DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 17

 CAPÍTULO 17
 

JungKook POV:

 

Nada más entramos compruebo que la densidad de personas no es abundante ya que en un espacio cerrado como este sería incluso peor que en la calle. Conduciéndonos entre las mesas que están esparcidas por todo el local nos acercamos al mostrados y ambos miramos los carteles sobre este donde se muestran todo tipo de bebidas; batidos, cafés, infusiones incluso helados. Y en otra parte comida; porciones de tarta, donuts, galletas…

–¿Qué es lo que quieres?

–Lo pagarás tú, ¿no? –Pregunto porque debe saber que no tengo un won.

–Claro, no te preocupes, que tontería.

–Bien, pues quiero chocolate caliente y un gofre con sirope y nata. –Él me mira con ojos brillantes y sonríe ante mis palabras. La sola idea de la comida le hace la boca agua y él acaba cediendo a ella y pide una infusión de té negro y una porción de tarta de chocolate con galleta. Nada más nos las dan, él ya la devora con los ojos y debo ser yo quien nos conduzca a una mesa porque él no parece prestar atención a nada más que su comida. En cierto modo me tranquiliza, ver que no soy constantemente su centro de atención.

De entre todas las mesas escojo una que está situada más o menos en el centro del local y donde me siento más a gusto y con aire para respirara. De seguro que no habría aguantado si me sentara en una de las esquinas o junto al cristal. De seguro que no habría soportado sentarme en otro sitio que no fuera este porque una vez sentado, dependo de él como de la propia vida. Ya no me moveré.

–¡Tiene una pinta deliciosa! –Dice justo antes de sentarse y yo dejo mis cosas sobre la mesa. El plato delante de mí, la taza a la derecha y el libro a la izquierda. Él parece hacer lo mismo pero el lugar que ocupa mi libro lo sustituye por su teléfono móvil. Me quedo mirándolo porque es la primera vez que lo muestra delante de mí–. ¿Cómo te sientes, Jeon? –Dice distrayendo mi atención. Me limito a asentir mostrándole que estoy bien y rápidamente corto un pedacito de gofre para extendérselo a él. El sirope de chocolate le une aun con la porción más grande pero al separarse, Jimin abre sus labios e interno allí la comida. No he vuelto a comer bien desde que no hacemos esto porque me temo que dependo de su compañía como dependo de este sitio.

–¿Cómo te sabe? –Le pregunto y él sonríe aun masticando. Hasta que no traiga la comida y cuento unos segundos no me atrevo a comerla yo también. Cuando me anima a comer le ofrezco el chocolate y bebe quemándose un poco sus labios pero esto no hace sino enrojecerlos y agradarlos con lo que resultan mucho más jugosos.

–Está bueno pero espera un poco, está aún muy caliente. –Asiento y me cruzo de brazos mientras le veo a él remover la infusión con una cucharita pequeña y partirse un pedazo de tarta para llevárselo directo a la boca. En sus labios quedan unos pequeños restos de chocolate y eso hace que se vea mucho más infantil. Sin poder resistirme y habiendo pasado un tiempo prudencial, le pregunto.

–¿Puedo probar de tu comida, por favor? –Sonriendo emocionado e ilusionado por la idea de que me vea animado ante la idea de probar comida diferente, en este caso, de otra persona, rápido parte un pedazo de su tarta y me la acerca desde la cuchara para que abriendo yo mi boca introduce allí el chocolate.

–¿Cómo está? –Me pregunta.

–Muy rica. –Reconozco casi arrepintiéndome de no haberme pedido lo mismo que él pero al parecer, él piensa lo mismo porque se ve mucho más tentado que yo por el gofre que por su tarta. A los minutos y sin necesidad de decir nada al respecto acabamos compartiendo de nuestra comida el uno con el otro sin pedir permiso o necesitar del beneplácito del otro.

–¿Y bien? –Me pregunta al rato–. ¿Cómo te sientes?

–Me siento bien, un poco nervioso, como es normal. Pero bien, al fin y al cabo. Agradezco poder tener una conversación, aunque sea pequeña. Lo echaba en falta.

–Me alegra escuchar eso. Escuchar cualquier cosa ya me parece bien, estos últimos días no hablaste demasiado y comencé a preocuparme. Por eso se me ocurrió que salir podría hacerte bien.

–Bueno, la verdad es que estuve distante por otro motivo. Tu no tenías la culpa y supongo que la enfermedad tampoco. –Él me mira unos segundos preguntándose qué debió ocurrirme.

–¿Sí?

–Eres mi médico, ¿no?

–Tu psiquiatra. –Aclara con el ceño fruncido.

–Con más motivo debería contártelo. Contarte todo tipo de anomalías que me ocurran incluso si fue un sueño.

–¿Soñaste algo extraño?

–Sí.

–¿Qué soñaste? –Ante la pregunta me veo ya en la obligación de relatarte el sueño con pelos y señales ya que es conveniente que lo haga. Necesito que me aclare el porqué del sueño pero en un lugar público no soy capaz de mostrarle hasta qué punto el sueño fue tan pervertido. Le diré a grandes rasgos.

–Soñé que tú y yo manteníamos relaciones sexuales en mi cuarto. –Rápidamente y por mi rotundidad, se ve obligado a detener la taza de su té a medio camino y mirarme fijamente. Sus ojos no muestran expresividad alguna y la sonrisa siempre permanente en su rostro se detiene para desvanecerse. Mis manos tiemblan y comienzan a sudar. Todo mi cuerpo vibra hasta que de repente, él ríe a carcajadas.

Tengo sentimientos encontrados. Ya sea porque se ríe de mi fantasiosa mente y le ha hecho gracia el sueño o bien se burla de que la posibilidad de que eso pase y se vea como alguien inalcanzable hacia mí. Cualquier respuesta me parece una total falta de respeto.

–¿Qué pasa? –Le pregunto enfadado–. No deberías reírte.

–Lo–Lo siento mucho, Jeon. –Pero vuelve a reír y yo me desespero cruzándome de brazos–. No te enfades, tonto.

–Eres un maleducado. –Farfullo pero él me oye.

–No te pongas así. No me río de eso. ¿Me has tenido preocupado todo el fin de semana por culpa de un sueño? ¡No tiene la menor importancia! Todo el mundo sueña ese tipo de cosas aunque seamos heteros o gays o bisexuales. No pasa nada. Es normal.

–¿Cómo que es normal? –Me escandalizo.

–¡Claro que sí!

–Para mí no. –Susurro acercándome a él en la mesa como si temiese que alguien me oyera–. Tengo trastornos emocionales y afectivos. No puedo sentir placer y me resulta difícil expresar mis sentimientos así que quiero que tengas en cuenta lo difícil que es decirte esto.

–Oh, ya veo. –La sonrisa permanece pero ya no se destornilla. Lleva una de sus manos a la barbilla y yo vuelvo a erguirme y me termino el gofre–. Es un avance muy claro que seas capaz de contármelo. –Asentimos a la vez de acuerdo con sus palabras–. ¿Sentiste placer en el sueño? ¿Eyaculaste? –Me atraganto con el gofre y toso unos segundos por sus directas palabras. Antes de darme cuenta Jimin se acerca a mi rostro con una servilleta por lo que entiendo que debo tener los labios manchados pero antes de que me toque con ella, se la arrebato de la mano para limpiarme yo solo. No necesito de la ayuda de nadie para hacerme sentir inválido.

–No. –Digo firme mientras la tos se ha detenido y limpio mis labios rigurosamente.

–¿No? –Parece incluso ofendido–. ¿Tuviste relaciones conmigo y no eyaculaste?

–No hubo relaciones en el estricto sentido de la palabra. –Siento mis mejillas arder pero ahora que he empezado la conversación no puedo dejarla sin terminar.

–¿Entonces?

–Te hice eyacular a ti. Punto.

–Oh. –Ahora es él quien se avergüenza de mis impudorosas palabras.

–Desperté con una erección, pero ahí terminó la cosa. No me toqué.

–¿Por qué no?

–No me sentía cómodo. Tampoco confiaba en que sentiría placer. –Asiente con mis palabras y apoyándose en el respaldo de la silla suspira y con ello termina la conversación.

–Tienes valor para contarme esto. Yo en tu situación me habría muerto de vergüenza.

–Cuando digo que no siento placer, en ello incluyo sentirme avergonzado, sentirme animado, feliz o incluso querido.

–¿Sufres depresión?

–Yo no lo llamaría depresión. No soy de esos que se van autolesionando ni que se pasan la vida entre las sábanas llorando.

–¿Y bien?

–Simplemente me gusta estar en mi zona de confort y si salgo de ahí, me muestro retraído.

–Retraimiento social. –Aclara el diagnóstico que he oído tantas veces.

–Sí. –Asiente de nuevo y durante unos segundos nos mantenemos en silencio.

–Por hoy quiero ser sincero. Quiero decirte todo lo que pienso o al menos hasta donde me sienta con fuerzas. –Jimin me mira fijamente–. Quiero que entiendas que estoy haciendo un gran esfuerzo porque hay pensamientos en mi mente que son muy confusos. Que nunca he expresado con palabras y cuando quiero decirlos, no sé formar frases.

–Entiendo.

–Bien. Antes dijiste que si salgo del psiquiátrico puedo tener la vida que deseo. La chica más guapa. Todos los libros que quiera. La comida que quiera.

–Claro.

–Pues no solo no estoy de acuerdo sino que tampoco quiero nada de eso. Es decir, sí. Lo quiero pero no es fácil porque. Uf… –Posa su mano débilmente sobre la mía y me mira sonriendo.

–Tómate el tiempo que necesites. –Me espero unos minutos hasta que las palabras forman verdaderas frases con sentido dentro de mi mente.

–Jamás me lo he reconocido. Nunca lo he expresado pero hay una parte de mí que ya se ha acomodado al hospital, a una vida en donde no debo esforzarme. ¿Entiendes? –Niega con la cabeza–. Una parte de mí no sabría sobrevivir si me recuperara. Si me viera en la situación de que me curo y me echan del hospital, ¿qué haría? Mi familia no quiere verme, no tengo amigos ni apenas estudios. Terminé la enseñanza obligatoria y ya está. No tengo donde vivir, no tengo nada ni nadie.

–¿Dices que no tomar la medicación es solo una excusa para permanecer bajo un techo y que te lo den todo hecho? –Pregunta casi indignado pero yo asiento.

–Solo en parte. Y es la peor parte de todas.

–¿Cuáles son las otras partes?

–Los efectos secundarios de las pastillas. Son horribles, Jimin. –Niego con la cabeza y cubro mis ojos con mis manos–. Quiero terminar aquí. No puedo hablar más.

–Bien, bien. –Cambia su tono de voz a uno más amable.

–Prométeme que no se lo dirás a nadie. No quiero que me echen a la calle y menos aun si no estoy recuperado. Por favor.

–Lo prometo. No diré nada. Mi trabajo es curar personas, no echarlas a la calle. –Suspiro algo más tranquilo y algo agobiado me dirijo al libro y lo manoseo unos segundos sin abrirlo. Él me mira curioso dándose cuenta que con solo tocar algo seguro ya me siento más aliviado–. Léeme un poco, Jeon…

–¿Hum? –Señala el libro con los ojos.

–Léeme lo que quieras. Las partes que más te hayan gustado o lo que te apetezca. Desconecta un poco. –Asiento sonriendo y rápido abro el libro buscando con mis ojos entre las páginas blancas los fragmentos que he señalado en color azul.

–¿Leo lo que tengo señalado?

–Claro, lo que quieras. –Comienzo a leer.

–<Claro que el dinero no tiene nombre. Si el dinero tuviera nombre, ya no sería dinero. Lo que realmente da el significado al dinero es su anonimato, oscuro como la noche, y su abrumadora intercambiabilidad> –Tras escuchar atentamente mis palabras Jimin acaba sonriendo y asintiendo, tornando de razón y verdad a las palabras de este fragmento.

–Que profundo.

–Sacado de contexto no tiene mucho sentido. –Digo con un puchero mientras paso la página decepcionado.

–No Jeon, es verdad. No te preocupes. Dime algo más. –Antes de contestarte con otro fragmento compruebo a un grupo de chicos estudiantes que entran en el café como nosotros, al parecer en el receso de su escuela porque aun llevan los uniformes y las mochilas–. ¿Estás bien? –Me pregunta Jimin porque me he tensado ante la presencia de más gente nueva en el local pero yo asiento y continúo, esperanzado de que el libro me sepa refugiar.

–<La realidad puede no ser verdad, y la verdad puede no ser real.>

–¿Te identificas con eso?

–Bastante. A veces es muy difícil distinguir. Tú bien lo sabes. –Él frunce el ceño como si mi locura no fuera ligada a su inexistente presencia pero yo continuo–. <¿Sabe usted cuál es el más intenso de los odios? Aquel que se siente por alguien que ves alcanzar sin el menor esfuerzo lo que tú eres incapaz de alcanzar pese a desearlo con toda tu alma. Cuando te ves obligado a chuparte el dedo viendo como otro, por su cara bonita, accede a un mundo al que tú no puedes acceder ni en sueños. Y cuanto más cerca tengas a esa persona, más intenso será ese odio.>

Nada más cerrar mis labios en un silencio sepulcral le miro intensamente ya que él ha sido el culpable de verme en la obligación de subrayar este párrafo. Cuando lo hice deseaba con todo mi corazón tener la oportunidad de releérselo, de hacerle ver con palabras implícitas el verdadero odio que le tengo. Porque es cierto. Durante toda mi infancia y adolescencia le vi escalar hasta la cima sin esfuerzo alguno, convertirse en uno de los mejores estudiantes cuando en realidad dentro de su alma se guardaba un verdadero demonio y yo era su víctima. No solo él salía adelante en la vida sino que me impedía a mí avanzar.

Tras quedarme unos segundos esperando una respuesta de él le veo más concentrado en el fruncido de mi frente que en las palabras que he pronunciado. Algo me dice que no ha prestado atención a nada de lo que he dicho y me lo confirma su siguiente pregunta que nada tiene que ver con la conversación.

–Jeon, ¿crees que soy buen doctor? –Rápidamente yo también pierdo el interés por la conversación que manteníamos y me centro en el tono desilusionado de sus palabras, en la triste expresión de su rostro y en la fácil pregunta que me ha formulado y que sin embargo no tengo el valor para responder. No es el valor, sino las palabras lo que escasean en mi mente y cuando estoy a punto de decir algo, cualquier cosa aunque carezca de sentido me veo obligado a mirar detrás de él.

Poco a poco la adrenalina se va mezclando con mi sangre en las venas. Las siento arder y mis manos tiemblan ante el repentino subidón pero aun así me controlo y permanezco estático en mi asiento. Las voces de todas las personas en el establecimiento aumentan su volumen y me hacen ensordecer, perdiendo completamente la noción del tiempo y la perspectiva, viendo como Jimin gesticula con sus labios pero soy incapaz de oír nada en absoluto de lo que me dice. Todo el espacio de da vueltas de repente y solo me centro en la mesa tras Jimin donde tres de sus antiguos compañeros de clase permanecen sentados charlando animadamente como hacíamos Jimin y yo o como hace el resto de gente en el lugar.

Sus rostros son inconfundibles, sus gestos son los mismos, la forma en la que ríen, en la que hablan, en la que gesticulan a la par de sus conversaciones. Los uniformes, exactamente los mismos. La mano de Jimin se posa sobre la mía tensa en la mesa y como un impulso la aparto de mí tan rápido que estoy a punto de tirar la taza al suelo. Todo se nubla. Todo se distorsiona y me llevo ambas manos a mis oídos para acallar los ruidos pero esto no solo no funciona sino que lo empeora porque ahora, solo escucho las voces de los tres chicos sentados a la mesa, discutiendo sobre las materias de la escuela y los paridos de fútbol que han hecho.

Me levanto de golpe sintiendo náuseas y me dirijo rápidamente al baño seguido probablemente de Jimin. No estoy seguro. Nada más llegar el silencio se vuelve total y tras mirarme al espejo me veo con la frente empapada en sudor y los ojos encharcados. Mis manos tiemblan apoyadas en la cerámica y dejo caer mi cabeza sobre el lavabo llevándole el agua a la cara. Nada funciona.

–¿Jeon? –Pregunta la voz de Jimin y me giro al instante escuchando unas palabras que él no pronuncia–. ¡Aquí estás! ¿Escondiéndote de mí otra vez?

–Ji–Jimin… –tartamudeo y aunque su expresión es de franca preocupación oigo su voz algo distorsionada en mi mente.

Ya no puedes escaparte de mí, rata defectuosa. ¿Quieres que juguemos? Vamos a divertirnos. –Una de sus manos se cerca a tocar mi brazo pero me aparto de él y rápido me meto en uno de los dos cubículos cerrando con mi cuerpo detrás de mí–. Jeon. Jeon sal, ¿estás bien? ¿Qué ocurre? –Una vez aquí dentro ya no distingo si lo que él dice casa con las locuras en mi mente pero ahora que no le veo, todo está más claro. La puerta al exterior del café se abre. Unos pasos entran. Varias personas.

–¿Jimin? ¿Park Jimin? –Pregunta una de las voces y nada más reconocerla caigo al suelo al lado del retrete.

–¡Cuánto tiempo! –Exclama Jimin y la sombra de unos pies se cuela por debajo de la puerta indicándome que esa persona se ha acercado a Jimin. Ambos se han abrazado porque se han reconocido. Todos se han reconocido entre ellos y a mí no me engañan, yo los he reconocido a todos.

–¿Qué haces aquí? –Le preguntan y siento como señala la puerta. Puedo sentirlo perfectamente y habla con palabras despectivas.

–Estoy con la rata. Este estúpido no puede salir de su cuarto sin que le dé un ataque de ansiedad. –Rápidamente suben a mi boca toda la comida que acabo de ingerir junto con el chocolate y vomito sintiendo mi cuerpo arder. Toda mi garganta quema por el vómito y una vez vacío mi estómago tras dos arcadas, me apoyo en la taza viendo de soslayo las sombras a los pies de la puerta.

–¿Con aquel niño del instituto? –Jimin gruñe en respuesta–. ¿Cómo es eso? –Todos ríen acordándose de aquellos tiempos.

–Ahora soy su psiquiatra. Él no me recuerda, tiene la mente tan atrofiada que no sabe ni quién es. –Todos ríen de nuevo.

–¡No me digas! ¿No serán de esos que se mean y se cagan encima? Vaya lastre de niño ha sido siempre.

–Ya lo sé. No servía ni para tomar por culo, ahora es un inútil. –Cada palabra golpea en mi pecho y lloro amargamente. Las lágrimas empapan mis mejillas y muerdo mi labio con sabor a vómito. Siento mi mundo hundirse por momentos.

–¿Está ahí dentro?

–Sí. –Un silencio incómodo se produce.

–Que bien. ¿Una más, por los viejos tiempos? –Todos animados parecen dispuesto a retomar su pasado para volver a hacerme víctima de sus agresiones y mientras los pasos se acercan siento como la puerta se abre lentamente dejándome ver como tan solo el cuerpo de Jimin me espera al otro lado. Las sombras de los zapatos que debieran estar ahí paradas, no existen. Las personas han desaparecido. Las voces, se han ido. Solo Jimin.

–¿Jeon? ¿Qué te pasa? –Entra muy despacio para no asustarme y se acuclilla a mi lado.

–Vas a golpearme de nuevo. –Digo pero él frunce el ceño.

–Claro que no. –Hace un puchero imitando el que probablemente tengo yo en mis labios–. No voy a tocarte. No voy a hacerte daño.

–¿Por qué has dicho esas cosas tan feas de mi?

–¿Yo? No he dicho nada Jeon. Nada…

–Les has dicho que tengo la mente atrofiada. Que soy un inútil.

–¿A quién?

–A ellos. –Señalo fuera pero en realidad ya no hay nadie allí.

–No hay nadie, Jeon. No he hablado con nadie.

 

 

 

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