SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 28

 CAPÍTULO 28


Jungkook POV:

 

Lunes

 

Despierto con mi cuerpo siendo zarandeado suavemente. Me sobresalto y las blancas sábanas siendo iluminadas por la luz del sol entrando por la ventana me ciegan nada más intento abrir los ojos.  Murmullo y ronroneo cosas incomprensibles aún en un estado somnoliento. El rostro de Dooly delante de mí me termina por despejar.

—Levántate ya Jungkookie, vístete, tenemos cosas que hacer. –Le miro de arriba abajo y le veo vestido completamente de negro. Camisa negra, vaqueros negros y unos zapatos negros también. Está vestido igual que el día que atracó en mi casa.

Veo en la mesilla a mi lado una bandeja con mi desayuno, no muy contundente, y unas prendas de ropa para ponerme, toda negra igual.

—¿Qué cosas? –Me incorporo y comienzo a desayunar rápidamente, algo alterado por su extraño comportamiento.

—No comas con prisa, te hará daño. –Me reprende pero yo no le hago demasiado caso.

—¿Vas a contestarme?

—No ahora. –Se calma a sí mismo y se sienta en el borde de la cama delante de mí. Me mira y me sonríe de la manera más dulce en la que nunca le he visto—. ¿Sabes en qué consiste el ajedrez?

—A estas horas no, hyung. Aún estoy dormido. –Digo sabiendo que va a volver a soltarme otro de sus estúpidos rollos.

—Escúchame Jungkook. Lo divertido es saber adelantarse a la supuesta idea de ataque que tiene tu adversario.

—Si me dijeras las cosas claras, podría entenderlo.

—No tienes que entenderlo ahora, ahí está el juego, hasta el final de la partida no puedes saber cuál era la verdadera estrategia de tu adversario. –Sonríe completando su tesis.

—¿Y de qué sirve si ya estás muerto? –Su rostro se ensombrece. Asimila mis palabras—. ¿Eres mi adversario o mi rey? ¿Mi reina tal vez?

—Soy el rey. –Sonrío por su egocentrismo—. Y tú la reina. Pero no estoy seguro que del mismo bando. —Dejo de masticar para comprender lo que me dice. Es difícil.

—¿Entonces?

—Todo mi ejercitó intentará aniquilarte, estás en el punto de mira de todos ellos, eres quien más facilidad tiene para matarme. Y sin embargo yo no tengo ninguna sobre ti.

—Soy tu debilidad. –Muerdo la manzana verde que acabo de empezar—. Pero tú eres la mía también. ¿No?

—¿Yo soy tu debilidad?

—Sí porque existo para acabar contigo. Si no lo hago, muero. Si lo hago, he ganado. –Piensa y asiente a mis palabras—. Es lo que tiene estar destinados a odiarnos. A matarnos entre nosotros.

—¿Y si te digo que ambos estamos en el mismo equipo? –Río.

—En ese caso no me agrada la idea de ser tu reina. –Le replico desde el sentido más machista que pueda darle—. ¿Debo protegerte?

—Deberás matar por mí.

—En ese caso me suicido dejándome comer por un mísero peón y que el resto del equipo te proteja.

—Eso no solo me condena a mí, nos condena a todos.

—¿Estamos hablando del ajedrez?

—Nunca he hablado del ajedrez. No me gusta jugar a eso, me sube la tensión.

 

 

 

 

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