AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 2
Capítulo 2
Jimin POV:
Con el paso de los segundos me siento mejor
lejos de ese desconocido y una vez estoy solo en compañía de una enfermera y el
doctor, todo me resulta mucho más tranquilo. La voz de este me habla mientras
entramos en una sala poco iluminada y me hacen sentarme en una camilla.
–Con esto
le radiografiaremos el cerebro, ¿sí? –La camilla comienza a moverse hacia un
cilindro en donde mi cabeza se ve cubierta por él. El sonido del aparato es
estridente e incluso placentero porque me prohíbe pensar con claridad lo cual
me hace limitarme a no pensar. El dolor desaparece y una vez la prueba termina,
el doctor me lleva a otra sala. Una tras otra hasta conseguir lo que desean de
mí. Aun no entiendo por qué, y el qué me ocurrió. Nada. No sé nada. Lo único
que veo son tubos de mi sangre mientras son etiquetados y pruebas absurdas de
visión y audición que me ponen más nervioso de lo que estoy a pesar de que no
observen ninguna anomalía.
Hasta
ahora solo las enfermeras me han parecido agradables pues me tratan como si
nada, no siendo conscientes de que me ocurre pues no soy más que un paciente
más. Pero el doctor sí que parece condescendiente y paternofilial, como si
estuviera cansado de verme cada día. Las imágenes de mi cerebro en láminas
transparentes están colocadas en unas pantallas con luz mientras el doctor las
mira con una mueca aburrida de espaldas a mí. Yo estoy sentado en una silla de
ruedas no por mi incapacidad. Se ve que lo que me haya ocurrido puede haberme
afectado también al equilibrio y a mis capacidades motoras, por lo que es tan
solo por precaución que no haga el esfuerzo de caminar. No aun.
–¿Ocurre
algo, doctor? –Le pregunto mientras él parece distraído mirando mi tac. Niega
con el rostro pero después se encoge de hombros y pasa a suspirar mientras se
gira a mí.
–Señor
Park, usted tiene amnesia postraumática, es decir, generalmente es causada por
una lesión en la cabeza que no penetra el cráneo. Según me ha contado su
esposo, el señor Min, se golpeó la cabeza cuando resbaló en su piso y se golpeó
con la mesa. Este tipo de amnesia es frecuentemente transitoria; la duración de
la amnesia está relacionada con el grado de daño causado.
–¿Puedo
recuperarme en cualquier momento?
–Yo no he
dicho eso, señor Park.
–¿Cuánto
tiempo llevo en este hospital? ¿Qué es eso de que estoy casado? Doctor… ¿Qué
pasará si me quedo así siempre…?
–Deje las
preguntas, por favor. Eso solo le hará sentirse más confuso. Céntrese en
recuperar poco a poco los recuerdos.
–Pero…
–Vayamos
con el señor Min. ¿Le parece? –Niego con el rostro, asustado, pero él ríe de mi
expresión y se coloca detrás de mí en la silla y me conduce al cuarto de nuevo
donde ese hombre de cabellos rubios me espera con su cabeza entre sus manos.
Sus manos, temblorosas y algo destrozadas en las zonas de las uñas, muestran su
rostro aún más demacrado pero con una inocente y animada sonrisa cuando me ve
aparecer. Tal vez es la confusión de mi rostro la que le hace cambiar la suya a
una mucho más amarga, o tal vez que sea el doctor el que me traiga con tanto
cuidado, pero ya no parece animado, sino triste y algo nervioso. Se levanta de
la silla donde estaba tan bien acomodado y viene hasta mí pero no para captar
mi atención, sino para buscar la del doctor.
–¿Qué
dicen las pruebas?
–Señor
Min, siéntese, tranquilo. No hemos observado una mayor anomalía de la que nos
esperábamos. Ya hemos hablado de ello, la contusión no ha fracturado el cráneo
por lo tanto no es nada demasiado grave, no al menos fisiológicamente. Ya me
entiende…
–¿Su
amnesia puede ser irreparable?
–No lo sé.
Pero por el poco daño en su cerebro, creemos que en poco tiempo puede recuperar
la memoria. Al menos eso es lo que me ha demostrado la experiencia. No ha sido
un golpe fuerte, ha tenido suerte… –El señor Min le detiene con una voz que me
hace dar un respingo en la silla.
–¡¿Suerte?!
–Me señala ahora en medio de ambos–. ¡Ha perdido la memoria! ¡No sabe quién
diablos soy! ¡Maldita sea! –Yo alzo el rostro para mirar el suyo que hace lo
posible por evitar mi mirada y el doctor a mi espalda pone una mano sobre mi
hombro. Puedo, asombrosamente, empatizar con el sufrimiento del hombre ante mí,
pero un extraño malestar me corroe, haciéndome sentir que no formo parte de su
sentimiento más que como un mero espectador.
–Cálmese,
señor Min. Su esposo está aquí, vivo, delante de usted. ¿Eso no es bueno?
Mírele. –Yoongi me mira y más veo odio en sus ojos que un simple ápice de
alegría o regocijo. Tal vez sea mi hieratismo lo que le hace tan impasible. Él
suspira y se aleja sentándose en una silla cerca de la cama, en donde le vi por
primera vez, al abrir los ojos. El doctor, comprendiendo la situación me
conduce al borde opuesto de la cama y me ayuda a incorporarme mientras me
sienta en la cama y yo me dejo hacer sobre el cabecero con un largo suspiro
cansado y dolorido. Ahora, cuando todo está en silencio, excepto por los
sollozos del señor Min, el doctor camina hasta ponerse a su lado y colocar su
mano sobre su hombro igual que hizo conmigo antes. Le habla calmado y con una
sonrisa animada–. Hablen, les hará bien a ambos. Piense que tal vez en unos
días todo mejore, ya verá. Ayúdele a recordar. Poco a poco y sin agobiarle.
¿Hum? –El señor Min asiente mientras que el doctor se dirige a la puerta–. En
media hora vendrán a traerle la comida.
Cuando el
doctor se marcha, el señor Min cae derrotado sobre el colchón y rompe a llorar
haciendo que sus hombros se convulsionen. Siento la necesidad de apoyar mi mano
sobre él, acariciar sus cabellos y dedicarle un par de palabras reconfortantes,
pero no sé quién diablos es y por mucha empatía que me produzca la escena, es
un extraño y más bien me gustaría salir del cuarto pues la escena es demasiado
incómoda. No sé qué diablos pasa pero sí sé que soy yo el culpable de su llanto
y eso me dificulta la posibilidad de ayudarle. Pasados cinco minutos parece que
se calma y a mí me ha dado tiempo a mirar por todas partes con tal de no
mirarle a él. Cuando alza su rostro se limpia con el dorso de la mano las
mejillas humedecidas y me mira con ojos titilantes pero esforzándose para parecer
animado. Tan solo por mí. Innecesario.
–No sabes
lo preocupado que he estado, Jimin. Lo preocupado que me has tenido.
–¿Cuánto
tiempo he estado aquí? –Pregunto. Él sí parece dispuesto a responderme.
–Una
semana. Inconsciente. Pensamos que ya no despertarías. –Sonríe pero su sonrisa
es endeble. Querría romper a llorar de nuevo.
–¿Cómo he
acabado aquí? –Coge aire y habla tranquilo.
–Estábamos
en casa, estábamos hablando y mientras caminabas por el salón, resbalaste con
agua y caíste dándote con la madera de la mesa en la cabeza. Comenzaste a
sangrar, y me asusté muchísimo.
–¿Quién
eres? –Mi pregunta le parte el alma, pero saca fuerzas de flaqueza para
contestarme. Aún no ha asimilado tan bien como yo que no le recuerdo.
–Mi nombre
es Min Yoongi. Solo llámame YoonGi. ¿Hum? –Asiento–. Tengo veintinueve años,
nací en Daegu y estamos viviendo aquí, en Seúl. Somos… esposos… –Asiento
tremendamente confuso.
–¿Y yo?
–Tú eres
el mochi Park Jimin. –Dice con una sonrisa animada pero mi fruncimiento de ceño
no hace sino borrarla de su rostro. Continúa algo más formal–. Tienes
veintisiete años, nativo de Busán. Eres camarero en un pequeño restaurante a
una manzana de nuestra casa. –Le miro curioso.
–¿Y tú?
–Profesor
de música. En la escuela secundaria.
–Hum.
–Asiento.
–¿Pu–puedo
estrecharte la mano? –Pregunta y estoy dispuesto a negarme pero su voz es
enternecedora y en su estado no puedo negarme. Le doy mi mano y la rodea con
ambas suyas para mirarme más intensamente–. ¿Sabes cómo nos conocimos? Fue hace
cinco años, yo acababa de mudarme a Seúl porque me habían dado una plaza fija
en la escuela de educación secundaria para ser profesor de música y buscaba
piso. Me alquilé una pequeña habitación en un bloque de pisos de alquiler. Tú eras
mi vecino de al lado pero nunca lo supe. No estabas cuando yo estaba en casa.
Un día, tomando un café en tu cafetería me tiraste un café abrasador. Me puse
muy furioso, con todo el cuerpo ardiendo. Te disculpaste mil veces. –Sonríe,
con el recuerdo. Me siento envidioso, él puede recordarlo–. Cuando pude me fui
a casa a cambiarme. Salí de casa de nuevo para irme de fiesta con unos amigos
cuando tú apareciste por el pasillo del edificio y nada más verme te
sorprendiste y te pusiste a temblar, pensando que estaba yo esperándote en la
puerta de tu casa para hacerte pagar por lo del café.
–¿De
veras?
–Sí.
Incluso te ofreciste a pagarme de tu bolsillo toda la cena. ¿Tengo pinta de ser
un matón? –Niego con el rostro y él sonríe–. Tras explicarte que era tu vecino
te pusiste muy contento. Tanto que me abrazaste, aliviado de que no te fuera a
partir las piernas.
–¿Me veo
tan cobarde? –Le pregunto sacándole una sincera sonrisa que enternece mi
corazón.
–Te ves
pequeño e inocente. –Hago un puchero involuntario y él deja de hablar. Yo me
miro las manos y el resto del cuerpo sentado en la cama pero tras llevar mis
manos a mi rostro, le miro excitado.
–Quiero
verme, Yoongi. ¿Tienes un espejo? –Asiente y se levanta tan emocionado como yo
caminando al cuarto de baño para rescatar un espejo de mano que me pasa
temeroso una vez ha regresado a mi lado. Sus ojos no me quitan la mirada de
encima y yo me siento muy nervioso. Poco a poco alzo el espejo en mis manos
para que mi reflejo se reflecte en él y poder ver primero mi pelo oscuro y una
frente despejada tan solo cubierta por una venda blanca. Unos ojos pequeños,
rasgados, que cuando sonrío, se esconden. Mejillas abultadas, labios muy
gruesos, húmedos y rosas. Llevó allí dos de mis dedos para coger mi labio
inferior y tocarlo, palparlo y apretarlo hasta notar su textura. Hago lo mismo
con mi pequeña nariz y estiro de una de mis mejillas para comprobar la
elasticidad de mi piel. Miro mis pequeñas orejas, las puntas de mi cabello en
las patillas y el vello que debo rasurar en mi barbilla. Mi piel es más
bronceada que la del chico delante de mí, mi rostro, más aniñado, mis
expresiones, más infantiles.
–¿Cómo te
sientes? –Me pregunta al rato.
–Decepcionado.
–Digo y no hago sino hacerle reír–. ¿Este soy yo?
–Sí. El
hombre más guapo del mundo.
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