DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 24
CAPÍTULO 24
Jimin POV:
JungKook cayó dormido al instante en que
nuestro coito se detuvo y a poco estuve yo también de sucumbir al sueño pero me
conocía y de hacerlo no nos despertaríamos hasta el día siguiente y no podía
permitirme eso. Nada más me incorporé le cubrí con una manta y me di una ducha
todo lo rápido que pude. Tras ponerme cualquier cosa hice algo de cena y
desperté a Jeon suavemente y con cuidado.
–Jeon, pequeño, despierta… –Zarandeo
débilmente su brazo y poco a poco abre sus ojos para verme y asustarse los
primeros segundos pero tras verse desnudo a si mismo parece que todo regresa a
su mente y me sonríe con las mejillas carmesí.
–¿Tenemos que volver ya? –Asiento triste.
–Pero antes vamos a cenar, ¿sí? –Asiente y se
incorpora en la cama–. Toma, date una ducha rápida. Te espero en el salón. –Le
digo ofreciéndole ropa limpia y asiente de nuevo levantándose y conduciéndose
rápido al baño, avergonzado por su desnudez.
Sonriendo me conduzco al salón y preparo la
mesa para acabar colocando la comida en el momento en que JungKook sale del
baño aun con el pelo húmedo. Cuando se sienta delante de mí me mira esperando
por algo y como no contesto y me limito a mirarle con una sonrisa bobalicona en
la cara haciéndole preocupar.
–¿Hum? ¿Ocurre algo? –Me pregunta.
–¿Estás bien? ¿Te duele o…?
–No, nada. –Dice cortante y enrojecido–. Estoy
bien gracias.
–¿Por qué avergonzado? –Se encoge de hombros y
comienza a comer mientras que yo no lo hago. Le miro con mi barbilla apoyada en
la mano–. Me ha encantado hacerte el amor. –Se atraganta con la comida–. ¿Te ha
gustado? ¿Has sentido placer? –Pregunto aunque conozco la respuesta. Él solo
sonríe sin poder hablar. Comienzo a cenar porque él no me hablará.
Cuando terminamos la cena, recojo los platos y
regresamos al coche apenas son las nueve. Aquí dentro parece más cómodo y
confiado por lo que inicio una conversación.
–¿No te sientes excitado? –Le pregunto
sujetando el volante con emoción.
–¿Otra vez? –Me pregunta asustado.
–No, no. No excitado de esa manera. –Sonrío
sintiéndome idiota–. Me siento como cuando faltaba a clase para irme a jugar al
billar. –Le digo–. Esta adrenalina de que en cualquier momento nos pueden
pillar.
–Te pueden pillar. –Recalca.
–¿A qué te refieres?
–¿Qué pasará si alguien nos encuentra, si se
dan cuenta de que no estamos? A mi nada. A ti, de todo. Y más si les digo lo
sucedido. –Todo mi cuerpo tiembla ante sus palabras.
–¿Vas a contarlo?
–No, solo digo lo que puede pasar.
–¿Estás enfadado? –Niega con la cabeza pero si
es cierto que está pensativo–. Quieres que te dé explicaciones de por qué
quería hacerte el amor, ¿verdad?
–No te las pido, pero si quieres contármelas,
adelante. –Ahora que estoy dispuesto a ser sincero en mis sentimientos no me
salen las palabras y me limito a mirar unos segundos al frente a la espera de
ordenar mis pensamientos.
–Quería hacerte el amor.
–Ya. –Dice lo cual es evidente.
–Quería hacerlo contigo, y solo contigo.
–Recalco porque no quiero que piense que me lo tiro todo.
–Bien.
–No sabía si tú querrías pero bueno… tenía que
intentarlo.
–¿Solo eso?
–No sé cómo explicarlo, Jeon.
–¿Y para qué lo intentas? Me bastaba con un
“me gustas y quería sexo, punto”.
–¿Así de simple?
–Tú funcionas así, cuando das explicaciones,
no siempre, te limitas a decir lo humanamente básico y elemental. Podrías
explayarte más por educación: “Me sentía atraído por ti, necesitaba hacerlo con
alguien y tú parecías dispuesto. No te has quejado y tenías la oportunidad,
ahora no puedes echarte atrás.”
–No soy tan cruel, Jeon. –Me indigno pero debo
decir el mejor y más gracioso chiste del mundo porque se destornilla de verdad
teniendo que apoyarse en el salpicadero para no ceder ante la falta de fuerza
por la risa–. Antes era así, ya no. –Susurro para mí pero él me oye y se
interesa.
–¿Qué te hizo cambiar?
–La edad, Jeon. La gente cambia y madura.
–Y una mierda. –Dice y se cruza de brazos.
Aquí termina nuestra conversación.
Tras llegar al hospital subimos por las
escaleras de la parte trasera y llegamos a su cuarto comprobando que nadie nos
espera ni nadie se ha dado cuenta de nuestra ausencia. Mis miedos se evaporan y
JungKook se va al baño a cambiarse de ropa. Tras salir se tumba en la cama y me
mira interrogante.
–¿Vas a dormir ya? –Le pregunto.
–Estoy muy cansado.
–¿Puedo sentarme unos segundos? –Asiente y me
siento a su lado en la cama. Él me mira esperando porque hable pero de nuevo no
sé qué decir.
–Te quiero mucho, Jeon. No estés así conmigo.
–No estoy de ninguna manera. –Dice y parece
sincero.
–¿Te arrepientes?
–No. –Asiento.
–¿Volverías a hacerlo conmigo? –Él parece
temblar ante mi propuesta.
–Claro. –Afirma–. ¿Tú quieres?
–Sí, mucho. –Acaricio su mejilla y esta es
fría en mi contacto y no hablo de la temperatura sino de su sentimiento hacia
mí–. Me ha encantado, y tampoco me arrepiento. –Miro afuera donde alguien pueda
descubrirnos pero nadie parece estar observándonos y beso sus labios muy sutil
y rápidamente. Él corresponde mi gesto pero sin atisbo de emoción en su rostro.
Cansado igual que él me levanto y me despido alejándome y saliendo por la
puerta para conducirme a casa.
…
Tras cambiar las sábanas y limpiar los
utensilios de comida en la cocina me sirvo un vaso de agua e introduzco el CD
número seis en el reproductor y me siento escuchando la nada como siempre. Esta
nada se prolonga casi todo el disco hasta en la última parte donde se oyen
susurros, hablando no con las personas en su exterior sino con alguien a su
lado, de ahí, el susurrar.
–Te he dicho que no quiero hacer eso. No me llames
así, ya no lo soporto más. –Parecen dogmas, palabras y frases que ha repetido
mil veces–. No quiero hablar contigo ahora, ellos nos miran. Sí, ellos. Claro
que no pueden verte. Es tu puta culpa que esté aquí, no me digas eso. No, no.
No quiero escucharte más por hoy. Basta. ¡Basta!
El CD termina y como no saco ninguna
conclusión en claro introduzco el siguiente encontrándome con un panorama
similar.
–¿Cuántas veces te he dicho que no me digas
así? ¡Basta ya! –Gruñe unos segundos y entiendo que intenta librarse de esa voz
que le atormenta cubriendo sus oídos y gruñendo pero eso no soluciona nada–. Ya
me hiciste tanto daño… ¡Déjame en paz!
Comentarios
Publicar un comentario