DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 12
CAPÍTULO 12
Jimin
POV:
Después de que estuvimos casi toda la mañana ahí fuera sentados y a medida que pasaba el tiempo, el sol calentaba más y era más agradable, la conversación entre nosotros disminuía como si JungKook realmente no necesitase de conversación para mantenerse sentado a mi lado. Yo igual. No era algo imprescindible que ambos buscáramos, al contrario, se veía una situación agradable e incluso diría que mejor que de hablar. Algunas plantas a nuestro alrededor, el árbol centrar ocupando toda nuestra vista, incluso sentí el frenético deseo de sentarme bajo su sombra y acurrucarme allí para dormir plácidamente pero dado que no sería un comportamiento, adecuado, me limité a reírme de mi mismo por el pensamiento.
Cuando fue la hora de comer nos condujimos al comedor. Yoongi nos detuvo a ambos y al parecer nos había estado buscando.
–No estabais en su dormitorio y…
–Estábamos en la terraza. –Le dije y aunque al principio pareció algo incrédulo ante mi afirmación asintió encogiéndose de hombros.
–Hoy nos toca la revisión semanal, JungKook. ¿No se lo has dicho a Jimin? –Le pregunta y JungKook lleva ambas manos a sus oídos negando con la cabeza. No está demasiado nervioso, simplemente lo hace como si verdaderamente la voz de Yoongi le dañara. Su simple presencia le hace sentir inseguro y yo acabo posando mi mano sobre su hombro lo que recibo de él una fría mirada y se aparta de mí.
–¿Qué clases de pruebas? –Le pregunto a Yoongi.
–Análisis, cardio, vista, oído, atención, reflejos… –Se encoge de hombros de nuevo–. Un chequeo, simplemente.
–Está bien. –Hago que JungKook me mire fijamente y hablo aunque tal vez no me entienda porque aun cubre sus oídos–. Ve con él. Yo tengo que hacer algo ahora. Cuando regrese espero encontrarte en tu cuarto, ¿bien? –Le pregunto y asiente. Me ha escuchado.
Yoongi alza su brazo queriendo posarlo en el hombro de Jungkook pero sin llegar a tocarle le redirige a las salas de consulta donde le harán la revisión. Le veo alejarse y no es hasta que no ha desaparecido que no me siento completamente tranquilo, pensando que en cualquier momento puede sufrir otro ataque de ansiedad, ira, o como la última vez que le vi, depresión.
Habiendo pasado por mi despacho me dirijo fuera del hospital psiquiátrico y camino por las calles de Seúl tranquilamente. Este hospital está bastante alejado del centro lo que me encanta pues puedo disfrutar aun más de la tranquilidad de las aceras y así, los escaparates y los carteles publicitarios de estos me llaman mucho más la atención. Camino durante media hora en la que veo restaurantes de todo tipo, jugueterías, quioscos, supermercados, tiendas de muebles y decoración de interiores, llego incluso a ver una pequeña tienda en la que no sé muy bien que venden. Miro dentro del escaparate para encontrarme con toda clase de objetos ya sean utensilios de cocina como juguetes o joyería. Todo con una temática vintage y hipster que solo pensar el precio de una pequeña cucharilla me hace dar un vuelco al estómago. Olvidándome de la idea de entrar sigo caminado y paso por varias tiendas de ropa hasta que me detengo frente a una librería.
El interior de esta está diseñado para que resulte un estilo muy antiguo. Con paredes pintadas en ocre y estanterías de madera antigua. En medio de los pasillos entre estanterías hay mesas donde se exponen de igual manera toda clase de libros. Una leve música destaca en el vacío ambiente de la librería y mis pasos se adecuan inconscientemente a este pausado ritmo. El olor, es inconfundible y me recuerda a mis tiempos de estudiante en los que me pasaba obligado horas enteras frente a un libro.
Una voz me sorprende a mi lado y doy un respigo girando mi rostro para encontrarme de cara a un chico que trabaja aquí ya que en su camiseta destaca el logotipo de la librería, el mismo que he visto en el cartel desde fuera.
–¿Necesita que le ayude en algo? –Me pregunta con una sonrisa enorme que me desconcierta unos segundos. En la insignia sobre su camiseta leo el nombre de Jung Hoseok.
–Pues sí, la verdad. Me preguntaba si tendrían el libro: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. –El hombre se sorprende por el título tan extraño que le digo igual que yo hice ayer nada más oírlo pero a los segundos parece caer en la cuenta y da un leve respingo dirigiéndose al mostrador para teclear algo en el ordenador.
–Haruki Muramaki. –Dice de repente y tras comprobar algo en el ordenador lo deja para correr en la dirección opuesta internándose entre las estanterías. Yo intento seguirle pero camina rápido y ágil buscando algo entre ellas. Lo pierdo de vista varias veces y cuando al fin encuentra lo que estaba buscando es cuando él debe encontrarme a mí porque soy yo quien se ha perdido entre los estantes–. Aquí está. –Dice mientras me encuentra y camina hasta mi para extenderme un libro negro con la portada en azul oscura. En su imagen, un rostro con sinuosas y extrañas figuras me hace temblar. Es un libro con peso, no son cien hojas. Probablemente tenga alrededor de mil. En mis manos se resiente.
–¿Este es? –Le pregunto confuso.
–No sé, usted sabrá. –Frunce el ceño y yo le imito–. Debe saber lo que busca, señor, antes de presentarse a comprar algo. –Me dice y pareciera que me recrimina algo pero su enorme sonrisa me dice que tan solo no quiere que haga una mala compra.
–Es un regalo. –Digo–. Este es el libro favorito de una persona y no me gustaría equivocarme.
–Ya le puedo decir de ante mano que no hay libro con este miso nombre a parte de el que está en sus manos.
–Espero que sea este. –Suspiro y le entrego el dinero correspondiente pero antes de poder marcharme me sugiere envolverlo y se lo entrego de nuevo para verlo envolver el libro en un papel de regalo plateado con líneas negras. Sobre el último pliegue coloca un lazo negro y todo ello lo mete en una bolsa de cartón negra. Al fin me lo entrega y me siento completamente satisfecho con la compra.
Cuando salgo me dirijo de nuevo calle arriba y entro en uno de los restaurantes de comida rápida que encontré antes y me pido cualquier cosa mientras me acompaña mi regalo en la mesa. Pasada la hora de comer regreso al hospital y camino rápido por los pasillos esperando encontrar a JungKook en su cuarto pero me sorprende la decepción al entrar después de llamar y encontrar la habitación completamente vacía y en silencio. Me quedo allí de pie pensando, siendo consciente de que tal vez terminasen de hacerle tarde las pruebas y aun estuviera comiendo. Pienso en dirigirme al comedor, pero siento que no lo encontraré allí y pensaré que está aun en la consulta. Iré allí y ¿qué? Interrumpiré solo por querer darle esto de inmediato. Me siento extrañamente ilusionado y nervioso con esto y sobre todo ansioso por descubrir su reacción. También algo titubeante, porque no sé si puedo hacer este tipo de cosas. Regalarle libros, presentarme aquí y pagar con mi dinero sus caprichos. Algo dentro de mí grita eufórico por la curiosidad de desvelar su reacción y olvida las consecuencias. No pienso más en ello y me siento en la cama de Jungkook de espaldas a la puerta sujetando la bolsa en mi regazo.
Sin poder evitarlo miro a todas partes a mí alrededor y descubro varios objetos personales en los que no había caído antes ya que parecen fundidos con el propio paisaje en la habitación. En la mesilla sobre el lado izquierdo en la cama, a mi lado, hay una botella de agua por la mitad y al tocarla, la noto ya caliente. Debe llevar horas aquí. Hay también un pequeño reloj digital de color blanco y a su lado, un marco con una foto al parecer de su padre y su madre. Ambos juntos sentados en una mesa. Parece una foto cualquiera, no de estas preparas y organizadas, pero es hermosa en todos sus ámbitos. Es personal e íntima. Cojo el marco plateado en mis manos y lo acerco a mí para ver más detenidamente los rostros de ambos, sin duda la expresión de su padre es la de JungKook y la sonrisa, de su madre.
Tras dejarla de nuevo en su sitio sigo investigado y bajo la mesilla hay un espacio vacío ocupado por un cajón de tela, de estos de las habitaciones de niños pequeños en donde guardan sus juguetes pero aquí, solo veo blogs de dibujo y un par de estuches de pinturas. Algo inocente e inofensivo al fin y al cabo y cuando llevo mi mano allí, la detengo al instante impulsado por una fuerza invisible. Me giro de repente viendo el cuerpo de JungKook ahí en la puerta quieto y sin expresión. Simplemente observándome.
–Lo siento. –Me disculpo porque probablemente me haya pillado infraganti cotilleando sus cosas.
–No importa. –Dice encogiéndose de hombros y se acerca a la cama desde el lado opuesto mientras que yo me levanto y me quedo de cara a él.
–¿Han ido bien las pruebas? –Asiente–. ¿Has comido bien? –Niega con la cabeza–. ¿Por qué no?
–Porque no estabas para probar mi comida.
–Oh, vaya.
–Yoongi no ha querido hacerlo, así que no he comido apenas. –Hago un puchero y él frunce el ceño.
–Vaya, digo con un deje infantil–, pensaba darte este regalo pero como no has comido bien, nada. –Él se encoge de hombros y me hundo en la decepción porque creí que le mataría la curiosidad como habría pasado conmigo. Él se tumba en la cama boca arriba y coloca sus manos en la nuca–. ¿No quieres saber lo que es?
–No. –Dice simple y cierra los ojos.
–¿Ni un poquito?
–No. –Repite en el mismo tono y suspirando le dejo la bolsa en la mesilla y me siento en el borde de la cama resignado a su comportamiento.
–Tienes que prométeme que comerás mejor o al menos lo intentarás cuando yo no esté. No estaré todos los días contigo. –Le digo y él abre sus ojos para mirarme.
–Eso no me disgusta. –Dice en referencia a mi ausencia–. Y sin embargo tengo la sensación de que no sé vivir sin ti. –Frunzo el ceño sonriendo.
–¿Qué dices, Jeon? –Sonrío aún más y él se encoge de hombros volviendo a cerrar los ojos. Suspira fuerte y continúa hablando.
–Al principio es doloroso, horrible, pero cuando te has acostumbrado tanto física como psicológicamente, no sabes vivir de otra forma.
–¿Tan dolorosa y horrible es mi presencia? –Le pregunto con una sonrisa.
–Tanto… No sabes cuánto. No sabes cuánto dolor me has causado, no sabes cuantas veces deseé morir.
–Tú y yo solo nos conocemos desde hace dos días. –Le recuerdo con una sonrisa amable.
–No, tú y yo nos conocemos desde hace muchos muchos años. –Recuerdo que los esquizofrénicos suelen decir este tipo de cosas dando por sentado hechos que no son verdad.
–¿Ah sí? Qué bien… –Ambos sonreímos, yo con alegría y él con tristeza. Niega con la cabeza y desvía su atención a la bolsa en la mesilla a su lado. La mira algo incrédulo alzando una ceja y después me mira a mi interrogante.
–¿Por qué me compras nada? No puedes hacerlo.
–Hago lo que quiero. –Le susurro y sonrío.
–¿Qué es?
–Ábrelo. –Se incorpora en la cama y coge la bolsa en sus manos para colocarla sobre sus piernas cruzadas. Tras sacar de ella el libro aún envuelto me da la bolsa que la aparto de él y le da un par de vueltas al objeto envuelto en papel de regalo y gira su cuello confuso–. Vamos, ¿a qué esperas?
Tras unos segundos aun dudando qué hacer, acaba quitando el lazo con cuidado y desenvuelve el papel de plata haciendo que la luz de este brille en sus grandes ojos cuando descubre qué hay en su interior. Su expresión hierática permanente se torna mucho más infantil y emocionada. Sus ojos miran el libro por todas partes y cuando ha observado por suficiente tiempo la portada y la contraportada, lo abre de par en par ojeando sus hojas. Siento un alivio enorme por no haberme equivocado.
–¿Qué? ¿Te gusta? –Le pregunto y siento que dirá algo de un momento a otro pero aunque lo intenta no le salen palabras e incluso frunce su ceño por su impotencia y acaba llevando el libro a su pecho para aferrarlo allí con fuerza y cerrar fuertemente sus ojos, lo que no esperaba es que de un momento a otro su sonrisa se desvaneciera mientras apretaba sus dientes. Cedió al llanto y comenzó a sentir convulsiones en sus hombros mientras lloraba–. ¡Jeon…! Pero no llores…
Le digo mientras acaricio su cabello y él llora aún más fuerte poniéndome los pelos de punta. Creía que lloraba de alegría hasta que habló.
–¿Cómo sé si esto es real o no? ¿Eh? Desaparecerá como todo. Ojalá fuera real…
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