AMNESIA [PARTE II] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 12
Capítulo 12
YoonGi
POV:
Los días
se sucedieron uno tras otro casi como una lenta agonía. Una larga y tediosa
curación de una herida evidentemente infectada. Ya no sangraba pero la pus
rezumaba en cada una de nuestras conversaciones escondida tras nuestras
inquietas miradas y en nuestros besos excesivamente apasionados. Nuestros
gestos se veían a veces incómodos y dubitativos en presencia de otros y cuando
nos acostábamos, todo parecía avanzar hasta que alguno recordaba la infidelidad
y todo se desvanecía. Él se detenía, aun inseguro. Yo lo hacía por él,
enfadado.
Hablar con
Jeon se volvió algo casi exclusivo de la ausencia de la presencia de Jimin y
cuando yo le hablaba, él no estaba disponible. Un día, en medio de una tarde de
tedio, llamé a su número y esperé con el corazón encogido a que una voz me
contestase al otro lado. Él fue quien me respondió y yo suspiré aliviado
levantándome de inmediato del sofá para caminar inquieto por todo el piso con
mi mano libre jugueteando con un boli con el que había escrito una dirección en
un papel cualquiera.
–Hola,
Jeon. ¿Qué tal estás? –Las formalidades se me hacían inútiles a la par que
cansadas. Pero lo haría por aparentar normalidad.
–Bien,
hyung. Estoy saliendo de la facultad. ¿Cómo te va todo?
–Bien.
Estaba pensando en… buen… No has respondido a mis mensajes.
–Estaba en
la uni, hyung, perdóname.
–No, no
hay problema. –Dije antes de una risa–. Te llamaba para saber de ti. Te echo de
menos. –Suspiré y deseé que no me hubiese oído pero su risa al otro lado del
teléfono me hizo sentir más ligero.
–¿A qué
tanto remoloneo, hyung? ¿Quieres quedar? ¿Hum? ¿Dónde nos vemos?
–Ho–hoy no
puedo, Kookie.
–Humm…
Kookie… –Repitió mis palabras casi en un gemido lastimero. Eso me endureció al
instante y si lo tuviese delante le habría violado al instante. Hablar con él a
través de una llamada resultaba frustrante–. Me gusta cuando lo dices…
–Cállate,
bastardo. –Susurro–. Te decía que hoy no puedo, pero mañana sí. ¿Hum? ¿Qué te
parece? ¿Paso a buscarte a casa a las nueve?
–No. Pasa
a buscarme a la uni. Te paso la dirección en un mensaje.
–Vale.
Está bien.
–Yo a ti
también te he echado de menos, mi amor. –Su voz sonó dulce. Acaramelada.
Demasiado infantil. Me encantaba.
–Adiós.
Fue solo
cuestión de tiempo que llegase Jimin de trabajar y nos fuésemos a dormir. Besé
sus labios antes de dormir y al despertar él permaneció aún dormido a mi lado
mientras yo me vestía para ir a trabajar. Un viernes era algo que no soportaba.
Los alumnos están revoltosos, los profesores cansados y se nota en el ambiente
esa posibilidad de salir por patas nada más suene la campana. Yo mismo sentía
esa fantasía de poder reunirme al fin con un amigo nada más diera la noche.
Regresé a casa y Jimin ya había desaparecido porque ocupaba el turno de las
horas de comida hasta las nueve de la noche, cuando la cafetería cierra. Cuando
llegué esperé pacientemente a la hora de descanso de Jimin y llamé por
teléfono. Suspiré angustiado antes de que él me contestara y cuando lo hizo, me
mordí los labios.
–¿Hyung?
¿Amor? ¿Qué ha ocurrido? –Reí con aire desenfadado.
–¿Por qué
debe pasar algo para que te llame? ¿No puedo simplemente echarte de menos? –Una
inocente sonrisa salió de sus labios.
–¿Qué ha
pasado, hyung? –Me preguntó más calmado y con aire divertido, convencido de que
algo había sucedido.
–Tengo que
volver a la escuela, mi amor. Tengo una reunión urgente con unos padres a las
ocho y media. Han insistido mucho.
–¿Tan
tarde?
–Sí,
cuando ambos terminan de trabajar, según me ha dicho el estudiante.
–¡Ah! ¿Ese
que siempre está metiéndose en peleas? Ya me hablaste de él… –Él mismo me
excusaba.
–Ese, mi
amor. Si algún día tenemos un hijo prométeme que le educaremos bien.
–Claro,
hyung. Bueno, pues no llegues tarde, tendrás cena hecha.
–Muy bien,
mi amor. Te amo. Lo siento mucho.
–No es
cosa tuya, no hay problema. Ya me dirás que te han dicho sus padres, espero que
no sean como su hijo vaya a ser que tenga que ir a rescatarte. –Ambos reímos y
cuelgo el teléfono suspirando con una facilidad impresionante. Con la misma con
la que Jimin se ha creído mi excusa. Eso me hace dudar, pero prefiero no pensar
en ello y correr al cuarto para buscar entre toda la ropa algo que me agrade,
algo que me haga sentir que le merezco. Cualquier trapo sería suficiente porque
nos lo arrancaremos con violencia y sin preocupación.
…
Se había
hecho muy pronto de noche. El invierno había caído sobre nosotros con violencia
y antes de darnos cuenta estábamos en nuestro coche el uno al lado del otro
saliendo del parking en su universidad. Los chicos que le habían acompañado
escaleras abajo en la entrada eran chicos como él, semejantes físicamente y con
el mismo aire de superioridad que les da la edad, pero eso no era lo peor. En
ellos no veía más que a niños mimados, malcriados. Adolescentes aún inmaduros
con un largo recorrido hasta ser adultos. Hasta alcanzarme. Pero Jeon
desentonaba y al mismo tiempo casaba, por una parte haciéndome sentir
afortunado, por otra violento y cohibido. Me sentía como un pederasta a punto
de beneficiarme de un niño, pero su mirada al sentarse a mi lado y la textura
de sus labios al besar los míos me hicieron perder todo asomo de dudas en
respecto a mis acciones. Me miró con ojos emocionados.
–¿A dónde
vamos a ir hoy? ¿Iremos ya a tu casa? –Suspiré y negué con el rostro mirando
por el retrovisor, fingiendo desinterés.
–No. Hoy
no.
–¿Hoy no? ¿Y cuándo? No quiero seguir haciéndolo en
cuartos de baño o en tu coche, hyung.
–Cosas de
ser pequeño, amor. Y seguir viviendo en casa de tus padres. –Intenté eludirle.
No lo conseguí. Si algo que caracteriza a los adolescentes es la cabezonería.
–Lo dices
como si vivieses bajo un puente. No sabía que te iba la vida bohemia. –Me miró
divertido pero en la oscuridad de sus ojos podía ver la inquina de sus
palabras.
–Lo
siento. Te llevaré. –Le prometí–. Estoy pintando la casa.
–Te dije
que nada de excusas…
–Lo
siento. –Mientras conduje saqué del bolsillo en mis vaqueros una tarjeta de
visita a un motel de la zona. Se la extendí y la miró con un rostro pervertido.
Tras la tarjeta estaba apuntada la hora a la que le debía ir a buscar. Él
pensaba tal vez que era mi mala memoria, pero era la hora innegociable a la que
debía amoldarme. Las nueve–. A cambio quiero llevarte a un sitio mejor.
–¿Un
motel? –Preguntó fingiendo sentirse ofendido–. ¿Soy una prostituta barata?
–Mmm. –Gemí–.
Espero que sí, pero gratis… –Jungkook apoyó su mano en mi muslo. Sentí la
adrenalina recorrerme rápidamente por toda mi columna vertebral. Él no
necesitaba palabras para expresarme sus intenciones y con sus labios en mi
cuello comenzó a besar mi lóbulo–. No, no. Aquí no que me desconcentras y nos
matamos. –Exageré para que cesara pero él no se detenía y sus besos se
condujeron a mi cuello mientras su mano se desviaba a mi entrepierna para hacer
círculos con las yemas de sus dedos sobre mi pene dormido que no tardaría
demasiado en despertar–. ¡Jeon! ¡Basta o harás que me enfade! –Se detuvo con un
infantil puchero y se mantuvo en celoso silencio que me hizo sentir arrepentido
por mi comportamiento pero no dije nada, aunque debiese. No le pedí perdón, no al
menos hasta que aparcamos en el aparcamiento del motel–. No quería gritarte,
pequeño. –Negó con el rostro.
–No
importa. –Se encogió de hombros y salimos para adentrarnos en la recepción y
pedir las llaves de una habitación por unas horas–. ¿Solo hasta las once?
–Preguntó confuso.
–Sí, mi
amor. –Cogí su mano para caminar entre los pasillos de las habitaciones hasta
encontrar la nuestra.
–Pensé que
me traías para pasar la noche.
–Lo
siento, pero no puede ser.
–¿No te
alcanza el dinero?
–No, no es
eso. –Los pasillos no olían tan agradables como los de un hotel. La limpieza no
escaseaba pero no era demasiado evidente. En una de las habitaciones se
escuchaban gemidos. En otras, gritos. No le dimos importancia y llegamos a la
nuestra. 232.
–¿Entonces?
–¿No
dijiste que no quería explicaciones? –Me miró con ojos sorprendidos y al mismo
tiempo asintió, comprendiendo que no era de su incumbencia y que él mismo había
especificado que no eran necesarias las explicaciones.
–Es solo
que es raro, hyung. No es como si fueras un espía ni nada de eso, simplemente
que parecer muy ocupado siempre.
–Sí.
–Y sin
embargo eres profesor. –Me miró con un puchero–. ¿Tienes una doble vida o algo
así? –Comenzó a quitarme el abrigo y lo tiró en una pequeña mesilla que había al
lado de la puerta. Su sonrisa era traviesa pero sus palabras escondían un
recelo no sé si propio de un amante, pero sí de una pareja estable.
–¿Qué
somos? –Pregunté. Él me respondió directo.
–Me
gustas, hyung. Me gustas mucho. Si crees que me estoy acostando con otros no lo
pienses. Pero tampoco te creas que tienes exclusividad conmigo. –Ahora
desabotonaba los botones de mi camisa. Yo me dedicaba a acariciar sus caderas.
–También
me gustas. –Sonrió ante ello pero ya habíamos hablado de eso. Una relación
formal era perder el tiempo, la paciencia y el deseo sexual.
–Demuéstramelo
hyung. –Besó mis labios y yo seguí el beso pero antes de que el ambiente se
caldeara más aún me deshice de él y le sonreí, travieso.
–Voy al
baño, ponte cómodo. Vengo enseguida. –Asintió a mis palabras y dejé el teléfono
en la mesilla al lado de la cama y me conduje al pequeño cuarto de baño en la
habitación. Nada más entrar encendí las luces y me miré en el espejo. Comencé a
ver en mi rostro un par de ojeras que no recordaba haber visto antes y me
deshice de la idea de que la culpabilidad me estaba devorando porque era
absurdo. Cuando me sumergía entre los brazos de Jeon no sentía la más mínima
lástima por Jimin. Sin embargo si lo sentía cuando me obligaba a mentir a Jeon
en respecto a mi relación con Jimin. Lavé mi cara con agua fría y me desabroché
los pantalones para orinar. El sonido de la orina rebotando en el retrete me
quitó de oír a lo que debería haber atendido. Un pequeño descuido que me hizo
caer en la espiral que me llevó al fracaso.
Cuando
salí del baño me encontré el rostro descompuesto de Jeon sobre la cama, semi
desnudo, pero con sus manos sobre mi móvil. Un calzoncillo adornaba su esbelto
y musculado cuerpo, sus cabellos, desordenados estaban siendo sobados por una
de sus manos intentando retirarse los cabellos de la frente para ver mejor la
pantalla de mi móvil iluminada. Nada más salir yo del baño me miró con una
expresión que no había visto antes en él. Algún día me tocaba enfrentarla pero
fue demasiado pronto para mi gusto. Ya había explorado cada pequeño rincón de
su cuerpo con mis labios y aun me sentía temeroso de abordar la situación que
me esperaba. No supe qué decir, porque no sabía que había descubierto él que le
había hecho fruncir el ceño de esa manera. Se incorporó. Se levantó y caminó
alrededor de la cama con el móvil en las manos. En su rostro se mezclaba la
ira, la vergüenza, el miedo y la confusión. Todos sentimientos inestables y muy
peligrosos.
–¿Hyung…?
–Preguntó mirándome con ojos temblorosos–. Te… te ha llegado un mensaje. Lo he
mirado, por si era importante… pero… yo… –Me pasó el móvil y pude leer en él
como el castillo de arena se deshacía ante mis ojos.
––Mochi
Jiminie: Ya he llegado a casa, mi amor. Voy a hacer un poco de verdura al horno.
No tardes, ¿hum? Ya te echo de menos.
Jeon me
miraba mientras contestaba a su mensaje.
––Vale mi
vida. Ya voy a reunirme con los padres. No parece que vengan de buenas maneras.
Hablamos luego. Te quiero.
Puse el
móvil en silencio y lo tiré por ahí sin darle más importancia. Sin mirar a Jeon
le reprendí por su comportamiento.
–No
debiste mirar mi teléfono.
–¿Estás
casado? –Preguntó de la nada como si de repente le casasen todas mis excusas en
la cabeza–. Por eso no me llevas a tu casa. ¿Hum? Por eso siempre vuelves
pronto… por eso… hoy… ¿Le has mentido?
–Le miento
siempre que puedo para estar contigo. –Le miré, afrontando con dureza su
expresión perdida.
–¡Le estás
siendo infiel conmigo! ¿En qué situación me deja eso? ¿Debería marcharme? ¿Hum?
Debería contarle todo para que sepa qué clase de marido tiene…
–¡No se te
ocurra! ¿Me has entendido? –Agarré su brazo con violencia–. ¡No te metas en
esto! No es cosa tuya. Es un problema que tengo que resolver yo.
–Algo me
dice que no vas a resolverlo. ¿No? Vas a alargar la situación hasta que se
rompa la cuerda floja. –Zarandeé su brazo.
–¡Cállate!
¡Hago lo que me da la gana!
–Lo sé,
eres adulto como cualquiera pero debiste habérmelo dicho antes. ¡Ahora me has
metido en medio de esto que te has montado aquí! –Se soltó de mi brazo y eso me
puso muy nervioso.
–¿Vas a
obligarme a contárselo? ¿Hum? ¿Qué vas a hacer? Ni siquiera sabes quién diablos
es…
–No voy a
meterme en esto. No es mi problema ni tampoco soy el malo de la película.
–¿Soy yo?
–¡Desde
luego! –Me miró y retrocedió un paso–. Eres el que le ha puesto los cuernos a
tu… quien cojones sea ese. –Señaló el móvil–. Si tienes problemas en tu
matrimonio puedes dejarle, arreglarlo, pero no de esta forma… No así. Ni
tampoco conmigo.
–¿Qué más
te da esto? Tú no tienes nada que ver.
–¡Me has
metido en medio! –Cogí su brazo, cansado de escuchar su voz dando voces y le
senté en el borde de la cama y aprovechando su desconcierto me senté en su
regazo con mis piernas a cada lado de su cintura. Sus manos en un principio
intentaron apartarme pero me deshice de ellas y besé sus labios, consumido por
el deseo del sexo con él–. ¿Qué haces, hyung? –Susurró con falta de aire tras
el beso.
–A lo que
hemos venido.
–¿Qué
propones que hagamos, hyung?
–Quiero
acostarme contigo, ahora. Ahora y el resto de mi vida.
–No me
hagas ese tipo de promesas. No las cumples bien. –Suspiré apoyando mi frente
contra la suya.
–Quiero
sexo, ahora. Contigo. Eso puedo cumplirlo. Te prometo hablar de esto en otro
momento pero ahora, lo deseo con fuerza.
–Hyung, no
vuelvas a mentirme. Ni a ponerme excusas. Ya te he dicho que…
–Cállate,
mi amor. –Besé sus labios de nuevo con la misma intensidad que antes y nos
dejamos seducir por el otro en esa cama durante dos horas.
Comentarios
Publicar un comentario