DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 22
CAPÍTULO 22
Jimin POV:
Ayer permanecí con JungKook hasta que se hizo
de noche y me vi en la obligación de regresar a mi casa aunque a regañadientes.
Tras una noche en la que apenas he dormido me dirijo de nuevo al trabajo
encontrando de boca nada más se abre el ascensor en mi planta la cara de
Namjoon que sonríe al verme.
–Ya hemos devuelto a Jeon a su habitación.
–Salgo del ascensor quedándome a su lado de pie, mirándole fríamente.
–¿Ha dormido bien?
–No lo sé. Ahora está desayunando allí. Ve a
verle.
–Sabes que no fue su culpa. Él solo reaccionó
como habría hecho cualquiera. –Namjoon me ignora y se mete en el ascensor
mirándome antes de cerrarse las puertas–. Sabes que está preparado para salir.
Déjame sacarlo a dar una vuelta.
–Si sale del hospital, estás despedido. –Las
puertas se cierran e ignorando sus palabras como él ha hecho conmigo me dirijo
a pasos furiosos hasta el cuarto de Jeon el cual me mira sonriendo y
saludándome con la mano mientras mastica una tostada con mermelada. Ya no
necesita que pruebe su comida y solo verlo, me hace sentir de nuevo cálido y
tranquilo. El miedo y la ira se van muy lentamente.
–Buenos días. –Le digo apoyándome en la puerta
mientras él devora hambriento su comida.
–Buenos días. ¿Cómo estás? Se te ha hinchado
la cara. –Me dice con una sonrisa por lo que entiendo que no es demasiado. Nada
que él no supiera que iba a suceder.
–¿Me veo muy feo?
–Horrible. –Dice y se encoge de hombros. Yo
cambio mi tono a uno más comprensivo.
–¿Cómo has dormido?
–Mal. –Dice simple–. ¿Qué clase de pregunta es
esa?
–Lo siento. –No dice más y sigue comiendo pero
yo cierro la puerta detrás de mí y me siento a su lado en la cama mirándole
intensamente–. ¿Pensaste en lo que te dije ayer?
–Sí. He tenido tiempo para pensar en ello.
–¿Y bien?
–Que te despedirán si se enteran de que has
vuelto a sacar a un paciente del hospital y más si es para llevártelo a tu
casa. Sé que es un buen lugar en comparación con una cafetería repleta de
gente…
–Estaremos solos. Lo prometo. –Le digo.
–Lo sé. Pero aun así tengo miedo. ¿Y si pasa
algo?
–¿Algo como qué?
–¿Y si vuelve a pasar lo de la otra vez? No
quiero volver a pasar por eso de nuevo, Jimin. –Cojo sus manos en las mías
impidiéndole continuar con su desayuno.
–Te prometo que cuidaré de ti. Haremos esto:
Tú te vistes, salimos de aquí y montamos en mi coche. Llegamos a mi casa y
permanecemos allí hasta que tú quieras. Cuando lo desees regresamos. Sin más.
–¿Qué haremos en tu casa?
–Lo que quieras. Solo quiero demostrarte que
eres capaz de estar fuera de este hospital.
–No estoy seguro…
–Yo creo en ti. –Me mira aturdido.
–¿De veras crees en mi?
–¡Claro! ¡Ciegamente! –Le muestro la moldura
de mis gafas rotas en el bolsillo de mi camisa a la espera de que vaya a comprarme
unas nuevas–. Literalmente. –Ambos reímos.
–¿Cuidarás de mi?
–Claro que sí.
–Voy solo si me prometes algo.
–Lo que sea.
–Que si te despiden, vendrás a verme igual.
–Lo prometo.
…
Cuando pasada una hora de comer el hospital
comenzaba a vaciarse poco a poco avisé a Jeon para que se pusiera la ropa de
calle que le presté. Aprovechando que era viernes y la mayor parte de la
plantilla se iba a estas horas, nadie se daría ni cuenta si desaparecíamos.
–¿Estás listo? –Le pregunto desde fuera del baño
a la espera de que salga.
–Sí, ya salgo. –Aún algo preocupado miro a
todas partes desde la ventana de la habitación temiendo que Yoongi aparezca de
la nada y nos arruine el plan–. Estoy listo.
Nada más le miro siento unas extrañas náuseas
repentinas porque ver su cabello mojado y sus mejillas ardiendo por haber
estado dándose una ducha de agua caliente me hace sentir completamente ridículo
a su lado. Mi ropa le queda mucho mejor que a mí y su seguridad al mirarme me
quita todas las dudas. Ya no hay vuelta atrás.
–Vámonos pues. –Como la otra vez, coge su
libro, se pone la mascarilla en la cara y nada más dejar libre su cuarto agarra
mi brazo y me conduce por el pasillo opuesto al ascensor–. ¿A dónde vamos? –Le
pregunto aturdido.
–He pensado que mejor bajamos por las
escaleras traseras. Las que dan a los jardines. Nadie nos verá salir.
–Buena idea. –Ambos llegamos a las escaleras y
bajamos todas hasta que se terminan y desembocamos en un jardín extenso y
vallado. No parece importarle porque saltamos la valla sin dificultad y antes
de darnos cuenta estamos en las aceras caminando entre toda la gente para
conducirnos a mi coche. Él es el primero en decir algo.
–Mi estación favorita era el otoño. –Dice.
–¿No lo es ya?
–Ya no importa. Aquí dentro ya no distingo una
cosa de otra. Pero ahora al salir y ver todas las hojas caídas en el suelo y el
fío, el olor a humedad. Me acabo de acordar.
Escuchando sus palabras me adelanto a sus
pasos y me paro frente a una montaña de hojas secas y la pateo haciendo que vuelen
en su dirección. Este se aleja haciendo y puchero y me mira enfadado.
–No puedes ser más infantil, ¿verdad?
–Tenía que hacerlo, lo siento. –Antes de poder
acercarme a él, Jungkook se agacha y recoge un puñado de hojas estampándomelas
en la cara. Rápidamente llevo mi mano a mi herida en el pómulo y me quejo
repleto de una falsa ira que solo está en mi reacción.
–¡Ten más cuidado! –Rápido, mucho más que para
coger las hojas, viene a mi lado y me hace retirar la mano de mi mejilla para
observarla con cuidado. Aprovechando la poca distancia que nos separa sonrío y
avanzo con mis fauces abiertas para morder al aire cerca de su cara asustándole
y haciéndole retroceder confuso–. Idiota, picaste.
Jungkook golpea mi brazo.
–Sin duda eres demasiado infantil. –Haciendo
de nuevo otro puchero se encamina hacia delante pero le alcanzo y camino a su
lado hasta que llegamos al coche. Allí y ante la puerta abierta de la parte del
copiloto se queda mirando dentro, dubitativo, algo asustado.
–¿Ocurre algo? –Yo ya estoy sentado al
volante.
–N–no. –Se sube haciendo un gran esfuerzo
mental–. Vámonos.
Durante todo el camino en el coche no hablamos
nada en absoluto. De vez en cuando le miro o le hago alguna pregunta sin
importancia pero él se limita a asentir o negar con la cabeza y mirar a todas
partes buscando algo con los ojos para entretenerse. Cualquier cosa le resulta
interesante.
–Ya estamos llegando. –Le digo–. Ahora solo
tengo que encontrar aparcamiento. –Tardamos una media de diez minutos en dar
varias vueltas a la manzana en busca de un sitio libre porque me supera la
pereza de aparcarlo más lejos. Cuando Jeon me indica de un espacio vacío aparco
ahí el coche y salimos ambos. Ya son las seis de la tarde. Se ha hecho de noche
enseguida.
Cuando bajamos del coche y antes de subir a mi
casa le detengo y le hago que me mire.
–¿Seguro que no quieres volver? ¿Estás bien?
¿Necesitas algo?
–Cuanto más me preguntes más nervioso me
pones. –Reconoce con una sincera sonrisa y asiento siendo consciente de que lo
que él quiere es desconectar de su rutina.
–Está bien, lo siento. –De repente mi estado
de ánimo va cambiando a medida que nos acercamos al portal–. Ya verás que bien.
Si quieres podemos hacer magdalenas. O donuts. No, un pastel de chocolate. Mi
amigo Taehyung es todo un experto.
–¿No íbamos a estar solos? –Me pregunta
deteniéndose de repente.
–Claro que sí. No te asustes. Me refiero a que
Taehyung me ha enseñado. Oh, Jeon… –Agarro una de sus manos que ha comenzado a
temblar–. Vamos, no tengas miedo. No dejaré que nada ni nadie te haga daño.
Subimos ambos en el ascensor y tras llegar a
mi piso abro adentrándonos despacio. Poco a poco enciendo todas las luces de la
casa dejándole ver casa espacio. En el salón se queda mirando dos pequeñas
figuras de porcelana sobre la mesa, en la cocina revisa todo lo que hay incluso
abre la nevera y mira dentro curioso, como un niño pequeño. Cuando hace eso soy
verdaderamente consciente de que probablemente hará años que no va a una casa
normal. Y es por eso que no se comporta de una manera normal. Cuando está en el
cuarto de baño se mira varias veces en el espejo y siempre acompañado de mi, mira
dentro de los cajones y de la ducha.
–¿Te gusta mi casa?
–Sí. Es muy bonita. –Dice casi con admiración
y no me extraña.
Cuando hemos terminado de recorrer todas las
pequeñas estancias desembocamos en mi dormitorio y allí se queda unos segundos
mirando la cama de espaldas a mí. Se gira y me mira serio, algo confuso y con
la mirada un poco perdida.
–Ven. –Le digo y muy despacio dirijo mis manos
a la cremallera del abrigo para, muy lentamente, descenderla hasta que queda
completamente abierta. Así, cojo el
abrigo desde sus hombros y lo deslizo hacia abajo dejándole expuesto a mí. No
debe gustarle lo que algo o mis posibles intenciones porque retrocede con mis
contacto y cae en la cama sentado sin apartarme la vista. Y allí queda. Con el
abrigo medio fuera y la mirada desquiciada, analizando mi rostro igual que yo
le analizo a él. Llega cierto punto en que su ceño se frunce y retuerce su
expresión en una de asco y repulsión.
–Vas a golpearme. –Me susurra como una certeza
corroborada por mis inocentes actos.
–¿Qué? No, nada de eso. –Replico pero él no me
escucha. Solo lee en su mente sobre mí lo que le interesa.
–Me has traído aquí para pegarme. Para
humillarme y que no me escape.
–Jeon…
–N–no me pegues…
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