ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 4

 CAPÍTULO 4


Jimin POV:

 

Una desagradable semana transcurre después de la cena tan catastrófica que a mi madre se le ocurrió hacer. El Señor Min, como cada sábado ha regresado para cenar con nosotros y conversar. Su compañía es tan agradable y placentera que es incluso gracioso que su hijo sea completamente diferente a él. Un par de velas adornan la velada sobre la mesa y mi madre a su lado entrelaza sus dedos con él pues ya no hay comida de por medio para devorar. Estamos en ese extraño periodo después de los postres en donde ambos se ponen cariñosos y yo me siento incómodo pero hoy parece que la conversación ha tomado un rumbo algo más sereno y puedo participar en ella. Yoongi es básicamente el tema de conversación.

–¿Fue mi culpa, mamá? –Digo haciendo que ambos se compadezcan de mi ternura y el señor Min niega con la cabeza decepcionado con el comportamiento de su hijo pero más aún de su hijo en general.

–Él es así, no se le puede pedir que haga un esfuerzo en lo que no le gusta. Siempre ha sido así, con los estudios, con todo…

–¿Qué pasó con los estudios?

–Su madre murió cuando él estaba en su último año de escuela, antes de empezar la universidad. Yo sé que no me apoyé en él y rápido se refugió en sí mismo y en sus cosas. Dejó la escuela y comenzó a tunear coches y motos. En el trabajo conoció a más amigos que nunca me han gustado para él y ahora le veo un par de veces a la semana a pesar de que sigue viviendo conmigo.

–Seguro que no fue fácil para él.

–No lo fue para nadie. –El señor Min niega con la cabeza mientras remueve el café con la pequeña cucharilla en su mano como quien remueve sus recuerdos dentro de su mente–. Si al menos ayudase con el dinero que consigue trabajando, pero no, todo se lo gasta para sus cosas. –Se encoge de hombros.

–¿Qué cosas?

–Ya quisiera yo saber. Siempre que no está trabajando está en un garaje de coches de lujo a las afueras hacia el norte. Allí se reúne con sus amigos y miedo me da pensar qué deben hacer ahí. Casi que prefiero no saberlo.

–¿Bebe alcohol con frecuencia? –Pregunto curioso.

–Sí. Casi todos los días cuando termina su trabajo sale con alguno de sus amigos a beber cerveza, pero los fines de semana más. Todos los días llega muy tarde a casa. Suele estar con un tal Jeon. –Niega con la cabeza–. No sé.

Miro a todas partes en un extraño silencio y mi madre acaricia la mano del señor Min mientras ella le pregunta algo con los ojos y él asiente.

–Jimin, mi amor, queríamos contarte algo.

–¿Sí, mamá?

–Como sabrás, el señor Min está teniendo problemas económicos porque con la pensión de su esposa y su trabajo no puede mantener bien su casa y estábamos pensando que vivirán mejor si se mudasen aquí. ¿Qué te parece?

–Mamá, –le dijo sincero–, todo lo que tú creas está bien y estaré encantado de recibirles en el hogar. –Mi madre sonríe por mis palabras aunque tras ellas se podía denotar claramente que el miedo me domina ante la idea de compartir techo con el desagradable esperpento que se presentó en casa la semana pasada.

–Me hace muy feliz que me digas esto, mi vida. –Estrecha mi mano con fuerza–. Pasarán aquí unos días, a partir de la semana que viene. Solo como prueba para ver qué tal la convivencia.

–¿Yoongi dormirá en mi cuarto?

–No, en el de invitados pero compartiréis cuarto de baño. ¿Sí?

–Claro mamá. Es genial. Haré mi mejor esfuerzo para que todo salga bien. Lo prometo. –Sonrío ampliamente sacándoles a ellos dos otra sonrisa y mi madre me suelta la mano para unirla con la del señor Min.

–Dios me ha bendecido con el mejor niño del mundo, ¿cierto? –El señor Min asiente–. Es tan buen hijo que me va a bajar la basura, ¿verdad? –Rápido sonríe y yo hago un puchero desganado pero como la alternativa es fregar los platos asiento y me levanto abrazando a mi madre por el camino por su dulce manera de ordenarme una de las peores tareas. Me pongo los zapatos y cojo la bolsa cuyo olor es mucho más desagradable de lo que pensé y salgo con ella de casa alejándola de mi cuerpo.

Una vez estoy en la calle rápido me arrepiento de no haber cogido algo más de ropa por el gélido viento que sopla. Este hace que las hojas caídas en el suelo se revuelvan furiosas y amenazantes topándose con mis pies por el camino. También el viento transporta polvo que se cuela en mis ojos dañándome por lo que los entrecierro caminando a toda prisa la calle abajo hasta llegar al contenedor de basura. No es tarde y aún hay personas en las aceras pero no me gusta estar fuera a estas horas por lo que nada más tiro la basura meto mis manos en mis vaqueros comprobando que he cogido las llaves y me giro para correr de nuevo a casa.

Mientras yo camino recto una pareja cruza una esquina y comienzan a caminar en dirección contraria a la que yo voy e inevitablemente nos cruzaremos pero no es hasta que no alzo la mirada que puedo distinguir en ella al hombre de pelo oscuro, rasgos delicados y piel blanquecina que apenas se fija en mi presencia pues creo que no soy testigo de su mirada. Con uno de sus brazos rodea los hombros con posesividad de una mujer. Lo hace aún más cuando me paro delante de ellos y muestro mi más sincera sonrisa convencido de que ellos me la devolverán.

–¡Hola hyung! –Digo y como si esquivase una mierda canina en medio de la acera me sortea haciendo como si nada y la una certeza que tengo de que no me he vuelto invisible es la mirada de esa chica que me escruta desde su espalda curiosa por mi reacción y confusa por la de Yoongi. A los segundos cuando les veo marchar y el pelo largo y oscuro de la chica baila rozando su trasero me siento completamente pequeño e idiota. Avergonzado y humillado por su indiferencia. Acongojado y con un extraño nudo en la garganta salgo corriendo y regreso a casa mucho más rápido de lo que he tardado en salir. Una vez arriba entro y comienzo a patalear muerto de frío. Mi madre me llama la atención.

–Pero hijo, ¿cómo sales así? Déjame que te prepare un té caliente. –Mi madre se acerca a mí para palpar mis mejillas y rápido entra en la cocina nerviosa y como si un instinto maternal mucho más fuerte que el mismísimo Dios la dominara, me prepara un té negro.

–Señor Min. –Le digo al hombre mientras me siento frente a él en la mesa–. ¿Sabe? Acabo de ver a su hijo. O al menos eso creo. No me ha saludado. –Él asiente asegurándome que es su hijo como si mis palabras no le sonasen extrañas.

–Él es así, tendrás que perdonarle. –Se encoge de hombros mientras mi madre regresa al salón con mi bebida y me la extiende. Rodeo la taza con mis manos y conduzco el calor de ella por todo mi cuerpo.

–¿Será así cuando vivamos todos aquí? –Mi madre no contesta básicamente porque no quiere inmiscuirse pero el señor Min si lo hace y no con una voz agradable.

–Me temo que habrá días en los que ni siquiera pase por casa. Entre el trabajo y sus amigos el treinta por ciento de las noches no duerme en casa siquiera. Así que no te preocupes mucho por la convivencia.

–Vaya…

–Si quieres un consejo lo mejor es ignorarle. Punto.

–Mi hijo es a veces demasiado bueno. –Dice mi madre–. Seguro que no va a poder evitar serlo con él también–. Asiento a sus palabras.

–¿Él sabe ya que viviremos juntos? –Su padre niega con la cabeza y solo eso me pone los pelos de punta. Desconozco completamente el carácter agresivo que pueda llegar a tener pero no estoy seguro de que su reacción sea la mejor cuando se entere de ello. Solo rezo por no estar yo delante llegado el momento.

 

 

 


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