DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 21
CAPÍTULO 21
Jimin POV:
Los días pasan no tan lentamente como me
gustaría y al pensarlo es incluso una tontería pero es cierto. Es la primera
vez en mucho tiempo que siento como mi trabajo me llena, me recompensa. Me hace
querer permanecer al lado de mi paciente y me levanto cada día con ilusión y
una sonrisa en mi cara. Y sin embargo, es extraño y desagradable sentirme de
esta manera porque a pesar de ser algo bueno, sigo aborreciendo mi trabajo y
que me hagan amar algo que he odiado por años me hace sentir sucio y tal vez
decepcionado conmigo mismo. A pesar de todo, me sigo levantando como cada día
con una sonrisa en la cara.
Es miércoles, y las nubes grises cubren el
cielo de una manera posesiva evitando que podamos ver las luces del sol. Es
normal. Es noviembre. Tras estar casi dos horas mirando desde la cristalera el
árbol en la pequeña terraza Jeon me ha obligado a segur caminando, decepcionado
por no poder salir al exterior. No porque no quiera sino porque es mi voluntad.
–¿No me he portado bien? –Pregunta un poco
acongojado.
–No es eso. No quiero que cojas un resfriado.
Hace frío, Jeon.
–Hace mucho que no salimos. Quiero salir y que
me dé el aire en la cara. Quiero respirar un aire que no huela a medicinas.
–Lo sé, lo siento. –JungKook bota en el suelo
una pequeña pelota roja que tenía por ahí guardada del tamaño de su mano. Lo
hace a medida que caminamos y sin importarle que le miren o no esté permitido
jugar con estas cosas por los pasillos. Él lo necesita porque le hace sentir en
calma escuchar el sonido rítmico y permanente del juguete golpear el suelo.
JungKook
POV:
No sé en qué momento ni tampoco porqué
exactamente pero en uno de los botes no soy calculador y hago que bote en la
punta de mi pie haciendo que en vez de seguir su trayectoria normal de regreso
a mi mano rebote y se aleje botando pasillo adelante lejos de mí vista. En vez
de hacer nada me quedo observando como poco a poco se aleja de mí sintiendo
como a medida que pasa el tiempo me da más pereza ir a recogerla. Ya ha dejado
de botar y simplemente rueda lejos de mí.
–Yo voy. –Dice Jimin y sale a paso rápido
hasta que ve como la pequeña pelota choca con el pie de un paciente sentado en
un banco al lado de una puerta de madera. El hombre adulto y robusto mira con
una ira ciega la pelota que ha interrumpido sus pensamientos y Jimin se
disculpa de inmediato con intenciones de coger mi pelota pero no es así de
sencillo.
El hombre se levanta de golpe y la prioridad
de Jimin cambia de inmediato haciéndole ver que algo muy malo ocurre. Una de
las manos del hombre se dirige al rostro de Jimin y coge la moldura de sus
gafas sacándoselas de la cara para tirarlas al suelo. Desde lejos, oigo
perfectamente el chasquido de ambos cristales romperse y partirse en pedazos.
Jimin queda unos segundos atónito no por falta de visión sino porque aún no
puede asimilar lo que sucede. Una justicia divina se le presenta y no es capaz
de reaccionar. Yo, por el contrario, siento mi sangre bullir en mis venas. Es
una sensación tan desagradable como cuando era yo al que golpeaba, incluso más,
porque esta vez tengo la capacidad para detenerlo, para enfrentarme a ese
hombre y sin embargo me quedo como una estatua observando a ese robusto hombre
estampar su puño sobre la cara de Jimin de una manera tan brusca y rápida, por
no decir inesperada, que cae al suelo y se apoya en su brazo para mirar hacia
arriba, hacia la persona que le agrede. Ese fui yo y este es el karma ajustando
en su medida cada uno de los golpes que recibí de sus manos.
Yo nunca creí en el karma y menos aún cuando
pasé años siendo yo el único al que martirizaban, al que humillaban. Ellos
siempre estuvieron sobre mí y es así como percibo la justicia, unos están por
encima de otros en la escala social. Pero todos estos pensamientos idealistas,
nada más que utopías, desaparecen de golpe y porrazo en el momento en que la
espalda de Jimin toca el suelo en un golpe seco mientras se cubre su mejilla
con una mano y la otra la interpone entre el agresor y él. Todo cambia, todo se
distorsiona en mi mente. Desaparecen las ideas e incluso los recuerdos. Me
vuelvo un ser posesivo, egoísta y codicioso de lo mío. Él es mío y nadie más
que yo tiene derecho a tocarlo.
Siento como el calor de la adrenalina en mi
sangre me obliga a caminar completamente despreocupado de mis actos y las
consecuencias hasta el hombre ese y arremeter con todas mis fuerzas haciendo
que caiga de espaldas al suelo. Una vez allí, colocado sobre él, mis puños
bailan y dibujan sobre su cara todo lo que a ellos se le antojan y permanezco
así hasta que los brazos de Jimin sujetan fuertemente mi cintura alejándome del
cuerpo en el suelo.
–¡Ya está inconsciente! ¡Déjalo ya, Jeon! –Me
grita y me repite una y otra vez hasta que me veo obligado a abandonarlo ahí.
Unos cuantos enfermeros vienen y otros tantos salen de la puerta al lado de la
que estaba sentado el hombre, confusos y desconcertados inducidos a salir por
el alboroto.
Jimin POV:
Todas las miradas de los enfermeros
comprobando las constantes del inconsciente paciente en el suelo me miran culpabilizándome
de lo ocurrido pero la verdadera culpabilidad la siento cuando Namjoon aparece
corriendo por el pasillo y me ve aun aferrado a la cintura de Jeon temiendo que
se lance de nuevo contra el cuerpo en el suelo.
–¿Qué ha ocurrido aquí? –Pregunta nervioso y
enfadado. Sus palabras son gruesas y entran en mis oídos dañándolos.
–Este paciente aquí me ha golpeado y me ha
roto las gafas. Jeon solo ha salido a defenderme. –Él me cree nada más hablo,
no le importa si lo que digo es verdad o no. Ni siquiera estoy seguro de que me
haya escuchado, simplemente no pide más explicaciones y llamando a dos de los
enfermeros en el suelo arrodillados les hace una seña con un movimiento de
cabeza.
Estos, sin dudar, se levantan y cada uno
agarra uno de los brazos de Jeon y lo arrastran por el pasillo alejándole de
mí. Yo le miro sin comprender.
–¿Qué ocurre? ¿A dónde se lo llevan?
–A las salas de aislamiento.
–¿Por qué? –Pregunto casi gritando mientras
recojo mis gafas rotas del suelo y la pelota roja por ahí perdida.
–Ha hecho algo malo, tiene que aprender,
Jimin.
–No ha hecho nada malo. –Recalco–. Solo me ha
defendido.
–No me importa. Ha golpeado a otro paciente.
Es una falta muy grave. –Sin querer escuchar ninguna de sus palabras más me
dirijo pasillo adelante mientras me grita desde lo lejos–. Ni se te ocurra
contradecir mis órdenes, Park. Debe permanecer allí hasta mañana.
Haciendo caso omiso de sus palabras sigo el
eco de los gritos de Jeon hasta encontrarle a mitad de camino. Él me llama. Me
suplica porque no le deje y cuando estoy a su altura intento persuadir a los
enfermeros para que lo suelten pero no obedecen y no solo eso, me ignoran y me
apartan de un empujón.
Una vez en las puertas de las salas de
reclusión escogen una entre todas y allí encierran a Jeon dejándome a este lado
de la puerta mientras él me mira a través de la pequeña ventanita con barrotes.
Ambos nos aferramos a ella y nos miramos muy cerca el uno del otro.
–No podéis dejarle aquí hasta mañana. –Les
grito a los hombres pero se largan y nos dejan a ambos aquí.
–Jimin, no pasa nada. Ya me han encerrado aquí
antes.
–Pero no has hecho nada malo. –Le digo y
suelta los barrones para alejarse unos pasos y pueda verle bien.
–Lo sé pero no se puede pegar a otros
pacientes. –Suspiro alicaído–. ¿Estás bien? Estás sangrando. –Me dice pero no
soy consciente de ello hasta que no toco con la yema de mis manos mi pómulo
encontrándome un pequeño corte.
–No es nada.
–Ve a casa Jimin. No tienes nada más que hacer
aquí.
–No. –Le digo firme–. No me voy. –Jungkook se
encoge de brazos y se sienta en el suelo apoyado en la puerta. Ahora que no
tengo la posibilidad de verle me siento de la misma manera que él y espalda
contra espalda suspiramos al mismo tiempo.
–Gracias. –Le digo mientras limpio mi cara con
la manga de la bata blanca tiñéndola de carmesí.
–No hay de qué. –Ahora que la adrenalina se ha
evaporado de mi cuerpo siento frío aquí sentado. Él debe estar pasándolo peor.
–Sí que hay. De veras que gracias.
–La vida es irónica, verdad. –Me encojo de
hombros aunque no pueda verme–. Es la primera vez que golpeo a alguien así.
–Reconoce a los segundos.
–¿De veras? Te manejas bien. –Le digo sonriendo
porque es verdaderamente sorprendente.
–Sí. No sé que me ha pasado.
–Tal vez la enfermedad que haya…
–No. –Me corta directo y firme–. Mi enfermedad
no ha tenido nada que ver. Nunca había sentido tanta ira. Tanto rencor. Tanto…
miedo.
–¿Ira, miedo?
–Nadie debe ponerte una mano encima, Jimin.
–Miro la puerta a mi espalda de reojo con el ceño fruncido–. Eres mío, eres mi
propiedad y nadie más que yo debe hablarte, debe tocarte. –Sus palabras más que
posesivas parecen sinceras y naturales. Algo en mi se corrompe y se pudre hasta
nublar mi pensamiento. Lo que solo era una idea sin fundamento ahora tiene
autoridad e intención.
–Jeon…
–¿Hum?
–¿Tienes aún la ropa que te presté?
–Sí, en mi cuarto está. ¿Por qué? –Mis
palabras fluyen como el aire en mis pulmones.
–Quiero llevarte a mi casa.
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