ABEL Y CAÍN (YoonMin) - Capítulo 11

 CAPÍTULO 11


YoonGi POV:

 

El sonido de las voces de Jimin con su madre me hace de eco para mis propios pensamientos. La copa de agua sobre mi mano se ve tremendamente inocente comparada con cualquier otra bebida a la que mi cuerpo está acostumbrado. Miro sus cuerpos detrás de los matices y brillos del agua y se ven incluso graciosos a pesar de que la conversación es prosaica y aburrida.

–Sabes que el color de tu pelo no es el problema. –Dice la señora Park hablando del pelo de Jimin, sin duda puedo apreciar en la forma de expresare ambos con tanta libertad, que este tema a ha surgido varias veces en sus vidas.

Es domingo por la noche y mi padre ha quedado con unos amigos abandonándome a mi suerte en esta cena de adultos pedestres, completamente irracionales y mi mejor amigo es el filete de pollo con tomate que la señora Park ha cocinado tan rápidamente que creo que aletea aun en mi plato. La luz es cálida pues han preferido prescindir de los halógenos en el techo para encender una lámpara alejada de la mesa lo cual es algo incómodo para comer. Tal vez se haya dado cuenta de que el filete no estaba bien cocinado y ha pretendido despistarme.

–Mamá, ¿otra vez? Sabes que así me gusta más. –Dice Jimin acariciándose el pelo y retirándose el flequillo de su frente como gesto de posesión ante su madre.

–Mi niño, no es sano teñirse el pelo. Y tampoco estético. Pareces uno de esos chicos rebeldes que salen por la tele, mi amor. –Miro más detenidamente a Jimin y su inocente expresión y sale de mí una risa inocente más burlesca que compasiva. Más quisiera él.

Jimin me mira serio y luego regresa a prestar atención a las palabras de su madre. Hoy lleva puesto un jersey de color rosa de lana gruesa que le hace ver inmenso. Bajo este, luce una camisa blanca y en su cuello brilla de vez en cuando una cadena de oro que ya he visto en él en otras ocasiones. En sus manos los palillos bailan delicados sobre el plato de comida mientras que centra más su astucia en las palabras de su madre.

–¿Qué hay de malo en querer cambiar el color de mi pelo? –El rubio de su pelo brilla con la poca luz que hay en la sala–. ¿No parezco así como un angelito mamá? ¿No son los angelitos rubios?

–Si hijo pero…

–Ya está mamá. –Dice con una gran sonrisa, convencido de que su estúpido argumento ha servido para ganar la discusión. Yo por el contrario suspiro y retiro mi plato asustado de creer que realmente la comida me devorará a mí en vez de yo a ella.

–¿No quieres más, Yoongi? –Me pregunta su madre y yo niego con el rostro mientras la veo levantarse también sin terminar la cena. Jimin se levanta de un salto y comienza a recoger los platos pero ella le detiene. Le mira frunciendo el ceño–. Ve a ducharte, o se te hará demasiado tarde y no quiero que duermas con el pelo húmedo. Ve. Corre. –Jimin asiente conduciéndose por las escaleras y la señora Park retira varios platos encaminándose a la cocina pero a mitad de camino, y observando que yo no he movido un dedo, me llama la atención.

–¿Tú no vas a ayudarme? Vamos, no te librarás todos los días. –En sus palabras que intentan ser amables puedo notar el recelo que siente por mi comportamiento pasivo ante sus vidas pero como yo tampoco siento aprecio por ella, a mi no me molesta.

Desde la mesa ella regresa y yo apilo los platos aun con restos de comida y retiro el mantel con cuidado dándoselo a ella para que lo sacuda y lo meta en la lavadora. Con varios platos en mis manos me conduzco a la cocina pero una voz me detiene en el camino a pesar de que no es a mí a quien se dirige, sin embargo algo mucho más fuerte que yo me hace detener.

–¿Mamá? ¿Has encendido el calentador? No quiero tener que ducharme con agua fría… –A mi izquierda, la voz de Jimin sobresale por el pasillo y puedo ver su cuerpo aparecer bajando las escaleras tan delicadamente que sus pies vuelan sobre ellas. En su cintura amarrada, una toalla que cubre lo esencial de su cuerpo y sin embargo maldigo su vergüenza pues sobra en su cuerpo.

Al principio, es una imagen tan irreal en un contexto tan diferente que no soy capaz de asimilar que la escultura que se muestra frente a mí es la misma persona oronda e infantil que hasta hace dos segundos discutía con argumentaciones de niño infantil. No es posible y sin embargo ahí está, parado en las escaleras esperando por una respuesta de su madre. La inocencia y la pureza de su rostro no me habían pasado desapercibidas, sin embargo mucho más se escondía de mí bajo ropas castizas y vulgares. Algo mucho más intenso que cien orgasmos y ciento cincuenta besos apasionados. Nada importa y el mundo a mi alrededor se desvanece presa del miedo por el fuego interno del Dios delante de mí. Sus pectorales compactos, sus abdominales marcados, sus caderas traicioneras que sutilmente me hacen querer mirar debajo y sus piernas, desnudas y esculpidas con cuidado, perfectamente talladas, pulidas hasta hacerlas brillar. Todo me sobrepasa. Creo incluso haber dejado de respirar y el impacto en mis retinas me ciega momentáneamente. Creo haber ascendido a ese cielo hipotético del que me han hablado o tal vez sea la mejor representación de la lujuria encarnada tan solo como cebo para conducirme al mayor infierno. No me importa, pecaría mil veces si es con ese cuerpo.

–Ya está, hijo. Ve a ducharte. –La voz de su madre se escucha lejana en mis oídos. Una de las manos de ese ser ante mí llega a su pecho para cubrirse, avergonzado. No sabe cuánto he visto de él en un segundo y tan solo ese gesto me devuelve a la realidad. Él es mucho más humano que yo y eso es lo que me asusta. Compadézcase de mí, Dios, que hoy me veo presa del diablo–. ¡YOONGI! –Grita la madre de Jimin sacándome de mi ensoñación para mirarme furiosa y sus ojos se dirigen al suelo frente a mis pies. La vajilla de mis manos, rota en el suelo. No he sentido mis pies sobre el suelo, ¿Cómo iba a mantener los platos en mis manos?

 

Jimin POV:

La pequeña luz azul está encendida en medio de la oscuridad que la noche proporciona. Miro la linterna acurrucándome más entre las sábanas y sonrío al saber de su permanencia allí. Su forma es la de un corazón azul que se ilumina con la electricidad del hogar. Mi madre me la compró cuando cumplí los cuatro años y ya no podía seguir durmiendo con ella en la cama. Siempre he tenido miedo a la oscuridad y esta pequeña luz me proporciona la seguridad que necesito para pasar la noche en paz. Hoy he dado a gracias a Dios antes de acostarme y me he internado aquí dentro esperando un dulce sueño pero unos pasos alteran mi descanso y rápido me agarro a las sábanas en mis manos escuchando la puerta de mi cuarto cerrase y el intruso acercarse a mi cama. La adrenalina me domina unos segundos e incluso consciente de que al girarme podría ver su rostro iluminado por la luz y reconocerle, el miedo consigue paralizarme y no es hasta que no siento el peso de su cuerpo colándose entre las mantas que no me giro y doy un pequeño grito que la persona acalla posando su mano sobre mis temblorosos labios. No he conseguido ahuyentarle al saber de su presencia pero él no parece dispuesto a marcharse.

–¿Por qué gritas? ¿Te he asustado? –La voz de Yoongi choca contra mi rostro una vez se ha internado entre las sábanas y se revuelve a mi lado acomodándose más cuidadosamente. Mis manos aun tiemblan pero mi voz es firme cuando le pregunto:

–¿Qué es lo que haces aquí? Podía haberme dado un infarto. –Sonríe a mis palabras.

–Lo siento, Jiminie… –Su mano acaricia mi pelo para retirarlo de mi frente y yo me alejo como un acto reflejo ante su extraña conducta. Sus ojos se desvían a la luz azul al lado de la cama.

–¿Por qué usas eso? Eso es para niños. –Yo hago un puchero.

–Me lo compró mi mamá cuando tenía cuatro años.

–¿Por qué lo sigues usando? –No digo nada y él sonríe adivinando la tan evidente respuesta–. ¡Oh! ¿No me digas que mi hermano pequeño tiene miedo de la oscuridad? –Frunzo el ceño y me esfuerzo en adivinar a qué viene ese extraño comportamiento pero tras no llegar a una clara conclusión, me limito a preguntarle.

–¿A qué viene esto? ¿Por qué has venido a mi cama? –Ambos nos tumbamos el uno frente al otro y siento su calor invadirme y su cuerpo amoldarse a mis sábanas.

–Quería hablar contigo, ¿No puedo, acaso? –No veo del todo su rostro por la escasa luz pero aun así siento que sus ojos me miran intensamente y eso me provocan un extraño escalofrío. Me siento su presa aquí a su lado.

–Cla–claro que puedes, hyung…

–Tengo algunas dudas, Jimin.

–A cerca de…

–Acerca de tu religión, Jimin. Me siento curioso. Háblame de ella. –Rápido me siento ofendido porque lo primero en lo que pienso es en que tan solo pretende burlarse de mí pero tras verle esperar una respuesta seria, sonrío y me acomodo más a su lado, pensando por algo en concreto para contarle.

–¿Qué quieres saber, en concreto?

–¿Cómo es tu Dios? ¿Cómo es él?

–Pues, –pienso unos segundos–, es atento y protector. Siempre vigilante por si algo malo nos ocurre o por si hacemos algo mal. Es comprensivo, y se compadece de nuestras debilidades. Siempre puedes contar con él.

–¿Solo? –Dice como si mis palabras no fueran suficientes.

–Es muy sabio, y sabe lo que nos conviene y lo que no.

–Mmm. –Piensa y me mira.

–¿Por qué quieres saberlo? ¿Quieres bautizarte? –Pregunto animado y él niega con la cabeza mientras suspira.

–Yo ya tengo un Dios, Jiminie.

–¿SÍ? –Asiente energético–. ¿Allāh? ¿Zeus…?

–No, Jiminie. Ninguno de esos. ¿Sabes? Mi dios no es como el tuyo.

–¿Cómo es, hyung?

–Mi Dios es pequeño y frágil. Él no puede protegerte. Ni tampoco lo sabe todo ni puede ayudarte en nada.

–¿Qué clase de dios es ese? –Pregunto riéndome pero él sonríe feliz.

–Mi Dios es pudoroso y tímido a veces. Pero es muy valiente, seguro. ¡Ah! No es nada comprensivo. Pero sabe perdonar, y si haces algo malo, él puede solucionarlo con una sola sonrisa.

–¿De veras? Eso suena bien.

–Aún no sé si mi Dios me salvará del infierno, espero que no, sin duda.

–¿Por qué no? No digas cosas feas, hyung. –Su mano se posa en mi pecho y yo me dejo hacer confiado de su inocencia pero mientras la desliza hacia abajo sigue hablando con palabras sórdidas.

–Porque mi Dios tiene un cuerpo de pecado. Jiminie, ¿aceptas ser mi dios? –No me deja contestar–. No querrás serlo, porque eres un Dios modesto, pero no me importa. Porque así me gustas. –Cuando su mano llega a mi cadera se desvía hacia la cintura de mi pantalón y rápido la detengo asustado y tembloroso.

–¿Qué cosas dices, hyung? Blasfemo. Fuera de aquí. –Poco a poco le empujo pero él se sujeta más fuertemente a mí hasta colocarse sobre mi cuerpo y sentarse en mi regazo. Yo me intento incorporar pero sujeta mis muñecas a cada lado de mi cabeza y solo consigo revolverme bajo el peso de su cuerpo.

–Jiminie, ¿no quieres saber qué es un orgasmo? ¿No quieres follar como loco? A mí no me mientas…

–¡Hyung! –Grito y siento que puedo despertar a mi madre pero por otra parte lo deseo y que me aleje a este demente de encima–. Como no te vayas grito. ¿Me oyes? –Convencido de mis palabras se subordina a ellas y sale de mi cuerpo para volver a tumbarse a mi lado. Yo sigo tenso pero él parece relajado. Le miro enfadado e indignado por su comportamiento pero a él eso le da igual.

–Mírate, incluso enfadado te ves adorable. Mírame. –Me obliga y yo aparto su mano de mi mentón–. Tengo curiosidad, ¿te masturbas?

–¡Hyung! –Siento arder mis mejillas y rápido niega con la cabeza convencido de que no le daré una respuesta y tomando mi silencio como una afirmación a su pregunta. Suspirando y dada por finalizada la excéntrica conversación, se incorpora y apaga la pequeña luz azul de la mesilla. Yo me tenso al instante más por el miedo a la oscuridad que por la posibilidad de estar completamente indefenso ante él–. Hyung, hyung… –Busco en la oscuridad su cuerpo y él me abraza consciente de mi miedo.

–Mi Dios es miedoso incluso.

–Déjalo hyung. –Digo lloriqueando y me aferro a él con fuerza. El olor en su cuello es intenso a la par que relajante. Entre sus brazos el miedo desaparece mucho más eficazmente que con la luz y él se da cuenta de ello por lo que me abraza con más intensidad.

–Buenas noches Jiminie… 

 

 


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