ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 17
CAPÍTULO 17
Jimin POV:
Despierto pasado el medio día con todo mi
cuerpo cansado y dolorido. Siento que no he descansado lo suficiente y por ello
me giro acariciando las sábanas sobre mi cuerpo. Sonrío recordando que no tengo
que ir a la universidad y sin embargo me levanto de golpe incorporándome para
alcanzar el móvil en la mesilla. En él no hay nada nuevo ni ningún mensaje que
me requiera pero el dedo de Jeon sobre sus labios rebelándome el secreto más escalofriante
al que me he enfrentado, me pone los pelos de punta.
Rápido me tiendo de nuevo sobre el colchón con
mi mano sujetando fuertemente el móvil y respiro profundamente rezándole a Dios
que lo que ocurrió ayer no tuviera la menor importancia y no se le pasase a
Jeon por la cabeza venir a buscarme. Pero soy un hombre precavido y antes de
darme cuenta ya me pongo a fantasear con la posibilidad de que eso ocurra y de
la pertinente excusa que le daría a mi madre en el caso de que eso ocurriera
porque de decirle la verdad, no me dejaría ir ni por asomo. Pero, ¿yo quiero
ir? Un sentimiento de curiosidad mucho más fuerte que yo, me empuja hacerlo. El
sentimiento de aventura tan desconocido para mi es mucho más tentador que una
deliciosa y roja manzana en mis manos.
–¡Jimin! –Oigo la voz de mi madre y rápido me
levanto y recojo la ropa sucia que me puse ayer para bajarla conmigo–. ¡El
desayuno!
–¡Ya voy! –Grito.
A medida que desciendo puedo ver como a
diferencia de otros días, está colocando mi tazón de leche con la caja de
cereales en la mesa del salón y no en la de la cocina. Tal vez por la presencia
del señor Min en el salón y por cortesía, quiera que comparta el rato con él.
Yo sin embargo me conduzco a la cocina primero para echar en el cesto de la
ropa sucia las prendas en mis brazos. Me siento en la mesa del salón donde el
señor Min sujeta un periódico que oculta su rostro pero no su canoso pelo. Yo
veo sus manos en las páginas y como estas sujetan el papel con firmeza. Tras
sentarme frente a él, es decir, frente a la sección de economía que me saluda
con una hermosa queja por la subida de impuestos, mamá se sienta a su lado y me
mira mientras sujeta un vaso de agua.
–Es muy tarde, Jimin. ¿Has dormido mal? –Niego
con la cabeza mientras veo que ellos ya han comido y en la cocina hay varios
platos sucios.
–He dormido bien pero estoy muy cansado. –Digo
bajando los hombros como expresión de derrota mientras hecho sobre la leche
unos cuantos cereales de chocolate.
–¿Qué tal ayer el día con Yoongi? Me tuviste
preocupada, llegasteis tarde. –Asiento un poco decepcionado.
–Había mucho trabajo que hacer. –El señor Min
suelta una risita y yo frunzo el ceño sin poder ver su expresión, oculta por el
periódico.
–¿Qué hicisteis, amor?
–Estuvimos todo el día en su taller, me dejó
pintar un coche, le ayudé a decorar una bicicleta para una chica, le ayudé con
los clientes. ¡Incluso estuvo un amigo suyo con nosotros en la hora de la
comida y nos trajo pollo frito!
–¿Te lo pasaste bien, entonces? –Pregunta mi
madre como si hubiese pasado el día en un parque de atracciones en vez de estar
trabajando.
–Sí, mamá. Me encanta estar con Yoongi. Es un
poco serio pero muy trabajador, muy profesional y le encanta lo que hace
porque…
–Anda, muchacho. –Me corta el señor Min–. No
alabes tanto a mi hijo para agradarme, ya se yo como es y con quien se junta.
–¿Hum? –Frunzo el ceño un poco confuso.
–Seguro que se ha pasado la mañana haciendo el
vago y ha trabajado “algo” para sorprenderte pero, dime la verdad, ¿a que
habéis terminado a las nueve y os habéis ido por ahí? ¿Eh? –Rápido niego con el
rostro mezclando la confusión y la decepción.
–No, no. Nada de eso. Hemos trabajado mucho.
–Cariño, –me dice mi madre condescendiente–, tú
no has trabajado nunca, no te ha hecho falta. No sabes qué es eso. –Suspiro
removiendo los cereales en la leche sintiendo como un extraño nudo se forma en
mi estómago a pesar del hambre con el que me he levantado. Mi madre, dada por
finalizada la conversación, se levanta con su vaso de agua y se dirige a mirar
la ropa sucia que he echado en el cubo. Rápido exclama–. ¡Por el amor de Dios,
hijo! Te has puesto la ropa perdida.
–Solo es ropa vieja, mamá. Y no es pintura,
solo polvo y suciedad. –Ella chasquea la lengua negando con la cabeza.
–Seguro que lo tiene todo tirado y perdido por
ahí. –Dice el señor Min y rápido tengo que morder mi lengua sintiendo una ira
desconocida en mí hasta entonces. Suspiro resignado a su comportamiento y miro
la leche ya chocolateada.
–Mamá. –Digo y ella me mira desde la cocina–. A
lo mejor hoy salgo con unos amigos de la facultad. –Ella rápido posa sus ojos
en mí.
–¿De veras? –Pregunta entusiasmada–. ¿Para
estudiar?
–Sí, mamá. Se acercan los exámenes y unos
cuantos compañeros me han pedido que les ayude en Derecho Constitucional. Así
me servirá para repasar a mí también.
–Eso está muy bien hijo, seguro que así
conseguís unos mejores resultados. –Suspiro aliviado y termino mi desayuno un
poco acongojado. Es la primera vez que miento a mi madre. El señor Min
desciende el periódico y lo cierra mostrándome una sincera y triste sonrisa. Yo
le miro expectante a sus desgraciadas palabras.
–No te dejes influenciar demasiado por mi hijo.
No es un buen chico. –Niega con el rostro y yo me pregunto, ¿cómo un padre
puede decir eso de su propio hijo?
...
Muerdo mis labios tembloroso. Mi madre ya me ha
preguntado por dos veces a qué hora he quedado y no he sabido darle una
respuesta clara, ni yo mismo estoy tranquilo y aunque delante de mí está el
temario de Derecho Constitucional para aprovechar el tiempo ante la
incertidumbre, los nervios no me abandonan. Está haciéndose de noche y esto no
hace sino excitarme aun más e incluso llego a pensar que se han olvidado de mí.
Por una parte me alegra pero llevarme los nervios por nada, me hace sentir
completamente idiota. Incluso estoy mirando cada cinco minutos el móvil en
busca del mensaje de algún desconocido. Es en el momento en que menos atención
le presto, dentro de la ansiedad del momento, que suena y me lanzo a él como si
temiese que se me saliese el corazón por la boca. Rápido un número desconocido
aparece tras un mensaje un tanto ambiguo.
A las nueve y media en frente de tu casa.
No dice quién es y debo entenderlo por el
contexto de nuestra conversación de ayer, no dice quienes viene a buscarme,
cómo viene o si quiera, a dónde vamos. Nada. Aun así miro el reloj y tengo el
tiempo exacto para ducharme, arreglarme y prepara una mochila donde lleve mis
supuestos libros.
Tras todo esto me miro en el espejo y me veo
decepcionado con la ropa que he escogido. Camisa blanca, pantalones negros y un
abrigo negro largo. Me veo demasiado elegante para lo que se supone que es una
reunión de estudio y no una de amigos. Suspiro y me abrocho los botones
asomándome a la ventana no viendo más que tres coches aparcados en la acera que
entiendo están ahí estacionados. Es la hora, al fin y al cabo y tras echarme
dos gotas de perfume y enfundarme unos zapatos negros de charol, me peino el
pelo recién secado con mis dedos surcando mi cuerpo cabelludo y bajo hasta el
salón donde mi madre y el señor Min mantienen una agradable conversación. Yo
intento pasar desapercibido despidiéndome como hago normalmente y tras coger
las llaves de casa, salgo por la puerta cerrando detrás de mí.
Suspiro mientras bajo por las escaleras
sintiendo el endeble peso de un solo libro a mi espalda. Acelerando el paso y
mirando cada dos por tres la pantalla del móvil esperando por algún mensaje
llego abajo donde salgo al frío viento del atardecer y nadie hay esperándome.
Comienzo a cavilar receloso, pensando que tal vez me han dado de lado y solo
era una broma para reírse de mí. Tal vez hayan tenido un accidente y no hayan
podido llegar. Una voz interrumpe mis pensamientos.
–¡Mofletes! –Gritan y yo doy un respingo
asustado mirando a todas partes hasta detener la mirada en un hombre que sale
de uno de los coches aparcados frente a mi puerta. Rápido mi rostro debe
cambiar de la incredulidad y la curiosidad por la providencia de la voz a la
absoluta sorpresa al verle caminar a grandes zancadas hasta mí y pasar uno de
sus brazos por mis hombros y caminar conmigo hasta el coche. Allí, me adentro
en los asientos traseros y él me acompaña solo por cortesía, ya que le he visto
salir de los asientos delanteros. En el lugar del conductor, un chico me mira
por el retrovisor con una expresión algo perdida pero tras que yo le saludo
educadamente con un movimiento de cabeza y una leve sonrisa, él explaya todo un
seguimiento de dientes en un marco cuadrado.
–¡Hola! –Saluda el chico que he debido de ver
antes porque su rostro se me antoja familiar–. Soy Taehyung. –Asiento.
–Yo Jimin. Encantado. –Jeon se acomoda a mi
lado y tras ponerse el cinturón como he hecho yo, vuelve a pasar su brazo por
mi hombro incomodándome un poco, pero no digo nada.
–Es uno de los que estaban aquél día en el
almacén de NamJoon. –Aclara de repente mis dudas y asiento mientras veo como
Taehyung suelta el freno de mano y arranca el coche sacándonos lejos. Yo casi
que lo agradezco porque a medida que me alejo de casa se siente mucho mejor–.
Si no recuerdo mal, vosotros sois de la misma edad.
Yo miro hacia el retrovisor esperando que
Taehyung hable.
–¿Del noventa y cinco? –Asiento–. Somos los
hyungs aquí, Kook, así que pórtate bien o te castigaremos. –Le dice sacando la
lengua y Jeon pone los ojos en blanco mientras yo río de su desmesurada
confianza.
–¿Os conocéis desde hace mucho?
–Vamos a clase juntos. –Asiento comprendiendo–.
Aquí TaeTae no es bueno con los estudios y el destino de las normas académicas
nos ha unido. –Taehyung asiente y yo me acomodo más en el brazo de Jeon quien
me mira con disimulo y tras fruncir los labios me mira de nuevo esta vez mucho
más evidente hasta hacerme sentir incómodo–. ¿Ayudaste a mi hyung el otro día?
Espero que no le retrasases en el trabajo… –Le miro un poco confuso. ¿”Mi
hyung”?
–S–sí, sí. Le ayudé.
–Así me gusta. Ahora estará terminando su
jornada. Los sábados termina a media tarde.
–Hum.
–Mofletes. –Me llama la atención de nuevo y yo
le miro de reojo. No busca mi respuesta–. ¿Eres tú quien huele tan bien? –Se acerca
peligrosamente a mi cuello y yo me retiro lo suficiente como para que su mano
en mi hombro me impida hacerlo y me vea atrapado en su brazo–. Sí, hueles
maravillosamente bien. Mírale, que elegante. –Cotillea bajo mi abrigo abriendo
los primeros botones pero yo le impido continuar con una mirada un tanto
agresiva, demasiado para mi verdadera intención.
Dado que ha percatado en mi ropa como algo a
tener en cuenta me figuro que me he excedido en mi elegancia y les miro a
ellos. Jeon porta unos vaqueros negros rotos que dejan sobresalir
lujuriosamente gran parte de sus muslos y sus rodillas. Así sentado, parece que
va a reventarlos y sin embargo, me gusta. En la parte superior lleva la misma
chaqueta militar que le vi ayer y debajo, dado el gorro que sobresale por su
nuca, entiendo que lleva una sudadera. La ropa de nuestro conductor es algo más
excéntrica. Un jersey gris, probablemente tres tallas mayores que él y una
camisa negra debajo que se deja entrever por el cuello y las muñecas. Hay un
abrigo negro y blanco en el asiento del copiloto que entiendo es de él y en sus
piernas, unos vaqueros rotos, igual que mi acompañante.
–¿A–A donde va–vamos? –Pregunto mientras veo
que nos alejamos del tráfico del centro de la ciudad.
–Al negocio de Namjoon. Donde estuviste aquella
vez. ¿Te acuerdas? –Asiento y miro de reojo a Jeon que no me quita los ojos de
encima.
–¿Sabe hyung que vas a estar allí? –Niego
rápido con el rostro.
–Se enfadará contigo. –Le dice de repente serio
Taehyung y ambos le miramos con ojos bien abiertos.
–¡Nah! –Se despreocupa Jeon–. Conmigo no se
enfada. –El conductor se encoge de hombros completamente ajeno a la posible
discusión y yo miro por la ventana viendo como poco a poco las luces de los
edificios comienzan a tomar importancia en comparación con la poca luz que ya
queda del sol que se esconde paulatinamente hacia el oeste–. Además. Aquí
mofletitos es ya mayor para decidir por sí solo. ¿No? No te hemos secuestrado,
¿verdad? –Niego dándole la razón–. Si quieres irte a casa, puedes hacerlo,
¿verdad? –Asiento–. ¿Ves? –Le dice a Taehyung–. No se enfadará.
–Tú sabrás.
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