AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 7
Capítulo 7
Jimin POV:
Un beso en
mi mejilla me hace dar un respingo pero yo sonrío ya acostumbrado a la textura
de sus suaves labios sobre mis abultadas mejillas que reaccionan enrojeciéndose
ante el contacto cálido y sincero. Le miro y sus pequeños ojos me observan con
ánimo y prisa. Yo le sonrío como estoy acostumbrado a hacer, con un teatro
mucho mejor que el de Lorca, y él me corresponde mucho más real que yo.
–Me voy
ya. La baja me funciona para las clases pero a las reuniones tengo que ir
igual. –Me dice mientras coge de la mesilla las llaves del coche y su abrigo
del perchero. No hace para abrigo, pero como va a volver tarde y las tardes de
primavera son caprichosas, se lo cuelga del brazo y me mira con tristeza y algo
de preocupación.
–Cuidado
con el coche, hyung. Y no vuelvas tarde.
–Si no
salgo muy tarde cojo algo de comer por el camino, si no, ya podemos improvisar.
–Me guiña un ojo y agarro con fuerza e impaciencia el cojín en el sofá con un ansia
ciega que me impide borrar la sonrisa de mis labios mientras él está aún
presente. Muerdo mis labios y estómago comienza a revolverse. No es hasta que
el sonido de la puerta se hace evidente que salto del sofá para conducirme con
violencia hacia el cuarto y rebusco con ímpetu entre los cajones. Una tarjeta,
un pequeño recibo, nada aparece para asegurarme donde esta mi puesto de
trabajo. No ha servido buscar por internet una cafetería por la zona, ya que
hay más de veinte y ojalá no hubiera tenido que estar buscando furtivamente sin
que YoonGi se enterase. Preguntarle tampoco ha servido de nada porque cuando no
son excusas son frases esquivas y cuando no, simplemente me ignora.
Como no
encuentro nada que me ayude, busco en el armario ya que estos días he estado
viendo una caja de hojalata en el altillo y con ayuda de escalar a duras penas
por la primera balda, la alcanzo con torpeza y me pongo con ella sobre la cama
para pasar mis manos por los dibujos de galletas sobre ella, una caja de
galletas de hace años. Sonrío con la imagen de ella y me siento cómodo con el
objeto en mis manos, el olor a limón como el resto de la ropa no me dice nada
pero tampoco lo hace nada del interior cuando la abro para descubrir un fajo de
billetes que entiendo son nuestros ahorros y una carpeta con facturas.
Facturas, facturas y más facturas. Gracias a Dios todas pagadas pero verlas me
hace saber que YoonGi al menos es un hombre ordenado.
Al lado de
la carpeta hay un par de sobres con nóminas mensuales del empleo en una cafetería.
Rápido sonrío y me pongo en pie cogiendo el sobre de la mano y conduciéndome
con él a la puerta para calzarme unos zapatos y coger otro par de llaves que
hay en un pequeño cuenco de cristal al lado de la puerta. Salgo por ella,
animado y deseando no llegar después que YoonGi.
…
La carta
en mi mano se mueve y se dobla violentamente por el viento que de cara choca
contra ella mientras la tengo extendida con mi mano derecha mientras busco la
calle con la que corta esta por la que camino y donde la cafetería forma una
perfecta esquina. La veo y lo primero que me sorprende de ella es el letrero,
con el mismo logotipo que en la carta en mi mano. Un donut de chocolate y
glaseado de fresa donde en la parte superior de este, describiendo la curva
propia del donut pone “Sugar” y en la parte inferior, “coffee”. Sonrío con las
palabras y me quedo unos segundos mirando desde fuera como aun no hay
suficientes personas dado que tan solo son las cuatro de la tarde y seguramente
acaben de abrir minutos atrás. Un camarero sale y entra mientras pone unas
mesas en la terraza, aprovechando el buen tiempo y que parece, ha dejado de
hacer viento. Yo aun me sujeto a mi jersey y meto la carta en el bolsillo
trasero de mis vaqueros para entrar mientras el sonido de una pequeña campanita
acompaña mis pasos. No puedo evitar ascender el rostro para ver como unas
pequeñas campanitas de color rosa sobre un par de cuerdas decoradas con nubes
de azúcar las hacen ver mucho más adorables.
El
camarero que estaba fuera pasa por mi lado pero no parece reconocerme por lo
que por unos segundos dudo realmente de que este fuera mi trabajo. Es una
extraña frustración porque estaba muy seguro de ello, de lo poco de lo que
puedo estar seguro en mi situación, pero aún así, la decepción es abrumadora
hasta el punto en que me veo tentado a marcharme pero ya que he caminado hasta
aquí, decido acercarme a la barra y pedir aunque sea un café y lo hago, tocando
una pequeña campanilla de recepción que sé de sobra, está solo como decoración
del recargado estilo vintage que adorna toda la cafetería pero ha sido una
tentación muy grande y al sonido de la campana, un joven sale a mi encuentro.
Un chico de mi edad aproximadamente que sonríe seguramente por el sonido de la
campanita pero que cuando fija los ojos en mí, una sonrisa mucho más grande le
inunda. Su sonrisa sí la reconozco pero lejos de ser en un recuerdo ya perdido
en el tiempo, es uno cercano. De una fotografía en mi teléfono.
–¡JIMIN!
–Grita el chico y juraría que está por saltar la barra que nos separa solo con
tener el mínimo contacto conmigo en el momento pero se ve obligado a rodearla y
después a mí con sus brazos haciéndome perder el aire momentáneamente. Solo
unos segundos en los que le aparto con mis manos entre nuestros pechos. Él
parece confuso al principio pero tal vez tome mi gesto como simple molestia y
al rato se disculpa. Su voz es gruesa, pero muy infantil a la par. Es extraño–.
¿Qué haces aquí? ¡No me digas que te reincorporas! ¡Te veo genial! ¿Cómo te ha
ido estos días? ¿Por qué no has vuelto a hablarme? ¿Y qué es eso de que estás
con Yoongi…?
–¿Eres
Taehyung? ¿TaeTae? –Pregunto y él rompe su expresión de fraternidad y ánimo
para fruncir el ceño al principio y después sonreír como un chiquillo.
–Vamos,
Jimin ¿Qué haces? –Al principio se lo toma a broma. Por una parte lo entiendo,
por la otra, me parece muy frustrante y respiro fuerte mientras saco mi móvil y
le muestro la conversación que tuvimos ambos hace unos días.
–¿Eres
este? ¿Eres el chico con el que hablé el otro día? –Él asiente comprobando la
conversación pero sigue tomándose mis palabras a coña. Yo cojo su brazo con mi
mano para hacerle ver que no sé quién diablos es, y que necesito ayuda,
desesperadamente.
–No
juegues así conmigo, Jimin. No me gustan estas bromas.
–No es una
broma. Taehyung. ¿Podemos sentarnos? ¿Estás ocupado?
–Claro que
no, vamos. –Me lleva hasta una de las mesas y hace un gesto con la mano a quien
entiendo es su jefe, dándole permiso para dejar a un lado su trabajo por hablar
conmigo. Él me ve también y hace una mueca sonriente y me saluda con la mano.
Yo le devuelvo el gesto sin olvidar que tal vez sea mi jefe también y me estaba
esperando para reincorporarme–. ¿Vas a terminar con la broma? No me hace
gracia. –Dice enfadado ya, pero yo le cojo las manos y le miro suplicante
porque haga un esfuerzo.
–Disculpa,
mi nombre es Jimin, pero supongo que sabes quién soy, ¿no? –Asiente no muy
convencido de que tenga que seguirme el juego–. Mi pareja es Yoongi, ¿cierto?
–Asiente, aunque de nuevo no muy convencido–. Y yo trabajo aquí, y eres mi
compañero.
–¡Sí! ¡Sí!
Y naciste es una casa con paredes amarillas y tus padres murieron en un
accidente de coche. ¿Algo más que vayamos a repasar de tu vida, Jimin? ¿Vas a
contarme qué diablos haces?
–Yo…
bueno… desperté hace unas semanas en el hospital central de Seúl. Antes que
eso, no recuerdo nada. No sé quién soy, ni quienes son mis familiares o amigos.
Ni siquiera conozco mis gustos o mis manías. Nada. –Sentencio y él suelta mis
manos nervioso. Al principio ríe, pensando que es todo una broma diseñada para
hacerle caer en la trampa, pero cuando miro a mi alrededor y me muestro
contraído y en un lugar desconocido, acaba por creerme. Con cuidado, cuando ha
asimilado la información, saco de mi bolsillo trasero una carta del médico que
me diagnosticó la amnesia. Lee el informe por encima, no teniendo los
conocimientos necesarios como para detenerse en el lenguaje técnico y se limita
a devolvérmelo con cuidado, doblándolo tal como yo lo tenía guardado. Antes de
que diga nada al respecto o yo le pregunte por él o incluso por mí, pide dos
cafés y espera a que nos los sirvan para poder la fin hablar.
–¿No sabes
quién eres antes del accidente? –Niego con él rostro y él asiente
comprendiendo. He vivido poco con su sonrisa pero su seriedad es demoledora.
Casi creo que se va a echar a llorar y eso me parte el alma. Echo en falta su
sonrisa–. Si esto es una broma, Jimin, dejaré de hablarte de por vida.
–Lo siento
mucho…
–¿No sabes
quién soy? –Tengo que retirarle la mirada para poder contestarle.
–No, lo
siento mucho. –Él suspira, con voz llorosa pero al rato, piensa aún más
profundo en la situación y acaba aceptándolo con parsimonia.
–¿No
recuerdas nada en absoluto? Ni siquiera como quedaste inconsciente.
–No. Nada.
Solo despertarme, y encontrar a YoonGi a mi lado. Nada más. –Él frunce el ceño
y eso me preocupa, como si algo que le he dicho, no cuadrase en su sistema
cognitivo.
–Aquél
día, antes de tu accidente… estuvimos hablando.
–¿Sí? ¿De
qué?
–Eso da
igual ahora. –Niega con el rostro, restándole importancia–. Lo importante es
que estés bien. Nos dijeron que estabas inconsciente y…
–¿Hay algo
que debería saber? –Le corto–. He venido buscando amigos, buscando recuerdos.
¿Quién soy? ¿Trabajo realmente aquí? ¿Amo a mi esposo? –Pregunto y él responde
tan solo a la última pregunta, lo que me deja inquieto.
–Con
locura. –Me mira, triste y decepcionado con sus propias palabras y aprieta la
taza en sus manos–. ¿Te recuperarás? –Me pregunta triste.
–El doctor
ha dicho que puedo recuperar la memoria, pero que tal vez esto ya sea para
siempre.
–Si es
para siempre… ¿qué vas a hacer?
–Construir
mi vida de cero. Como si nada. Empezar a querer de nuevo y a conocer de nuevo.
¿Qué remedio? –Él asiente.
–¿Quieres
que te lo cuente todo de ti?
–Eso ayudaría.
–¿Yoongi
te lo ha contado todo?
–No. –Le
digo sin más. Yo lo sé. Él lo sabe.
–¿Qué te
ha dicho?
–Nada en
concreto. Como nos conocimos, como nos casamos, cuando lo hicimos la primera
vez… esas cosas…
–¿Estáis
viviendo juntos? –Pregunta y me mira curioso, como si algo, estuviera mal.
–¿No
deberíamos? Somos esposos…
–Claro. No
tienes a nadie más… supongo…
–Él me
quiere. Y yo estoy acostumbrado a su presencia a mi lado. –Asiente mientras
pega un largo trago al café en sus manos y yo le miro con una ceja alzada–. Tú
y yo… hemos… ¿tenido algo? –Rápido se atraganta con él café y me mira serio,
enfadado.
–¡NO! ¿Qué
clase de pregunta es esa? ¿Quién te ha dicho semejante tontería?
–Lo… lo
siento… –Bajo mi rostro y trago saliva sintiéndome culpable por mis palabras
pero él termina el café y se levanta. Camina hasta la barra y coge una bandeja
con las manos para comenzar su turno de trabajo. Yo me levanto, incómodo y un
poco decepcionado con la visita, pero él parece más profesional que cuando
saltaba para abrazarme, más inhumano que cuando amenazaba segundos antes con
querer llorar.
–Es tarde,
tengo que ponerme a la faena. Ve a casa, seguro que te están esperando.
–Suspiro mientras me conduzco a la puerta pero no es hasta que no estoy con un
pie fuera que no me detiene para hacer que le mire. Su cuerpo es esbelto, más
de lo que me había parecido en un primer momento y con el mandil granate en su
cintura, se ve mucho mejor. Su pelo, castaño y bien cortado delinea sus ojos.
Estos me miran tremendamente tristes–. Siento no ser de más ayuda, pero no
quiero hacerte más daño. Si algún día recuperas la memoria, no me odies. Yo no
te odio. –Se encoge de hombros y camina dentro de las cocinas para,
seguramente, recoger algún pedido con lo que yo aprovecho para marcharme y
cerrar con fuerza los ojos. Sintiéndome abrumado por la poca información que he
obtenido y por el calor en mis mejillas por el mal rato que he pasado tan solo
intentando convencer a un desconocido de que no le conozco en absoluto a pesar
de que él me conoce mejor que yo mismo. De nuevo esa sensación, esa agobiante
necesidad de conocerme a pesar de las circunstancias y apenado a la dirección
para ello, cojo el sobre con el logotipo del local mientras camino entre las
mesas de las terrazas. Miro el logo con intensidad pero mi vista se distorsiona
y cada paso que doy me acerca más a una extraña calidez en mis manos, en mis
mejillas. En mis labios. Me siento flotar y al mismo tiempo todo mi cuerpo
duele con intensidad para aún mantenerme aferrado a la realidad que me rodea.
Sin embargo, mi cerebro es mucho más fuerte y poderoso de lo que le habría
subestimado y me hace ver, en mis manos, algo que realmente no está ahí. Algo
que no alcanzo a ver con claridad hasta que no me detengo y paso mi mano por mis
sienes.
Flashback:
El sol es
tremendamente intenso, lo suficiente como para verme necesitado de unas gafas
de sol que me dificultan la vista lo suficiente como aparatarlas de mi rostro
para ver mejor las imágenes en mis manos. Unas fotografías de un rostro
acaramelado. Infantil, mucho más joven que el mío y lejos de sentirme atraído
por él, el corazón me da un vuelco por el miedo en mis venas, recorriéndome
mucho mejor que cualquier droga que haya probado antes. Mi rostro sonríe, noto
la sonrisa haciéndose paso por la piel en mi cara para formar arrugas a su
paso.
Tiro de mi
pelo hacia atrás y paso mi lengua por mis labios. Un hombre, desconocido frente
a mí me mira satisfecho con mi expresión y se levanta para marcharse lejos, muy
lejos. No volveré a verlo y solo tengo ojos para el pequeño y aniñado rostro en
las fotos de mi mano. Estoy en medio de una terraza con un café en medio de la
mesa. Un donut adora el logotipo de la taza blanca pero el café ha dejado de
importunarme. Lo hace sino el rostro en mis manos. Ojos oscuros, perfectamente
formados. Una nariz que sobrepasa los límites de la perfecta ecuación de la
perfección de la anatomía humana. Unos labios finos, rosados y acaramelados. Un
cabello oscuro, desordenado. Una expresión que roza la perfección. Sonrío,
nuevamente embelesado. Es él. Lo he visto antes. Puedo recordarle de mi memoria
cercana. Intentando avasallar mi casa. Hablo en el recuerdo y mi voz suena
desmejorada, pero altiva y tremendamente preocupante.
–Al fin,
pequeño…
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