ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 6

 CAPÍTULO 6


Jimin POV:

 

Atribuyéndole razón a las palabras del señor Min, Yoongi no aparecía con frecuencia por casa. Las únicas veces que fui consciente de su presencia fueron algunas noches a altas horas de la mañana cuando regresaba a casa y entraba en su cuarto. A lo contrario de lo que pensé no es un chico escandaloso ni irrespetuoso y comprendiendo que el resto de las personas están durmiendo se acuesta con cuidado en la cama y su único signo de que sigue con vida es un pequeño quejido más propio de ancianos que de jóvenes como nosotros al sentarse. Un suspiro mientras se arropa con las sábanas y ni siquiera unos sutiles ronquidos. Nada.

De igual forma al levantar. Lo hace mucho más temprano que yo puesto que yo no tengo obligaciones hasta las cuatro de la tarde y él se pasa el día en el taller. Algunos días he oído su despertar y abro los ojos con él para escuchar tras la pared algunos quejidos sutiles, casi imperceptibles pero sin duda graciosos. Sonrío junto con ellos a veces e incluso agudizo el oído para divertirme aún más. No parece que tenga buen despertar y eso me asusta pero al mismo tiempo me crea curiosidad. A paso lento le oigo ponerse algo de ropa y el sonido de sus pisadas cambia cuando se pone los zapatos. Ahora son más firmes, seguros y evidentes. Sale del cuarto seguramente para bajar a la cocina y desayunar. O al menos eso creía hasta que escuché el sonido de la puerta y bajé para comprobar que nada había comido pues no había ensuciado nada.

Hablando con su padre en los momentos en los que el señor Min estaba en casa pude comprender la rutina de Yoongi. Trabajaba desde por la mañana hasta por la tarde con una hora para comer. No especificó qué hacía exactamente en su trabajo por lo que comprendí que ni él mismo estaba seguro de a qué se dedicaba su propio hijo. No le di yo tampoco la mayor importancia pero sí al hecho de que terminase de trabajar a las diez. Resultó extraño escuchar aquello dado que le daba tiempo a llegar a casa y cenar con nosotros. Cada día salía de fiesta y cada día llegaba a las tantas tan solo porque su rutina se lo exigía. Su cuerpo y su mente se habían adecuado a ese inquebrantable hábito lejos de su familia y un techo donde refugiarse.

Durante los días de diario la convivencia con Yoongi fue inexistente pero cuando llega el domingo, él no trabaja.

El sol alumbra mi rostro a través de las rendijas de las negras persianas. El sonido del ruido exterior me indica que he dormido suficiente y me incorporo estirando mis brazos al aire. Oigo ya a mi madre abajo y animado me incorporo con el recuerdo de que no debo ir a la facultad. Sonrío ante la idea de un día libre y salto de la cama animado. De mi armario saco algo de ropa de calle y salgo de mi cuarto caminado por el pasillo hasta la planta inferior. Cuando llego mi madre me silencia con uno de sus dedos sobre sus labios indicándome que soy demasiado escandaloso con mi actitud. Frunzo el ceño y ella me explica.

–Yoongi sigue durmiendo. –Comienza a susurrar aprovechando que el señor Min no está en casa–. Dios sabe a qué hora llego ese muchacho anoche. Estoy por apostar que fue después de las seis de la mañana.

–No sé, mamá.

–¿No te molesta cuando llega?

–No, mamá. –Me siento en la mesa de la cocina mientras ella me sirve un tazón con leche y me acerca la caja de cereales de chocolate. Rápido comienzo a desayunar.

–¿No conocerás a alguno de sus amigos, no? Nah, mi querido hijo es mucho mejor que esa panda de casquivanos.

–Claro mamá. –Digo con la boca llena pero ella me mira enfadada por mi mala educación. Rápido bajo la cabeza avergonzado y sigo comiendo en silencio hasta que veo en sus ojos ese recelo propio de una madre preocupada cuando un cuerpo pasa por mi lado y se sienta delante de mí en la mesa. No me había fijado hasta ese momento en que el color blanco de la mesa y el mármol de las paredes hacen juego con su piel lechosa. Por el contrario sus oscuros ojos me miran cansados y derrotados. El sueño le puede y su educación se desvanece al instante.

–Buenos días. –Le digo con una sonrisa a lo que él contesta con un mugido y un asentimiento de cabeza mientras apoya esta en su mano sobre la mesa. Cierra sus ojos y respira profundamente. Mi madre no dice nada y recoge su bolso de la encimera y se coloca la chaqueta con intención de marcharse. Ella habla antes de que le pregunte.

–Voy al mercado Jimin, vuelvo en una hora. Cuídate. –Pasa por el lado de Yoongi y se marcha sin decir nada más. Yo la veo marcharse y cuando oigo el sonido de la puerta me giro a Yoongi para ver sus ojos cerrados y su expresión cansada.

–¿A qué hora llegaste anoche? –Le pregunto más como un gesto de curiosidad que de recriminación pero mis palabras deben sonarle demasiado incriminatorias y abre sus ojos para mirarme con inquina. Rápido recuerdo que nos hemos quedado a solas en toda la casa y me siento débil y desprotegido. Pequeño e insignificante. Trago saliva y me llevo una cucharada de leche a los labios.

–¿Eres mi padre? –Pregunta como respuesta.

–¿De serlo me contestarías? –Pregunto divertido a lo que consigo un resoplido como respuesta. Rápido me avergüenzo de mi mala educación y me incorporo en mi asiento para dirigirme a la encimera y coger la jarra de leche de la nevera. Él está de espaldas a mí pero aun así le hablo esperando que me conteste–. ¿Un vaso de leche? ¿Unas galletas? –Pregunto.

–No.

–¿Tal vez un café? ¿O un té? Es bueno que tomes algo caliente, ya se acerca el frío y…

–No. –Su respuesta me enmudece y pienso en algo más para ofrecerle. De espaldas a mí puedo mirarle sin sentirme pudoroso y puedo ver su pelo oscuro y descuidado, revuelto y desaliñado. Sus ropas amplias y algo viejas dejan entrever uno de sus hombros pálido y brillante con la luz de los halógenos y sus piernas, delgadas y escuálidas enfundadas en un pantalón donde le sobra tela. Sus pies se mueven despacio en el suelo y su mano apoyada en su mejilla oculta la mitad de su rostro.

–¿No quieres desayunar? –Niega con el rostro sujeto en su mano.

–Yo no desayuno. –Me encojo de hombros ante su respuesta y me siento de nuevo en mi sitio terminando de desayunar. Al principio sus ojos están cerrados pero con el paso de los segundos se divierte más mirando como yo desayuno. No es algo que me incomode e incluso de vez en cuando sonrío ante su atenta mirada hasta que en un momento una gota de leche recorre mis labios hasta escurrirse por una de mis comisuras. Rápido paso mi lengua por ellas limpiándome sin necesidad de usar una servilleta. Sus ojos están atentos a cada uno de mis movimientos y en ese gesto él alza una de sus cejas confundiéndome. Aburrido del silencio comienzo una conversación.

–No quería molestarte cuando te pregunté por la hora. Lo siento. –Se encoge de hombros y suspira–. Solo es que mi madre estaba preocupada, solo es eso. –No obtengo respuesta alguna.

–¿Qué hora es? –Pregunta y rápido miro el reloj en la pared de la cocina donde él mira también completamente absorto de la existencia de ese reloj como es normal pues apenas se ha habituado a este hogar.

–Las diez y media. –Digo y asiente retornando a su postura anterior–. Te ves cansado. ¿Has descansado bien? –Se encoge de hombros de nuevo.

–He dormido poco. –Mira el reloj de nuevo–. Cuatro horas.

–¿Y eso? –Me mira receloso, temiendo que le pregunte por curiosidad más que por preocupación.

–Podía no haber aparecido por aquí y haber pasado la noche fuera pero no me convenía.

–¿Por qué no?

–Yo tengo una norma.

–¿Qué norma?

–No quedarme a dormir nunca con una persona con la que acabo de tener sexo. –Me atraganto con la leche y cubro mis labios con una servilleta mientras toso.

–Vaya… –Digo sin más una vez he recobrado la compostura.

–Puedo tener sexo durante toda la noche pero no acepto dormir con nadie. Eso es una pérdida de tiempo. –Me mira sonriendo, intentando asustarme y eso me hace dudar de la veracidad de sus palabras. Siento que tan solo quiere reírse de mí.

–El sexo por el sexo es la verdadera pérdida de tiempo. –Digo indiferente y él ríe por la nariz escéptico de mis palabras.

–El sexo por el sexo es el verdadero placer. El arte por el arte, muchacho.

–El sexo no es arte. –Digo frunciendo el ceño y enfadado conmigo mismo por el involuntario rubor en mis mejillas a causa del tema de conversación.

–La música es arte, la pintura es arte, el baile es arte, el sexo es el mejor refugio del hombre para sus penas y la máxima expresión del placer humano.

El sexo sin amor solo alivia el abismo que existe entre dos seres humanos de forma momentánea. Erich Fromm. –Digo sintiéndome superior.

Todo desprecio de la vida sexual es un crimen contra la vida. Nietzsche.

Sus ojos me miran intensamente y sus palabras me han cortado la lengua. Quiero responderle con algo mucho mejor que eso pero antes de tener la oportunidad se levanta, palmea débilmente mi cabeza y se marcha convencido de que no solo ha ganado la discusión, sino de que me ganará en todo lo que se proponga. Suspiro amargamente y miro mi tazón vacío y en él veo sus palabras bailando sobre los resquicios de leche achocolatada. 

 

 




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