EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 12

 CAPÍTULO 12


Yoongi POV:

 

Camino a paso despacio con una sensación extraña en el estómago. No recuerdo la última vez que me he sentido de esta forma y ni yo mismo soy capaz de comprender qué diablos me está sucediendo para que no pueda manejar con orden mis pensamientos. Algunos de los recuerdos en mi mente saltan dentro de mi cabeza produciéndome una placentera pero dolorosa sensación. Otra vez es una idea aleatoria, descarada y maleducada, pero que no considero tan arriesgada. Me he decantado por una de ellas y he decidido coger una de las agendas vacías de mi consulta y la llevo conmigo, junto con la que suelo llevar a las consultas con Jimin y dos plumas dentro del bolsillo de mi bata que se mueve conmigo y ondea en el aire a media que camino en dirección a la sala de terapia. Ha amanecido con una mañana de niebla que se cuela por entre las rendijas de las ventanas mal adosadas y me gustaría refugiarme en mi cama, dentro de mi caliente y cálido hogar en donde una dulce soledad me rodea apaciguando todos estos sentimientos que solo comienza a aletear cuando entro en este estúpido hospital.

Cuando llego a la sala donde Jimin y una enfermera me esperan me siento en mi sitio de siempre y ya como una rutina a la que me he amoldado con no poca dificultad, me dejo caer en el respaldo y respiro profundamente dejando que toda la ansiedad salga de golpe. Al mirar al rostro de Jimin, tras un esfuerzo que no soy capaz de comprender, me descubro en el brillo de sus ojos y reconozco mi reflejo alumbrado por la neblina luz del exterior. Me siento intimidado por la fuerza de su mirada y tengo que toser para aclarar mi garganta que repentinamente se ha quedado seca y sin una sola palabra. Pongo ambas agendas sobre mi pierna cruzada, saco la pluma que siempre uso y me desplazo a la última página escrita para escribir ahí la fecha del día actual y la hora. Con una expresión cansada me llevo dos de mis dedos a mis ojos, los hundo allí y suspiro de nuevo, cansado de una mente tan pesada y de unos recuerdos tan doloroso como los de mi cabeza. Cuando vuelvo a mirar a Jimin, este ya no me mira y mira sus manos sobre su regazo. Me quedo con esa expresión, mejor que con la de mi bofetada en su mejilla y su labio sangrando.

-Tienes los ojos vidriosos. –Le digo a lo que él levanta la mirada, más por mi tono de voz que por la propia frase. Asiente y tose, también para aclarar su voz.

-He vomitado hace unos minutos. –Dice y como respuesta se pasa el dorso de la mano por sus ojos para retirar de ellos todas las lágrimas, todo símbolo de debilidad.

-Te preguntaría si sigues tomando la pastilla, pero ya veo que sí. –Él asiente y yo apunto en la libreta-. ¿Rezaste anoche? –Pregunto a lo que él asiente y me le quedo mirando con una mueca sorprendida, pero él no me devuelve la mirada y yo le hago hablar de ello, con impaciencia y una expresión animada-. ¿Enserio? ¿Cómo fue?

-Insignificante. –Dice y yo frunzo el ceño-. Tan solo fue una tontería, no tiene importancia.

-No te sientas avergonzado de ello, en realidad es todo un progreso. –Digo y mi voz animada parece recomponerle-. ¿Por qué lo hiciste? ¿Fue antes de dormir?

-Sí. Le pedí por tu alma. –Dice y estoy a punto de enfadarme, tomándomelo a broma, pero en realidad habla enserio y su mirada intensa y sin una sola mueca jocosa me aterroriza-. Le pedí que te perdonase por tus actos.

-¿Por mis actos?

-Por tus actos en su nombre. –Dice y yo respiro profundamente apuntando en la agenda y no queriendo escuchar nada más me llevo una de mis manos a mis ojos, presiono allí, y me dejo llevar por la sensación de falta de dolor que provocan mis dedos sobre mis párpados-. Te duele la cabeza. –Afirma, no pregunta.

-Sí. –Digo y él me mira con una mueca confusa pero no curiosa. Acaba retirándome la mirada, desinteresado y yo retomo el motivo por el que estoy aquí-. ¿Tienes ánimo para hablar? –Pregunto a lo que él se encoge de hombros y me señala con la mirada.

-¿De qué hablamos hoy?

-Tenía pensado hablar sobre algo que te guste.

-¿Algo que me guste? ¿A dónde quieres conducir la conversación?

-Hoy no quiero que la conversación sea un medio, sino el fin.

-¿No quieres sacar conclusiones de la conversación? Eso es imposible. No perderías el tiempo de esa forma. –Me dice entrecerrando los ojos a lo que yo suspiro.

-Solo quiero una conversación normal. Cualquier tema, cualquier cosa. Solo busco saber tu forma de comportarte en una conversación sencilla y normal.

-Esa es la finalidad. –Dice y estoy a punto de contestarle pero él suspira y mira alrededor, pensativo y con una mueca algo más animada en respecto a la conversación. No parece desagradado del todo con la idea y cuando regresa con su mirada a mí, lo hace con una mueca de indiferencia-. Elige tú. ¿De qué quieres hablar? ¿De qué hablarías conmigo si estuviésemos en otra situación y acabásemos de conocernos? –Me pregunta y sus palabras me hacen sentir que soy yo el paciente, pero no digo nada y no pienso mucho al respecto. Ya sé de qué quiero hablar con él.

-Quiero hablar de literatura. –Le digo a lo que él me mira con esa sorpresa que esperaba encontrar en sus ojos y a los segundos de su reacción asiente y se deja caer sobre el respaldo de la silla con una mueca cansada.

-¿Y bien? ¿Gustos? –Pregunta-. ¿Mejores experiencias? ¿Primeras lecturas?

-¿Qué te gusta leer? –Pregunto, de forma más concreta y él no se lo piensa demasiado.

-La verdad es que no hay un solo libro ni un solo género al que esté aficionado. Ya te dije una vez que leo de todo, desde estudios psicológicos hasta artículos de historia y teología.

-Habrá algo que te guste por encima de todo. ¿Si te dijesen que solo puedes leer un libro el resto de tu vida, y leerlo y releerlo sin poder leer nada más? –Pregunto y él piensa.

-En ese caso no hay nada que merezca más la pena de ser releído que Allan Poe*. –Dice y yo abro los ojos, muy sorprendido.

-Muy visceral, ¿no crees? –Pregunto y él se encoge de hombros.

-Más que la temática es su estilo de narración y escritura. “Muerte prematura” es una experiencia que con solo leer te sumerge en la asfixia de la situación. –Dice con una sonrisa endeble en sus labios. No porque la situación no lo merezca, es que no tiene fuerza para más y la imposibilidad de ver una de sus sonrisas me desmorona lentamente como una fuerza que consigue derribarme con un solo soplo de aire. Yo estoy muy débil, o él es muy fuerte. No lo parece.

-Allan Poe era un incestuoso pederasta. –Contesto arrugando la nariz y él ríe-. Se casó con su prima Virginia Clemm de 13 años.

-¿Tan terrible ves que dos personas se amen incondicionalmente de su edad, su sexo o parentesco? –Pregunta y yo vuelvo a hacer ese gesto con la nariz. Evitando que el tema de conversación degenere de nuevo a una temática de la terapia, le expreso mis gustos literarios.

-Nosotros en la facultad de psicología nos hicieron leer “El jugador” de Dostoyevski… -No me deja terminar.

-Ah, como no. Un inspirador de Freud. –Dice y yo me le quedo mirando con una mueca de ofensa solo por interrumpir mis palabras-. No me mires de esa forma. Incluso Friedrich Nietzsche* dijo: «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida».

-¿Y qué quieres? Yo soy psicólogo, y leo cosas de psicología. Tú campo de estudio es mucho más amplio y podrías tener la consideración de dejarme terminar de hablar. Ni siquiera he podido decir qué opino al respecto. –Le contesto de forma brusca y puedo ver en la expresión de su rostro que realmente se siente arrepentido. Asiente, baja la mirada y espera a que yo conteste pero ya no quiero hacerlo-. Eres un pedante maleducado. –Le digo con soberbia a lo que él me mira sorprendido por mis palabras. Piensa contestarme algo pero retira el rostro, probablemente como yo recordando lo que sucedió anoche. Yo suspiro y miro a otra parte-. Hablemos de música.

-Empieza tú. –Me dice como perdón a su atrevido comportamiento.

-La verdad es que no sé mucho de música más que los clásicos del barroco. –Reconozco a lo que él me mira con una sonrisa tímida.

-Yo igual. No es que me guste la ópera, ni esta música moderna que surgió hace unos años. Me gustan las piezas clásicas y mi preferencia es por las lentas.

-¿Las que se pueden bailar?

-Las que dan tiempo a ser disfrutadas. –Dice con una sonrisa y yo miro mi libreta. Llevo mucho tiempo sin apuntar nada y no me siento en la necesidad de hacerlo. Al contrario, tengo la extraña sensación de que esta conversación no es más que un descanso de todo el intenso programa que aún queda por venir. No quiero que quede un solo recuerdo de esta conversación. Nada-. ¿Y bien? Solo nos queda una cosa. –Dice y yo le miro.

-¿Hum?

-Literatura, música. Solo queda arte. –Dice y yo asiento.

-¿Esos son los tres temas principales? ¿Y la política? ¿Y la filosofía? –Pregunto.

-Puedes conocer perfectamente el carácter de una persona simplemente con saber su pintor favorito, su escritor preferido, y su preferencia musical. –Me dice con una sonrisa y yo levanto una ceja, escéptico.

-Vaya tontería. –Digo a lo que él se encoge de hombros y con la poca información que ha conseguido de mí, crea una tesis de fuertes y resistentes argumentos.

-Que leas a Dostoyevski implica que eres una persona que analiza cada pequeño detalle de la vida a su alrededor. Eres incapaz de dejar descansar tu mente y de desconcertar, de ahí se deduce también el hecho de que tengas poco tiempo o más bien poco interés en sumergirte de lleno en una pieza musical, y más en las clásicas que su tiempo de ejecución es generalmente más largo en cualquier pequeña pieza. ¿Pintor? –Me pregunta esperando una respuesta de mi rostro un tanto confuso.

-Zurbarán*. –Contesto como un impulso irracional y él asiente, como cerrando el círculo.

-Y además creyente. “El pintor de los monjes”. ¿Ves? Esta es la pieza que faltaba, tu parte tradicional y creyente. Sus cuadros son, lo que no bodegones, escenas religiosas sin representaciones paganas ni escenas subidas de tono. Eres clásico, tradicional y muy creyente. Todo encaja. ¿Me he equivocado en algo? –No le contesto.

-¿Y qué puedo deducir yo de ti?

-Piensa. Mi pintor favorito es Goya*, pero te advierto que no soy amante de los retratos a monarcas. –Dice con sorna-. Mi pintura favorita es “El aquelarre”. –Contestar y yo frunzo el ceño disgustado, arrugando de nuevo la nariz.

-¿Por qué diablos te gusta ese cuadro? –Pregunto con voz asqueada y él se ríe de mis palabras.

-Por eso mismo, por el diablo. –Dice a lo que yo resoplo negando con el rostro, pero no parece darse por vencido-. Vamos, haz tu trabajo. Psicoanalízame. Muestra que mi teoría es verdadera. –Yo pienso.

-De lo que me has dicho, y sin tener nada más en cuenta, es que eres un amante de Satán que se pasa la vida entre tinieblas de un oscurantismo extremo. –Él me mira con una expresión indescriptible. Se reconoce en lo que digo, pero no quiere mostrarme su confirmación aun. Me gusta como han sonado mis palabras fuera de mi mente y me explayo un poco más-. Me arriesgaría a decir que esa oscuridad no solo es algo figurativo. Está dentro de tu mente y deja ocultas muchas caras de tu personalidad. De la lentitud de las canciones extraigo que eres una persona que necesita tiempo para tomar una decisión y que no eres muy impulsivo, de la temática de los cuadros oscuros de Goya, que no eres alguien creyente pero que se siente atraído por toda necesidad de una expiación lógica, y que de no encontrarla, te trasladas al extremo opuesto de aquello que te quieren hacer ver. De Allan Poe, una férrea necesidad de expresar una realidad palpable, que no hermosa. Una lúgubre realidad que ves, pero que eres incapaz de plasmar.

Cuando finalizo, a Jimin le ha dado tiempo de procesar todo lo que he ido diciendo y de mirarme de esa forma que no entiendo qué quiere decirme. Me halaga por mis palabras pero al mismo tiempo se siente ofendido por sentirse tan desnudo frente a mí. Se cruza de brazos y asiente, convencido.

-Has demostrado mi teoría. ¿Seguro que te has centrado solo en lo que te he dicho hoy?

-Sí. -Le miento y miro alrededor, cansado y con una jaqueca creciente en un punto entre mis ojos y cierro mi agenda con una expresión desanimada y le muestro la otra agenda que he traído conmigo y en la que él ya había caído pero no ha dicho nada. Se la extiendo y él la coge con cautela y poca confianza. Cuando la mira y descubre que no hay nada escrito en el interior, me mira un tanto desorientado.

-¿Qué es esto? –Pregunta.

-¿No decías que te aburrías? He pensado que te haría bien tener un diario. –Él me mira casi esperanzado y yo le extiendo la pluma que había dejado en mi bolsillo-. La verdad es que algunos psicólogos consideran una buena terapia escribir tus pensamientos en un diario. Libera estrés y te desahoga. –Digo y él asiente, convencido de ello y se presiona la agenda sobre el pecho.

-Muchas gracias, pero… -Piensa-. No irás a leer lo que escribo, ¿no?

-No, eso es solo para ti. –Le miento por segunda vez. Él me devuelve una sonrisa amable y yo le correspondo con un gesto parecido a una mueca sonriente pero que se siente terriblemente decepcionada. A parte de no sacar nada en claro apenas he llegado a tener la conversación que esperaba de esta hora de terapia. Me envidiaba la situación de un Jimin inteligente, parlante, confiado y sin resentimiento hacia mi persona tal como se me muestra en su diario. No es hasta que no le despido y me encamino a mi consulta que no me doy cuenta de que yo soy el único culpable de la coacción a su libertad de expresión.

 

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*Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809-Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico​ estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia ficción.​ Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias.

*Fiódor Mijáilovich Dostoyevski (Moscú, 11 de noviembre de 1821-San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) es uno de los principales escritores de la Rusia zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa del siglo XIX.

*Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844-Weimar, 25 de agosto de 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX.

*Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 7 de noviembre de 1598 – Madrid, 27 de agosto de1664) fue un pintor del Siglo de Oro español.

*Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, provincia de Zaragoza, 30 de marzo de 1746-Burdeos, Francia, 16 de abril de 1828)1​ fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. El arte goyesco supone, asimismo, el comienzo de la pintura contemporánea y es precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX; por todo ello, se le considera uno de los artistas españoles más relevantes y uno de los grandes maestros de la historia del arte.

 

 

 

 

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