AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 19

 Capítulo 19

 

YoonGi POV:

 

Con el paso de los días la insistencia de Jeon por entrar de nuevo en nuestras vidas cesó de golpe. Ya no había llamadas de él en mi buzón de voz, tampoco volvió a aparecer por casa. La vida se sometió a una tranquilidad perturbadora que se equilibraba como un perfecto equilibrista sobre la cuerda floja y en sus manos, una barra de apoyo. La barra estaba quebrada y pesaba más de un lado que de otro. La irremediable realidad siempre te hará caer, pero yo no quería asumirlo. No estaba dispuesto a dejarme derribar por ella.

La visita de mis padres contribuyó a hacer la situación mucho más difícil. Tuve que encajar fichas y atar cabos para que Jimin no sospechase. Tuve que seguir hilando esta realidad imaginativa que formé, como la mejor obra de una araña, para sostenernos. Le hice creer muchas cosas. Le dejé en blanco muchas otras. Me hice el sordo con otras, el loco con algunas. Él comenzaba a intuir que algo muy malo estaba sucediendo. Las pistas que la oscura realidad le estaba dejando no ayudaban porque podía atar cabos y pensar mal, o pensar mucho peor. No estaba dispuesto aun a desatar la venda de sus ojos y prefería sumergirme en la mentira y arrastrarle conmigo.

Nuestro beso, aquel beso en donde él no recordaba haberme besado antes, fue insulso, desagradable, deprimente y muy triste. Sus labios parecían más muertos que vivos y la calidez que recordaba en ellos, había desaparecido. Ya no había más besos para mí. Tampoco era una carencia que fuera a notar, ya hacía tiempo que él no me besaba. Tampoco iba a extrañarlos ahora.

Con los días me vi obligado a retomar mi trabajo en la escuela pues no podía permitirme durante más tiempo la falta de trabajo. Busqué en él, como antaño, la estabilidad y la liberación a través de la escuela pero cuando regresé, fue mucho más fácil mentirme. Siempre pensando: “mi marido me espera en casa con la cena hecha”, “mi marido está pensando en mí”. Una normalidad perturbadora y mucho más falsa que la sonrisa pintada de un payaso que esconde la degradante y mísera realidad que su situación le proporciona. La mentira llegó a tal punto que yo me la creía pero esta realidad me golpeó un día que regresé y nada más cruzar la puerta de mi hogar me golpeó el recuerdo con una cruel bofetada. Su olor. Ese olor dulce, acaramelado, picante y jugoso estaba esparcido por mi hogar. Había estado allí, podía jurar que había pisado mi casa. A medida que caminaba de un lado a otro el olor se disipaba o se volvía más intenso, no podía sentirlo con claridad pero incluso estaba por apostar que no era más que el delirio en mi mente. Nada me indicaba que él hubiera estado ahí ni tampoco Jimin me dijo nada al respecto. Nada. Creí estar volviéndome loco y me senté desplomado en el sofá donde el olor era mucho más intenso. Me quedé ahí, como ido, mientras me acunaba en el dulce recuerdo de sus labios en los míos.

Esto fue demasiado para mí y cuando tuve la oportunidad, convencí a Jimin para hacer el amor. Lo necesitaba desesperadamente. Necesitaba el cuerpo de alguien bajo el peso del mío propio. Necesitaba sentir el sabor de alguien en mis labios, necesitaba gemidos, necesitaba calor, gritos, placer. Orgasmos. Necesitaba su cuerpo, en especial, pero a falta de él, tenía un esposo que se veía en la obligación moral de satisfacer mis necesidades y tras varios intentos de insistencia cedió una noche. Comenzó todo lento, despacio, sin prisa. Quería que fuera agradable para ambos pero no se asustase. Lo intenté de todas las formas, tomándome la paciencia como un dogma. No podría desfogarme como me gustaba pero él me miraba con ojos perdidos, inocentes, que se tornaron enfadados y asqueados. Sin darme cuenta su mirada se volvió mucho más lúcida de lo que la amnesia le permitía. Podía ver en sus ojos la misma expresión que todas las veces en que antes me había dicho que le asqueaba, que me odiaba o incluso que le repugnaba. No quise insistir de nuevo. Cedí ante su irrevocable negación y dormí abrazado a él mientras me dejé llevar por los recuerdos de otro cuerpo abrazándome.

No pasó ni una semana de aquello y volvió a suceder. De nuevo regresaba a casa y su olor estaba de nuevo impregnado en cada una de las pequeñas motas de polvo en mi hogar. Yo podía sentirlo, era un olor inconfundible. Un olor a pasión, a dulzura, a vergüenza camuflada de extroversión, una amarga sonrisa pervertida, sexo. Olía a sexo. A sus hormonas por toda mi maldita casa y podía jurar que había regresado al pasado si no fuera por un Jimin saliendo de mi cuarto con una cara de perplejidad al verme aturdido frente al recuerdo. Nada había cambiado pero todo a mi alrededor me hacía rememorar una y otra vez mi infidelidad. Culpé a la conciencia de mi falta de criterio e hice como si nada intentando por todos los medios deshacerme de los remordimientos. Si era su olor, en realidad entendía por qué Jimin olió aquella vez mi camisa. Podía reconocerse en cualquier parte. Era el olor de la juventud pervertida por el sexo desmesurado. Era el olor de la vida junto el de la muerte de un orgasmo. Era el olor del pasado. El de un pasado innombrable

Tres días después de aquello apenas ya lo recordaba. Salía tan despreocupadamente de clase por la tarde tras haber tenido un par de exámenes vespertinos y una hora de más para corregirlos. Recuerdo bien el calor de aquel día y recuerdo llevar una caminar despreocupado que no me hizo darme cuenta de unos ojos mirándome. Cuando abrí el coche y me metí dentro apenas tuve tiempo para arrancarlo y alguien entró a mi lado con una velocidad desmesurada, temiendo llegar tarde, temiendo llegar pronto por si aún yo tenía escapatoria. De nuevo ese olor. Ese maldito olor. Y creí que eso era lo peor. Volver a ver su rostro fue mi perdición, me quedé petrificado mientras él se desenvolvía bloqueando las puertas del coche para que yo no pudiera salir tan fácilmente.

–Vas a escucharme. –Me dijo como saludo pero yo ya no podía desprender la mirada de sus ojos, agitados, nerviosos por la situación, con sus manos temblorosas por haber allanado mi coche, con su voz firme, intentando aparentar seguridad–. Y no vas a ir a ningún lado hasta que no me hayas escuchado.

Suspiré, casado. No iba a mentirle, quería escucharle, verle, abrazarle, pero en vez de eso agarré el volante con ambas manos y suspiré fuertemente, haciendo evidente mi descontento con la situación.

–Adelante. –Dije aburrido.

–Esta situación te compete más a ti que a mí, de eso no cabe duda, pero yo también estoy, de una forma u otra, implicado en tu vida y no puedo pasar por alto lo sucedido. –Hablaba atropelladamente.

–¿De qué estás hablando, chico?

–Estoy hablando de que o le dices la verdad a Jimin o se la digo yo. Que haya perdido la memoria no es excusa para que le ocultes lo sucedido.

–Es la excusa perfecta. –Le contrarié– Y no, no tienes nada que ver al respecto así que desaparece de mi vida. ¿No te ha quedado claro ya? No te cojo las llamadas, no te abro la puerta de mi casa…

–Estoy implicado igual que tu. Punto.

–Sal de mi coche, Jeon.

–Aún no lo he dicho todo, te doy un plazo de una semana para que se lo cuentes… o…

–¿O qué? –Le miré fijo.

–Se–se lo contaré yo…

–¿Tú? ¿Me estás amenazando?

–Sí, hyung. –Dijo y me apartó la mirada. Estaba seguro de que lo haría pero yo me creía mucho más inteligente. Yo me creía mucho mejor que él. Que mal.

–Ya se lo he contado yo. Lo siento pero llegas tarde. –Jeon me miró sorprendido, frunció su ceño y sonrió. No me creía.

–¿Cómo? –Se sorprendió.

–Exacto, ya se lo he contado.

–¿Cuándo? –Quiso saber. Su pregunta me puso en sospecha pero no pensé todo lo mal que debía.

–La semana pasada. Hablamos de ello y me dijo que como no se acordaba que no me guardaba rencor. Punto.

–¿Eso te dijo? –Realmente dudó de mis palabras. Sin duda no me creía.

–Sí, ahora tengo la oportunidad de empezar mi matrimonio de nuevo, no me lo estropees esta vez. –Él me miró ofendido. No lo suficiente como para marcharse.

–¿De verdad crees que tu matrimonio va bien? ¿De veras crees que ocultándole la realidad vas  a poder empezar de cero? El pasado siempre está ahí, y como recuerde de nuevo estás jodido, Min YoonGi. Estás jodido… –Sus palabras me pusieron nervioso. No en sí lo que me decía, sino la forma altiva en la que se creía que podía hablarme. Discutir en medio de la escuela no era lo idóneo así que arranqué el coche para su sorpresa y nos conduje calle abajo. Lejos de la escuela, hay un parking subterráneo en un parque cercano. Ahí apenas había gente, si discutíamos nadie nos oiría. Nadie oiría nada de lo que sucediera. Estar cerca de él no me garantizaba nada.

–¿Qué hacemos aquí?

–¿Crees que me apetece que me vean mis compañeros de trabajo discutiendo con un niño en mi coche? –Negué con el rostro pero por más que intentaba ofenderle él no se molestaba. Tal vez estaba acostumbrado ya a estas vejaciones. 

–Yoongi, yo ya he dicho todo lo que tenía que decir. Si se lo has contado, mejor para ti. –Sentenció, y sin embargo, no salió de mi coche. Su mirada cayó a sus manos en su regazo y su expresión se me antojaba conocida. Ahora esperaba un beso de mi parte, ya le había pillado muchas veces con ese rostro de cachorro abandonado rezando por buscar contacto. Hoy tendría que suplicar un poco más.

–¿Y bien? –Pregunté.

–¿Y bien qué? –Le miré pero él no me miraba. Si estaba actuando, era el mejor actor que he conocido jamás. Realmente me hizo creer que me buscaba. Solo buscaba placer.

–Sal de mi coche. –Sabía que no iba a irse. Por eso había venido aquí abajo.

–¿Y si no quiero?

–¿Otra vez con las amenazas? No estás en situación de amenazar. No eres más que un niño malcriado. –Rió de repente borrando esa expresión de inocencia de su rostro. Esta era la risa que tanto me atraía. Esta era la expresión que me había conducido a la perdición.

–¿Realmente te crees que no estoy en posición? Hyung~ ten cuidado…

–Jeon…

–Hyung… ¿Ya le has besado? ¿Hum? –Hablaba con un tono cínico que me puso los pelos de punta–. ¿Ya le has follado? ¿Hum? Pensaste en mí, ¿verdad?

–¿Qué dices? –Le miré asqueado–. No voy a contarte estas cosas…

–Oh, vamos hyung. Dime… –Se revolvió en su asiento, seducido por la morbosidad de la conversación–. ¿Cuántas veces has gemido mi nombre mientras te lo tirabas? –Yo comenzaba a tensarme. Sus ojos mirándome de esa forma tan lasciva, estaba perdido en cuanto entró en mi coche pero nada más me miró de esa forma, estaba derrotado y enterrado–. ¿Cuántas veces te la has meneado pensando en mí todo este tiempo? –Puso una de sus manos en mi muslo y yo la retiré, nervioso.

–No me toques. –Le pedí, pero el contacto me dio vida. Puso de nuevo su mano ahí y apretó mi muslo con posesividad. Le dejé hacer mientras le miré confuso.

–Oh, hyung. ¿Por qué tan nervioso? A mí no puedes mentirme. ¿Cuánto me has echado de menos? –No contesté. No le aparté la mirada, sin embargo–. Yo te he extrañado mucho… hyung~.

–JungKookie…

–Hyung… –Acercó su rostro a mi cuello y comenzó con un recorrido de besos que me condenaría de nuevo–. ¿Sabes cuánto he pensado en ti? ¿Sabes cuánto me he tocado? Estoy tan duro… hyung… –Había olvidado la intensidad de la calidez de sus labios sobre mi piel. La fuerza de su olor. La adrenalina en mi cuerpo, el temblor en el suyo. La firmeza de su mano en mi pierna. Todo mi cuerpo sufría descargas y cuando sus labios estaban besando la comisura de mis labios se detuvo, esperando que fuera yo quien continuase, quien consumase el adulterio pero no le hice y él se sintió contrariado. Su mano en mi pierna tomó el control de su más férrea necesidad y desabrochó habilidosamente mis pantalones para introducirse dentro. Su práctica conmigo le había proporcionado el suficiente conocimiento como para saber exactamente cómo provocarme y al parecer, no se había olvidado. Sobre la tela de la ropa interior comenzó a acariciarme mientras yo, dando un respingo, cerraba los ojos con vergüenza. Poco a poco esta fue desapareciendo y cuando se cansó de no tener contacto directo, introdujo la mano dentro de mi ropa interior y la textura de sus manos junto con mi pene despierto me hizo perder al fin el control–. Hyung, voy a enseñarte cuanto te he extrañado.

Me miró perdido en la lujuria y sacó mi pene por la bragueta para inclinarse en el asiento y comenzar a besar el glande. Mordí mis labios con fuerza. No podía creer lo que sucedía y prefería no creerlo. Pensar que solo era un mal sueño. Sin embargo la realidad con la que su lengua recorría ágilmente mi longitud me decía todo lo contrario. Respiré profundo mientras una de mis manos se condujo a su cabello y le incité a que me devorase de una vez. Lo hizo sin miramientos tragándose todo mi pene como a mí me gustaba. Sus dientes rozando mi piel era lo mejor de la experiencia límite y tocar su garganta me hizo venir antes de lo que pensaba.

–Hyung, qué poco aguante. –Me dijo con sorna pero yo solo estaba con la mirada perdida en el volante–. Ven. –Me dijo y se pasó a los asientos de atrás. Le vi acomodarse y palmear el asiento a su lado. Yo estaba hipnotizado, atontado por la lujuria de sus labios y sin miramientos accedí a colocarme detrás. Cuando estuve a su lado me sentí vulnerable, pequeño, sumiso. Estaba en sus manos–. Hyung… –Me tumbó en los asientos y él se subió sobre mí a horcajadas–. ¿Me has echado de menos? –Me preguntó lascivamente mientras comenzó a desabrochar mi camisa–. ¿Hyung? ¿Me extrañaste? –Cuando hubo desabrochado la camisa me la abrió dejando expuesto mi pecho. Después continuó arrebatándome los pantalones y la ropa interior–. Claro que sí, hyung. ¿Verdad? Tan sumiso hyung… ah… –comenzó a gemir de la nada y le miré con ojos hambrientos.

–Kook, no me preguntes mierdas…

–¿Debo interpretar que eso es un sí? –Se acomodó entre mis piernas abriéndome y poniendo una a cada lado de su cintura. Se quedó sentado sobre sus talones–. Sé bueno, hyung… y te lo haré como te gusta.

–Cállate ya. –Retiré mi mirada de él y me escondí en la oscuridad que me proporcionaba uno de mis brazos ocultando mi rostro. Él rió, gracioso de mi comportamiento y del suyo propio y le escuché como se chupaba dos de sus dedos, después, contrariado con su propio comportamiento, se negó a proporcionarme ese refuerzo.

–Mmm, creo que he chupado mucho por hoy, yademás, no te mereces que sea generoso. –Descubrí mi rostro para verle colocarse directamente en mi entrada y llevé una de mis manos a las suyas en mi cadera. Me agarré a ella mientras él me penetraba haciéndome soltar un grito agónico. Cuando estuvo dentro, se detuvo a escrutarme con la mirada.

–Ko–Ko–Kookiee…

–¿Si, hyung?

–¡Ah! Ah, aww… –Comencé a gemir mientras él tan solo estaba dentro. Lloriqueé lastimero pero él no se compadecía de mí.

–Te he dicho que no sería gentil, amor. Vamos, muévete tu solo. –Negué con el rostro pero sin embargo sus manos comenzaron a mover mi cadera saliendo y entrando de mí sin esfuerzo. Me dejé llevar y comencé a moverme también. No resintió demasiado y yo tampoco tenía paciencia. Ambos comenzamos a movernos al compás y los gemidos comenzaron a salir de nuestros labios con un griterío de improperios y palabras malsonantes. El coche rápido se calentó. El ambiente hervía y el aire se detuvo. Solo nuestros alientos en constante vaivén. Antes de darnos cuenta estábamos embadurnados y avergonzados. Nos miramos una vez terminamos y volví a ver en su rostro la inocencia propia de su edad. Ya me había usado, ya no necesitaba ser altivo o posesivo.

Cuando nos recompusimos regresamos cada uno a nuestro hogar para seguir con nuestras vidas como si nada. No podía aún entender lo que estaba sucediendo. Mientras yo me creía dueño de la realidad, esta me estaba jugando una mala pasada. El mismo cuerpo que acababa de seducirme había hecho lo mismo con el hombre que dormía a mi lado cada noche. Ambos dos nos creíamos a los mandos de una infidelidad por partida doble. Era el propio Cupido el que nos manejaba como muñecos atados con hilos en sus manos.

 



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