AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 15

 Capítulo 15

 

YoonGi POV:

 

El tiempo hizo de las suyas. Verme sin la posibilidad de estar con Jimin me permitió poder liberar todo el vicio que sucumbía en mi interior y me sacié de estar con Jeon todo el tiempo que pude. Varias veces durmió en mi casa y siempre que ambos podíamos pasábamos el día entero juntos. Cometí ese error porque hasta entonces tan solo había sido una aventura. Un polvo momentáneo. Un instante fugaz de placer que buscaba al siguiente con ambición. Pero vernos convivir el uno con el otro no solo me abrió los ojos, a él también le pareció una experiencia enriquecedora. Ambos nos conocimos todo lo que nos habíamos guardado para el otro. Descubrí sus pequeñas manías como dormir abrazándome con un brazo, beber de la misma taza siempre que podía, sentarse y mírame sin decir nada, observar con detenimiento mis movimientos, sonreírme cuando no tiene nada que decir, hablar siempre que lo necesita sin vergüenza, sin desparpajo, ducharse con agua fría a pesar del frío. Se me hizo una odisea ducharme con él, obligado a abrazarme a su cuerpo para no sucumbir al frío.

La primera noche que pasamos juntos fue algo extraño, para ambos. Él me reconoció  no haber dormido nunca antes con nadie y yo le supliqué que si deseaba marcharse, que lo hiciera, pero no me dejó. Me abrazó con fuerza y me dejé acunar por sus brazos mientras ambos caímos en el sueño más reparador que había tenido nunca. El despertar fue otra cosa muy diferente, más chistosa que preocupante. Yo debía ir a clase pero él no tenía aún que marcharse y le dejé una copia de las llaves pero cuando intenté despertarle, no lo hizo sino que comenzó a gemir para girarse de un lado a otro en la cama desorientado. Hizo un esfuerzo por abrir sus ojos pero un esfuerzo fallido. Hizo un puchero y besé ese puchero lo cual no obtuve aun reacción de él. Seguía dormido y muy atontado. Besé de nuevo sus labios y me marché dejándole una nota y algo de dinero sobre la mesilla. Apenas un par de wons por si necesitaba comer o comprar algo, pero cuando regresé el dinero estaba perfectamente guardado en el cajón de mi mesilla y no solo eso, había hecho la comida.

Verle caminar de un lado a otro en mi casa creo que fue lo más extraño y lo más difícil de asumir. Una pequeña parte de mí me decía que estaba intentando sustituir a Jimin con un sujeto mejor, otra me torturaba diciendo que tan solo experimentaba con un pequeño niño que tal vez se estaba haciendo ilusiones. Otra me llamaba de todos los insultos posibles, pero la última de ellas me decía que el cuerpo ante mí, moviéndose con tanta gracilidad en mi propio salón, yendo de un lado a otro con una taza de café, era la mejor experiencia que me había encontrado y que disfrutara de ella todo el tiempo que durase. Él se marcharía antes de que yo le dejase ir. Al menos eso es lo que yo pensaba. Eso es lo que la realidad reflejaba, nada más que pasión carnal con un aire de habituación extraña.

Recuerdo como se sentó a mi lado una tarde. Una de estas antes de que él se marchara a la facultad y mientras yo estaba corrigiendo exámenes. Recuerdo mirarle y darme cuenta de que por mucho que quisiera estabilidad con él, por mucho que ambos deseásemos esta extraña realidad que nos habíamos montado, la verdad era mucho más cruel. Mi esposo, a la otra punta del país, estaba siendo engañado. Lo vi en sus ojos. Lo vi en el brillo de su mirada y en su intento de fortaleza de su sonrisa. Eso fue lo más difícil. Afrontar la realidad. Él estaba pensando lo mismo y lo expresó en alto. Él se marcharía esa tarde y no regresaría a mi casa. No volveríamos a vernos hasta pasadas las navidades.

–¿Sabes? Este año hemos estudiado a fondo los templos griegos. –Le miré con curiosidad dejando a un lado los exámenes por atenderle. Habría dejado todo de lado por él–. El Partenón*. ¿Sabes cuál es? –Asentí–. Es la verdadera demostración de que nos gusta idealizar la realidad. ¿No crees? Es una de las mejores arquitecturas del mundo, es un referente, es el símbolo de un país y de una cultura. –Le miré, triste–. Pero la realidad es que no es más que un puñado de ruinas esparcidas en torno a lo que en realidad fue. El tiempo no es el culpable, es la mentalidad humana.

Suspiré. Esa fue mi única respuesta. Él la tomó como una despedida y se levantó para alcanzar su chaqueta y su mochila. Me miró antes de salir y yo le miré, triste, preocupado. Sonreí y él le devolvió la sonrisa.

–¿Puedo llamarte cuando regrese de Busán?

–Claro, cuando quieras. Te echaré de menos. –Se marchó. No me besó, eso solo lo hacían las parejas, ambos lo sabíamos. Eso significaría mucho más de lo que nos hubiera gustado y se fue como si nada. Me quedé escuchando el silencio de la incertidumbre y habría apostado que si me lo hubiera pedido, me hubiera quedado aquí en Seúl. Solo necesitaba una palabra suya. Solo una. Pero él no estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad ni tampoco deseaba responder ante nadie. Me dejó ir como yo debí hacer. Cerré los ojos y respiré. Esta aventura me mataría. Lo sabía.

 

 

Siempre me habían dicho que la soledad era matadora. Que pensar poco a poco te consume. Que comienzas a ver fantasmas donde las sombras no son más que inocentes reflejos y que la carencia se vuelve monumental. Abandonar a Jimin en Busán fue lo peor que pude hacer porque tuvo tiempo para pensar. Pensar en mí, en él, en nosotros y en la extraña situación que se había dado. Seguro que Taehyung le había estado devorando el cerebro. Seguro que le había comentado algo a su primo de lo sucedido. Y para más hincapié, yo no encontraba la tarjeta del motel al que había llevado a Jeon aquella noche tiempo atrás. Juraría que la había escondido el fondo del cajón de mi mesilla, pero cuando quise deshacerme de ella antes de ir a Busán para estar con Jimin, ya no la encontré. Decidí hacer como si nada y si él la encontraba y me preguntaba acerca de ella, yo me haría el loco. Juraría no conocerla, me arrodillaría frente a él para suplicar su misericordia. Pero mientras tanto era como caminar con una espina clavada en el costado. La espina de la incertidumbre.

Cuando llegué a Busán sus primos hicieron como si nada, el hombre me acogió con los brazos abiertos, la mujer me dejó a su hija en brazos siempre que pedí. He de reconocer que era una preciosidad, pero en los ojos de Jimin podía ver el conocimiento de la verdad. Podía ver el miedo ante la realidad. El odio a mi persona escondido de los ojos del resto. Podía sentí como con sus palabras buscaba un doble sentido o rebuscaba entre mis recuerdos algo en lo que meter la pata. Con los días creí volverme loco. Trabajar me liberaba de la presión del hogar y ahora que no tenía trabajo, me consumía la realidad.

–Tiene tus ojos. –Le dije mientras se sentó a mi lado mientras yo jugaba con el bebé en mis manos. Su madre estaba en la cocina rescatando un biberón de leche materna y su padre había salido a comprar la cena. Un chalet con un estampado nevado fuera. Era un lugar ideal. En mi mente estaba el problema.

–¿Tú crees? –Me preguntó con una inocente sonrisa sintiéndose alabado. Pasó uno de sus brazos por mis hombros y besó mi mejilla, cariñoso, con ojos aniñados, como los del bebé en mis brazos. Una copa de whisky adornaba sus manos. Una de mis manos libres del peso del bebé fue al pelo de la recién nacida y acaricié un par de mechones de hebras finas y débiles. Sus ojos me miraban igual que los de Jimin me miraron la primera vez. Temerosos, miedosos, sin reconocerme pero con un sincero sentimiento de concordia–. Yo creo que no se parece mucho.

–Mira estos cachetes. –Pasé mi pulgar por las mejillas del bebé–. Son iguales a los tuyos. –Le dije y me miró avergonzado. Su sonrisa era infantil. Sus ojos desgarradoramente inocentes. Todo él era pureza y sin embargo escuchaba la voz en su cabeza que me decía que algo muy malo sucedía ahí dentro. Algo muy malo estaba recorriendo de un lado a otro cada pequeño rincón de su cerebro, dando saltos y brincos. Caminando con violencia, removiendo los recuerdos. Gritando verdades, ocultando sentimientos. Yo podía verlo, tal vez fuera el único. Eso me preocupaba porque si seguía así, acabaría descubriéndome yo solo y eso sí que sería una torpeza. ¿Qué me dolía más? ¿Perderle? ¿Perder a Jeon? ¿Perderme yo? aún tendría que descubrirlo.

 

 

Era una noche fría. El viento soplaba golpeando los cristales con violencia. Más de una vez me había acongojado por los golpes pero no sabía hasta qué punto el miedo podría consumirme aquella noche. Estábamos de regreso a Seúl y ambos ya habíamos comenzado a trabajar. Él había sacado el tema un par de veces recordando las palabras de Taehyung en su día. Yo le miraba con tristeza algunas veces, otras con incertidumbre y el resto con violencia. Se convirtió en una costumbre beber una copa de whisky antes de dormir. Se convirtió en hábito levantarse a mitad de la noche para fumar un cigarro que le calmase los sueños. Llegué a preguntarme si realmente era consciente de más de lo que TaeHyung pudo decirle o si verdaderamente era mucho más listo de lo que yo me imaginaba pero encerrarnos en casa de nuevo fue un declive. Nos vi morir poco a poco en la rutina de una discusión perpetua.

Yo aun no estaba atareado corrigiendo pero sí lo estaba administrándome el trimestre y mientras estaba con una agenda en las manos la tele me mostraba un programa cualquiera. No estaba centrado en ello pero tampoco en mi trabajo. Habíamos cenado ya y Jimin estaba en el cuarto preparándose para irse. En su cafetería le habían doblado el turno y ahora trabajaba toda la mañana y un par de horas por la noche, de siete a nueve. Estaba vistiéndose, podía oírle remover el armario mientras yo le hablaba despreocupado.

–Hoy hace mucho viento, Jimin. Ponte algo que te proteja. –No obtuve respuesta de su parte lo que me preocupó pero aun no me levanté. No lo hago aun. Error–. Estos días va a hacer más frío pero espero que llegue pronto la primavera. Siempre tan cálida. –Miré la hora y me levanté, caminé poco a poco al cuarto–. Si tardas tanto van a ponerte una amonestación…

Le dije mientras aparecía por la puerta del cuarto para ver la imagen más horrible que se me había presentado jamás. Él miedo me invadió mucho más rápido de lo que habría esperado y fue como una inyección de adrenalina que llegó al tuétano de mis huesos. Fue como un choque de automóvil. Un impacto que me hizo ser consciente de hasta qué punto la mentira se convertía en un verdadero problema que tan solo la separaba de la realidad un fino velo de seda. Jimin, al otro lado del velo mirando a través vislumbrando las sobras de un adulterio mucho más serio de lo que se cree. Mi camisa blanca, la misma camisa que el día anterior Jeon me había arrebatado con violencia estaba en sus manos y podía ver como su olfato estaba captando, como el mejor animal de presa, el olor del adulterio.

Me miró mientras apartaba la camisa de su rostro y yo hice mi mejor esfuerzo por no parecer nervioso. Una actuación más, pensé, nada más que teatro.

–¿Qué haces? –Le pregunté atontado–. No pierdas el tiempo.

Huele a él. –Dijo y eso me hizo resoplar, con aire cansado. La verdad es que sus palabras me desquiciaron. Me hicieron ver la realidad más dolorosa. El propio miedo se resolvía con teatro.

–¿Otra vez con esto? No quiero discutir. –Entré en el cuarto y revolví mis cosas solo aparentando normalidad.

–¿Crees que soy idiota Yoongi?

–El tabaco y el whiskey te han atrofiado el olfato. –Le miré y él me miró, creyendo que le estaba tomando por loco–. Ya no sabes ni lo que dices…

–Si vas a ponerme los cuernos al menos hazlo bien, pero no en mi cama. –Sus palabras me pillaron por sorpresa. Sus ojos me miraron crueles–. Espero al menos que cambies las sábanas cuando el bastardo hijo de puta ese con el que estás se corra en ellas. –Al principio me hice el ofendido no pudiendo contener el miedo que me consumía pero a medida que me acercaba a él, rebajé el odio por la compasión. Cogí su rostro en mis manos y le besé para hacer que me mirara, tranquilo.

–No digas tonterías, mi amor. Te amo. Y lo sabes. Estamos casados…

–Ya no hemos vuelto a hacerlo… –Sonreí, travieso

–Esta noche lo haremos… ¿Hum? –Él me miró con asco, yo le miré con ternura. Aquella noche lo hicimos después de un mes sin tenernos el uno al otro. No fue satisfactorio. No volvería a serlo.

 



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