AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 6

 Capítulo 6


Jimin POV:


–¿Estás nervioso, mi amor? –Me pregunta Yoongi mientras se inclina en el sofá para que yo apenas tenga que levantar el rostro. Él porta una hermosa pajarita negra que brilla en su tela de raso. La camisa blanca le hace ver elegante, la chaquetita de lana negra le estiliza. Los vaqueros negros, le hace adelgazar mucho más de lo que me habría esperado. Es hermoso, ¿Por qué no consigo verle de esa manera?

–Un poco. –Le soy sincero mientras él arregla el cuello de mi camisa mientras sigo sentado en el sofá. Yo solo llevo una camisa blanca y unos pantalones de traje que sobresalen por el borde de esta, arremangada en el interior de mi cintura, amarrada con un cinturón. Muerdo mis labios mientras la tele está encendida pero nada que me guste hay en ella. No encuentro programa alguno que me consiga satisfacer y acabo suspirando mientras le veo acuclillarse entre mis piernas para mirarme con más intensidad. Con una sonrisa que embelesa.

–Me siento como la primera vez que te presenté a mis padres. Hoy ellos ya te conocen pero tú a ellos no. –Sonríe con sus propias palabras y me coge de las manos mientras yo le aparto la mirada intimidado por ella. Besa mis manos, me las acaricia y cuando entiende que no me siento receptivo para el contacto, se levanta y continúa poniendo la mesa mientras a mí me ha relegado a sentarme y no hacer nada. Parece preocupado mientras me suplica que no haga esfuerzos pero yo me siento más bien apartado de cualquier actividad que me haga parecer útil.

Mientras oigo el ir y venir de sus pasos aun puedo recordar el rostro de aquel chico que hace dos días intentaba abordar mi casa. Su voz, retumba en mi mente y no me deja pensar en nada más. Algo mucho peor que sus facciones desdibujándose en mi mente es el horrible sentimiento de nostalgia que me produce. Una calidez extraña en mi pecho que se vuelve incomodidad y miedo con el paso del tiempo por la propia impasibilidad de reconocerme en el recuerdo. Duele, algo en mi interior clama, cada vez que hago un esfuerzo por recordar, pero nada llega a mí con claridad.

A mi alrededor todo está ya dispuesto. El mantel es muy hermoso, de esos que se ponen en ocasiones especiales. Las copas son altas y elegantes. Los platos, de porcelana. Hay pequeños cuencos igual de hermosos con pequeñas guarniciones de verduras y salsas. El olor que llega hasta mí es delicioso. Apetecible, pero me siento nervioso. El timbre suena y ya ha formado en mí un recuerdo que puedo apreciar, reconocible. Me levanto de un salto pero Yoongi me detiene con la mano en mi intención de ir hacia la puerta. Yo me quedo de pie, al lado del sofá aguardando otros dos nuevos rostros que se acumularán en mi mente reciente sin poder relacionarse con ninguna del pasado. Es frustrante la espera y más aún el final de ella cuando puedo verles al fin. Ellos me miran, con ojos tristes pero una sonrisa en ellos. Sus expresiones se me parecen pero tan solo veo en ellos los rasgos de Yoongi en cuanto a su genética. Nada más. Mi rostro entristece. El de YoonGi hace lo propio y sus padres intentan romper el mal aire que hay en la escena.

–Hola Jimin. –Me dicen ambos como si ya me conocieran. Hacen como que me conocen y al mismo tiempo se presentan como si no fuera así. Yo no tengo ese juego en mis manos. Camino hasta ellos y me inclino, saludándoles con el respeto que me infunde ser la primera vez que les veo. Ellos entristecen pero intentan mantener la misma falsa sonrisa que se ven obligados a aparentar. Yo sonrío amable, presentándome con mi nombre completo a pesar de que ellos lo conocen mejor que yo mismo. Ella, algo baja, con un moño en su cabello castaño y él, con rasgos más semejante a Yoongi, pero ya con el pelo cano y carente en algunas zonas de su cráneo.

–Bienvenidos, padres. Entrad. –Dice Yoongi mientras les abre la puerta y ellos pasan dejando los abrigos en el perchero cerca de la puerta. Yo suspiro tembloroso y agarro mis manos entre ellas un poco nervioso. No sé qué decir ni tampoco qué esperar de mí ni de mi comportamiento. Me limito a sentarme frente a ellos en el suelo entre la mesa de por medio. Instalo en mi rostro una sonrisa permanente, de forma que pueda al menos fingir una emoción.

–¿Te encuentras mejor, Jimin? –Pregunta la señora Min mientras yo asiento con el rostro y llevo a mis labios un vaso de agua. Bebo un poco de ella saciando la sed.

–Los primeros días fueron un poco confusos, pero ya me voy acostumbrando.

–Espero que dentro de poco te hayas recuperado del todo. –Me mira, y en su mirada, puedo conocer el alcance de todo a lo que se refiere. Asiento. Mientras Yoongi se acerca con una botella de vino, y se sienta a mi lado mientras el rostro de su padre cambia, para mirarle con un hieratismo preocupante. Serio y sin sentimiento. Le retira la mirada a los segundos y casi puedo ver como  el sentimiento paternofilial desaparece de él. Preocupante.

–Y dinos, madre, ¿cómo va todo por casa?

–Bien, hijo. Tú prima ha vendido el piso y se ha mudado al sur, cerca de nosotros.

–¿Y eso? –Comienzo a comer con hambre pero me contengo, porque hay personas delante. Ellos siguen hablando como si nada.

–¿No te lo hemos dicho? Está embarazada.

–¡No puedo creerlo! –Niega con el rostro mientras sonríe feliz–. Se les quedaba pequeño el piso, ¿verdad?

–Sí. Eso es. Aun así seguro que también lo han hecho por sus padres, para tenerlos más cerca. –La señora Min me mira y saca una sonrisa de su rostro. Yo hago lo mismo y puedo ver como todos estamos incómodos, yo más que nadie. El padre, por el momento, no dice nada.

–¿Sabemos si va a ser chico o chica?

–No, aun no, pero qué más da si está sano y fuerte. –Asentimos todos mientras que el señor Min se limita a seguir comiendo de su plato.

–¿Y su marido? ¿Cómo lleva lo de tener un hijo? ¿No se ha tirado por la ventana aun? –Todos reímos menos el señor Min que hace su primera intervención en la noche con unas palabras no menos amargas que el café que nos espera después de la comida.

–Él es un buen marido. –Ellos se miran desafiantes. Su voz ha sido ruda y cruel–. No como otros. –Ahora yo soy objetivo de su mirada y pasa de ser una cruel a otra muy enfadada. Ellos vuelven a mirarse de nuevo y YoonGi hace como si no lo hubiera oído regresando a la conversación con su madre.

–¿Y la tía Hana? ¿Se ha recuperado ya de la cadera? Estaba mejor la última vez que la vi.

–Sí. –Dice su madre también haciendo un esfuerzo por hacer caso omiso a las palabras de su esposo. A mí no me han pasado desapercibidas y yo le miro a él buscando en sus ojos las verdaderas intenciones de su maleducado gesto, pero como no me mira, no encuentro nada de provecho–. Está yendo a rehabilitación pero ha salido adelante muy bien. Aún es joven.

–No tanto, madre. Es mayor que tú.

–¿Y yo no soy mayor? –Pregunta ofendida pero el señor Min, cansado del teatro del que hasta yo soy consciente, da un golpe en la mesa y tira una de las copas de vino que yo recojo antes de que el fluido llegue a empapar el suelo. Yoongi deja los cubiertos con la misma violencia con la que él ha golpeado la mesa pero la señora Min sale a la concordia de ambos–. Ha venido un poco obligado, amor. No se lo tomes…

–¡¿No te da vergüenza?! –Le espeta a su hijo mientras le señala con un dedo tembloroso, ya por la edad.

–Si no te importa, me gustaría tener una cena tranquila, con mis padres y mi esposo. ¿Vas a colaborar o…?

–Mírale, ahí sentado, como si nada. –Me señala y yo doy un respingo deteniendo todos mis gestos–. ¿No te da vergüenza tenerle a tu lado? –Frunzo el ceño.

–Yoongi… yo si quieres… puedo irme… –Le digo en susurros pero él no me escucha. Nadie lo hace.

–Él está aquí porque es mi marido. Mi esposo. ¿No ha quedado claro?

–¿Tú lo tienes tan claro? –Le pregunta su padre y puedo ver como en los ojos de YoonGi algo se quiebra, igual que en los de la madre–. ¿No se lo has dicho? No sé si es mejor así…

–¡Basta! Apenas hemos empezado a comer, ¿y ya me sales con estas?

–¿Y qué esperabas? ¿Qué no te dijera la vergüenza que me da esta situación? Soy tu padre y eso…

–Nada. Soy adulto, sé manejar mi vida.

–No has sabido manejar tu matrimonio. –Me señala de nuevo y eso me pone mucho más nervioso. Yoongi me mira como un niño al que le están quitando sus juguetes y se levanta dejando la servilleta sobre la mesa. Señala la puerta.

–Lo siento madre, pero tenéis que iros. De inmediato.

El señor Min asiente complacido y se levanta mientras ayuda a levantarse a su esposa del suelo. Recoge sus abrigos del perchero y antes de salir me mira y vuelve a señalarme esta vez con el brazo ocupado por su abrigo colgando de él. Sus ojos me miran cruelmente, con un fruncimiento de labios que me encoge el corazón.

–No lamento que hayas perdido la memoria, así podrás dormir mejor por las noches, muchacho. –Sus palabras intentan parecer comprensivas pero me temo que solo me horrorizan, por lo que me limito a bajar la mirada sintiendo una ajena culpabilidad inundarme y el portazo sentencia la escena. Pasados unos minutos me levanto con intención de recoger la mesa pero YoonGi me detiene animándome a sentarme en el sofá para pasar a ser de nuevo una marioneta inútil. Yo me niego y cojo el primer plato mientras le veo levantarse. No espero a que él coja nada cuando le hablo

–Si hay cosas que tendría que saber, deberías contármelas. –Él me mira, comprendiendo que debe ser totalmente sincero conmigo, o si no, no me recuperaré–. No podré hacerlo sin tu ayuda. –Yoongi suspira y asiente mientras le acompaño a llevar un par de platos a la cocina.

–Mis padres han estado últimamente, ¿cómo decirlo? Escépticos…

–¿Por qué?

–No creyeron que nuestro matrimonio fuera a funcionar. –Frunzo el ceño.

–Dijiste que les caía bien… –Él piensa unos segundos.

–Sí, y es cierto. Al principio te vieron como un capricho así que no le tomaron importancia, pero cuando decidimos casarnos, ellos ya no estaban tan receptivos con nosotros. Han debido vernos felices a pesar de las circunstancias y se habrán molestado. –Se encoge de hombros despreocupado y me sonríe como si nada. Aún me tiemblan las piernas y él parece como si nada, perfectamente convencido de sus palabras y yo me refugio en ellas para calmar mis nervios.

Cuando hemos terminado me siento en el sofá derrotado y él hace lo mismo pero con una mano sobre mi pierna. Acaricia suavemente mi rodilla y después asciende hasta el muslo. Yo le dejo hacer porque no tengo nada a qué oponerme pero sus intenciones no son del todo inocentes. Me mira con unos ojos tristes, suplicantes. Casi llorosos pero con una sonrisa tímida. Me habla con la voz temblorosa.

–He estado pensando. –Se sienta de cara a mí y yo hago lo mismo–. Te quiero. Te amo muchísimo, mi amor. Y no soporto esta situación en donde te alejas nervioso cada vez que quiero darte la mano o cuando dormimos, te tensas si te abrazo.

–Lo siento. Pero entiende que es difícil para mí, tú sabes quién soy pero yo estoy conociéndome a mi mismo…

–Lo sé, y me preguntaba si, besarte, podría ayudarte.

–¿Lo haces por mí o por ti? –Le pregunto con una sonrisa pícara mientras alzo una ceja.

–Míralo como una oportunidad para los dos. –Suspiro y asiento mientras le veo acercarse a mí sentándose rozando nuestras piernas. Trago saliva nervioso y limpio mis labios con el dorso de mi mano. Él me mira sonriendo y toma la suficiente confianza como para retirar un mechón de mi frente y posar sus manos a ambos lados de mi cuello. Me acaricia para confortarme pero esto no me hace sentir mejor, por lo qué prefiero cerrar los ojos y espera porque él me bese.

Y lo hace. Tan solo un segundo, un roce que me hace dar un respingo pero es agradable porque sus labios se amoldan a los míos y los míos a los suyos con comodidad. Sus labios se contonean al principio tentándome a moverme igual. Besan el centro de mis labios húmedos, abultados por el contacto, temblorosos por la circunstancia. Lejos de sentirme cómodo puedo ver como mis manos tiemblan y me agarro entre ellas para no hacerlo más evidente. Cierro los ojos con fuerza mientras frunzo el ceño, y él roza sutilmente mis labios con sus dientes haciéndome abrir la boca donde él cuela su lengua al principio tímidamente pero después agresivo o violento, devorándome con pasión y autoridad. Me siento cohibido, abusado, y ante la amalgama de sentimientos encontrados y enfrentados, me alejo retirando el rostro con un gesto violento que le hace abrir los ojos confuso. Yo le retiro la mirada frunciendo mis labios y ocultándolos de su vista. Él me mira al principio un poco perdido pero después me torna su mirada decepcionada y aburrida. Suspira y se levanta animado, queriendo olvidar lo sucedido, pero yo no lo hago y le miro triste.

–Lo siento. –Se encoge de hombros y suspira pero yo no puedo evitar sentirme culpable por su tristeza y a la par por mi desazón.

–¿Te has sentido incómodo? –Asiento mientras con disimulo limpio mis labios aun con un nudo en el estómago por todo lo acontecido en tan poco tiempo.

–Lo siento.

–No es tu problema. Vamos, es tarde. Será mejor que vayamos a dormir. Ha sido un día largo. –Asiento mientras veo como me extiende la mano y yo la acepto levantándome y caminando aferrado a ella como una ciega necesidad de un punto de apoyo por poco fiable que pueda parecer. Por muy lejos que ambos estemos del otro y por poco que le conozca. No tengo a nadie más. ¿No?

 



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