AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 1
Capítulo 1
Jimin POV:
La
oscuridad es tremendamente poderosa. El miedo me invade y me amenaza con
alcanzarme pero nada es más rápido que la luz y es esta que, cegando mis ojos
al abrirse, me hace volver en mí. O eso creo.
–¡Doctor,
se está despertando! –La voz de un hombre grita a lo lejos y rápido cierro los
ojos de nuevo por el dolor de la luz en ellos. Respiro profundamente como si me
despertara de un sueño de días, de años. Un sueño del que no recuerdo haber
caído dormido y la sensación ante la pregunta, qué ocurre, es demoledora pues
no encuentro respuesta alguna. A medida que pasan los segundos comienzo a
sentir de nuevo el tacto de mis manos y los cosquilleos en mis piernas. Las
muevo, me muevo todo yo y descubro ante el vértigo en mi cabeza, que estoy
tumbado en una cama y que su olor es particular pero irreconocible.
–¿Ha
despertado? –Pregunta una segunda voz acercándose a mí. Sus pasos son rápidos y
una luz azul, aún más fuerte que la del propio ambiente choca con mis ojos
mientras unos dedos abren mis párpados somnolientos.
–Sí,
doctor. Ha comenzado a mover las manos y después ha abierto los ojos. –Esta
primera voz parece animada, casi llorosa de felicidad y no es hasta pasado un
rato que han dejado de alumbrarme con esta molesta luz azul que comienzo a ver
con claridad y lo primero que se me expone es un rostro acongojado. Demacrado y
probablemente sin duchar en días. Su pelo está algo revuelto y sus ojos tristes
y llorosos pero alegres, a la par. Iluminados nada más que es testigo de mi
mirada–. Jimin, Jimin mi amor…
Confuso
por sus palabras intento incorporarme pero el dolor en mi cabeza es
tremendamente horrible y siento un latigazo recorrerme desde la base del
cerebro hasta la más mínima conexión de neuronas en el interior. Debo tumbarme
de nuevo e instintivamente llevo mi mano a la cabeza encontrándome con una
venda que la rodea en su circunferencia. Suspiro cansado y sintiendo mi cuerpo
pesado cierro los ojos de nuevo mientras la voz de ese hombre habla nuevamente.
–Jimin,
Jimin ¿estás bien? –Miro su rostro el cual sin duda alguna se está dirigiendo a
mí pero no me reconozco en sus palabras y tampoco lo hago en mis propios
recuerdos. No tengo ninguno.
–¿Jimin?
–Pregunto y su sonrisa que era tremendamente radiante desaparece. Ese hombre
delante de mí parece mucho más confuso que yo y me tomo este segundo para
observarle más detenidamente. Ojos pequeños y oscuros con el pelo blanquecino y
brillante por la luz del sol. Piel blanca cual ángel y labios finos y delgados.
Su cuerpo se asemeja a ellos en su delgadez y sus ropas casuales son
tremendamente desconcertantes. Siento curiosidad por saber quién es él, no más
por saber quién soy yo.
–Sí,
Jimin, mi amor. ¿Qué ocurre? –El doctor nos mira desviando sus ojos de unos
informes en sus manos. Yo me incorporo en la cama con dificultad y muy despacio apoyándome con la
espalda en el cabecero de la cama. Miro a mi alrededor y las paredes blancas y
los aparatos electrónicos junto con el resto de mobiliario me indican que estoy
en un hospital.
–¿Quién
eres? –Le pregunto pero más que una pregunta casual pareciera que he desatado
la caja de Pandora* pues le he bañado de algo horrible para que su rostro se
deforme de esa manera que desemboca en el llanto. El doctor se acerca a mí por
mis inusuales palabras y me mira detenidamente sujetando mi cabeza con su mano.
–Señor
Park. –Entiendo que me habla a mí–. ¿No sabe quién es el hombre aquí a su lado?
–Señala al peliblanco y tras pensarlo unos segundos y regresar al dolor del
olvido niego con la cabeza lo que le hace llorar con más fuerza. Con su rostro
acongojado se cubre sus labios con la mano y se da la vuelta para que no sea su
tristeza mi espectáculo–. Señor Park, ¿Sabe quién es usted? –Pienso de nuevo y
me veo obligado a negar, nuevamente.
–No.
¿Qui–quién soy? –Pregunto. Me gustaría sucumbir a la desesperación y la agonía
pero lo cierto es que la falta de recuerdos me hace no echar nada en falta.
Solo una confusión permanente me acompaña.
El llanto
del hombre en el fondo del cuarto se hace más evidente y el doctor acude a su lado
mientras posa sus manos sobre los hombros del hombre y le hace mirarle para
calmarle. Sus palabras no van dirigidas a mí pero de igual manera las escucho
atento.
–Su marido
parece sufrir amnesia retrógrada. No recuerda nada antes del incidente. –Ese hombre
llora de nuevo–. Por favor, señor Min, no se desespere. Tal vez en unos días
vuelva a su estado normal. Le mantendremos aquí hasta el viernes para tratarle
y observar su progreso y después le daremos el alta. ¿Sí?
–¿Puede
quedarse así de por vida? –Pregunta juntando sus propias manos y presionándose
así mismo intentando aguantar el trago.
–Es una
posibilidad, pero no piense en ello. Con tratamiento y su ayuda, de seguro que
recupera la memoria. Puede que incluso en unas horas pero tampoco debe impacientarse,
señor. –Ambos me miran de repente y me siento inocente y a la vez culpable de
algo. Algo muy malo me sucede pero no alcanzo a comprender el qué–. Por el
momento le haremos algunas pruebas para saber qué partes del cerebro han sido
dañadas por el golpe y después les dejaremos a solas para que hablen. Ahora le
necesita más que nunca. –El que parece ser el señor Min asiente y yo miro a
todas partes hasta detenerme en mi propio cuerpo para observarme y
detenidamente analizarme con cuidado. Veo en mi cuerpo a un chico de edad entre
los veinte y treinta años. Aun no puedo ser consciente de mi rostro pero las
escasas arrugas en mis manos y mi cuerpo bien cuidado no me hacen pensar que
sea de una edad demasiado avanzada. Estoy vestido con ropa de hospital, camisón
y pantalones azules claros, pero sobre la silla al lado de la ventana hay más
ropa similar a la del señor Min. Vaqueros y sudadera.
–¿Van a
hacerle las pruebas ahora?
–Sí,
señor.
–¿Puedo
despedirme de él? –El doctor asiente mientras llama a unas enfermeras que me
lleven a las pruebas que deba hacerme. El señor Min se acerca y coge mi mano
con cuidado. Su contacto me hace sentir receloso y me aparto de él nervioso. No
hago sino hacer que las lágrimas caiga de sus ojos con más intensidad–. Mi
vida. –Me dice–. Perdóname, lo siento mucho por todo. Te amo, ¿vale? Todo
saldrá bien.
–¿Quién
diablos eres? –Le pregunto enfadado en el momento en que hace un amago de besar
mis labios y yo me retiro. Él suspira y muerde sus labios mientras me hacen
levantar de la cama y me conducen fuera, lejos de ese hombre.
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