DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 13
CAPÍTULO 13
Jimin
POV:
Llego a casa una vez más y me dirijo rápido a la cocina para saborear una de esas tan deliciosas magdalenas sonriendo infinitamente. Ha sido un día no muy duro pero estar constantemente en un hospital lo hace muy pesado y me agoto enseguida. Es un peso más psicológico que físico y este, es el peor de todos. Cuando regreso al salón ya como he hecho las dos noches anteriores pongo el tercer CD en el casete y regreso a la cocina para servirme un vaso de agua y llegar al salón con él. Mientras nada sucede cojo el móvil y miro correos atrasados, llamas perdidas y algún mensaje pero nada importante. Nada sucede y el silencio es infinito. Un susurro lo rompe a los veinticinco minutos.
–No. No me pidas eso.
Su voz es algo angustiada.
–¿Por qué me dices esas cosas? Yo no soy así. ¿Por qué eres tan cruel? Ni siquiera me conoces, no, no me conoces en absoluto.
De repente su voz se torna angustiada.
–¿Co–Cómo sabes eso? ¡No! ¡Es mentira! –Grita de nuevo y sufre un ataque de ansiedad que obliga a los médicos encargados de él a sacarlo de donde estuviera. El CD se termina y se detiene.
…
Una día más me levanto de mi cama y rápido salgo corriendo a la cocina para realizar lo que durante toda la noche he estado cavilando y nada más llegar allí y ver las magdalenas, una sonrisa florece en mis labios. Ya sin más dilación cojo de entre todas la que considero más perfecta y la meto en un pequeño recipiente de plástico para conservarla todo el viaje. Su olor es tremendamente delicioso y salivo solo con verla. Mientras me visto, me como una más, apenas quedan ya.
Conduzco al hospital y ya lo siento casi como una rutina aunque el paisaje es completamente diferente tras la luna del cristal que las calles de Busán a las que estaba acostumbrado. Llego antes de lo esperado y cuando me apeo de coche y asciendo al dormitorio de Jeon, escondo tras mi espalda la bolsa con la magdalena. No necesito abrir la puerta, ni siquiera llamar, porque su cuerpo despierto está tumbado boca abajo en la cama con el libro que le regalé ayer en sus manos. Nada más estar cerca de la puerta me ve y me sonríe con una cálida mirada algo somnolienta.
–Buenos días. –Le digo mientras me responde con un movimiento de cabeza–. ¿No me digas que te has pasado la noche leyendo? –Le pregunto algo enfadado aunque muy alagado por su esfuerzo dado que es mi regalo lo que disfruta.
–No, solo me fui tarde y me he levantado temprano, nada más.
–Espero que rindas bien hoy eh, no quiero que los médicos me digan nada. Y si alguno te ve el libro, por favor, no le digas que te lo he comprado.
–No te preocupes. Lo guardo al fondo de la caja. –Señala la caja de tela que vi ayer bajo su mesilla–. Y sí veo que no es suficiente, lo meteré en la cisterna del retrete.
–¡Eso lo estropeará! –Le digo algo angustiado de que se le ocurra tal estupidez pero él me mira sonriendo, haciéndome entender que no ha sido más que una broma–. Vaya, al parecer tu humor ha mejorado. Me alegro de ello y por recompensarte, te he traído esto. –Me siento en el borde de su cama mientras le veo incorporarse y posar el libro con una marca en la página para no perderla. Jungkook me mira atentamente y frunce su ceño cuando saco una fiambrera blanca para extenderla a sus manos.
–No es posible.
–¿Cómo? –Le pregunto confuso.
–No has podido predecir mi humor, esto lo ha traídos porque te ha dado la gana. –Río por sus palabras y asiento, reconociendo efectivamente que lo he hecho porque he querido.
–Tienes razón. Vamos, cómelo. –Pensaba abrirlo pero al oír que es algo de comida lo aparta rápido de sí y me lo devuelve asustado. Comprendo su miedo por lo que yo mimo abro el embase y saco de él una magdalena de chocolate con glaseado de color rosa pastel. Sobre este, perlas blancas lo decoran. Es sin duda una auténtica delicia que no es capaz de apreciar.
–¿Qué es? –Me pregunta.
–Es una magdalena. Me ha regalado unas cuantas mi casero y quería regalarte una. –Él frunce el ceño.
–No se puede traer comida de fuera a los pacientes. –Susurra.
–Lo sé, pero si te la comes rápido no pasará nada. Nadie se enterará. Vamos. –Se la extiendo en mi mano pero él niega con la cabeza–. ¿No echabas de menos la comida con sabor? Vamos, no está envenenada. –Suspirando acaba resignado a mi ofrecimiento y con sus dos manos coge la magdalena para mirarla por todas partes.
–Pruébala. –Me exige y yo asiento sonriendo. Extiende la magdalena y sujetando sus manos con las mías, muerdo la masa llevándome un poco del interior relleno conmigo. Rápido limpio mis labios avergonzado porque de seguro que me los he manchado pero no puedo evitar esbozar la más placentera expresión por el deliciosos sabor del chocolate. Complacido por mi gesto se arriesga a morder también la magdalena y sus manos tiemblan una vez el alimento está en su boca.
–Es delicioso. –Susurra con sus mejillas llenas como si halagara el mayor de los pecados, temeroso de que nadie le oiga decir blasfemias.
–Lo sé. –Muerde de nuevo y el siguiente trozo me lo ofrece a mí por lo que no me niego y muerdo igual que él. Ambos devoramos la magdalena en segundos y rápidamente desaparece. Regreso el embase de plástico a la bolsa y nos quedamos ambos mirándonos unos segundos sonriéndonos, satisfechos con el delicioso alimento–. No le digas a nadie que te he traído nada. Eh…
–No, nada. –Sella sus labios con un gesto de su mano y regresa a coger el libro para tumbarse de nuevo en la cama.
–¿No vas a asearte? –Le pregunto animándole a comenzar el día.
–Ya lo hice, ahora solo quiero leer.
–¿No quieres desayunar algo más? No creo que media madalena…
–¡No! –Grita severo y firme–. Déjame en paz, solo quiero leer.
–E–Está bien. –Tartamudeo mientras me siento en una silla frente a la cama y cruzo una de mis piernas sacándome las gafas del rostro. Las sujeto en mis manos y las pongo a la luz para observar unas cuantas manchas en sus finos cristales. Las froto con mi bata blanca hasta que desaparecen y me las vuelvo a colocar para ver a Jungkook sujetar su libro con una mano para no perder la página mientras busca algo a su alrededor–. ¿Todo bien?
–¿Puedes mirar a ver si tengo algún marcador en la cesta? –Señala bajo su mesilla–. Creo que usé uno de color azul anoche. –Me levanto para dirigirme a ella mientras miro que se ha leído ya cien páginas. Su dedo se mantiene firme en la número ciento nueve.
–¿Estás pintando el libro que te he regalado? –Le pregunto algo molesto.
–No lo estoy estropeado, –me dice condescendiente–, solo remarco las frases que me parecen interesantes.
–Eso es estropearlo.
–¡Claro que no! ¿Para qué quiero un libro si no puedo manosearlo, remarcar lo importante, señalar lo que me gusta…? –Le tiro un suspiro que más parece un bufido y rebusco en la cesta entre barios blogs de dibujo y estuches hasta dar con un marcador de color azul cielo.
–¿Este? –Le pregunto y con una enorme sonrisa me lo arrebata de las manos y le veo subrayar un párrafo entero. Niego con la cabeza y mientras intento pasar el tiempo me aprovecho de estar acuclillado aquí para coger uno de los blogs de dibujo y abrirlo por la primera página que se me muestra.
La horrenda y tenebrosa imagen de un monstruo aparece en medio del folio en blanco. Ha sido dibujado con ira a la par que con miedo porque aunque los trazos son violentos, las pequeñas y poco marcadas características de su rostro, están muy temblorosas. La pintura parece ser carboncillo negro porque está muy emborronado, o bien, es lápiz y ha pasado ya mucho tiempo desde que se hizo este dibujo. Mirándolo más detenidamente parece el cuerpo de un hombre, grande y fuerte, sujetando la cabeza de una fiera con las fauces abiertas en una sádica sonrisa. En los ojos, dos manchas rojas brillan y me demuestran la verdadera maldad del sujeto en cuestión. Sus dientes, afilados. Todo el rostro en una expresión de ferocidad. Sádica violencia.
Tras pasar la página me encuentro algo muy similar solo que desde otra perspectiva diferente. Y la siguiente, y la siguiente. Más de veinte dibujos de lo mismo sin nombre ni fecha. Frunzo el ceño y me obligo a sacar a JungKook de sus pensamientos.
–¿Lo has hecho tú? –Le pregunto. Me mira por encima del hombro y asiente mientras a los segundos retoma su lectura–. ¿Qué es? o ¿quién es?
–Eso.
–¿Eso? –Repito no como forma de pregunta pero él me aclara sin apartar la vista del libro.
–Eso. Te lo expliqué el primer día. Eso malvado que me incita a hacer cosas sádicas y crueles.
–¿Puedes representarlo físicamente? ¿No es más como una sensación?
–No exactamente. Es cierto que Eso es una sensación, muy diferente a los que es Él. Él es una imagen clara en mi mente, en mi vida. Él puede hablarme y contestarme. Mírate. Como lo haces. –Frunzo el ceño–. A Él puedo representarlo fielmente por eso no tengo la necesidad de hacerlo, sin embargo, cuando intentaba dibujar Eso, al ser una sensación, adoptaba la forma de la cosa más sádica y cruel que he visto nunca.
–¿El qué?
–A ti.
–¿Este soy yo? –Le pregunto sonriendo y él se encoge de hombros sin decir una sola palabra más.
Tomándomelo a locura de enfermo dejo ese blog para coger el siguiente y más imágenes de ese algo aparecen una tras otra hasta que terminan dando paso a folios enteros escritos con un nombre. Con mi nombre.
–Park Jimin. –Leo en todas y cada una de las repetidas representaciones de mi nombre. Están dibujados con diferentes colores, en diferentes estados de ánimo teniendo en cuenta la profundidad con la que la pintura ha agredido al papel. Una vez más el papel me trasmite la idea de que esto ha sido hecho hace mucho tiempo pero de nuevo, no hay fecha que me corrobore–. ¿Qué diablos es esto? –Le pregunto. De nuevo me mira desinteresado.
–Más dibujos.
–Pone mi nombre. ¿Hiciste esto ayer? ¿Antes de ayer?
–No, hace mucho tiempo.
–¿Este es mi nombre?
–¿Te llamas Park Jimin? –Me pregunta conociendo perfectamente la respuesta.
–Claro que sí.
–Entonces es tu nombre…
Comienzo a sentirme furioso por lo que me limito a guardar todo de nuevo y dar por hecho que esto no es más que una tontería. O bien lo ha hecho estos días o es una horrible casualidad. Tal vez lo hiciera ayer y ni siquiera se acuerda. Tal vez, dentro de su mente, confunda el tiempo incluso el espacio. La esquizofrenia que no se medica con regularidad puede destruir la mente de una persona y más la de alguien joven como él. Me limito a olvidar lo sucedido.
Pasadas unas horas se decide a abandonar el libro y salimos a dar una vuelta por los pasillos pero como hoy han bajado un poco las temperaturas le mantengo dentro del hospital ya que me ha pedido salir a la terraza. Dado el tiempo, me veo en la obligación de no aceptar sus pucheros encaminarnos cuanto antes de nuevo a su cuarto, donde parece controlar un poco aunque sea su estabilidad emocional.
Tras la hora de la comida. Regresamos a su cuarto y no se despegó del libro ni un segundo. Apenas tuvimos una conversación decente y cuando fue la hora de cenar, le llevé al comedor otra vez. Cuando terminamos le hice prometer que dormiría directamente y que no se dejaría seducir por el libro para pasarse la noche en vela. Al contrario de lo que me esperaba, no se quejó ni puso excusas. Se limitó a internarse entre las sábanas y antes de que me marchara de su cuarto mientras corría las cortinas y revisaba toda la habitación, el comenzó a roncar y no pude evitar acercarme a su rostro para posar, de manera casi obligada por mi interior, mi palma en su frente. Mi otra mano, en su pecho y comprobé como respiraba tranquilamente. Tras sentirme yo cansado también le cubrí aún más con las sábanas temiendo que pasase frío y salí de allí. Me dirigí a mi casa y como cada noche puse el siguiente CD, el cuarto.
Con el tiempo ha mostrado un gran cambio. A medida que trascurren los años, se siente más cómodo frente a esta extraña presencia tan solo en su mente que le atenaza. Su voz no es más clara pero sí más segura y concisa en sus palabras.
–Te he dicho que no digas cosas feas de mí. –Dice casi en un susurro–. ¡Claro que no me las creo! –Recrimina ofendido pero con una clara baja autoestima–. No, no te echo de menos. Mentira. Eres un mentiroso. ¡NO! No quiero escucharte por más tiempo.
El CD termina con una inocente canción de su parte, intentando evadir la voz dentro de su mente cantando. Mientras me termino la última magdalena de la cesta, apago el reproductor y me voy a dormir.
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