AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 5

 Capítulo 5

 

YoonGi POV:

 

Aquella noche dormimos juntos y abrazados entre las sábanas de su cama. Yo me veía en la obligación de madrugar para ir a la escuela y él aún le quedaban un par de horas de sueño hasta la hora de la comida en la que comenzaba aquél día su turo. Recuerdo debatirme en una batalla mental por cuestionarme si debía despertarle, si sería mejor dejarle dormir y si prefería que le dejase una nota junto con el desayuno en la bandeja al lado de su cama. Me revolví por el cuarto y el salón buscando mi ropa mientras me decidía pero me sorprendió su figura de pie en la puerta del cuarto mientras se frotaba uno de los ojos somnoliento, recordándome a un niño pequeño.

–¿Hyung? –Habló con unos labios hinchados y abultados.

–Jiminie… tengo que irme, no quería despertarte, lo siento. –Su puchero se intensificó más y rápido me di cuenta de que tan solo llevaba la ropa interior.

–¿Vendrás a la tarde a la cafetería? –Me preguntó con ojos esperanzados.

–Como cada tarde, mi amor. –Me acerqué a él y bese sus labios que me recibieron agradecidos. Le abracé, por la necesidad del contacto de su cuerpo en el mío, y me despedí de él acariciando el pelo en su frente. Su sonrisa infantil me dijo que había reaccionado bien y me marché y él volvió a tumbarse en la cama mientras yo me marchaba y dejaba una llave de repuesto en la mesilla de la entrada.

 

 

Los días fueron pasando. Sucediéndose. Cada vez que podía me pasaba por su cafetería y le observaba trabajar durante veinte minutos y regresaba a clases o simplemente me iba a casa. Era el sustento de mi día a día como lo fue antes de que yaciéramos juntos, pero ahora nuestra compañía era más frecuente porque cuando ambos terminábamos nuestros trabajos y podíamos permitiros libertinaje, nos reuníamos en el piso del otro y cenábamos, veíamos una película o nos acostábamos hasta caer dormidos en el abrazo del otro. En ocasiones especiales le invitaba a cenar fuera de casa lo cual se nos iba de presupuesto a ambos, y otras, dábamos largos paseos en estaciones primaverales o veraniegas. Incluso a veces, en pleno invierno y con copos cayendo desde el cielo, darnos la mano no solo suponía un agradable y cálido contacto, me hacía sentir que la compañía de otra persona soportando el mismo frío que yo me saciaba.

Con el paso de los meses, los años, los esquemas cognitivos en mi cerebro se fueron adecuando a mi nueva situación. Nunca antes había tenido una relación tan duradera que sobrepasara los dos meses y ahora, de repente, dependo de otra persona tanto como esa persona depende de mí y la ansiedad que la situación me causaba era una dulce y melosa agonía. Poco a poco, sucediéndose los días, todo parecía estabilizarse, estancarse, detenerse y mantenerse. No me veía como un río, en donde el agua fluye, sino más bien en un mar que se detiene. No quise darme cuenta, durante mucho tiempo, que no era un mar sino un pequeño charco de agua estancada en donde la podredumbre nos consumiría a ambos.

No recuerdo en ningún momento haberme sentado con él en una mesa y haber querido definir nuestra situación. Expresarle abiertamente mis sentimientos y mis miedos y confesarme a él declarándome su pareja. Él tampoco lo hizo conmigo pero a juzgar por los hechos, ninguno de los dos lo necesitamos. Seguíamos quedando con el otro y nuestras relaciones sexuales eran exclusivamente privadas. No había terceros, ni cuartos. Él y yo. No necesitábamos definir nada porque todo estaba muy claro.

Pasados tres años desde el instante en que nos conocimos, después de casi tres años de relación, la realidad, monótona y perfectamente normal se tornó mucho más seria y permanente. La vida se nos mostraba con facilidades que no habíamos conocido hasta el momento y que siempre habíamos querido. Terminé mis prácticas y tras un año opositando, me concedieron una plaza de profesor de música en un instituto en Seúl, con la suerte de que no nos separaríamos. A Jimin le ascendieron a encargado y supervisor, aunque a veces haría las de camarero por la falta de personal, junto a su compañero Taehyung. Él comenzó a cobrar más dinero, yo comencé a ingresar, simplemente.

Tras unos meses ambos lo vimos claro y tras darle vueltas en la intimidad de mi cabeza, se lo dije, tal como él ya esperaba que hiciera.

–He pensado, –le digo mientras la noche cae sobre nosotros en un verano en donde no hoy una sola nube que cubra la luz de la luna. Ambos dos en la cama tumbados nos miramos semidesnudos–, que ahora que nos van tan bien las cosas, ¿por qué no nos compramos un piso a medias? –Me miró un poco decepcionado.

–¿Un piso?

–Sí. A la larga nos saldrá mejor que mantener dos pisos alquilados.

–¿Estás seguro?

–No pareces muy ilusionado.

–No es eso, amor. Es que, pensé… que me dirías… nada. Déjalo. –Se giró en la cama pero yo ya había previsto este berrinche, pues igual que un niño necesitaba algo de magia que adornara su vida. Yo no sería magia lo que buscase pero también necesitaba de un estimulante que nos alimentara.

Me incorporé en la cama y de debajo del colchón saqueé un pequeño estuche granate con terciopelo negro en el interior. Estaba girado de espaldas a mí y aunque la vista de su cuerpo moldeado con cariño fuese la mejor vista del mundo, no podía permitirle que ahora no me mirase.

–Park Jimin, me preguntaba, si… bueno… –Me miró por encima del hombro y tras verme abrir el pequeño estuche con dos anillos de oro en el interior dio un respingo e hizo que toda la cama se moviese, mientras se sentaba de cara a mí con las manos temblorosas–. Me preguntaba si querrías ser mi esposo, para siempre.

Una sonrisa salió de sus labios y me abrazó aún sin contestarme. No me gustó que no me dijese un rotundo “sí” y que sin embargo ya se colocase uno de los dos anillos en su dedo. Me miró mientras miraba alternativamente su mano con el brillo del anillo en ella. Sonrió con ojos lloroso.

–Ya pensé que tendría que pedírtelo yo a ti. –Me dijo enfadado–. ¿Por qué has tardado tanto?

–No llevábamos tanto tiempo de relación, es ahora cuando las cosas…

–Yo te quiero. –Sentenció–. Y me dan igual las condiciones o el presupuesto, solo quiero pasar contigo el resto de mi vida. –Se abalanzó de nuevo a mis brazos y besé sus labios ya húmedos por sus lágrimas.

El paso no fue un gran vértigo. Ya había pensado durante muchas noches en vela la posibilidad de unirnos en matrimonio, pero no fue hasta que fui consciente de lo que eso implicaba que no comencé a ver en el hecho de casarnos lo que todo implicaba. Estaba emocionado, excitado por los cambios que tras realizarlos, no fueron para tanto. Sus padres, los de Jimin, no eran católicos y le habían educado en un férreo ateísmo. Yo, por el contrario, había sido bautizado pero no había comulgado. La fe de mis padres duró hasta que la iglesia comenzó a llevarles más del treinta por ciento de los ingresos en parafernalias y espectáculos sin sentido. Se desentendieron y yo me vi obligado a irme con ellos. No me importó sin embargo.

La ceremonia no fue más que un paripé. Fuimos al juzgado un sábado por la mañana y vestidos de traje firmamos unos papeles que nos pusieron delante. No firmamos la separación de bienes, tampoco nos importaba entonces, todo lo suyo era mío, lo mío era lo suyo y ninguno tenía nada. Al salir del juzgado mis padres y los suyos nos esperaban. Algunos familiares más aparecieron, como mi abuela, mis tíos y algunos suyos, algo más lejanos que los míos. También había amigos, Taehyung, algún compañero de mis tiempos en la universidad, y poco más. Todos nos felicitaron y fuimos a un restaurante de la zona para invitarles a todos a la comida.

Las conversaciones eran amenas. El ambiente agradable a pesar de que mis padres se sintieron un poco incómodos la primera vez que nos conocimos, pues como he dicho, eran católicos. Pero cuando conocieron a Jimin, no pudieron sucumbir como yo a quererle por encima de la circunstancia. Rápido se quisieron y verles hablar tan tranquilamente me hizo sentir algo muy extraño dentro de mí. Al contrario que un cálido sentimiento, era una purulenta envidia de que no era solo conmigo esos ojos se iluminaban. Al parecer con todo el mundo sus ojos parecían ser sinceros. Tuve miedo, por primera vez, de que se diese cuenta de que yo no era tan perfecto como para casarse conmigo, como para ser un buen esposo, y padre de sus hijos. Me sentí con un tremendo pánico al darme cuenta de que él era todo mío, de ahora en adelante, y de que yo, por consiguiente, era solo suyo.

Jimin, en medio de la comida besó mis mejillas con cariño y se levantó de la mesa para conducirse lejos de mi vista. Sus padres comenzaron a hablarme con una animada expresión felicitándome por la unión y agradeciéndome todo lo que había hecho por su hijo. En sus ojos podía ver todo el amor que le brindaban a Jimin, todo el apoyo en su decisión y en todas las que tomase. Brindé con ellos y el vino en nuestras copas tembló mientras el padre me advertía que le fuese fiel a su hijo, que le amase por encima de todo y que no le engañase nunca.

Los hombres frente a mí morirían un año después.

–Yoongi. –Me dijo Jimin nada más aparecer de la nada y me extendió la mano mientras una música comenzaba a sonar de fondo. Una canción que ambos dos habríamos reconocido en cualquier momento. Yiruma river flows in you, en una versión de piano. Le miré con ojos ofendidos.

–¿Soy la reina del baile para que me saques a bailar de esta forma? –Me miró con un puchero resignado en los labios y agarró mi corbata para hacerme levantar. Me soltó solo cuando estuvo seguro de que le seguía y, ¿cómo no hacerlo? Hubiera querido o no, le habría seguido hasta la muerte. En su cuerpo, el traje se veía mucho mejor que en la percha mientras que yo tan solo me sentía medio cómodo con él. Sus mejillas se veían mucho más hinchadas y abultadas con el cuello ese tan apretado, y su altura, como no distaba mucho de la mía, llenaba el traje con mucha elegancia sin dejar de verse estilizado. Con rostros avergonzados comenzamos a bailar agarrados y con su mano en mi cintura apoyó su rostro en mi hombro mientras la música de fondo sonaba y las personas detenían sus conversaciones para observarnos con detenimiento.

–¿Te lo estás pasando bien? –Me preguntó como a un niño en una fiesta.

–Sí, amor. Está todo perfecto. ¿Has pedido esta canción?

–Sí. Será nuestra canción. –Asiento con ilusión y beso su cuello en mi hombro.

–De ahora en adelante, somos esposos. ¿No tienes miedo? –Me encogí de hombros.

–Contigo a mi lado no tengo miedo de nada.



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