SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 2

 CAPÍTULO 2


Jungkook POV:

 

Miro los dos agujeros que tiene este trozo plástico como ojos y me aterran. No tardo un segundo en darme media vuelta y salir corriendo escalera arriba y mi velocidad aumenta no solo por el subidón de adrenalina sino también por sus pasos tan rápidos como los míos persiguiéndome. Mis pies vuelan por las escaleras pero siento que no es suficiente. No siento fatiga ni tampoco miedo a caer y estar a su alcance. Sin embargo me preocupa que lleve un arma y con ella me dispare. No oigo ruidos por lo que no lo supongo.

He llegado a mi cuarto e intento cerrar detrás de mí pero la puerta no choca y él empuja lo suficiente como para hacerme caer al suelo y golpearme la cabeza. Entra lentamente y yo no puedo evitar retroceder arrastrándome como un sucio cobarde. No veo más que una máscara hablándome.

—Serás un buen chico, te quedarás aquí quitecito y me dirás la contraseña de la caja fuerte.

—Ni en tus sueños—. Me giro y aun en el suelo alcanzo la cama buscando allí el móvil—. Llamaré a la policía. –Pero antes incluso de encontrarlo suena algo metálico en sus manos.

—Yo no lo haría. –Le miro y me paralizo al ver una pistola en su mano derecha apuntando firme a mi cabeza sin titubear. No sé de dónde ha salido pero tampoco me importa. Solo quiero vivir.

—¡No hay cajas fuertes aquí en…!

—¿Crees que soy idiota? No juegues conmigo. Sé que está exactamente detrás del cuadro floreado que tienen tus padres en su habitación. Solo tienes que decirme la jodida contraseña. El resto de las joyas ya sé donde están.

—¿Cómo sabes esas cosas? –Retrocede el cargador de la pistola para introducir una bala que puede dispararse en cualquier momento.

—¿Vas a decírmelo por las buenas o por las malas?

—Si me matas no lo sabrás nunca…

—Crees que es un juego… ¿Verdad? Tengo maneras de hacerte hablar.

—La policía vendrá en cualquier momento.

—¿Por qué iba a hacer eso? –Me pregunta seguro de sus palabras.

—Porque tenemos una alarma y hay cámaras que… —No me deja terminar.

—Cámaras que he desconectado. Igual que la alarma. Los teléfonos por cable están cortados y he desconectado la cobertura de los inalámbricos. Todo ello sin producir un corte de luz que pueda avisar por satélite al móvil de tu padre. –Me quedo sin palabras ante su discurso inesperado y ya no me queda otra salida que mantenerme firme sin revelar la contraseña de la caja donde mis padres tienen todos sus ahorros.

—Todo el dinero que tenemos está en el banco.

—No es cierto. Hace exactamente tres días que lo sacaron todo. Esto va en serio Jungkook. Más te vale decirlo rápido o… —Me levanto del suelo al oír mi nombre.

—¿Cómo sabes mi…? –Por desgracia la culata de la pistola choca rápida y brutalmente contra mi cabeza y caigo al suelo de nuevo, esta vez con su cuerpo encima del mío presionando mis costillas con sus piernas.

—Habla rápido.

—¡NO! –Vuelve a golpearme esta vez con su puño en mi boca rompiéndome el labio inferior. No lo sé inmediatamente sino que al rato, la sangre comienza a acumularse en mi boca. Quiero pensar que no va a matarme pero ya no estoy tan seguro. Dirige el cañón de su pistola hacia mi cuello y presiona sobre mi mandíbula dificultando mínimamente mi respiración.

—Sé cómo sacarte lo que necesito.

Se tumba aún más sobre mí sentándose entre mis piernas y saca, no sé cómo, mis pantalones para dejarme expuesto a él. En el momento en el que intento zarandearme o cualquier otra cosa la pistola hace más presión sobre mi cuello y es suficiente para detenerme al instante. Comienzo a gemir y lloriquear cuando apenas me ha tocado. Su aliento es entrecortado haciéndome conocedoras sus pervertidas intenciones.

Una de mis manos va a su antebrazo, el que sujeta la pistola en mi cuello y la otra a la sabana de la cama que con mi agarre termina por caer y esparce en el suelo a mi lado. Me gustaría poder apartarlo de mí pero entre ambos pechos no hay espacio para nada más que nuestras prendas de ropas que supongo para él son un estorbo.

—¿Sigues sin querer hablar? –Niego con la cabeza, no muy convencido de mi aguante—. Solo tienes que decirme cuatro números.

De nuevo le doy una negativa y se ve en la obligación de palmear un par de veces mi nalga derecha con un “Tú te lo has buscado” saliendo de unos labios que en realidad no veo. No sé como es el rostro que de un momento a otro va a violarme y supongo no lo sabré nunca por lo que me limito a odiar una máscara ante mí mejor que una cara de verdad.

Siento su glande entrar en mí rápido. Duele, duele como el maldito infierno y grito sin poder evitarlo. Me muevo debajo de él todo lo que me permite y la pistola en mi garganta me daña cada vez más. Las lágrimas salen de mis ojos y la sabana en mi mano se quiebra. Seguramente igual que ha hecho mi rostro.

Sorprendentemente oigo sus gemidos pero no siento su aliento porque la máscara se lo impide. Oigo como choca en ella y como a través de las dos pequeñas ranuras sus ojos se fruncen en una señal de disgusto.

—¡Dímelo!

—¡No! –La primera estocada y siento que me parte en dos. La segunda y la tercera me quitan las fuerzas y la cuarta toda mi dignidad y mi orgullo. Todo por el desagüe. Ya no me siento persona ni hombre. Todo deshonrado, mi padre, mi madre, toda mi familia ha sido violada y ya no soy capaz de soportarlo por más tiempo. No voy a permitir que se corra. No en mí.

—Tres, uno, cinco, siete.

Rápidamente su cuerpo sale de mí y se levanta recomponiéndose él y su ropa. Yo me quedo allí tirado, asqueado con él y conmigo mismo. No me muevo porque tengo miedo ya que su arma aun me apunta certero. Me siento asqueado y no me reprimo al decirlo.

—Eres un violador, asqueroso hijo de puta…

—Te lo advertí. –Y sin más, creyendo que me voy a quedar allí inmóvil sale como sin nada en dirección a la habitación de mis padres. Me compadezco de mí porque tiene razón, no me muevo un milímetro porque me desmayo.

 

 

 


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