AMNESIA [PARTE I] (Jimin x JungKook x YoonGi) - Capítulo 10

 Capítulo 10


Jimin POV:


El silencio en el hogar es algo que odio desde que tengo memoria. Apenas es la hora de almorzar y ya me siento aburrido. La soledad hace que aun dándome la posibilidad de hacer lo que se me plazca, todo resulte grande y lejano. Nada me ayuda a mantener la estabilidad emocionar y camino entre el sofá y la cocina pensando, con el móvil de la mano, en una alternativa a mi estado de nervios. Muerdo la cara interior de mis mejillas con impaciencia, sobre la mesa hay una copa de vino, dos, pero solo una de ellas está rellena. La otra me la he bebido mientras espero por el entretenimiento que hoy me aguarda. Yoongi está en clase. Aún le quedan dos horas y media. Tres si se queda a ordenar su departamento.

Me acerco al piano y dejando el móvil sobre la madera en la parte superior, paso mis dedos por las teclas produciendo una melodía sin sentido tan solo para calmar mi nerviosismo. No entiendo el porqué de mi ansiedad y de saberlo, no me gustaría tener que reconocerlo. Me muero pensando que tan vez la vida se me plantea graciosa, incluso irónica al darme la oportunidad de formar parte de una familia y un matrimonio ya bien cimentado y yo me encapricho de un chiquillo que nada tiene que ver conmigo. La vida es caprichosa, como el hombre. Pero es el hombre quien sufre las consecuencias de sus actos egoístas.

Un libro blanco adorna la parte superior del piano, donde yo he dejado mi móvil. Una fina capa de polvo lo recorre y yo lo alcanzo para ver que es un libro de partituras ya en un estado un poco deplorable. Las hojas amarillentas me indican la antigüedad del libro y lo pequeños apuntes y marcas a lápiz sobre las partituras, la tanta utilización que se le ha debido dar en algún momento. No reconozco mi letra en él, así que entiendo que todo esto lo ha hecho YoonGi, y por tanto le pertenece.

En las últimas páginas hay partituras en blanco, pentagramas vacíos de notas para que quien quiera los complete con las notas adecuadas para una bella armonía. Solo una hoja está dibujada y no es sino una caligrafía un poco dubitativa y con bastantes borrones sobre las notas. Hay incluso algunas que se han cambiado tantas veces a lápiz que ya no se distingue en que parte del pentagrama se sitúa. Esta hoja, la que la canción titulada “Amor victorioso” enmarca, es una hoja doblada y banida. Muy toqueteada y sobada. Esta hoja, quiere decirme algo y no puedo evitar dejar el libro abierto por la página sobre la plataforma sobre las teclas y miro las notas con curiosidad intentando poner mis dedos sobre las teclas adecuadas para poder parafrasearla tan solo con las pocas indicaciones que YoonGi me ha dado al respecto. Coloco los dedos sobre un par de blancas piezas pero no estoy seguro y decido retirar mis manos del piano antes de violarle con mi mal gusto.

El timbre suena y doy un respingo volviendo a cerrar el libro y la tapa del piano dejándolo todo como estaba. Sé quién es y aun así me asomo a la mirilla para comprobar que ciertamente ha venido, como le he pedido. La puerta se abre descubriéndole mirando al suelo un poco avergonzado. Cuando alza la mirada para verme, yo le sonrío y eso le hace ver mucho más tranquilo. Una mochila a su espalda me hace sonreír mucho más que antes tornando su estilo mucho más infantil de lo que recordaba. Con un gesto le hago pasar y él inclina el rostro como agradecimiento y camina dentro con pasos lentos, más que cansado, avergonzado. Cuando llega al salón y descubre las copas y la botella de vino, me mira un poco confuso, pero no tanto como esperaba. Tal vez entienda que la pérdida de memoria me ha afectado también a las costumbres de convenciones sociales.

–Eres demasiado joven para una copa de whiskey y demasiado mayor para un zumo de naranja. –Digo y él ríe tan solo por cortesía. Mis palabras le hacen pensar en otra cosa.

–¿Has vuelto a beber whiskey? –Pregunta mirándome pero cuando descubre mi ceño fruncido, olvida rápido su pregunta y niega con el rostro regresando a mostrarme una sonrisa, para hacer que me olvide de sus palabras. No lo hago.

–¿Solía beberlo? –Asiente.

–Sí.

–Ahora ya no. –Me encojo–. Pero una copa de vino no hace daño. ¿No? –Relleno de nuevo mi copa vacía y le extiendo la suya que la coge después de haberse deshecho de su cartera de color negro con estampado de grafitis. Sobre su cuerpo, una chaqueta de color kaki y debajo, una camiseta negra que puedo ver como en su cuello se forman demasiadas cubras y arrugas, seguramente sea un par de tayas mayor de lo que debería. En sus piernas, unos pantalones vaqueros rotos en los muslos y en sus pies, unas botas del mismo color que su chaqueta. Yo solo porto unos pantalones normales y una camisa gris. Me veo demasiado aburrido a su lado y a pesar de ello, me siento con la confianza suficiente como para presentarme ante él y ofrecerle el sofá como lugar de tertulia. Asiente y se sienta a un lado mientras yo lo hago en el otro extremo. Ambos nos giramos para tenernos de frente.

–¿Vienes de la escuela? Siento si te he interrumpido o he perturbado tu rutina. Pero necesitaba a alguien con quien hablar. –Él niega con el rostro–. Pero las mañanas se me hacen eternas.

–No hay problema. Por las mañanas no tengo clases.

–¿Cómo es eso? –Él ríe de mí.

–No estoy ya en la secundaría, estudio un módulo de restauración. –Le miro sorprendido–. Libros y esas cosas… básicamente libros, documentos antiguos…

–Eso es genial. Suena interesante. –Se encoge de hombros ya acostumbrado a comentarios como los míos.

–Más o menos. Ahora es entretenido pero cuando trabaje en ello será mucha presión sobre mis hombros. –Asiento–. A todo esto, tengo clases de cuatro a diez, por eso he podido venir. –Asiento de nuevo comprendiendo.

–¿Es algo que ya sabía de ti? –Se encoge de hombros pensando duramente.

–Ya te lo dije, solo somos conocidos. Nada más. –Asiento–. Y sigo pensando que era mejor que siguiéramos tan y como estábamos…

–¿Por qué piensas eso? Yo creo que no, por favor, me hace bien estar contigo. –Me siento más cerca de él y hago brindar nuestras copas con un sonido agudo que permanece recorriendo mi cabeza por unos momentos. El sonido del cristal hace que en mi mente acuda el recuerdo del mismo sonido. De uno mucho más intenso. Un estruendo de cristales en pedazos. El recuerdo se ve interrumpido por su voz y el gesto de su brazo al dejar la copa sobre la mesa. Apenas la ha degustado y eso me molesta, pero no digo nada.

–Yoongi no debe enterarse, ¿hum? –Asiento no llegando a comprender el verdadero interés de sus palabras–. Ya viste como se puso aquél día.

–¿A qué vino eso?

–Yoongi parece ser muy protector. –Me señala como su pertenencia y yo frunzo el ceño.

–No entiendo.

–Tampoco espero que lo hagas. No importa. De todas formas, no quiero que lo sepa, ¿sí? ¿Me harías ese favor? –Asiento.

–Dime, Jungkook. ¿Cómo nos conocimos?

–Hablas del recuerdo en tu mente, o en el mío.

–No hablo del otro día.

–Yo tampoco. –Frunzo el ceño junto con los labios–. Es complicado…

–Explícamelo. –Niega con el rostro confuso–. ¿Por qué no?

–Tienes la suerte de haber borrado tu pasado. ¿Sabes cuánta gente daría tanto por hacerlo? Aprovecha y empieza una vida de cero. Es lo mejor. Tienes un esposo maravilloso, una casa, un trabajo… Hoy cuando he llegado deseaba por una parte que no hubieras recobrado la memoria, pero por otra… –Suspira y tira su cabeza hacia atrás, cansado.

–No puedo empezar de cero. No puedo cuando constantemente me vienen recuerdos sin sentido.

–¿Cómo recuerdos? –Me mira y me pregunta confuso, asustado. Excitado.

–Recuerdos, imágenes. Pequeñas escenas sin relación entre ellas, pero todas… tienen que ver contigo. –Él realmente parece nervioso y tenso. Se revuelve en el sofá y me mira para después aparatarme la mirada, dubitativo. No sabe qué hacer y yo tampoco. Nos miramos pero nos avergonzamos y nos retiramos la mirada.

–¿Qué es exactamente…?

–Tonterías. –Niego con el rostro, no queriendo explicarle hasta qué punto puedo fantasear con él.

–Pero… ¿cómo? –Se fascina solo y yo me vuelvo mucho más nervioso. De nuevo me llega su olor. Ese olor con el que sueño, con el que fantaseo. Me enloquece y no sabe hasta qué extremos la locura puede afectar en mi mente trastocada.

–Tu olor… –Digo de repente haciéndole mirarme como si realmente estuviese loco–. Tu rostro, todo tu cuerpo. Desde el primer momento en que te vi, ahí forcejeando la puerta, tengo la sensación de que te reconozco. De que sé quién eres y que eres alguien muy importante para mí. –Ríe sarcástico. Me cree, aunque no quiere hacerlo–. Tu rostro. –Repito y dejo la copa en la mesa para acercarme a él y coger su rostro entre mis manos. Él no lo entiende, no sabe cómo necesito tocarle, sentirme al fin completo, y se extraña, pero tan solo al principio. Cuando cojo su barbilla con mis manos y le hago girar su rostro en las posiciones en las que recuerdo tan claramente en las fotos, él se deja hacer.

–¿Qué… qué haces? –Pregunta confuso.

–Dime la verdad, ¿de qué nos conocemos? Nos conocemos de algo más que una simple amistad o una relación de trabajo ¿Quién soy? ¿Quién eres tú?

–¿Yo?… Jeon Jungkook. –Dice intentando ser gracioso a la par que evita el tema pero yo no sonrío y me quedo mirando sus ojos con parsimonia.

–Contigo… me siento como si recobrase la memoria. Algo dentro de mí me obliga a estar contigo, hablarte, decir que te reconozco porque es así. Pero no sé cómo, ni porqué. Ni cuándo. Nada…

–Jimin, para. –Me dice quitándose mis manos de encima. Yo las poso en sus muslos.

–No voy a parar. Dime quien eres. ¿Te importo? –Asiente no muy convencido–. ¿Me importas? Niega con el rostro, pero en sus ojos veo la mentira escrita en ellos. Muerdo mis labios y me acerco hasta incomodarle. No puedo evitarlo, sentirme cerca es la única forma de recobrar la cordura, de sentirme estable, lejos de parecerme a un equilibrista que se guía por un cable entre el inmensurable vacío.

–¿Quieres que nos metamos en un lío? –Me pregunta como si verdaderamente lo que hago estuviera mal. Yo me siento tremendamente bien. Feliz, libre, un ave capaz de volar hasta que las fuerzas le fallen cuando me pierdo besando sus labios. Se retira de mí cuando los he posado la primera vez, pero al segundo intento, él se deja hacer más convencido de que no me daré por vencido que gustoso de besarme. Obstinado a besarme, avergonzado y muy tenso.

–No hay problema, chico. Ambos somos adultos… –Me retiro de él para hablar y después sujeto su nuca para besarle de nuevo pero él aparta el rostro y se deshace de mis manos. Ya siento la falta de sus labios en los míos. Se movían tan delicadamente que me estremezco con tan solo el recuerdo. Hacía mucho que no me sentía así con mis propios recuerdos.

–¿No te das cuenta? Estás casado…

–Pero no recuerdo el día de mi boda. Ni tampoco cómo conocí a mi esposo. Ni cómo amarle. –Me mira sorprendido por mis palabras–. No recuerdo haberle amado, sin embargo contigo…

–¿Acaso a mí sí? –Ríe sarcástico de nuevo y me subo a horcajadas sobre él. Al principio me mira divertido pero después, cuando dejo caer mi peso sobre sus piernas, se ve en la situación de tenerme en sus manos. Más bien, él está en las mías, cuando cojo sus mejillas y le hago mirarme.

–A ti te recuerdo. No sé cómo, pero te recuerdo. Tus ojos, tus labios… –Miro las partes que cito–. Las he visto antes, y eres lo único fiable, lo único estable que me he encontrado por el momento. Me haces sentir… como si realmente caminase por el suelo. No tengo vértigo cuando estoy contigo. ¿No lo ves? Me haces sentir, tan real… –Jungkook cierra los ojos con mis palabras y aprieta fuertemente su mandíbula. Susurra para sí unos segundos.

–No hagas esto, por favor. No me hagas pasar por esto…

–No voy a obligarte a nada, pequeño. Dime… ¿Tienes pareja? ¿Tienes novia? ¿Te gustan los chicos? Dime… Dame una excusa y pararé… –Como no habla porque aun sigue con los ojos cerrados, camuflándose de mí, beso sus labios los cuales tiemblan con el contacto. Sus ojos se aprietan con más fuerza y sus manos se sujetan en el sofá. Cuando me separo de él susurra.

–Yoongi va a matarme.

–¿Eres más amigo de Yoongi que mío? –Niega pero al segundo, detiene el movimiento de su cabeza–. ¿No lo entiendes? Pequeño, me veo en una vida injusta, que yo no recuerdo haber escogido…

–Tienes un esposo que tú elegiste, una vida que tú elegiste. –Me corrige–. Solo que no te acuerdas. Deberás confiar en tú pasado…

–¿Quién me dice que esta vida es la que realmente yo quería? ¿Vas a asegurármelo tú? ¿Tengo que creer tu palabra? Lo poco que llevo en ella no me ha proporcionado felicidad. Solo tú me haces sentir… algo… aquí. –Señalo mi estómago y como dentro de él se desata el más fanático nerviosísimo cada vez que le miro, cada vez que le tengo cerca y ahora, sobre sus piernas sentado, creo que puede darme un infarto. Cada uno de los pequeños detalles de su rostro, es tal como se conserva en mi mente.

–¿Qué quieres de mí? –Sus manos se colocan en mis muslos. Me aprietan con un poco de fuerza, la sufriente como para hacerme perder el control.

–Tan solo… realizar un sueño, pequeño. –Beso de nuevo sus labios y él se deja, pacífico, gustoso de ello. Para mí, esto significa todo, para él, tan solo una experiencia sexual más. Seguro que ni siquiera ha pensado en mí antes así, de esta forma, pero aun así, no desaprovechará la oportunidad de un coito rápido, fugaz, sin consecuencias. Más de las que me gustaría porque solo sentir su lengua violar mi boca me rememora la acción más potente que jamás he probado. Me deshago en sus manos y él me controla a su antojo tanto como a mí me gusta sentir de él. No es hasta que ambos tenemos dos importantes erecciones en nuestras entrepiernas que no comenzamos a desvestirnos, conscientes de que esto no se quedará en un inocente beso que tal vez incluso olvidemos con un poco de tiempo. Me coge a horcajadas y me tumba sobre el sofá colocándose sobre mí mientras se deshace de la chaqueta y la camiseta dejándolos en el suelo a nuestros pies. Hace lo mismo conmigo desabotonando los botones de mi camisa y deshaciéndose de mis pantalones tan a prisa como su instinto fecundador le obliga.

–¿Tienes condones? –Me pregunta pero rápido recuerda algo y rebusca en su chaqueta su propia cartera y saca uno de ella.

–¿N–No vas a prepararme? –Le pregunto seriamente angustiado y él sonríe mientras ve mi pálido rostro preocuparse por el serio bienestar de mi trasero.

–Claro, lo siento. La costumbre. –Se encoge de hombros y sujetando el condón con los dientes, me extiende una mano y yo chupo de ella tres de sus dedos, los suficientes como para sentirme seguro y preparado. Mientras lo hago no le pierdo un ojo de vista y con su otra mano libre, masturba mi polla que en cualquier momento puede explotarnos a los dos. Cuando estoy terminando él se aburre y me hace cosquillas en los testículos lo cual me resulta desagradable y le empujo con el ceño fruncido, lo que le hace reír.

Cuando comienza metiéndome los dedos, todo mi cuerpo arde por la molestia pero cuando ha pasado el suficiente tiempo, respiro aliviado por el dolor y la incomodidad desaparecen paulatinamente y puedo sentirme mucho más complacido mientras me muevo con el vaivén de sus dedos insertados en mí. Él no deja de masturbarse y al liberarme de su mano, se introduce dentro de mí mientras gime. Sus gemidos, los he oído antes. Estos gemidos un tanto graves pero a la par aniñados, divertidos, acongojados. Mis propios gemidos no me dicen nada, pero los suyos, son como la cálida sensación del calor de la luz del sol en las mejillas en un día lluvioso de primavera. Un copo de nieve en la palma de la mano un día de navidad. El abrazo de un amigo de la infancia, un recuerdo imborrable que se me antoja curioso, de porqué aún sigue en mi mente si he perdido el resto de recuerdos. ¿Y cómo es que he oído antes sus gemidos, si estoy, como me hacen creer, casado?

Las gotas de sudor ya comienzan a aparecer en su frente y muerdo mis labios degustando la tan maravillosa imagen. Me embiste con violencia y aunque no es la escena que en mi sueño se reproducía, su olor es mucho más intenso y compensa con creces mis verdaderas intenciones. Me agarro con fuerza a su espalda cuando toca un punto en mi interior que me ha hecho sentir escalofríos en mi bajo vientre. Él sabe que debe repetirlo y lo hace mucho más violentamente que antes. Me agarro con fuerza a su cuerpo y él se abraza a mí cogiéndome de la cintura con un brazo mientras con él otro se apoya al lado de mi cabeza en el reposabrazos. Ambos gritamos momentáneamente. El sonido de nuestras pieles golpearse en muy excitante y si abriera los ojos podría degustarme en su rostro al pie del orgasmo pero a mí este me golpea tan fuerte que ni abrirlos puedo y me escondo en la oscuridad que me proporcionan para venirme sin la necesidad de tocarme en absoluto.

Él tarda algo más mientras comienza a devorar mi cuello. No parece importarle si mi esposo pueda verme, tampoco es que tenga gesto de que la cordura le domine en este momento así que le dejo hacer mientras sigo gimiendo por sus embestidas y cuando se corre, espera unos segundos y se separa de mí para deshacerse del condón y tumbarse a mi lado en el sofá. Yo comienzo a sentir un cosquilleo en toda la columna mientras acabo de ser consciente de mi infidelidad. No arrepentimiento, ni mucho menos, sino una extraña libertad que me consume, que me alza al cielo sin paracaídas.

–Eres tremendamente caliente. –Me dice y rápido mis mejillas arden mientras le miro de soslayo y él me aparta la mirada, avergonzado de sus propias palabras. 

–Gracias. No digas que yo he dicho esto, pero eres mucho mejor que YoonGi…

–Pshh… –Dice quitándole importancia con una sonrisa de cinismo–. Ya lo sabía. –Se encoge de hombros y se incorpora mientras alcanza su chaqueta del suelo y me la pone sobre los hombros. El detalle es enternecedor pero verle desnudo en mi sofá, como si estuviese en su propia casa acomodado, me causa un ardor en el estómago que me hace querer volver a estar con él en mis brazos.

–¿Quién eres? –Le pregunto de nuevo–. ¿Por qué tengo la extraña sensación de que hay algo que nadie quiere contarme? Solo obviedades. Nah… no me creo nada. –Jungkook me mira de repente entristecido y se levanta para recoger su ropa.

–No sé que puede ser…

–Todos me dice que Yoongi debería ser quien me lo cuente. Yoongi solo me da largas. ¿Vas a darme largas tú también o vas a ser valiente y a decirme la verdad?

–Tengo que irme a clase, Jimin. Lo siento. –Comienza a vestirse y juraría que sí al menos tuviera los calzoncillos puestos habría salido de mi casa con el rabo entre las piernas–. Tengo que coger un bus.

–¿Quieres que te lleve?

–No busques excusas para seguir la conversación. –Me guiña un ojo y mientras, yo me agarro con fuerza ciega a su chaqueta a mi alrededor. Me la quito, consciente de que la necesitará para irse pero una vez en mis manos, no puedo evitar acercarla a mi rostro y cerrar los ojos con fuerza para olerla. El olor. Nunca ha sido tan intenso.

Cuando abro los ojos él está ahí, mirándome, haciéndome salir de mi ensoñación para comenzar a preocuparme por su rota expresión y la palidez de su tez. Me coge la chaqueta con cuidado de las manos, sin parecer brusco pero con prisa por desaparecer de mi vista.

–Siento ser una molestia. –Le digo–. Pero lo más duro de todo es no saber quién soy y busco desesperado a alguien que… –Detengo mis palabras a medida que le veo acuclillarse en el suelo frente a mi desnudez. Coge mis manos y las aprieta con las suyas. Las besa, las mira y me deja acariciarle el rostro con ellas antes de hablar calmado y sumiso. Ya no tiene prisa alguna.

–Eres un buen hombre, Jimin. ¿Eso no te basta? –Niego–.  Eres un chico alegre, feliz, con talento para tu trabajo, para familiarizar con las personas y los clientes. Créeme, tienes una vida preciosa, aprovéchala.

–No puedo creerte tan fácil…

–Tendrás que hacerlo. Nadie conoce cuánto vale lo que tienes mejor que yo. –Besa mi mejilla y se incorpora para ponerse la chaqueta y conducirse a la puerta. Pero le detengo.

–¿Puedo llamarte otro día?

–Siempre que quieras, Jimin.

 



Capítulo 9                      Capítulo 11                   

 Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares