AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 3
Capítulo 3
Jimin POV:
Ya no hay
más que un pequeño pedazo de tela rectangular en la parte posterior de mi
cabeza ocultando una pitera de un par de punto del ambiente exterior. La palpo
con cuidado sintiendo que el dolor se ha reducido considerablemente y que tan
solo me acompaña una pequeña molestia. El traqueteo del coche me hace pensar en
los trenes. En su característico traqueteo. Recuero los trenes. Los aviones. Sé
lo que es un coche y creo que estoy capacitado para conducir uno, y sin embargo
no recuerdo por qué diablos tengo orificios para pendientes en mis orejas o
cómo o donde he comprado la ropa que llevo puesta. La miro, y no me dice nada.
A mi alrededor los edificio se alzan orgullosos y los miro a través de la
ventana para buscar entre sus cristaleras y el hormigón que los forja, algún
recuerdo, pero nada. No sabría ni donde estoy si no es gracias a que él me lo
ha dicho. Al norte de Seúl.
–Ya
llegamos, amor. –Asiento escuchando en mi mente una secuencia de la palabra
“amor” que me causa un extraño nudo en el estómago por no verme identificado
por la palabra. Tampoco por el nombre “Jimin” pero al parecer, debo responder
ante él por lo que escucharlo, me produce una extraña adrenalina de nostalgia e
inseguridad.
Pasamos
delante de un parque donde hay niños jugando. Donde unos padres les vigilan,
donde todos se divierten y parecen sonrientes y felices. Tras él, una fila de
supermercados y tras ellos, un edificio de color beige con ventanas comunes.
Pasa desapercibido por el resto de bloques y no es más que uno entre tantos,
pero tiene un encanto personal que me hace mirarle con respeto. El coche lo
aparca exactamente en frente de la puerta y cuando el motor queda en silencio,
Yoongi me mira con un suspiro cansado pero a la vez tembloroso.
–Vamos,
sal. Hemos llegado. –Sale él primero pero yo no me muevo sintiendo un vértigo
enorme por lo que se me plantea. Estoy a un paso de lo que se supone que es mi
propia casa y me debato en la incertidumbre de no saber si reconoceré mi propio
hogar. Me quedará un vacío que ya se empieza a formar en mi estómago. Tal vez
sea hambre. No lo sé. En el tiempo que me he debatido conmigo mismo le ha dado
tiempo a Yoongi para dar la vuelta y abrirme la puerta esperándome con una
mirada divertida. Salgo del coche llevando conmigo una bolsa de lo que parece
ser ropa sucia con la que llegué al hospital hace dos semanas. Camino aun
temblando a su lado y él me da la mano que aunque extraño, es reconfortante.
Ambos nos dirigimos al portal y entramos dentro, donde veo que uno de los
buzones acumula más correo que otros. El nuestro, sin duda.
Yoongi
abre el buzón y saca toda la propaganda del interior y la mete en la bolsa que
llevo en la mano. Él lleva una pequeña mochila con sus pertenencias básicas.
Estaba preparado para quedarse más tiempo en el hospital si era necesario.
–No
tenemos ascensor. –Me dice mientras me conduce escaleras arriba hasta el tercer
piso donde una vez he llegado, me debato en la vida y la muerte respirando con
dificultad mientras se ríe de mi poco rendimiento. Cuando llegamos a una puerta
de madera nos detenemos y saca una llave con un llavero de metal con forma de
nota musical, para introducir una de las llaves en la cerradura y abrir.
Entramos ambos y una vez el interior me golpea, solo siento el olor del polvo y
el aire estancado del interior. La luz no me es familiar. Tampoco la
distribución de los muebles y mucho menos el hombre a mi lado que se empeña en
que entre y cotillee a mi libre albedrío. Yo sin embargo, no me muevo del
centro del salón.
Es un
salón amplio, con la cocina a un lado y dos habitaciones cerradas al otro. No
hay más y entiendo que una de esas dos habitaciones es un cuarto de baño. El
sofá de cuero negro está a dos metros de la televisión en un mueble de madera
oscura, del mismo color que el sofá. Hay una alfombra con pelo beige en el
suelo y bajo ella, está el parqué de madera. Algunos muebles más hay
distribuidos como alguna mesilla sobre la que descansa un teléfono inalámbrico
y lo que parece un aparato de WiFi. Entre la televisión y el sofá, una pequeña mesa
baja, donde hay un portátil, un par de libros y un cenicero. Alguien en esta
casa fuma y dado mi mal estado para subir escaleras estaría por apostar que
debo ser yo. Sin embargo, la tentación por fumar ha desaparecido por completo.
La cocina
está separada del salón por un tabique pero una ventana abierta y la puerta nos
comunican y puedo ver a través de ella una pequeña encimera, recogida,
perfectamente limpia. Nadie ha cocinado en ella por días. Al lado del sofá, una
mesilla con una pequeña lamparita de lectura, a su lado, un marco de fotos
pequeño. Sobre el mueble de la televisión, una sobriedad abrumadora. Y sobre el
resto de la casa, igual. Al lado de la ventana, un piano de madera. Camino
alrededor del sofá por su parte trasera y puedo ver como en la parte más
alejada de mí, sobre la alfombra de pelo beige, una mancha de sangre casi medio
metro cuadrado se desdibuja dándome un vuelco el corazón. En esa parte de la
mesa también hay salpicaduras de sangre.
–Los
policías no me dejaron limpiarlo. –Me dice Yoongi mientras deja las bolsas de
ropa en la cocina, pero me mira por la ventana, curioso de mi reacción al ver
mi propia sangre, y no recordarla–. Llevaremos la alfombra a la tintorería. Te
encantaba. –Asiento–. También limpiaremos la mesa antes de cenar. No quiero
cenar con eso así. –Desaparece en la cocina mientras oigo como pone una
lavadora y yo camino mirando por todas partes. Me acerco a la mesilla donde
está el teléfono y el WiFi acercándome con curiosidad para ver sobra la capa de
polvo un círculo algo menos sucio. Un círculo de la falta de algo que debió
estar ahí con anterioridad. Antes de que mi accidente.
–¿Quieres
que te ayude a limpiar? Está todo lleno de polvo… –Le miro a través de la
ventana pero está de espaldas a mi mientras me habla.
–Claro,
pero antes déjame que ponga esto y llame a tu trabajo para informar de que has
salido del hospital. Deben estar preocupados.
–¿Iré a
trabajar? –Pregunto preocupado por no saber desenvolverme.
–No te
preocupes por eso, Jimin. Pediré unas semanas de baja para que puedas
recuperarte. –Dice optimista. Sé que si no he recuperado la memoria para
entonces, iré a trabajar de todas formas. Cojo la manilla de una de las puertas
en el salón mientras él sigue hablando–. Yo he hablado con mi escuela. Me han
concedido la baja por asuntos personas por un mes. Es aún principio de curso,
así que no afectará demasiado a los estudiantes.
Entro en
el cuarto para descubrir un cuarto de matrimonio en tinieblas. Camino a ciegas
por entre los muebles para alcanzar la persiana y levantarla para ver el polvo
revolverse en el cuarto. Una cama con sábanas garantes y blancas me sorprenden.
Es brillante a pesar del polvo, hermosa, elegante. Parece cómoda y muy
acogedora. Camino a su alrededor y a sus pies, frente a ella en la pared, un
armario de madera igual que el resto de muebles. Lo abro para descubrir el olor
a limón de un par de antipolillas. Es agradable y sonrío con ello. Sin duda la
ropa huele a ello y me gusta. Pienso que si estuviera casado con una mujer,
podría distinguir mi ropa de la de ella, pero como todo lo que veo es de
caballero, se me hace muy difícil. Por lo que me limito a cerrarlo de nuevo y
esperar a que Yoongi me dé indicaciones más tarde. A cada lado de la cama, dos
pequeñas mesillas de noche con una lamparita blanca y plateada a cada lado.
Sobre una, en el lado derecho, un marco de fotos. Me acerco a ella y me siento
en ese lado de la cama para cogerlo con mis manos y ver una foto en la que nos
encontramos Yoongi y yo, sonrientes, abrazados. No puedo juzgarlo por mi propio
aspecto, pero sí por el de Yoongi y al parecer esta dista de hace más de tres
años. Su rostro se ve más juvenil. Su pelo oscuro aún no está decolorado. El
mío por el contrario, sí, a un rubio muy agradable con la luz del sol que muestra
la imagen.
Miro a mi
espalda para ver que en la mesilla contraria no hay nada y una nueva pregunta
me atenaza. ¿Cuál es mi lado de la cama? no importa ahora y abro el cajón de la
mesilla donde estoy sentado para encontrar dos condones, un par de pendientes,
un collar negro con una clave de sol colgando de él y un par de anillos de
plata.
Me levanto
y camino alrededor de la cama para sentarme en el otro extremo y pasar mi mano
por encima de la mesilla y retira un poco el polvo de ella. Abro el cajón para
encontrarme con un consolador de color rosa que cojo en mis manos con una ceja
alzada. ¿Qué clase de pervertidos somos? Sonrío avergonzado y lo dejo donde
estaba para seguir rebuscando en el cajón. Un paquete de tabaco a medio
consumir de la marca Marlboro. Dos mecheros, una pequeña caja de cerillas y una
tarjeta de visita de un motel. Este debe ser mi lado y eso me preocupa viendo
la imponencia del consolador en el cajón. Sigo buscando, hasta encontrar tres
pares de pendientes de plata, dos anillos de metal y uno de oro. Lo cojo en mis
manos mientras recuerdo haberlo visto en otra parte. Frunzo el ceño dolorido y
sigo inspeccionando. Cinco condones. Un bote de lubricante. Una petaca forrada
de cuero negro que está vacía pero conserva un olor muy fuerte en su interior.
–¿Qué
quieres de cenar? –Me sorprende la voz de Yoongi a mi espalda. Doy un respingo
y le miro y debe ver en mí el impacto por lo descubierto hasta ahora. Rápido ve
el consolador rosa en mi mano y se lo enseño para que sea evidente mi preocupación.
Él sonríe avergonzado y se pasa la mano por el pelo confuso por no saber cómo
explicarme la presencia de esto–. ¿No sabes qué es?
–Sé lo que
es. Pero no quiero saber de quién es. –Ríe de mis palabras tanto como yo me
preocupo de ellas. Por el momento no pienso mostrarme receptivo a cualquier
acercamiento sexual, ni con Yoongi, no con este… esperpento rosa.
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