilla. Ojos maquillados. Y yo con una corbata
de rayas azules.
Cuando el
pasillo y las escaleras terminaron, las luces de unas lámparas inquietas y de
colores me mostraron una sala con una barra redonda en el centro, mesas en los
laterales y entre medias, gente moviéndose, caminando y bailando con una
desagradable música de fondo. Busqué con la mirada a Jeon pero he de reconocer
que a mí alrededor, la perversión y el vicio se acumulaba en tales cantidades
que se me hacía muy difícil focalizar la vista en un punto.
Y entonces
lo vi. El sentimiento fue exactamente el mismo que cuando de repente apareció
en mi punto de mira en mi instituto. El mismo que cuando nuestros ojos chocaron
en la cafetería. Sus primeras palabras dirigidas. Sus gestos extravagantes.
Todo ello estaba allí, solo, apoyado en la barra tan despreocupadamente como
cualquier otro cliente. Solo que ese, me esperaba a mí.
Caminé
hasta entrar en su vista y su sonrisa se iluminó escondiendo sus ojos en dos
líneas y sus manos se introdujeron en sus bolsillos de sus pantalones de cuero
que me dejaron sin aliento. En su cuerpo, una camisa negra con los tres botones
primeros desabrochados, mostrándome la perfecta escultura que era su cuerpo. La
luz lo hacía ver mucho mejor, si era posible. Yo me acerqué a él y a la barra
mientras cogía el valor de saludarle. Había perdido el habla y solo pude
dirigirme al ocupado camarero pidiéndole una cerveza y una copa de lo que Jeon
estuviera bebiendo antes de que yo llegara. A mí me puso una Heineken, a él una
copa de vodka con absenta.
–Hyung.
–Me hizo mirarle con ojos divertidos–. Ya pensé que no me llamarías nunca.
–Cogió la copa que le había pagado con cariño y bebió de ella como si de agua
se tratase. Yo sin embargo hice una mueca con la cerveza. El alcohol nunca había
sido mi divertimento favorito.
–Te dije
que lo haría. Solo que no había encontrado el momento.
–Pues este
es nuestro momento, brindo por ello. –Me hizo brindar con él y sus palabras
calaron muy profundo en mí. Era nuestro. Era nuestro momento. Solo nuestro.
–¿Estabas
con alguien? No quiero interrumpir nada…
–Qué va,
estaba solo.
–¿Sales a
beber solo?
–Siempre
es mejor solo que mal acompañado, y hoy día las mejores compañías están ya
cogidas.
–Hablas
como si fueras un adulto ya. –Rió por la nariz, contento con mi respuesta
esperada.
–Ya soy un
adulto, aunque solo tenga veinte años. ¿Debo recordarte que soy más alto que
tú? –Su osadía hizo que mis mejillas se calentasen.
–Más
respeto, chico, que soy tu hyung. –Hizo un puchero. Me destrozó con ello.
Sucumbí rápidamente a sus encantos apoyando mi mano en la suya sobre la barra–.
¿No prefieres que nos sentemos? –Él asintió y cogimos nuestras bebidas para
dirigirnos entre las personas a una de las mesas más alejadas de la música
donde una conversación pudiera ser entretenida, agradable y productiva.
–Cuéntame
sobre ti, hyung. ¿Te importa que te llame así?
–No hay
problema. Yo, bueno, soy de Daegu, tengo veintiocho años, vivo en una casita un
poco más al norte, cerca del instituto donde trabajo. Me gusta la música y toco
especialmente el piano.
–¿Estás
comprometido, hyung? –Su pregunta me pilló por sorpresa. Mi respuesta también.
–No.
–¿No
tienes novia?
–No.
–Insistí–. Y también me gustan los hombres. –Sus ojos se iluminaron. Estábamos
perdidos ya. ¿Qué más daba? Mis intenciones estaban claras, al menos para él. Y
él, con su pregunta, acababa de mover ficha.
–A mi
también, y tampoco estoy comprometido.
–Háblame
de ti. –Desvié el tema.
–Pues soy
de Busán, pero con tres años nos mudamos aquí mis padres y yo por cosa del
trabajo de mi padre. Estudié donde ahora tú trabajas y estuve estudiando para
entrar en la universidad de bellas artes, pero como no me dio la nota me metí
en la de restauración. No me arrepiento.
–¿Cómo es
estar ahí?
–Bien,
entretenido y muy productivo. Aprendes mucho en menos tiempo de lo que crees.
–Asentí sonriendo.
–¿Quieres
ser restaurador?
–No sé,
hyung. Solo quiero hacer algo con mi vida. ¿Qué más da el qué?
–Entiendo,
entiendo. Tu edad es una edad confusa, de todas formas. Tantos deseos, tantas
hormonas…
–Sí. –Dijo
sonriendo y bebió de su copa–. ¿Sabes? Apenas nos conocemos pero tengo la
sensación de que nos conocemos de hace mucho tiempo.
–¿De
veras?
–Sí, es
como si el destino…
–No creo
en esas cosas. –Le corté con violencia.
–Yo
tampoco, pero es como si algo más grande que nosotros nos hubiese juntado.
–Si esa es
una típica frase de ligoteo puedes ahórrartela conmigo. No va a funcionar.
–Ya veo.
Eres más frío de lo que pensaba. Supongo que las palabras no sirven contigo.
–Su expresión se había vuelto ladina y cruel.
–Con los
años aprendes a quitarle importancia a las palabras y a las promesas cursis.
–¿Los
gestos son mejores entonces?
–Las
acciones son lo que definen a una persona.
–Venir
hasta aquí te define. –Me quedé mirándole, con ojos curiosos–. Nadie hace un
esfuerzo tan grande por una simple cerveza que por lo que veo no te sabe tan
rica.
–¿Qué
insinúas?
–No
insinúo nada, afirmo que has venido buscando algo. ¿Qué es lo que buscas,
hyung?
–Satisfacer
mi curiosidad. –Le soy sincero. Creo que no volveré a serlo con él en mucho
tiempo.
–¿Curiosidad?
–Preguntó aturdido.
–Curiosidad.
–Afirmé decidido–. Una curiosidad primitiva.
–¿En
respecto a qué? ¿A mí?
–A mí
mismo. –Asintió comprendiendo de repente.
–Muy bien,
comprobemos entonces tus límites.
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