SÍNDROME DE ESTOCOLMO (JiKook) - Capítulo 1
CAPÍTULO 1
Jungkook POV:
La música suena alegremente y mi cuerpo se
mueve a su ritmo. Estoy en mi cocina haciendo cualquier cosa que ha acudido a
mi mente aunque no estoy muy familiarizado con las tareas del hogar ya que todo
esto suelen hacerlo las criadas.
Esta vez será diferente porque mis padres se
han ido una semana a un hotel en Estados Unidos y me han dejado solo en casa.
No es la primera vez que estoy solo pero sí la que voy a estar más tiempo
porque han decidido que con mis 17 años de edad ya soy lo suficientemente
responsable como para no montar fiestas ni nada por el estilo. Me enorgullezco
de ello y no pienso decepcionarles.
Aunque lo quisiera, tampoco podía porque no me
caracterizo por tener demasiados amigos. Los chicos de mi edad suelen
encontrarlos en la escuela pero yo no voy a esos lugares de concentración
marginal. Recibo clases en casa por un profesor titulado que es también
director de una de las mejores universidades de Seúl. Mi padre le paga lo
suficiente como para desplazarse kilómetros al día y asistir a mi casa en el
barrio rico de la ciudad.
No quiero presumir de ello pero mi padre es el
jefe de la empresa más famosa de Corea y me encanta la idea de ser algún día su
legítimo heredero. Me encantan todas las facilidades que me proporciona el
dinero y la sonrisa de mis padres ante los excelentes resultados de mis notas
que estoy seguro la mitad de ellas son compradas y seguro que más baratas que
el caviar que guardo en la nevera.
También me gusta la ventaja de estar en una
familia adinerada porque no debo esforzarme en buscar una esposa sino que me
asignarán una en unos años, tal vez otra heredera de un gran imperio para que
juntos podamos llevar la mejor vida que se pueda desear. No estoy triste por
ello porque nunca he conocido el amor. No sé lo que es mirar a una mujer a los
ojos y decirle que la amo. No tengo miedo de decirlo, es solo que nunca he
sentido ese impulso. ¿Y qué más da?
La música termina y comienza otra canción
nueva, más animada y movida. Mis caderas se desbocan y salto, canto y grito
como un idiota mientras remuevo las verduras en la sartén. Por experiencia
propia sé que soy un completo desastre en la cocina y nada de lo que yo pueda
hacer va a estar rico o simplemente comestible por lo que me voy preparando
mentalmente para pedir una pizza pero es domingo y no sé qué puede estar
abierto.
Un sonido parecido a mi móvil me llama la
atención en la última planta de las tres que tiene mi casa. Lo he oído
débilmente pero lo reconozco y retiro la sartén del fuego para subir corriendo
escaleras arriba. Llego algo fatigado y entro en mi cuarto buscando mi móvil
por todas partes y lo encuentro tirado en la cama con una luz azul intermitente
que me avisa de una llamada.
Ha dejado de sonar por lo que entiendo que
quien haya sido no ha tenido paciencia para esperar por mí. Lo rescato del
desorden de sábanas y lo desbloqueo para descubrir un número oculto. Me muero
de curiosidad y marco en el momento exacto en el que la música en el piso de
abajo termina. Pero esta vez, no salta una nueva melodía.
Uno, dos, tres segundos pasan esperando que la
persona al otro lado de la línea conteste pero no oigo nada hasta que una
melodía desconocida se hace evidente abajo. Creo que es una nueva canción que
salta en el MP3 que tengo conectado a los altavoces. Pero me sorprendo cuando
es una canción que no conozco.
Cuelgo la llamada que estaba esperando e
instantáneamente la música abajo se detiene. Es entonces cuando todo mi cuerpo
se ve envuelto en la adrenalina. Tiro el móvil de nuevo a la cama y salgo de
allí a pasos lentos y firmes. Respiro sintiendo que a cada segundo puedo
exponerme al mayor peligro que he visto jamás pero nada oigo más que mis
propios movimientos.
Ya estoy en el piso intermedio y me asomo
ligeramente escaleras abajo donde van a dar a la cocina. No veo nada, nada en
absoluto y me siento un completo idiota desconfiando en la alarma que hay
conectada a cada puerta y ventana, a la policía constantemente patrullando en
estas casas y a las mil cámaras dispersadas por cada sala. Nunca ha pasado nada
y no hay motivo para que pase.
Bajo al fin libre de tensión y me adentro de
nuevo a la cocina para ver allí a un hombre de negro, todo vestido de negro.
Todo menos la máscara blanca que hay allí ocultando su rostro.
Comentarios
Publicar un comentario