DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 18

 CAPÍTULO 18


Jimin POV:

 

Pasados diez minutos de su ataque pudo calmarse y conseguí que se levantara del suelo y le acerqué al lavabo para que pudiese enjuagar su boca y el sudor que recorría su frente. Ambos estábamos nerviosos porque para mí era la primera vez que un paciente estaba a mi cargo fuera del hospital y sufría un ataque, y para él, estar a mi cargo, lejos de su zona de confort, y habiéndole sucedido lo que le ha pasado, es normal que se sienta del todo inseguro.

Tras salir del establecimiento miraba a todos los lados incrédulo, preguntando de nuevo por las supuestas tres personas con las que hablaba en el baño. Tras repetirle unas veinte veces que no hablaba con nadie pareció comprender que todo lo que hubiera visto no había sido más que producto de su mente enferma.

A medio camino tuvimos que pararnos porque me pidió descansar dado que no estaba acostumbrado a tanto movimiento y desplazamiento.

Cuando dieron las doce y media ambos llegamos al hospital y mi brazo descansaba en su cintura temiendo que se desvaneciera o que cayera al suelo para vomitar de nuevo. A él no pareció importarle, incluso diría que no se había dado ni cuenta pero tan solo cuando salimos del ascensor y aparecimos en la puerta de su cuarto, él se alejó de mi como por un resorte. Allí, Min Yoongi nos esperaba mirando a todas partes en el cuarto como si nos estuviera buscado. Me hace pensar que probablemente que hubiéramos tardado cinco minutos más, o cinco menos, no los lo habríamos encontrado. Yoongi se le quedó mirando la ropa a Jeon y su rostro cansado y pálido.

–¿Qué está ocurriendo aquí? –Pregunta serio y se acerca a Jeon para coger su rostro en sus manos y comprobar su mirada cansada y el sudor en su piel. Yo no hablo aun porque no me atrevo y el que intente dar explicaciones de algo tan evidente me resulta perder el tiempo–. Ven, Jeon. –Le dice y tras quitarle el abrigo le tumba en la cama y le cubre con una manta que él bien agradece. Se acerca a su rostro para susurra y no tener que levantar la voz–. ¿Te has desmayado?

–No. –Dice Jeon en el mismo tono.

–¿Te ha pasado algo malo?

–He sufrido otro periodo de alucinaciones. He vomitado. –YoonGi me mira directamente a mí y sus ojos congelan mi sangre. Siento la adrenalina, a pesar de todo, recorriendo mis venas y la posibilidad de que me suspendan como doctor la veo muy cerca.

–Bueno, venga, no pasa nada, Jeon. –Le dice tapando más su cuerpo–. Descansa un poco y cuando sea la hora de la comida vengo a traerte una manzanilla para que se te pase todo. ¿Hum? –Sin esperar a que Jeon le conteste se pone de nuevo erguido y camina hasta mí para sujetar fuertemente mi brazo y sacarme del dormitorio donde le encierra dentro.

–Yo… no sé…

–Nada. –Dice cortante–. Vamos a tu despacho. Allí hablaremos. –Asiento subordinado y tras llegar cierra la puerta detrás de él. Le ofrezco sentarles pero no acepta y prefiere recriminar mis actos de pie, donde tenga más espacio para gesticular–. Vas a contarme que ha pasado, con pelos y señales.

–Le traje esta mañana ropa de calle, le convencí para salir y fuimos a una cafetería. Allí al rato comenzó a agobiarse y vomitó en el baño.

–¿Cómo se te ocurre sacar a un enfermo del hospital? ¿No ves que eso va en contra de las normas?

–Lo sé, pero pensé que si le daba el aire y caminaba un poco se despejaría y podría convencerle de lo que se perdía si no tomaba la medicación.

–Las cosas no funcionan así, doctor Park.

–Lo sé pero creía que…

–Basta. Es muy sencillo. Un enfermo que no está recuperado, y menos que no sigue los tratamientos para curarse, no puede salir del centro. Punto.

–Lo sé. Lo siento.

–No tienes que pedirme disculpas a mí.

–No se lo digas a NamJoon.

–No hablaba de él sino de Jeon. Es él quien ha sufrido las consecuencias de tus actos. –Ambos nos mantenernos en silencio unos segundos y no nos apartamos la vista. Enfadado da mucho más miedo de lo que me esperaba. Pero sin embargo este enfado es completamente diferente al que sufría cuando le conocí. Ahora pretende ser responsable y adulto.

–¿Se lo dirás a Namjoon?

–No. –Dice firme y mira a todas partes–. Pero tu hoy no saldrás de aquí. Ya le has causado suficientes problemas. Cuando sea la hora de marcharte pasas a despedirte y disculparte y punto. ¿Entendido? –Me pregunta.

–Sí. –Se marcha y me deja solo sintiendo como el mundo se me viene encima.

 

 

Cuando ha anochecido la habitación comienza a cernirse sobre mí y un extraño ahogo me consume. Aunque no sea la hora, decido recoger mis cosas y salir del despacho para encontrarme por los pasillos a un Yoongi que me hace detener.

–¿Ya te vas? –Me pregunta.

–Sí. Voy a ver a Jeon y me marcho.

–Bien, hasta mañana.

Tras perderlo de vista me acerco a la puerta de Jeon y toco con dos golpes pero nadie al otro lado contesta. Abro sin necesidad de permiso y la oscuridad se ha tragado el cuarto. Todo está en sombras y un gran bulto en la cama me indica que Jeon ya estaba dormido. O al menos eso me gustaría decir para tener que saltar este momento pero el bulto en la cama tiembla y le llamo por su nombre sabiendo que está llorando.

–¿Jeon? –Pregunto y la cabecita del bulto se descubre dejándome ver su rostro entre las sombras–. ¿Puedo encender la luz de la mesilla? –Pregunto de nuevo y se adelanta a mi deseo encendiéndola él. Tras tornar su brazo dentro de la cama, puedo ver mejor sus mejillas húmedas y su cuerpo tembloroso.

–Ji–Jiminie…

–¿Pu–puedo sentarme? –Tartamudeo ante la forma en la que se ha dirigido a mí.

–Sí. –Dice simple y acerco una de las sillas a la camilla y dejo el maletín a mi lado. Tras ver como un río de lágrimas corre por su sien acerco mi mano pero me detengo a medio camino esperando que me de permiso y no se aleje de mí. No parece oponerse así que termino la distancia y acaricio sus mejillas empapadas. Estas están calientes y son muy suaves. Mis dedos se deleitan en su piel.

–Vengo a pedirte perdón, Jeon. Lo siento mucho, no tenía que haber hecho nada. Fue una tontería.

–Hyung… –Dice volviendo a trasmitirme esa sensación extraña en mi estómago–. Soy un estúpido. Y soy un cobarde. No aguanto nada. Perdóname a mí. –Frunzo el ceño ante sus palabras inesperadas–. Por mi culpa te pueden echar del trabajo. –Su mano se acerca a la mía en su rostro y presiona firme en mi contacto–. He llorado toda la tarde porque me siento mal por ti. ¿Ves? Así soy de estúpido.

–Jungkookie… –Tumbo mi torso en el colchón quedando muy cerca de él–. No llores por mí. Ha sido culpa mía. No volveré a sacarte de aquí. No quiero que vuelvas a pasar lo de hoy.

–Lo de hoy no tiene importancia. Hyung, no dejes de intentar animarme. Me encanta cuando me traes cosas de fuera. Cuando me propones cosas raras e interesantes. Y cuando me haces ser valiente. –No me doy cuenta cuando ambos hemos comenzado a susurrar–. Si no hubiera sido por mi culpa…

–Ya está, Jeon. Ya pasó todo. ¿Cómo está tu estómago? ¿Te encuentras mejor?

–Me siento muy triste. –Dice y hace un puchero involuntario.

–No estés triste…

–Jimin…

–¿Hum?

–Cuando me recupere, ¿me invitarás a un trozo de tarta como la de hoy? –Sus ojos brillan con el recuerdo y yo sonrío emocionado por su iniciativa de recuperarse.

–Claro, todos los que quieras. –Suspiro y me incorporo para levantarme de la silla y soltar su rostro–. Es tarde, tengo que irme. Ya.

–¿Mañana estarás aquí?

–Como cada día, Jeon. –Sonrío pero sé que tiene miedo de que me despidan–. Dulces sueños. –Me encamino a la puerta pero antes de salir me dirijo a él de nuevo–. ¡Ah! Y si sueñas conmigo otra vez, disfruta, que los sueños están para eso.

Cierro la puerta detrás de mí sonriendo, escuchando un sonoro y furioso “Hyung” desde dentro. Eso me hace reír mucho más.

 

 

Tras llegar a casa y sin quitarme ni abrigo ni nada, introduzco el CD número cinco en el reproductor y mientras el silencio llena la sala comienzo a desvestirme en mi cuarto con la puerta abierta atento a cualquier cosa pero nada. Incluso comienzo a cenar cuando quedan cinco minutos de reproducción cuando su voz suena haciéndome dejar la comida de lado.

–Sé que no lo podéis ver. Pero él está ahí. Lo estoy viendo. –Su voz es calmada. Tranquila y paciente–. Llevo años viéndole, me insulta, me dice cosas tan feas que llego a vomitar del propio asco que me crea de mi mismo. Me duele verle. Me hace sentir que no soy nada. Y es verdad. Por su culpa, he acabado aquí. –No habla con aquello que ve sino con las personas que graban su voz–. Cuanto más pase encerrado, más compañía me hace.

 

 

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