SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 41 [Final]
CAPÍTULO 41 [Final]
Jimin POV:
Mis manos tiemblan pero al mismo tiempo son
firmes al volante. Las miro nervioso y la sangre en mis dedos es demasiado
llamativa. Ya no importa. Estoy acabado.
Miro por el retrovisor y veo el inerte cuerpo
de mi amado Jungkook atrás, tumbado en los asientos ensangrentado y cubierto
con mi chaqueta, odio verle así. Se me parte el alma pero no me queda otra.
—Ya estamos llegando amor, ya falta poco.
–Hablo con él a pesar de que sé, no solo no me escucha, sino que no va a
responderme.
A mi lado, en el asiento del conductor están
las bolsas de viaje repletas de su dinero y el coche en el que estoy
conduciendo no es otro que el suyo. Mis lágrimas distorsionan la vista ante mí
y soy fuerte para poder llegar al destino que me tengo marcado.
Miro mi reflejo en el retrovisor comprobando
con lástima que todo mi rostro está repleto de sangre. Al igual que mi ropa,
mis manos. Pero no creo que estas últimas se limpien jamás porque la muerte que
más pesa sobre mis hombros es la de JungKook. Y ni siquiera he tenido que
proporcionársela yo. Sin embargo la suya, arraigada en mi subconsciente y
ardiendo allí dentro ha provocado que mi cuerpo obedezca a la pequeña locura
que aun me quedaba.
Han pagado. Les he hecho pagar por sus pecados
tomándome la mano de Dios por la mía. Namjoon es culpable de asesinato. Jin de
colaboración y el resto de simple sumisión a un poder corrupto. Lastima o
conciencia, empatía o razón son cosas que ya no puedo permitirme. Aquí termina,
aquí acaba todo porque, voluntariamente ya no quiero vivir, aunque me han
impuesto esta forma de pensar al arrebatarme la única razón para mantenerme.
Me gustaría decir que me suicidaré. Que
conduciré hasta que ya no haya carretera para que la gravedad se haga cargo de
mí pero me temo que no soy valiente. Ya no. Me doy a la justicia pero antes
tengo que cumplir la promesa que le hice.
—¿Recuerdas qué te dije la última vez que nos
vimos antes de que embargan a mis padres? –Lloro mientras le miro de nuevo por
el retrovisor—. Que siempre te protegería, que siempre serías feliz. –Suspiro—.
Perdóname, por no cumplir mi promesa, por arrastrarte a esto. Pero sobre todo,
perdóname por no decir más que palabrería aquel día y no contarte que debía
marcharme. Pensé tanto en ti… Me habría encantado verte crecer hasta
convertirte en el hombre que hoy eres. Y también envejecer contigo.
Miro por la ventana ya reconociendo las casas a
nuestro alrededor.
—Recuerdo el día en el que supe que me había
enamorado de ti. –Sigo llorando, aferrado desesperadamente al volante—. Aquel
día llovía tanto… y los truenos eran tan fuertes… —mi garganta duele—, toda la
casa temblaba y tú te aferrabas a mí fuertemente mientras nos arropábamos entre
las sábanas. Llorabas, y gimoteabas porque te morías de miedo y fue ahí, donde
te vi tan inocente, tan falto de protección que me conmoviste. Pero que fuese
yo la persona con la que te consolabas, me hacía sentir afortunado. –Veo ya su
casa—. Hemos llegado mi vida. Ya estamos aquí.
Aparco el coche y salgo de allí a toda prisa.
Llamo a la puerta una, otra y otra vez hasta que sus padres, asustados y
conmovidos por la escena de un chico ensangrentado ante ellos, con la suma de
llevar tres días con su hijo desaparecido y todo su dinero, quedan paralizados.
—¿Jimin? –Pregunta su madre y me veo obligado a
caer a sus pies para inclinarme. Lloro.
—He sido yo. Yo he sido el culpable. Yo he
robado esta casa y he matado a su hijo y a otras cinco personas.
Seré juzgado, encarcelado y al fin, lejos de
mis demonios.
No soy
V de Vendetta porque no represento un ideal.
No soy
el fantasma de la ópera porque no vivo por una pasión.
Tampoco
soy un superhéroe ya que no siento la suficiente empatía como para ayudar a los
demás.
No soy
más que el rostro de un sueño frustrado.
FIN
Comentarios
Publicar un comentario