IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 8
CAPÍTULO 8
JungKook
POV:
—En diez minutos salimos. –Dice una voz al otro lado de la puerta mientras la golpea y gira la llave para abrirla sin entrar. Yo me levanto al instante y salgo de la cama desnudo para ponerme un traje de nuevo. Jimin, más perezoso, se pone su ropa de dormir y va directo al baño para hacer su higiene. Yo por lo pronto prefiero llegar a Corea del Norte de una maldita vez.
Al rato regresa y se cambia como hice yo y me ayuda a guardar todo en la maleta y prepararnos para salir de nuevo.
—Tengo hambre. –Le digo mientras siento mi tripa rugir. Llevo allí mis manos y acaricio mi vientre sobre la tela para amansar al monstruo que se empeña en querer devorarme.
—Yo también, amor. Pero no podemos hacer nada. –Se encoge de hombros.
—Esto me recuerda a cuando pasabas días sin comer. Ahora comprendo porque cuando venía a mi casa me atracabas la nevera. –Sonríe nostálgico—. ¿Ni siquiera puedo beber agua? –Me pasa una botella con agua caliente pero es tanta la necesidad que no me importa y bebo a pesar de que su sabor es ya horrible.
—Pronto llegaremos.
—Lo dices como si nuestras condiciones de vida fueran a mejorar. –Pone la maleta en la que hurgaba de pie y saca de ella unos documentos. Me mira sarcástico y con su sonrisa aflorando.
—¿Quién te ha dicho que vayas a pasar un infierno?
—Vamos a Corea del Norte… —Digo como si mis palabras fueran suficiente argumentación pero tras encogerse de hombros guarda los documentos en la cara interna de su chaqueta, doblados y dentro de un bolsillo y se recoloca el traje—. ¿Y eso? –Le pregunto con una ceja alzada habiéndolo visto todo.
—¿El qué?
—Eso Jimin…
—Oh… Mi documentación…
—¿Hum?
—Tengo una falsa documentación surcoreana pero tengo la de verdad del norte, Kook. –Hago un mohín con los labios—. Esto es lo que nos va a permitir entrar en el país, al menos a mí. No sé si tú entrarás.
—¿Cómo? –Un escalofrío recorre mi espina dorsal—. ¿Me has hecho venir hasta aquí para nada?
—¿Acaso te habrías quedado si te lo pidiera…? –De nuevo hago un mohín y me cruzo de brazos suspirando—. Supongo que no habrá problema porque vienes conmigo, y es más, nos esperan a los dos. Pero nunca se sabe, Jeon. Son muy estrictos con la entrada y salida de personal. –Suspiro y estoy a punto de recriminarle no haberme avisado antes cuando Kris llama a la puerta y nos hace salir para regresar de nuevo a la furgoneta. Metemos las maletas de nuevo dentro y nos sentamos igual que la última vez.
—En quince minutos llegaremos a la linde del río. Allí os dejaremos, ¿entendido? –Jimin le contesta de manera positiva y yo miro el paisaje a mi alrededor, amanece con los segundos, comienza un nuevo día. Las pocas personas que veo en la calle son pescadores que se dirigen en la misma dirección que nosotros para buscar pescado fresco de la primera hora de la mañana. Veo pequeñas tiendecitas de souvenirs y otras que parecieran ultramarinos que son las primeras abiertas.
El viaje es mucho más corto porque me han permitido bajar la ventanilla y poder respirar el aire fresco del alba. Cuando llegamos, el río se presenta ante nosotros grande e imponente. Me recuerda al río Han pero sin duda no tiene nada en común. Haciendo uso de la educación, los tres chinos nos ayudan a bajar las maletas y Kris nos despide en la boca del puente de hierro, aquel que anoche pareciera tan bonito y delicado. Hoy me aterroriza.
—Ha sido un placer. –Se inclina Kris ante nosotros y Jimin y yo hacemos lo propio.
—Muchas gracias. Y buen viaje de vuelta.
—No hay problema. Espero que encontréis lo que habéis venido a buscar.
—Gracias. –Le contestamos Jimin y yo a la vez y cogemos nuestras maletas para encaminarnos hacia el puente. En la boca de este, varios turistas de origen chino se quedan inmóviles en la entrada mientras son fotografiados. Otros se limitan a fotografiar la estructura de hierro que lo construye. En la boca de este, al lado de una baña, está colgada la bandera china junto con la norcoreana. En un letrero se informa en ambos idiomas: “Frontera Dandong (China) – Corea del Norte”.
A medida que caminamos por el puente hay menos gente y llega un momento que somos los únicos en él a metros a la redonda. El metal cruje bajo nuestros pies y las ruedas de las maletas son muy ruidosas. Justo en la mitad del puente, una línea en el suelo, de color amarillo, hace evidente el límite de las fronteras. Yo lo cruzo con mucho cuidado y siento una gran presión sobre mis hombros mientras que Jimin sigue caminado como si nada.
—Una vez, cuando era pequeño y antes de que llevaran a mis padres a realizar trabajos forzados, mi padre me trajo aquí. Me llevó hasta este límite y me señaló al frente. Dijo algo como: Eso es China. Y esto es Corea. Somos amigos así que nos ayudamos entre nosotros. Justo al otro lado de esta línea, un niño chino de mi edad me saludó y yo me escondí detrás de la pierna de mi padre. –Ríe recordándolo—. Era la primera vez que conocía un país que no fuera el mío. Fue muy extraño porque creí que los que no fueran coreanos no solo tendrían otro idioma y otras costumbres sino que su físico no se parecería al mío. Aún recuerdo a ese niño. Cabezón, cachetón y con ojos enormes y rasgados. Era como yo. –Se encoge de hombros mientras habla.
—Cabezón y cachetón. –Digo sonriendo y dándole la razón—. No has cambiado por lo que veo.
—Eh… —Se queja pero a media que llegamos al final del puente, dos hombres vestidos de militares nos detienen y comienzan a hablar en chino. Un chino que probablemente deje que desear.
—Disculpen, somos coreanos. –Dice Jimin postrándose ante los dos hombres. Estos detienen su palabrería y nos miran de arriba abajo.
—¿Documentación, por favor? –Preguntan aunque no es una pregunta sino una exigencia.
—Sí. –Jimin saca de su chaqueta un DNI de Corea del Norte y unos cuantos papeles más. Pasaporte y esas mierdas.
—¿Y usted? –Me pregunta el otro hombre pero yo, tras levantar las manos y negar con la cabeza le digo: Lo siento, yo soy del sur. Si quiere puedo darle mi documentación surcoreana pero no…
—¡¿Cómo?! –Este hombre rápido lleva su mano a su fusil a la espalda colgado pero Jimin se interpone entre ambos intentando aclarar la situación.
—Viene conmigo, viene conmigo. Hemos sido llamados…
—No tiene documentación, no puede entrar. –Sus palabras son serias, firmes y concisas. El otro hombre le da la razón y Jimin mira a todas partes buscando una alternativa que no encuentra porque una voz, tras los militares, interrumpe el flujo de nuestros pensamientos.
—Déjenlos pasar. –Los militares se giran y me dejan ver el cuerpo de un hombre adulto como el nuestro y algo más alto—. Han sido llamados a una importante reunión. ¿No querrán enfadar al general Namjoon?
—¡Jin! –Grita Jimin y su sonrisa se vuelve mucho más amplia con cada segundo que se ve expuesto a la presencia de ese hombre.
—¿Cuánto tiempo ha pasado, Jimin? –Pregunta este sin moverse de su sitio con una sonrisa también aunque esta no se ve llena de ego por poder detener a los dos guardias antes de que nos mataran. Guardias que se inclinan ante Jin y se marchan de nuevo a la vigilancia del puente.
—Vamos, Jeon. –Me dice Jimin y nos dirigimos junto con esa persona, tras ella, un audi* negro nos espera brillante y reluciente. Montamos tras que ellos dos se estrecharan la mano amigablemente y esperando que Jimin se sentase a mi lado, me equivoco. Se sienta en la parte delantera junto con Jin. Yo me encojo de hombros y me abrocho el cinturón.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? Desde que te fuiste a Seúl no he vuelto a saber de ti. Te creí muerto. —Han pasado más de tres años desde entonces.
—Lo siento. No pude ponerme en contacto contigo. –Se excusa Jimin.
—¿Y qué tal te fue? ¿Sangraste a la empresa? ¿Ese secretario te dio toda la información? Pardillo… —Ríe Jin y siento como cada gota de sangre en mi cuerpo bulle de odio.
—Ejem, ejem… —Hago que ese tal Jin me preste atención mirándome por el retrovisor del coche y Jimin explica mi comportamiento.
—JungKook, este es Jin, un compañero de trabajo. Ambos estuvimos destinados en San Petersburgo. –Mira a Jin—. Jin, este es Jeon JungKook, mi secretario. –Este me mira de nuevo por el retrovisor tornando su expresión a una preocupada a la par que avergonzada.
—Ups, —dice con una sonrisa algo forzada—, lo siento. –Permanecemos unos segundos en silencio mientas Jin aclara en su mente toda la información que acaba de recibir en una pequeña cápsula que ha tragado sin miramientos—. ¿En qué te has metido ahora, Jimin? –Le pregunta.
—¿Yo?
—Sí, ¿en serio este es tu secretario?
—Bueno, en realidad, ya no. Es decir, la empresa quebró hace cinco meses pero en realidad él y yo nos fuimos a España hace dos años. Algo más.
—No entiendo nada, Jimin. Y me da la nariz que no debería preguntar más. –Hace un extraño gesto mientras niega con la cabeza y Jimin me mira encogiéndose de hombros.
—España… —Dice Jin para sí mismo—. ¿Es bonita? Nunca he estado.
—Horrible. –Jimin hace un mohín con los labios—. ¿Quién me manda ir allí?
—¿Ha pasado algo malo? –Pregunta Jin al rato.
—Malo no, horrible. Por eso estamos aquí.
—Vaya. –Dice decepcionado—. Yo que pensé que me venías a ver a mí…
—Uno de la remesa de china que llegó cuando era pequeño, nos ha estado buscando y nos ha tendido una trampa.
—Vaya. Los dos años te han cundido eh… quiebras una empresa, haces que tu propio país te persiga… —comienza a enumerar.
—Si yo te contara…
Suspiro ante la conversación y miro fuera. A veces tengo la sensación de que me paso el día asomado a la ventanilla de algún medio de transporte esperando por llegar a algún lugar que nunca me alcanza. Lo que veo es nada. Nada en absoluto. Una carretera de tierra sin asfaltar, y a ambos lados, terreno sin cultivar. Qué bien.
—Estamos en Chagang—do, tardaremos aproximadamente dos horas en llegar. –Me dice Jimin y yo hago un puchero suspirando.
—Así que del sur… —Me dice Jin en un intento por mantener una conversación.
—Sí. –Digo mirando sus manos en el volante.
—¿Y qué te trae por nuestro país?
—Lo preguntas como si yo fuera un turista.
—¿No es así? –Pregunta y acaba riendo él solo. Sabe que no—. Lo siento, pequeño. No quería molestarte. Algo me dice que no estás aquí por voluntad propia.
—Más o menos… —Jin asiente—. Tengo hambre. –Repito por duodécima vez en menos de veinticuatro horas.
—¿No habéis desayunado? –Pregunta.
—Ni cenado, ni comido… nada…
—Eso no puede ser… Niega con la cabeza.
—¿Conoces algún lugar donde podamos coger algo de comer? –Pregunta Jimin.
—Creo que media hora antes de llegar a Pyongyang hay una gasolinera. ¿Os apetece? –Los dos asentimos sonriendo—. Pues yo invito, no os preocupéis.
—Gracias hyung… —Dice Jimin sonriendo ampliamente.
—Le dijiste a Jeon que nos conocimos en una misión a San Petersburgo. Y en realidad es verdad pero luego más tarde fuimos casi como familia.
—¿Hum? –Pregunté.
—Su esposa y mi hermana pequeña trabajaban en el mismo supermercado y ellas se hicieron muy amigas. Siempre, después de trabajar, los cuatro cenábamos juntos. Para mi Jimin fue como un hermano pequeño.
—No digas esas cosas, hyung. Es raro. –Jimin hace un mohín y yo comienzo a sentir unas pequeñas punzadas de celos en el estómago. Tal vez las confunda con hambre.
…
—Aquí llegamos. –Aparca el coche y todos bajamos en una pequeña gasolinera donde dentro hay mucha comida. Cada uno cogemos un bote de fideos instantáneos y mientas Jin los paga, Jimin y yo vamos al expendedor de agua y vertemos agua hirviendo dentro para que la pasta se cueza. Mientas estamos solos, aprovecho.
—¿Este tío es de fiar? –Le pregunto.
—No sé cómo reaccionará si le digo que somos pareja pero no diría nada malo de nosotros. De esto estoy seguro. Seguro que al conocer nuestra situación se ha prestado voluntario para trasportarnos.
—Me siento celoso. –Digo haciendo un pico con los labios.
—Vaya vaya… —Me mira sonriendo de lado—. ¿Mi niño está celoso? –Yo entorno los ojos en su mirada desafiante y dejo de hacerlo cuando Jin reaparece y se sienta en un bordillo para comer. Jimin le imita y me veo obligado a hacer lo mismo.
—Hasta las nueve nos os van a recibir. Tenemos tiempo de sobra.
—Que malo está esto… —Digo dando el primer bocado y Jimin se ríe dándome la razón.
—No hay tiempo para comer en un restaurante. –Dice Jin. Habla de nuevo a los cinco minutos—. Me está matando la curiosidad. ¿Qué ocurre Jimin?
—No sé si debieras saberlo.
—En mi opinión, –digo—, no es como si hubiéramos matado a nadie… —Jimin hace un puchero pero luego asiente.
—En sur alguien debió investigarme, —oh dios, el hambre de todo este tiempo desaparece de golpe—, a NamJoon y a estos nos les ha debido gustar y mataron a mi hija. –Jimin remueve los palillos dentro de la pasta pero no come.
—¿Qué? No puede ser. –Jin deja de comer también.
—Después de eso me descubrieron y tuve que huir a España. JungKook me acompañó. Un año más tarde adoptamos en Seúl a un niño a nombre de JungKook, temiendo que me reconocieran al dar los datos, y ahora uno de los chinos que trabaja para Namjoon se metió en nuestras vidas y lo ha secuestrado.
—¿Estáis juntos? –Pregunta Jin a la nada. No le importa quién le conteste.
—Casados. –Aclaro—. Y con un niño que ha sido secuestrado.
—¿Te casaste con el secretario al que timaste? –Pregunta aguantándose la risa.
—Jin, me salvó la vida.
—¿Y te casas con él por compensar el favor o algo así?
—Jin… —Dice Jimin mientras la situación se tensa por momentos pero de repente Jin rompe reír y se agarra el vientre—. ¿De qué te ríes, bastardo? –Golpea a Jin con el puño.
—Mi pequeño Jimin… ¿Qué te ha pasado? –Ríe aún más.
—Oh hyung… —Yo sigo nervioso pero ahora ambos ríen juntos.
—¿Qué ocurre? –Pregunto.
—La vida es irónica. –Responde sin más y se encogen de hombros—. El hombre que me enseñó a ligar… –Niega con la cabeza mientras Jimin se encoge de hombros mirándome.
———.———
Audi: Fabricante alemán de vehículos de alta gama y lujo, con presencia internacional. Su sede central se encuentra en Ingolstadt, Baviera. Audi AG forma parte del Grupo Volkswagen.
Comentarios
Publicar un comentario