IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 9
CAPÍTULO 9
JungKook
POV:
El audi nos deja a la entrada de un edificio enorme. Durante toda esta última hora no me he molestado en mirar fuera, más centrado en mis propios pensamientos. Cuando salimos, Jin nos ayuda a descargar las maletas del maletero pero tras dirigirnos hacia la puerta del edificio, Jimin se gira y mira como su amigo se torna de nuevo dentro del coche.
—¿No vienes?
—No. tengo cosas que hacer, Jimin. –Le sonríe con nostalgia—. Me alegro de haberte vuelto a ver, lo siento por lo de tu hija, pero me alegra que estés bien.
—Igualmente. –Tras esas sinceras palabras el coche se aventura de nuevo a la carretera y nosotros dentro del edificio. Nada más cruzar la puerta un hombre con traje y una pequeña insignia con su nombre que no me molesto en leer sale a nuestro encuentro. Por su forma de reaccionar juraría que es una especie de recepcionista o algo así.
—Disculpe. –Dice Jimin—. Somos Park Jimin y Jeon JungKook y… —El hombre no le deja terminar.
—Sí, sí. Os esperan. Tienen una reunión con el comandante Kim NamJoon. –Dice mirando su agenda electrónica y nos guía a ambos por el ascensor hasta una de las últimas plantas. Por lo poco que puedo ver de este edificio, por otra parte suficiente, me doy cuenta de que es capaz de fusionar la modernidad de la electrónica con la elegancia de lo tradicional. Es una mezcla extraña pero que casa a la perfección, no es desagradable y hace nacer en mí un extraño sentimiento de nostalgia. Me da la sensación de que esta extraña vibración se producirá en mí de manera constante mientras permanezca en este país—. Adelante—. Dice el hombre cuando llegamos a una puerta de madera oscura. Aún portamos las maletas y entramos con ella a nuestro lado.
Al entrar veo a un hombre con el pelo rapado y de color claro sentado en una mesa del mismo material que la puerta. Su aspecto parece antiguo y es muy imponente. El hombre hace juego con ella porque se ve mayor que nosotros y sus fríos y duros rasgos me intimidan. Repito de nuevo la característica de este lugar para casar opuestos y es que a su lado, un hombre con rostro aniñado e infantil se mantiene en pie mirándonos fijamente. Su sonrisa, tal vez solo sea un acto reflejo a la presencia de dos conocidos, o un intento de hacerme caer en la más iracunda de las locuras pero yo solo me veo a mí entregándole a mi hijo a sus brazos.
—¡Maldito hijo de puta! –Suelto la maleta de mi mano y estoy dispuesto a salir corriendo y golpearle, borrarle de su inocente rostro toda la inocencia que me ha embaucado.
—¡Basta JungKook! –Jimin consigue rodear mi cintura con sus brazos y me prohíbe a la fuerza, acercarme a ninguno de ellos dos. Los cuales no se han visto sorprendidos por mi repentino brote de ira. Tal vez era muy predecible.
—Así que tú eres el famoso Jeon Jungkook. –Dice el hombre de pelo corto y se levanta de su asiento para caminar hasta mí y extender su mano para saludarme. Yo no la acepto y él se encoje de hombros señalando dos sillas frente a su escritorio para que tomemos asiento. Jimin se sienta y yo me veo obligado a hacer lo mismo dejando las maletas en la entrada—. Es un placer conocerte. –Me dice a mí de nuevo.
—¿Ah sí? –Pregunto de manera sarcástica.
—Déjame hablar a mí. –Me ordena Jimin y yo estoy de acuerdo pero el rubio le contradice.
—No, no. Déjale que se exprese. –Me mira—. Yo soy Kim NamJoon, el capitán al mando del grupo de espionaje en este país. –Luhan a su lado asiente—. El jefe de Jimin, para que me entiendas… —Asiento ahora yo también.
—Namjoon… no quiero perder el tiempo. –Dice Jimin.
—¿Dónde quedaron tus formas, soldado?
—Ya no soy soldado. –Le recuerda. Namjoon suspira y de nuevo se dirige a mí.
—No sé si lo sabes, pero gracias a ti hemos perdido mucho dinero porque el soldado aquí presente no pudo concluir su misión como era debido. Aún había mucha información que…
—Ya no hay nada que hacer. –Le interrumpo—. La empresa quebró.
—Ya… ya lo sé. Pero no solo hemos perdido dinero. También a uno de los mejores soldados en espionaje.
—Tan bueno no sería cuando no pudo completar su misión. –Me encojo de hombros pero su sonrisa se vuelve cínica y traviesa. Me mira buscando algo curioso en mi mente con lo que jugar.
—Jeon…
—Comandante Kim. –Le interrumpe Jimin—. Vayamos al grano. Hemos venido a recuperar a nuestro hijo. ¿Es mucho pedir que nos lo devuelvan?
—Mmm. –Namjoon piensa.
—Si lo que quieren es dinero, no tenemos mucho pero haríamos un esfuerzo. Si lo que…
—¿Me veo como alguien que necesite dinero? –Me pregunta sonriendo.
—Ya dejé bien claro que nuestras intenciones no son económicas. –Añade Luhan haciendo referencia a la carta que nos dejó.
—¿Entonces? –Pregunta Jimin frunciendo el ceño. Algo en su rostro parece quebrarse y esta expresión se acentúa tras la siguiente pregunta de NamJoon.
—¿Echas de menos tu casa? –Jimin le mira con ojos titilantes. De uno de los cajones de la mesa saca un par de llaves unidas en un llavero con la forma de la bandera del país—. ¿No te gustaría pasar aquí una temporada?
—No. –Respondo por él—. Devuélvanos a nuestro hijo y punto. –Jimin no despega sus ojos de las llaves.
—Ahora eso es imposible. Está en la escuela. –Se encoge de hombros.
—¿En la escuela? –Pregunto.
—Claro, nada más que vino lo inscribimos en una. La educación es lo más importante.
—Ha estado conmigo todo este tiempo. –Dice Luhan y aunque en mis oídos se oiga una clara sorna, su verdadera intención es solo informarme de que ha estado bien—. Ha comido bien. Las primeras horas lloró un poco porque os echaba de menos. Pero se ha alimentado bien y ha dormido bien.
—A las dos termina sus clases. ¿Sabes en qué guardería está? –Le pregunta a Jimin—. En la misma en la que tu pasaste los primeros seis años de vida. Puedes pasarte a recogerle más tarde y visitar a algunos de los profesores. Eras el mejor y seguro que te recuerdan con cariño. –Jimin sigue sin hablar.
—Pero qué clase de encerrona es esta, ni por todo el oro del mundo me quedo yo aquí… —Digo, expresando mis más humildes pensamientos pero de repente a voz de Jimin interfiere en mis palabras.
—¿De cuánto tiempo estamos hablando?
—No sé, ya se verá.
—Hemos dejado dos trabajos y la escuela del niño… —Habla de los asuntos en España que hemos abandonado por unos días solo por venir a buscar a Yoogeun.
—Por eso no te preocupes, Park. Cuando regreséis a España lo encontrareis todo tal como estaba.
—¿Jimin? ¿No estarás pensándolo? –Sin responderme coge las llaves de la mesa y se levanta de su asiento despidiéndose de nuestros interlocutores. Yo hago lo mismo sin apartar la mirada de él.
—Nos mantendremos en contacto. –Le dice Namjoon antes de salir por la puerta y una vez estamos fuera sujeto su brazo libre de la maleta.
—¿Qué diablos estás haciendo? –Mi voz no puede ser más furiosa pero él se deshace de mi agarre y continúa caminando para salir del edificio—. ¿Hemos venido hasta aquí para nada? –Me lamento—. Dios mío. Vamos a pasar nuestra vida viviendo en una casa cochambrosa, nos moriremos de hambre y tirarán nuestros cuerpos en una fosa común.
Durante todo el camino estoy tan obcecado en la degradante situación en que nos encontramos que no me detengo a mirar a mí alrededor. Más me preocupa que Jimin no me dirija la palabra, que se limite a caminar por las aceras ignorando mi presencia. Igual que un niño caprichoso intento llamarle la atención pero solo se detiene cuando mi tono de voz comienza a sobrepasar el límite de lo establecido.
—¿Puedes no gritar? No quiero que te detengan, idiota. –Suspiro aliviado de ver que al menos no me he vuelto invisible—. No entiendo qué te pasa. Tan solo vamos a estar aquí un par de días. Seriamente, no me parece hacerme todo el camino de vuelta otra vez.
—Tendrías que estar preocupado por tu hijo. No sabemos cómo está o dónde está.
—Claro que lo sabemos, nos lo acaban de decir.
—¿Y tú te lo crees? –Suspira y mira la hora—. Dentro de cuatro horas y media iremos juntos a buscarle. ¿Te parece? Así comprobarás que está en buenas manos.
—Está en las mismas manos que las que mataron a tu hija. ¿No te das cuenta? –Sus ojos me miran fijamente y en su rostro no se dibuja ninguna expresión que pueda decirme si le ha molestado mis palabras. Solo me mira serio y tal vez algo confuso por mi osadía—. Lo, lo siento.
—Da igual. –Dice y suspira—. Hemos llegado. –Miro a mi alrededor viendo ahora sí el paisaje a nuestro lado. Frente a nosotros se extiende la acera de pavimento pero a nuestra izquierda una plaza con una fuente en medio. Varios niños se acercan a ella hasta que se mojan por las salpicaduras y se alejan. Más adelante un parque, y varias tiendas de ultramarinos. A mi derecha, un rascacielos con las paredes naranjas como el cemento y una gran cristalera central.
—¿A dónde hemos llegado?
—A mi casa. –Giro sobre mí mismo una cuantas veces más pero me encojo de hombros. Una sonrisa sale de sus labios y se dirige al portal del edificio y con las llaves abre la puerta. Al ver como cede ante su autoridad sonrío incrédulo pensando que viviría en una choza. Arrastro conmigo la maleta y nos encaminamos a un ascensor. Nos mantenemos en silencio hasta que este se abre y caminamos unos segundos hasta llegar a una puerta—. Es aquí.
En sus labios, una sonrisa. Y en sus ojos, una nostalgia que le consume. Tras la puerta, un recibidor en color beige, donde dos puertas corredizas a un lado conducen a dos dormitorios y al otro lado, un baño limpio, cuidado y reluciente. Al frente, un salón iluminado por las grandes ventanas que enmarcan Pyongyang en un soleado día de otoño. Un salón con televisión, una cocina con todo tipo de instrumentos necesarios. Mi corazón late fuerte y no puedo evitar revisar hasta el más pequeño detalle de esta casa.
—Jimin… esto es tan… tan… —Me giro para mirarle pero ha desaparecido—. ¿Jimin? –La casa no es muy grande por lo que no puede haber ido lejos. Entro de nuevo en el recibidor y me sorprenden unos gimoteos desde el dormitorio grande. Descorro la puerta para encontrarle sentado en la cama cubriendo su rostro con las manos. Las convulsiones por el llanto hacen que sus hombros tiemblen y sus manos les siguen—. Oh, Jimin…
Me acerco a él para sentarme a su lado y rodear sus hombros con mi brazo. Cede ante ellos y llora en mi cuello mientras yo miro una foto de su hija en la mesilla frente a la cama.
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