AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 17
Capítulo 17
YoonGi
POV:
Hay veces,
que dentro de nuestros propio conflicto, éramos capaces de sosegarnos, aplazar
el mal humor y fingir una tranquilidad que nos alimentase por un tiempo. Éramos
capaces de hablarnos, no de mirarnos, y de creernos de nuevo felices aunque no
lo fuéramos. El sol calentaba aquella tarde. Yo había echado las cortinas para
intentar ahuyentar el calor pero Jimin las había descorrido para sentarse al
piano y tocar tranquilamente. La canción, su canción sonaba con parsimonia
durante minutos. Cuando llegaba a ese final inacabado regresaba al principio y
siempre añadía una nota más a la partitura. Me levanté, me senté con sosiego a
su lado y me miró con una humilde sonrisa mientras seguía con su trabajo. Yo
suspiré y le pregunté por el nombre de la triste canción que se había ido
degradando con el tiempo a una desgarradora y horrible melodía melancólica.
–No lo sé.
–Se encogió de hombros mientras soltó las teclas y detuvo la música. Pegó un
trago de whiskey y se sacó un cigarro del bolsillo en la camisa encendiéndolo
con un mechero que le acompañaba. Al parecer sus vicios se intensificaban con
mi presencia.
–Ponle un
nombre. –Le dije. La canción necesitaba un nombre.
–¿Cómo
crees que debo llamarla?
–¿En qué
piensas mientras la tocas? –Frunció el ceño.
–En el
amor, en el sexo. En violencia pero al mismo tiempo en ternura. –Negó con el
rostro–. No sé.
–Mmm.
–Pensé–. ¿Qué te parece, “amor victorioso”? –Me miró pensativo pero sonriendo.
Le había gustado a pesar de no saber qué diablos significaba. Ya lo
descubriría. Él aún estaba oculto en la ignorancia.
…
El sexo
es, como toda droga, adictivo. El amor, por el contrario es la mejor expresión
de desesperación que me he topado y si por droga somos capaces de matar, por
amor estamos dispuestos a morir. Estaba dispuesto a jugármelo todo incluso el
cuello por conseguir tenerle cuanto antes en mis brazos. Aun puedo recordar
cómo se resecaba mi paladar al imaginarme con su lengua en mis labios, con sus
manos sobre mi cuerpo y con su cuerpo entre mis piernas. Puedo aún recordar,
sin apenas esfuerzo, mirar por la ventana en la espera de su presencia.
Jimin se
había ido a trabajar aquella tarde y cuando antes ni siquiera me habría
arriesgado en un par de horas de trabajo ahora se me hacía muy difícil no caer
en la perdición. Antes de que Jimin se fuera le mandé un mensaje a Jeon
suplicándole por que apareciera y recé porque asistiera. Ya me había dado
plantón las dos veces anteriores alegando que lo que estábamos haciendo me
haría perder a Jimin y que mi matrimonio estaba en juego. No se preocupaba por
él sino por mí y por mi matrimonio. Ingenuo muchacho, estaba decidido a tirarlo
todo por él pero no se daba cuenta.
Cuando
Jimin se hubo marchado comencé llamarle porque tardaba pero no me cogió el
teléfono. Creí que volvería a dejarme pero de repente alguien llamó a la puerta
y fuera quien fuera se tragaría mi enfado e indignación. No fue otro que Jeon y
le adentré dentro de la casa con un tirón de su brazo. Quería gritarle, quería
abofetearle por su poco compromiso. Quería besarle sin embargo y comencé a
temblar mientras le señalaba con un dedo acusador.
–¿Dónde
has estado estos días? ¿Hum? Me has dejado tirado.
–No me
parece bien esto, Yoongi. Aquél día ya se enteraron incluso tus padres. Lo… lo
mejor… es que nos olvidemos de esto…
–No.
–Negué en rotundo. Estaba confuso. Me estaba presentando una realidad que no me
correspondía–. No quiero dejarte.
–Yo a ti
tampoco, pero… aw… –Pasó sus manos por su cabello y se deshizo de su chaqueta.
–Una vez
más. –Le pedí casi como un impulso–. Hagámoslo una vez más. –Me acerqué a él
sosegando mi voz y pasé mi mano por su cuello. Se arrepintió de haberme dejado
explorar su cuerpo porque yo ahora conocía todos sus puntos débiles. Besé su
cuello y perdió definitivamente el control sobre su autodeterminación. El olor
en su cuello me hizo perder a mí el sentido del equilibrio y antes de darme
cuenta sus manos estaban desnudándome y las mías estaban haciendo lo propio con
él. A trompicones nos dirigimos hacia el cuarto dejando un rastro de ropa por
todo el pasillo.
Caímos en
la cama y como cada vez que nos acostábamos el cielo parecía evaporarse. Todo a
nuestro alrededor se disipaba como la sal en un vaso de agua. Nuestros cuerpos
se entumecían y al mismo tiempo se liberaban de la materia para transformarse
en humo que se propagaba alrededor. Sus gemidos se escuchaban por toda la casa,
siempre tan escandaloso. Este sonido me hacía temer por mi propio criterio
porque estaba perdiéndolo a cada una de sus sádicas y pervertidas miradas.
Jamás había visto tal escena en mis sábanas. Él era el puro demonio
revolviéndose en mi cama. Él sí que era Cupido, la excitación del amor carnal
gimiendo y revolviéndose por mis embestidas. Se agarraba con fuerza mientras
sus labios hinchados se acompasaban de los gritos.
La escena fue un sueño pero se tornó realidad
a medida que la luz del salón comenzó a iluminar su rostro, un rostro roto en
la sorpresa y el miedo. Fue ese mismo miedo que compartimos cuando miré en
dirección a la puerta y pude ver el hierático rostro de mi esposo Jimin
mirándonos. Sus ojos. Esos ojos al fin con capacidad de criterio. Esos ojos que
jamás me habían visto en situación parecida ahora se regodeaban mirando cómo
salía del cuerpo de otro hombre mientras me cubría con sábanas y mi propia
ropa. Todo pareció más pesado, más doliente. El opio del sexo en mi sangre
había desaparecido. La erección en mis pantalones seguía el mismo camino. Todo
se desvanecía.
El primero
en hablar fue el menos indicado.
–¡Te dije
que debíamos parar! –Nadie contesta a sus palabras. Parece que nadie le
escucha. No es importante. Yo intento vestirme con lo poco que encuentro en el
cuarto, mis calzoncillos.
–Jimin,
Jimin mi amor… –Extiendo la mano hacia la puesta donde Jimin nos mira
inamovible. Su hieratismo es la expresión más cruel que he recibido de su
parte–. Perdóname, mi vida. No quería que vieses esto… ¿Por qué no estás en el
trabajo?
–¿Solo
tienes que decir eso?
–Yo… yo…
perdóname. No volverá a pasar.
–¡Ya te
digo que no! –Grita Jeon mientras se recompone frente a mí en la cama y esto es
lo más doloroso. Temo perderle, temo que ahora me tenga miedo. Temo no volver a
verle. Jeon se incorpora y pretende marcharse pero antes de poder detenerle
Jimin lo hace por mí y lo devuelve a la cama de un solo empujón. Jeon se deja
hacer mientras que se miran furiosos. Yo me levanto, nervioso. No puedo
permitir que vuelva a ponerle una mano encima.
–No le
toques, Jimin…
–¡Cállate, bastardo, mentiroso hijo de puta!
–Grita y se va del cuarto. No puede soportar estar más tiempo donde ha cedido
mi infidelidad.
–¡Cálmate!
¡Lo siento, Jimin!
–¡Me has
tenido como un idiota todo este tiempo! ¡No han sido suficientes las
imprudencias que has tenido! ¡Solo faltaría que me negaras lo que acabo de ver!
–¿Cómo hacerlo? Pero aun estoy dispuesto a ello, dentro de la desesperación.
–Jimin…
–¡Vamos!
¡Dímelo! ¿Dónde está el “no es lo que tú piensas” o el “puedo explicártelo”?
¡Paranoico! ¡Celoso! ¡Borracho! ¿Hum? ¿Soy un paranoico, Yoongi?
–Parece
que te alegras y todo…
–¡Claro
que lo hago! ¡A parte de cínico eres un traidor de mierda! –Me lanza el anillo
en su dedo que había recuperado días atrás–. No quería creer a Taehyung… de
veras que no quería.
–Es un
hijo de puta. –Susurro.
–No es
mejor que tú, bastado. –De repente sus ojos desvían la atención al Jeon a mi
espalda, apoyado en el marco de la puerta. Ahora dirige hacia él toda su ira–.
¡Tú! ¡Hijo de puta! –Me pongo en medio. Jimin me mira, decepcionado–. ¡Sabías
que te estabas metiendo en un matrimonio! ¡Me cago en todos tus muertos!
–¡Basta,
Jimin! –Grito–. ¡Vete, Jeon! ¡Vete a casa!
–No voy a
dejarte aquí, Yoongi. –Me dice temiendo por mi propia integridad pero la verdad
es que sé que quiere desentenderse de esto cuanto antes.
–¡¿Qué
sientes por él?! –Me pregunta Jimin con celos en sus ojos. Me empuja haciéndome
caer sobre la mesilla en donde el jarrón se tambalea. Un jarrón que sentenciará
la discusión–. ¡¿Estás enamorado?! –No contesto, por miedo a reconocerme mis
propios sentimientos–. ¡Contéstame!
–¡Le amo
tanto como te amaba a ti al principio! –Suelto sin darme cuenta y en sus ojos
puedo ver el dolor reflejado.
Y entonces
todo sucede. Jeon apela a su sentimentalismo para acercarse a pasos lentos
hacia Jimin con un rostro deformado en la compasión. Jimin ya está carente de
toda caridad y coge el cuello de Jeon para alejarlo de mí y golpearle. Está a
punto de hacerlo y la sangre comienza a bullir dentro de mis venas. Es un calor
que duele, que quema y no tengo nada mejor con que defenderle a mano que el
jarrón tras mi espalda. Puedo sentir el peso de un poco de agua tambalearse dentro
del recipiente. Un par de tulipanes se mueven con el movimiento y cuando rompo
el jarrón en la cabeza de Jimin, todo se detiene.
Puedo ver,
como a cámara muy lenta, la cerámica del jarrón se resquebraja y el agua salta
como impactada contra el mismo suelo. Los tres que estamos ahí estamos
salpicados de pequeñas gotas que nos despiertan de la ensoñación. Las flores,
como acribilladas, caen al suelo justo antes de que lo haga el cuerpo de Jimin.
Primero sus manos pierden la fuerza con lo que Jeon consigue retroceder un
paso. Yo retrocedo dos para ver caer el cuerpo al suelo y como su cabeza sigue
otra trayectoria. La madera de la mesa interfiere y le abre el cráneo. Puedo
ver sobre la alfombra como poco a poco se forma un pequeño charco de sangre y
sobre la mesa, su sangre en el golpe. Tras el impacto todo queda en absoluto
silencio y lo primero que pienso es en la muerte condenatoria, pero tras que
obtengo el valor para agacharme y tomarle el pulso, los latidos de su corazón
me alivian. Jeon no se ha movido del sitio y yo apenas he dado un paso. Nadie
habla. Nadie dice nada en absoluto más que nuestras respiraciones
entrecortadas. Soy el primero en reaccionar buscando entre nuestra ropa tirada
por el suelo mi camisa y ponerla sobre la brecha en la cabeza del cuerpo
magullado en el suelo. Ver su rostro relajado e inconsciente me hace sentir
bien, pero al mismo tiempo me ahoga.
–Te–te–tenemos…
tenemos que hacer…
–¡Cállate
y ayúdame a recoger los pedazos de cerámica del jarrón! –Él me obedece pero no
sabe hasta qué punto quiero seguir con la mentira.
–¿Qué
hemos hecho…? –Se lamenta.
–Tú no has
hecho nada. ¿Entendido? –Suspiro y él me aparta la mirada. Nos mantenemos en
silencio hasta que hemos terminado de recoger hasta el más pequeño de los
pedazos. Estamos nerviosos pero eso nos hace estar más pendientes de nuestros
actos. Las flores las tiro a la basura y recojo un poco el agua sobre la
alfombra.
–Tenemos
que llamar a una ambulancia…
–Ahora lo
hago, vete. Vamos. –Le devuelvo la ropa pero él me mira confuso. Cojo el
teléfono y marco el número de la ambulancia. Él me habla mientras espero la
señal.
–¿Cómo que
me vaya? De eso nada, YoonGi, esto ha sido tan culpa mía como tuya… yo…
–¡Cállate!
–Alguien me contesta al otro lado de la línea–. ¿Sí? Necesito una ambulancia en
la calle 32 con la 98. Soy Min YoonGi, mi esposo ha resbalado y se ha dado un
golpe con la mesa en la cabeza. Por favor, vengan cuanto antes. –JungKook me
mira impaciente, esperando a que termina la llamada y una vez he colgado sigue
hablándome a pesar de que le estoy echando de mi casa–. ¡Vete! ¡Vete ahora
mismo y no vuelvas! ¿Entendido?
–¡Yoongi!
No me hagas esto, por favor. –Está tan nervioso que está a punto de llorar. Yo
no le dejo.
–Yo
acarrearé con la responsabilidad, tú no eres culpable de nada. No has estado
aquí, no sabes quién soy. Vete. –Cierro la puerta y suspiro mirando a dentro.
Sin pensarlo más tiempo camino al lado de Jimin y me arrodillo en el suelo
sintiendo su corazón bombear con fuerza. Mis manos manchadas de su sangre son la
más férrea demostración de mi culpabilidad. No sé qué será de él ni qué será de
mí, solo sé que Cupido es quien me ha disparado pero él es quien se desangra.
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