MI REINO POR TUS PENSAMIENTOS (YoonMin) - Capítulo 1

 CAPÍTULO 1


Jimin POV:

 

La desesperación llegó a tal punto que mis uñas empezaron a sufrirlo por mí. No sé cuando comencé con este mal hábito pero surgió en los momentos como este.

Volví a mirar la hora en mi móvil, ya llegaba diez minutos tarde, por lo normal no tardaba tanto.

Amo el invierno, y todo lo que este conlleva. El frio reconfortante en mis mejillas, los paisajes estampados con nieve fresca, la comida caliente y la posibilidad de taparme con una manta bien gruesa en las noches. Pero dejé de disfrutar de todas estas cosas una vez él apareció en mi vida. Ya no era la tierra quien me daba la vida, ni el agua la que me saciaba, ni la carne la que me alimentaba.

Eran sus besos, su mirada, el dulce sonido de su voz entre gemidos llamando mi nombre. Min Yoongi, un hombre de veintisiete años.

Estoy realmente perdido en esto. Yo ya no soy dueño de mis actos y menos de mis pensamientos impuros. Estoy completamente ciego y a la vez jamás me he sentido tan feliz. Pero tan solo es una felicidad esquiva que viene y se va junto al orgasmo, retornándome a mis oscuras sombras. A mi realidad.

Y sin embargo no puedo evitarlo, vuelvo a caer junto con él en el abismo que a ambos nos encierra.

Pero es que cada vez que lo pienso, pienso en su sonrisa, en sus manos aferrando mis brazos, su cuerpo sobre el mío. Creo que el placer que él me proporciona no lo he sentido jamás con nadie y no estoy dispuesto a perderlo.

Vuelvo a mirar la hora, quince minutos. Pasa por mi cabeza la idea de irme y no esperar por más tiempo, idea completamente ficticia e irreal que descarto rápidamente. Mi pie ya empieza a danzar por sí solo con una música nerviosa, y mis manos se internan en los bolsillos del abrigo que porto hoy para sacar el paquete de cigarrillos y el mechero.

Llevé uno de eso filtros a mis labios y encendí el extremo opuesto con la llama y el humo candente entró en mis pulmones desgarrándolos. Tras unos segundos dejé salir el aire junto con la nube blanca. La nicotina no hacía otra cosa más que aumentar mi estado de nervios pero en mi mente funcionaba muy bien como placebo haciéndome creer que mi ansiedad disminuiría.

En menos de dos minutos él apareció delante de mí. Su rostro estaba cubierto casi en su totalidad por una bufanda pero no necesité verlo para saber que traía una expresión grave.

—¿Para qué me has llamado Jimin? –como él bien dijo, fui yo quien lo llamé y quien lo llama siempre. Soy yo quien busca recaer.

—¿Damos una vuelta? –dije rápidamente y nervioso. Miré a todas partes pero en realidad estaba ciego.

—No. Tenemos que parar con esto.

—¿Cómo? –Hablé un poco más alto de la cuenta pero la gente que pasaba por la calle en nuestro entorno no se había percatado.

—Tienes esposa, por el amor de dios. –y nueva mente, me recordaba mi realidad, mi debilidad. La causa de que todo esto nos estuviera haciendo tanto mal. Tal vez nunca lo hubiese mencionado hasta ahora pero aparece en mi mente cada vez que lo miro a los ojos y su expresión triste me golpea. Lo veo en sus sonrisa rota y en la forma leve en la que me acaricia después de tener relaciones, sabiendo que le quiero pero voy a marcharme, porque para mí, él no es más que un escape.

—¿Y te quejas ahora?

—Estoy diciendo que no va a volver a suceder.

—¿Entonces para qué has venido?

—Porque eres capad de ir a mi casa a buscarme y prefiero discutir esto en un lugar… —tanteó la palabra que quería esquivar: “con testigos”.

—¿Tienes miedo? –susurré en su oído de una forma grave cuando lo acerqué a mí tirando de su brazo. Este se revolvió hasta liberarse. Yo nunca había sido duro con él, al contrario. Pero lo que estaba temiendo era que yo le montase una escena.

—No digas estupideces, Jimin, y vuelve a casa con tu esposa. – Y tras decir eso, se marchó.

Me quedé atónito viendo como con unas cuantas palabras todo lo que creía que sostenía mi felicidad se derrumbaba en un instante. Y aunque me costó, respiré profundo e intenté mantener la mente fría, pero lo que era frío no era mi cabeza, si no mi sangre. A mi mente aludieron todos y cada uno de los motivos que me habían conducido a caer en este pecado llamado Yoongi.

Me vi obligado a casarme con la mujer que no amo, y que si en algún momento sentí algo por ella, se desvaneció con el paso del tiempo, tengo un trabajo que odio y del cual no puedo librarme, ya que soy el jefe. No me hablo con mi familia, no tengo una familia propia. Soy alcohólico y fumador compulsivo, con veinticinco años, lo tengo todo pero no he conseguido nada en absoluto. Y estoy dispuesto a entrar voluntariamente en un estado de frenesí y autodestrucción si me privas de lo que más amo en este mundo, los orgasmos con Yoongi.

 

 

Habían pasado tres horas desde que estuve con Yoongi. E ignorando todas las palabras que me gritaba mi conciencia, me dirigí su piso. En realidad no era mi conciencia, era la leve voz de Yoongi diciéndome que volviese a casa, con mi esposa. Era su voz la que retrasaba mis pasos si era posible. Porque todo mi ser quería dirigirse a su casa. ¿Para qué? No importa.

Eran las once de la noche cuando subí hasta su puerta y la aporreé descontrolado exigiendo que me abriese. Una vez sus pasos se acercaron a esta, me sentí un cosquilleo en la columna y recordé todas las otras veces que había estado esperando aquí fuera porque él me abriese.

—ABRE LA PUERTA DE UNA VEZ IDIOTA. –me voz probablemente fue oída incluso en pisos superiores.

—¿Qué diablos te pasa? ¿No te he dicho que no vinieses?

—¿Crees que esto va a quedar así? ¿No crees que yo deba decirte también...?

—No Jimin. Y da gracias que no le cuento todo esto a tu mujer. –de repente apareció una sonrisa en mi cara.

—¿Cómo? –Pregunté riendo por la nariz—. No tienes valor. –Dije y empujé tu cuerpo adentro con una mano pasando tras él y cerrando la puerta una vez yo estuve dentro.

—Sabes que sí, y si no te largas ahora mismo la llamaré de inmediato. –izo el amago de coger el móvil de su bolsillo en el pantalón del chándal, y esperé hasta que lo sacara para cuando lo tuve a mano, lo zafé de él y arremetiendo contra él mi ira, lo estampé contra la pared. Yoongi me miró boquiabierto.

—¿Estás loco hijo de puta?

—Tenías razón, —dije acercando mi boca a su cuello y sostuve sus brazos con mis manos—, esto tiene que terminar pero antes de irme para siempre, voy a follarte tan duro que no vas a poder hacerlo con nadie más. Esta también será tu última vez.

Tembló en mis manos. Toda su fuerza se fue y lo que él era se esfumó aterrado. Lo empujé conduciéndolo de espaldas en dirección a su cuarto, y una vez estuvimos allí lo tiré en la cama de manera que no pudiera escaparse de mi agarre. Me coloqué sobre él mientras lo miraba a los ojos. Estaba enfadado, tembloroso y horrorizado. Pero yo solo veía un cuerpo blanco fácil de marcar y un orgasmo que me esperaba.

Comencé a chupar y lamer su cuello mientras sus manos me golpeaban. En ningún momento intenté excitarlo a él, tan solo era una ayuda para que yo me pusiese duro cuanto antes. Desde el cuello de su camiseta blanca, desgarré la tela dejando todo su pecho al descubierto. Su cuerpo se movía en contra de mis toques haciéndome más complicado manejarlo pero ornándome excitado.

Me lancé desesperado a morder todo centímetro cuadrado de piel blanca expuesta a mí. Su perfume almendrado con el aroma de su propio sudor era ya más poderoso que la heroína. Tener su piel bajo mis manos era la mejor experiencia que he probado, la adrenalina correr por mis venas sin límite. El cosquilleo inevitable en mis piernas y la flaqueza en estas, Benito sentimiento.

—Jimin detente. ¡PARA! ¿Por qué haces esto? –sus palabras no conseguían surtir el efecto esperado y yo me limité a ignorarlas.

Me senté en su regazo y quité el abrigo que aun yo llevaba y el jersey de lana. Después me deleité en su rostro roto, descompuesto, para ralentizar mis movimientos. Estando sentado en él no tenía posibilidades de levantarse por lo que aproveché eso para torturarle a él y a mí también. 

Cogí una de sus manos y al dirigí a mis abdominales para que me tocara allí, aunque se estaba resistiendo a mi agarre.

—Sé que te gusta amor –sus manos pasaron de estar tensas a violentas. Me arañó el vientre en cuanto tuvo una oportunidad—. ¿Con que esas… eh?

Alcé sus manos por encima de su cabeza y besé sus labios sin cuidado, mordí sus mejillas y las comisuras de su boca. Más tarde su mandíbula también fue torturada. Me encantaba ver las marcas de mis dientes en su cara. En su cuello. Estaba marcado por mí. Yo ya estaba duro viendo aquello.

Terminé de desnudarlo y una vez su cuerpo estaba totalmente a mi merced, desabroché mi pantalón dejando salir mi polla dura. Al ver lo que estaba haciendo intentó zafarse de mí pero lo evité descansando todo mi peso sobre él y abriendo sus piernas a mí. Tanteé su entrada con el glande mojado de líquido pre—seminal y su voz hirió mis oídos.

—¡JIMIN! Por favor, prepárame el menos, vas a hacerme daño.

—¿Crees que he venido aquí para complacerte? –sus ojos ya estaban brillantes—. Para otra vez, te guardas tus absurdas tonterías.

Y de una estocada introduje toda mi longitud dentro de él. Sus ojos se abrieron de golpe y al instante se cerraron arrugados por el dolor. Apenas estuve unos segundos dejando que se acostumbrara a mí, pero en realidad lo que pretendía era disfrutar de estar dentro de él, caliente y apretado.

—Yoongi, esto es delicioso.

—Me duele mucho, por favor, no sigas. –era la primera vez alguno de nosotros no pedía más. Las lágrimas rodando por sus mejillas afirmaban sus palabras

Comencé a salir y entrar de él de nuevo y ya no me miraba. Había girado su rostro con los dientes apretados y la respiración entrecortada por el dolor. Ya comenzaba a sentir el típico cosquilleo en mi vientre, y mis piernas flaquear.

Agarré sus brazos y me puse en cuatro patas abasteciéndole si apartar mi mirada de él. Sus gritos y gemidos de dolor me ayudaron a llegar a mi ápice y una vez estuve allí dejé relajar mi cuerpo corriéndome dentro de él. Yoongi apenas estaba duro.

Una vez salí de su interior me quedé arrodillado en la cama frente él esperando, ahora sí, que me golpease. Estaba hambriento de sus puñetazos porque el orgasmo no había sido lo suficientemente placentero. No lo había disfrutado, pero tampoco estaba sediento de más. No era feliz al contrario de todas las otras veces.

—VAMOS JODER, GOLPÉAME AHORA… —le grité pero él no pareció oírme.

Me quedé observándole como se acercaba la sábana más cercana y se envolvía en ella de cintura para abajo dejando un extremo de esta en su mano y sollozando allí. Encogido como un niño. Él no iba a golpearme.

Me levanté abrochando mis pantalones y recogiendo la ropa que estaba esparcida por el cuarto. Salí por la puerta de su casa cerrando detrás de mí y me metí en el ascensor para vestirme. Inevitablemente me miré en el espejo y me sorprendí a mi mismo llorando.

 

 

—¡No puedes hacerme esto ahora!

—Quiero y puedo –la conversación se había tornado más agresiva, y la vos de mi esposa gritándome era lo peor que he escuchado en la vida.

—Hijo, esto no solo depende de ti, —mis padres estaban en mi casa aquel día que encontré el valor, y por ello, no me importó que estuviesen presentes.

—Claro que no, por eso se lo comunico.

—¿Ya no me quieres? –su voz llorosa me provocaba arcadas.

—No.

—¿Cómo puedes decir eso de tu esposa? –gritó mi madre mientras esta se deshacía en lágrimas.

—Es la verdad y no quiero engañarme más. Esto se acabó.

 

 

—Sr Jimin, ¿está usted seguro de su decisión?

—Sí, ¿no estás orgulloso? Voy a dejar la empresa en tus manos.

—¿No debería consultar esto primero con su familia?

—Yo ya no tengo familia. –el subdirector, y futuro jefe de lo que era mi empresa, asintió frente a mí, temiendo que me replantease mi decisión.

 

 

—Vaya, su curriculum es muy bueno, ¿cómo es que quiere trabajar aquí?

—No he encontrado nada mejor.

—¿Nada mejor? Cualquier cosa es mejor que trabajar de camarero en un restaurante.

—Tal vez me haya explicado mal, disculpe, —me incliné hacia delante en señal de perdón—, es el trabajo perfecto para mí.

Nuestras manos se entrelazaron en un apretón y me devolvió el curriculum.

 

 

 Me acerqué al portal y en la puerta ya estaba esperándome un hombre con unas llaves de la mano.

—Disculpe, es usted… —no me dejó terminar.

—Sí muchacho, el hombre del piso, venga conmigo.

Ambos entramos y subimos durante dos pisos por las escaleras. Una vez llegamos atravesamos un pasillo eterno que desembocaba en dos puertas, una de ellas, la mía.

—Aquí es. –abrió la puerta y ambos entramos.

Lo primero que me llamó la atención es que se veía pequeña pero que en realidad era muy espaciosa y con los suficientes víveres para sobrevivir. Una vez la visita terminó ambos nos encontramos de nuevo en la puerta.

—Me la quedo.

—¿Estás seguro muchacho? Un chico de tu edad debería mirar por una casa más espaciosa para su novia y posibles hijos que…

—No será necesario, y si me lo permite me gustaría pagarle ya el primer mes de alquiler e instalarme de inmediato.

Aquel hombre me dejó las llaves sobre la palma de mi mano y se marchó. Respiré hondo y me conduje a la habitación visualizando cada rincón de mi nueva casa. Una cocina con varios fuegos, unida al salón, y este, con un amplio sofá y una televisión. Y tras unas puertas correderas estaba mi cuarto, con una cama de matrimonio y por una puerta a la izquierda el cuarto de baño.

Me tiré en la cama boca arriba e inspiré todo el aire que cabía en mis pulmones y lo mantuve allí todo el tiempo posible. Mi casa.




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