ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 9
CAPÍTULO 9
YoonGi POV:
Mi mano comienza a doler por el golpe, no más
que me ha dolido otras veces, esta ni siquiera parece que se vaya a hinchar.
Aun así la molestia comienza a aparecer mientras entro por la puerta y descubro
a un Jeon en el pasillo que ha observado toda la escena impactado. No sería la
primera vez que me ve golpear a alguien, incluso hemos llegado a pelearnos
nosotros pero aun así su rostro es de total sorpresa, y no parece haberle
agradado nada lo que ha visto. Cuando paso por su lado para conducirme de nuevo
junto con el resto, él me detiene.
–¿Le has golpeado? –Me pregunta un tanto
asustado.
–Claro que sí. ¿Quién se cree este para venir
aquí, romper mi intimidad, pegarte a ti y…?
–¿Lo has hecho por mí o por tu padre? A mí no
me engañas.
–Claro que no lo he hecho por ti. Tú sabes
defenderte solo.
–¿Entonces? Está claro que estas mucho más
preocupado de que tu padre no se entere de las barbaridades que haces aquí
dentro que incluso de la propia salud de tu hermano. –Miro afuera donde ya no
veo el cuerpo de Jimin.
–Se ha vuelto a casa. No dirá nada.
–De seguro que como le vean con el labio roto
le preguntarán. ¿Crees que no dirá nada? ¡Ja! –Miro de nuevo fuera, titubeante,
pero niego con la cabeza e ignoro a Jeon para dirigirme de nuevo a la
habitación. Cuando llego, me tiro en el sofá y Jeon se sienta en el otro
extremo de brazos cruzados. Namjoon me mira curioso y me pregunta por lo
sucedido.
–¿Qué ha ocurrido? He oído voces. ¿Todo bien?
–Le ha golpeado. –Dice Jeon y Namjoon se tensa
al instante. Para de hacer un cigarrillo en su mano.
–¿Cómo?
–Eso, le he pegado. ¿Qué pasa? Es mi puto
hermano, ¿no?
–Yoongi, inconsciente. ¿Y si llama a la policía
y vienen aquí? ¿Crees que les va a hacer gracia que tengamos toda esta mierda
aquí? –Silencio de inmediato tremendamente preocupado por sus palabras–. Te
recuerdo que Jeon sigue siendo menor de edad y que Taehyung tiene antecedentes
por robo. Haz el favor de tener más cuidado en la próxima. –Miro a Jeon a mi
lado y me siento con mi hombro apoyado en el suyo. Él no parece muy receptivo
pero le miro y hago un puchero.
–Yo solo quería pasar la noche contigo, y él ha
venido a estropearlo todo.
–Ve a buscarle, anda. Y llévale a casa.
–¿Y después vengo?
–No. Quédate con él y asegúrate de que no llama
a la policía y de que convence a vuestros padres de que no ha pasado nada.
Vamos. –Me empuja y me siento rechazado.
–Puf, a saber dónde está ese. –Niego con la
cabeza.
–Cuanto más tardes peor. Está solo, en pleno
polígono. Si no le raptan para vender sus órganos van a secuestrarlo y venderlo
como esclavo sexual. –Detiene sus palabras y piensa unos segundos, divertido–.
Mmm, eso no estaría mal del todo, ¿No crees? –Me mira con una naciente sonrisa
en los labios y yo me levanto turbado y preocupado. Recojo mis cosas y sin otra
alternativa salgo por la puerta.
…
El viento choca con mis mejillas sin la
protección del casco. Pensé que no estaría buscándole durante tanto tiempo y
por eso en mi brazo sujeto hasta el casco pero tras media hora siento que las
orejas se me congelan hasta la gangrena y mis ojos lloran de vez en cuando de
forma completamente involuntaria. Aprovecho la falta de agentes de policía por
la zona para no tener que preocuparme pero en mi mente mi única preocupación es
buscar a Jimin.
Tras dar varias vueltas al polígono comienzo a
pensar que tal vez haya cogido un bus de vuelta a casa y se haya olvidado de
todo e incluso pienso en regresar ya pero tras rodear un parque veo una figura
sentada en uno de los columpios y algo me dice, lejos de no reconocer a la
persona allí ni tampoco animado de detenerme, que él es Jimin y que debo parar
de inmediato. Lo hago sin más dilación en cuanto puedo y dejo la moto anclada a
la primera señal de tráfico que se me presenta. Con el casco de la mano me
conduzco por la entrada del parque y camino sobre la arena hasta detenerme
delante de esa persona. A medida que me he ido acercando he reconocido el leve
azul de su chaqueta que así sentado le hace parecer tres veces más gordo de lo
que es y su expresión derrotada y alicaída mirando sus pies jugueteando en la
arena. Sus botas, llenas de polvo no parecen ser verdaderamente interesantes
pero a pesar de saber quién soy y de que espero a que me mire, él no lo hace.
Suspiro mirando a todos lados en el parque y
busco entre los árboles alguien que pueda juzgarme por lo que estoy a punto de
hacer, pero como nadie me observa, me permito sentarme en el columpio
directamente contiguo y dejo el casco en el suelo apartado. Con mis manos voy a
las cadenas de metal a ambos lados de mi cuerpo y suspiro de nuevo. Él, tal vez
titubeando de mi comportamiento, me mira de soslayo y tras que yo le mire,
rápido se avergüenza y baja de nuevo la mirada. No puedo resistirme a hablar al
fin.
–¿Qué haces aquí?
–No te importa. –Me dice seco y yo suspiro
cargándome de paciencia.
–¿Estás bien? –Se encoge de hombros y me lo
tomo como un “No, por tu culpa”–. Compréndelo, te lo has ganado a pulso. –Digo
intentando enorgullecerme de mi acto del que sin duda comienzo a sentirme culpable.
Él no responde y se limita a balancearse muy levemente haciéndome desesperar.
Me levanto, cojo de nuevo el casco y me pongo frente a él mirándole fijamente
aunque él no me devuelva la mirada–. Vamos, es tarde. Hay que volver a casa.
–He perdido el último bus. –Dice con un puchero
en los labios y yo miro mi moto a lo lejos esperando que entienda la indirecta
pero él no está atento a mis gestos.
–¿Cómo pensabas volver entonces? –Se encoge de hombres.
–Andando. –Dice sin más.
–Estamos muy lejos, Jimin. Llegarías para la
hora de desayunar. –Se encoge de hombros nuevamente y forma de manera
involuntaria un puchero desagradable. Esto me hace sentir mucho más nervioso–.
Baja de ese columpio. Eso es para niños y estás muy gordo. –Completamente
consciente lleva sus brazos a rodear su vientre y deja de balancearse. Se
detiene pero no se mueve y esconde aún más su rostro. Ahora, con sus manos
sobre su vientre puedo ver en ellas algunos resquicios de sangre alumbrados por
las pocas farolas que nos rodean y sin pensarlo demasiado llevo mi mano a su
barbilla para alzarla y hacer que no solo me mire sino que yo pueda apreciar
mejor la sangre seca en su labio–. ¿Tienes un corte en el labio? –Pregunto
completamente temeroso de que así sea.
–Solo en el interior. –Dice estirando un poco
de su labio inferior para mostrarme su cara interna y la pequeña herida allí.
Tras soltarse, se relame los labios probablemente con sabor metálico y frunce
el ceño disgustado tal vez por el simple sabor, o incluso por el dolor que aún
hay en él.
–Perdóname. –Digo con fuerza de voluntad y me
acuclillo delante de él para que no esconda nuevamente el rostro entre las
sombras–. Como habrás comprobado mi comportamiento no es del todo cristiano, y
no has visto nada, te lo aseguro. –Asiente–. Por eso me he sentido furioso,
porque no quiero que sepas nada de mi vida. Nada de las cosas que hago.
–Pero eres mi hermano, hyung. –Hace otro
puchero y este me desarma. Suspiro profundamente y miro a todas partes buscando
las palabras adecuadas para que pueda entenderlas–. Tienes que compartir tus
cosas conmigo, y yo contigo.
–No quiero compartir cosas malas contigo.
–Si son malas, ¿por qué no las dejas?
–Porque no son malas para mí, sino para ti.
Probablemente te escandalizarías si supieras todas las cosas que hago. Todas
las cosas que me gustan. Mi mentalidad dista mucho de la tuya, no digo que seas
peor o mejor. Solo, diferente. ¿Entiendes? –Asiente pero no estoy muy seguro de
que me entienda.
–¿Por qué eres tan malo conmigo y con mi mamá
entonces? –Suspiro amargamente y me levanto para sentarme de nuevo en el
columpio a su lado. Ahora me mira buscando mis ojos. Soy yo quien los esconde
esta vez.
–Mi madre era la persona más liberal que he
conocido nunca. Con ella no me habría importado ser heavy o hipster, gay o
heterosexual, conservador o liberal, capitalista o comunista, nada. No hubiera
importado nada en absoluto. Ella me quería por encima de todo y sabía apreciar
las cualidades de una persona lejos de sus preferencias. Ella entendía todo, lo
respetaba todo y sabía convivir con cualquier clase de persona. Desde que ella
falleció me he sentido obligado a ser quien mi padre esperaba de mí y crecí
pensando que hiciera lo que hiciera le decepcionaría. Decidí, con los años, que
iba a ser quien yo quisiera ser y con mi madre como modelo de referencia para
llevar una vida feliz, y en paz con todo el mundo.
–Eso no explica nada. –Me dice y yo sonrío.
–Siempre he tenido un carácter frío y distante
pero cuando mi padre me dijo que se había prometido con una mujer católica, me
sentí nuevamente como en esa cárcel imaginaria que me monté hace años. Atrapado
de nuevo bajo unas estrictas normas y un canon de conducta que no casaba
conmigo. No os odio. Pero no me agradan vuestras creencias y no penséis por un
solo segundo que voy a amoldarme a ellas.
–Pero YoonGi, la vida cristiana no supone tanto
esfuerzo, rezar e ir…
–No creo en Dios. –Digo mirándole fijamente a
los ojos esperando no tener que repetir esta conversación más adelante–. Ese “Dios”
al que rezáis me cae gordo pero no me interesa en absoluto, ni tampoco comparto
muchos de los dogmas a seguir en vuestra religión y mucho menos me interesan
los sacrificios para alcanzar la otra vida.
–¿No tienes miedo de ir al infierno? –Me
pregunta y aunque al principio sonrío divertido considerando sus palabras como
una broma, le miro comprobando que va totalmente en serio.
–¿Qué es el infierno? ¿La representación eterna
de nuestro mayor sufrimiento? No le tengo miedo al sufrir. Tampoco a la muerte.
Solo le tengo miedo al no vivir intensamente cada segundo de mi vida.
–¿Y si mueres joven?
–¿Tú tienes miedo a morir? –Asiente.
–Claro, todo mundo tiene miedo.
–A pesar de saber que todo el mundo muere. ¿No
somos fantásticos? Nos pasamos la vida esquivando a la muerte con objetos para
nuestra seguridad, con una vida sana, con la más absoluta creencia de que
despertaremos al día siguiente tras cerrar los ojos cada noche y sin embargo,
morimos. Así de fácil.
–¡Hyung! –Grita nervioso–. ¡Cállate o no dormiré
en toda la noche!
–Está bien, está bien. –El silencio se estanca
por unos segundos en los que él se divierte balanceándose de nuevo en el
columpio y esta vez de forma más seria. El sonido de las cadenas es chirriante
pero tiene un regusto de infancia exquisito. Me transporta a las tardes en las
que mi madre me acompañaba al parque cerca de mi casa. El olor a tierra mojada
es similar y la expresión de felicidad en el rostro de Jimin pudo ser un día la
mía. Mi memoria no alcanza a tanto.
–¡Hyung! Empújame. –Me pide con una radiante
sonrisa en su rostro y me levanto pero titubeo unos segundos temiendo por su
temerario comportamiento.
–¿No estás muy gordo para esto? Las cadenas no
van a aguantar tanto peso. –Sus pies no parecen querer detenerse y ante su
incesante necesidad de columpiarse me acerco a su parte trasera y empujo el
columpio cada vez que el péndulo regresa a mi posición. Su risa no se detiene y
en algunos momentos río yo también con él. Es fantástico verle feliz y me hace
pensar que tal vez no sea tan difícil convivir a su lado, al menos, hasta que
consiga suficiente dinero como para alquilarme un piso para mí.
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