ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 5

 CAPÍTULO 5


Jimin POV:

 

Los días transcurrieron y fui afortunado al no estar presente en el momento en que informaron a Yoongi de la descabellada idea, en mi opinión algo estúpida, de crear una extraña convivencia los cuatro en nuestra casa. Para empezar me agradó el hecho de que me dijesen que Yoongi no iba a estar mucho por casa dado que yo hago mi vida en ella excepto las horas en las que estoy en la facultad y no me hubiera gustado nada en absoluto tener que lidiar con él el resto de las horas del día. También me gustó que no compartiésemos cuarto dado que mi madre es demasiado austera como para haber propuesto dormir juntos para no tener que preparar un segundo dormitorio. En este caso es mucho mejor a pesar de que los cuartos sean contiguos y ya me he imaginado incluso el caso en que Yoongi se trajese a esa chica con la que estaba y entiendo es su novia, y realicen el acto sexual en una cama pegada a la mía y de la que tan solo nos separa un débil y endeble muro de ladrillo. Solo pensarlo me entra escalofríos y más aún imaginar tener que mirarle a la mañana siguiente.

A pesar de todo lo bueno que he mencionado anteriormente me saltan dudas a la mente como la idea de saber quién será el primero en blasfemar por Dios acerca del comportamiento de Yoongi y quien se irá primero si ellos por educación o nosotros por incapacidad para aguantar la convivencia. Mis dudas se deberán resolver rápido porque hoy es miércoles y los Min se instalarán de inmediato, solo me falta esperar unos minutos a que lleguen y compartamos un techo del que estoy receloso pues soy el hombre de la casa y mi puesto será sustituido por un hombre lejos de la familia y un chiquillo irresponsable, rebelde, maleducado y lo peor de todo: Ateo.

El sonido del reloj es lo más horroroso que he escuchado jamás y su monótona y aburrida imagen le hace justicia pues lo miro fijamente como si fuese la cosa más interesante del mundo. La televisión apagada y la casa en silencio no ayudan a aflorar mis pensamientos y lo único que pasa frente a mi rostro sin permiso alguno es la estúpida y sádica sonrisa de Yoongi frente a mí en la mesa y sus crueles palabras dirigidas a mí, a mi madre y a mi humilde religión. Antes de darme cuenta de nada ya está mi madre sentada a mi lado en el sofá y coge mi mano entre las suyas para acariciarla y hacerme desesperar de la ensoñación en la que me encontraba.

–Hijo mío. ¿Te encuentras bien, mi amor? –Su sonrisa no desaparece en ningún momento a pesar de que está preocupada por mi estado. Solo intenta animarme.

–Sí, mamá. Estoy bien. Solo un poco preocupado.

–¿Por qué, mi vida? –Sabe perfectamente el por qué de mi preocupación y de seguro a ella le atenazan las mismas incertidumbres.

–¿Y si no sale bien? –Con esto es suficiente.

–Todos daremos nuestro mejor esfuerzo y ya verás cómo será maravilloso. –Mira por la ventana y frunce los labios. Fuera ya está todo a oscuras y hoy el señor Min hablaba con una inmobiliaria para poner su piso en alquiler. Deben estar a punto de llegar.

–¿Yoongi hyung se portará bien conmigo? –Pregunto miedoso.

–¡Claro que si, pequeño! En cuanto te conozca ya verás que os hacéis buenos amigos.

–¿Qué dijo cuando le disteis la noticia? ¿Qué te ha contado el señor Min? –El rostro de mi madre entristece rápidamente decepcionada y preocupada por proporcionarme una respuesta. No quiere hacerlo pero ella no me negará la verdad.

–Se enfadó mucho diciendo que él no tenía que venir aquí. Que se quedaría en casa de alguno de sus amigos a dormir.

–¿No dormirá aquí? –Digo casi esperanzado.

–Claro que lo hará. Su padre no le dejará irse con ninguno de esos amigos peligrosos que tiene. Ni hablar. ¿Dónde va a estar mejor que con nosotros? Le cuidaremos como a uno más y se sentirá encantado, ya verás.

–Pero mamá… –El timbre suena sacándome de la conversación y rápido todo mi cuerpo se tensa haciéndome levantarme de inmediato. Este gesto lo toma como iniciativa personal y consciente de ir a abrir la puerta cuando en realidad lo que quiero es correr a refugiarme a mi cuarto. Sin querer decepcionarla me acerco a la puerta y juraría poder escuchar el mal genio de Yoongi hyung a través de la madera y tembloroso agarro el pomo y lo giro descubriendo detrás la imagen del odio encarnado en un humano tremendamente intimidante. Me escondo detrás de la puerta sin darme cuenta mientras la abro y dejo a pasar a ambos dos nuevos huéspedes de mi hogar.

El señor Min es el primero en entrar arrastrando dos maletas con sus manos y en cada maleta, sobre la parte superior de cada una, una bolsa de viaje al parecer repleta de ropa y calzado, el cordón de un zapato sobresale por el borde de la cremallera cerrada. Yoongi entra después y al cerrar la puerta diviso en sus manos una maleta y una pequeña mochila negra a su espalda con una pequeña chapita del grupo ACDC pinchada en el bolsillo de esta. Sobre el cuerpo de Yoongi está la misma ropa con la que se presentó aquí hace semana y media excepto por la gorra negra en su rostro que a falta de sol para protegerse, sirve de buen grado a ocultar sus ojos que probablemente tema descubrir. Está enfadado y tenso por el ambiente y puedo sentirlo en cada pequeña parte de su cuerpo.

–Bienvenidos a vuestra casa. –Dice mi madre mientras abraza al señor Min y mientras ellos se distancian yo me giro con intención de marcharme a mi cuarto pero mi madre me detiene con su voz–. Hijo, ve y enséñale a Yoongi su cuarto. –Me giro en las escaleras y los miro a todos sintiendo cosquillas en toda mi columna. Asintiendo y resignado, YoonGi me sigue y ambos subimos a la planta superior caminando por el pasillo hasta detenerme en una de las puertas. Allí le espero paciente y se acerca con el sonido de las ruedas persiguiéndole. Una vez está a mi altura y sin entablar una palabra abro la puerta de su cuarto dejándole espacio para que pase él primero pero no lo hace aún y se queda mirando el interior juzgando hasta el más mínimo detalle. Recorre con su vista desde las sábanas granate de la cama hasta el imperceptible polvo del resto de los muebles. Suspira y entra dentro tal vez decepcionado con las vistas.

–Este es tu cuarto. –Le digo mientras yo me quedo fuera y él divisa mejor su nuevo cuarto desde el interior–. El mío es este de aquí al lado, si necesitas cualquier cosa o si quieres… –No me deja hablar más porque nada más soltar la maleta de su mano se acerca a la puerta y la cierra con un portazo delante de mis narices. Tengo que retirarme para que no me golpee y solo el rudo sonido de su gesto me acelera el corazón, no solo por su agresividad para conmigo sino también por su mala educación y su irrespetuosidad hacia la persona que le está cediendo su techo. Suspiro cargándome de paciencia y me encamino a mi cuarto donde me refugio encantado. Sin cerrar la puerta me siento en la cama y miro a todas partes buscando la sobriedad para soportar los días futuros que nos esperan. Me muerdo el labio, junto mis manos y antes de decidirme a salir mi madre entra llamando un par de veces y descorre la puerta mostrando su angelical rostro tras ella. Solo verla me hace sonreír y sus palabras son como un cálido contacto a mi alma aunque sean insignificantes.

–Es tarde, hijo. Ve a dormir ya, yo ayudaré al señor Min a instalarse y Yoongi hará lo suyo. –Me sonríe y yo asiento mientras me incorporo y comienzo a desvestirme cuando ella se ha ido ya. Me quedo en ropa interior y busco entre mis pijamas mi favorito con dibujos de ositos. No es sino el tacto de la tela lo que me resulta agradable a pesar de que los rostros de estos adorables ositos se vean tan sonrientes. Tras doblar la ropa que he usado y abrir la cama, enchufo en un interruptor cercano a la cama una pequeña luz que uso cada noche para no mantenerme a oscuras. Suspiro y me arrodillo al pie de la cama juntando mis manos sobre el colchón. El silencio ya no es tan agradable como cada noche porque mi madre debe estar manteniendo una conversación con el señor Min y se oye jaleo en el armario de la habitación contigua. Suspiro amargamente y comienzo con mis oraciones.

–Señor, gracias por proporcionarnos la compañía de Yoongi hyung y del señor Min en nuestro hogar. Ni cuando papá estaba en casa se sentía tanto alboroto. –Me río yo solo de mis palabras–. Perdona mi poca paciencia y líbrame de este miedo que me atenaza. Señor, tengo miedo de que Yoongi dificulte las cosas y de que el señor Min haga daño a mi madre igual que lo hizo mi padre, yo…

–Mi padre es un buen hombre. –Dice una voz a mi espalda y doy un respingo por su inoportuna presencia en mi cuarto. Su hombro, apoyado en mi umbral y su rostro confuso y contraído por mi comportamiento le dan un aire altivo que me exaspera. Quiero enfadarme pero antes de que diga nada él se me adelanta–. Estaba esto en el armario. Supongo que es tuyo. –En sus manos trae unas cuantas prendas de verano que guardo en ese armario. Rápido me incorporo y las cojo algo disgustado.

–Siento no haberlas retirado. Se me olvidó. –Me giro para guardarlas en mi propio armario pero al volverme hacia la puerta él sigue ahí plantado, mirándome de arriba abajo con una naciente sonrisa en su demacrado rostro. Se ve cansado pero sonríe ya sin ocultar su desvergüenza–. ¿Qué miras? –Le pregunto no queriendo sonar violento.

–¿Qué diablos llevas puesto? –Me miro a mi mismo.

–Es mi pijama. ¿Qué problema hay? –Sonríe aún más fuerte y está a punto de estallar en la risa.

–Te ves incluso peor que con ese jersey de pelo. –Se cruza de brazos e ignorando sus palabras regreso al borde de la cama y me arrodillo ahí para seguir con mis oraciones en silencio lo cual resulta imposible pues él sigue ahí parado, mirándome mientras yo suspiro en alto–. ¿Qué haces? ¿Rezando?

–Hum. –Asiento. Él resopla y parece decepcionado.

–¿Quieres un consejo? No le cuentes a Dios tus pecados, vaya a ser que alguien te oiga y se aproveche de ellos. –Sin más se gira y se marcha. Yo, sin apartar la vista de mis manos unidas suspiro y dejo escapar el aire tranquilo. Por un momento he sentido que no podía respirar.

 

 

 


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