IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 10
CAPÍTULO 10
JungKook
POV:
A los minutos el llanto cedió. Sus ojos enrojecidos por las lágrimas me miran felices y me demuestran que no ha sido un llano de tristeza sino de felicidad y añoranza. Comprendo su sentimiento y cuando me muestra su sonrisa para tranquilizarme me abrazo a él mucho más fuerte, asustado por una nueva depresión.
—Ha pasado tanto tiempo, Jeon. –Me dice llevándose las manos a la cara para retirar de ella cualquier rastro de agua salada que pueda molestarle.
—Lo sé amor.
—¿Quién me iba a decir a mí que tras pasar una vida entera con mi esposa y mi hija aquí ahora estaría con mi esposo y mi hijo?
—Suena muy raro si lo dices así. –Frunzo en ceño sonriendo—. La vida da muchas vueltas Jimin…
—Cuantas… —Suspira y se levanta para acercarse a uno de los cajones en la mesilla y sacar de él unas fotos que parecen muy antiguas porque están estropeadas, pero apenas tienen ocho años—. Esta era mi esposa, Jeon.
Pone sobre mis manos una fotografía de una mujer muy hermosa. Su cabello rozaba sus hombros y sus ojos negros eran muy profundos. Todo en ella se ve muy hermoso. Sobre su cuerpo, un jersey de lana blanco, que en la foto se ha degradado a beige, enmarca su cuello y sobre este, un collar de plata. Sus labios son pequeños, sus pómulos, levemente enrojecidos. Su gesto es pudoroso.
—Es muy hermosa. –Sonríe hasta mostrarme todos sus dientes por mis palabras.
—Os hubierais llevado genial… —Dice sin pensar.
—¿Seguro? –Pregunto y él piensa unos segundos en la posibilidad de que su fallecida esposa y su nuevo esposo se conocieran.
—Mmm. Dejémoslo. –Sonríe.
—¿Tienes más? –Asiente y me enseña unas cuantas en las que están ambos juntos. La calidad de la fotografía no es muy buena, o tal vez sea porque ha pasado mucho tiempo desde entonces pero el Jimin que veo en la fotografía se ve mucho más inocente y joven. Abraza a su esposa por los hombros y algo en mi quiere sentir celos de ese gesto pero no puedo. Se ven realmente hermosos juntos y si ella aun siguiera con vida, no me atrevería a luchar por Jimin para separarlos.
—¿Qué piensas? –Me pregunta cuando debo llevar bastante tiempo en silencio.
—Que hacéis una pareja preciosa. Sé que es una frase un poco banida pero lo digo de veras. ¿Nunca has sentido cuando ves a dos personas y piensas “esos no se merecen sufrir y por más que les intenten separar, van a permanecer juntos”? Eso es lo que siento cuando os veo.
—La gente solía decirnos cosas así. Jin, sin ir más lejos siempre pensó que seríamos de esas parejas en las que yo no me vería obligado a buscar otra mujer para satisfacer mis deseos y ella no me pondría muchos inconvenientes en la vida. ¿Entiendes? –Asiento.
—¿Alguna vez le fuiste infiel? –Niega con la cabeza.
—Nunca. Es cierto que en alguna ocasión sí lo pensé, o incluso me imaginé que era otra persona cuando hacíamos el amor. Pero nunca me surgió la oportunidad de serle infiel. De haberla tenido no sé cómo habría reaccionado.
—Vaya… —Digo cavilando—. ¿No pensaras en otras personas cuando lo haces conmigo? –Él ríe de mis palabras. Niega con la cabeza y se sienta a mi lado en la cama viendo las fotos conmigo.
—Seguro que si pensara en otro me violabas hasta matarme. –Me dice y mis mejillas arden unos segundos.
—Que burro eres… —Se encoge de hombros y busca entre las fotos que me ha dado una en concreto. Cuando la encuentra la pone sobre las demás y me la enseña. Esta se ve mucho más antigua. Los colores no se diferencian bien.
—Estos son mis padres. Este soy yo y este mi hermano pequeño.
—Nunca me has hablado de él. Se lo de tus padres pero…
—Falleció cuando tenía año y medio, de problemas de corazón. Nació con varias válvulas del corazón mal formadas y no aguantó demasiado. –Se encoge de hombros—. Cuando yo tenía tres tuvieron que llevarle al hospital. Siempre estaba allí pero aquel día cuando llegó su corazón ya se había detenido y su cerebro apagado.
—Lo—Lo siento…
—Da igual. Ya apenas me acuerdo de él. A lo mejor si hubiéramos tenido una vida normal, tal vez. Pero él siempre estaba ingresado en el hospital. Meses después de su fallecimiento mi padre se volvió loco y comenzó a unirse a revueltas en contra del régimen. Por su culpa nos condenaron al resto. –Asiento y miro la imagen de los cuatro. Padre y madre sentados en unas sillas y los hijos a su vera mirando el objetivo los cuatro a la vez.
—Cabezón y cachetón. –Sonrío señalando a Jimin. Este sonríe también y sin pensarlo miro a la foto de su hija sobre la mesilla y comparo ambos rostros. Sin duda tienen un parecido indiscutible.
—¿Se parece a mí? –Me pregunta a sabiendas de que sabe que mi respuesta será afirmativa—. Me alegra saberlo pero que digan que se parece a mi esposa me hace sentir mejor. No me hubiera gustado que mi hija se criara como una espía militar.
—Hablamos solo del físico, no de la personalidad. Yo mismo, creo que me parezco físicamente a mi padre pero nada tengo que ver con él. Aunque así fuera, si ella hubiera tenido tu personalidad, sería la chica más afortunada del mundo. –Jimin suspira y apoya su cabeza en mi hombro. Cierra los ojos y muerde su labio.
—Gracias, Jeon. Menos mal que te tengo a ti. –Sonrío con un nudo en la garganta. Si no hubiera sido por mí…— Bueno, basta de malos recuerdo. –Se levanta y se alisa la ropa.
—¿Qué hacemos? –Pregunto.
—¿Cuándo dinero trajiste? Tenemos que ir a comprar comida o nos moriremos de hambre.
(…)
Apenas tardamos unos minutos en coger el dinero, el poco que teníamos ahorrado, y salir a la calle. Mientras caminamos por las aceras puedo ver detalles en los que antes no me había fijado. Lo primordial es que no hay tráfico. Apenas hay tres o cuatro coches aparcados y circulando menos de cinco. Otra cosa que llama la atención es la ropa, tanto de hombres como de mujeres. Recatada, sencilla, discreta y podría decirse que incluso vintage, pero no. Se limita a ser antigua. Parece que he retrocedido cuarenta o treinta años en el tiempo.
—No hay coches. –Afirmo esperando que me dé una respuesta a mis palabras.
—Tan solo los altos cargos pueden permitirse uno.
—¿Tú no puedes?
—Mmm. De vez en cuando me daban uno en las misiones pero no, yo no tengo ninguno.
—Echo de menos mi coche.
—Pero si siempre te estabas quejando de él.
—El Kía no. Mi todo terreno. –Suspira y pone los ojos en blanco—. Oye… ¿Con el dinero que hemos traído tendremos para pagar la casa, la luz, la…?
—No te preocupes por eso. No hay que pagar nada.
—¿Hum?
—El estado nos proporciona una casa a los funcionarios y a los militares. –Le miro frunciendo el ceño pero él asiente y se encoge de hombros—. Aunque con lo que tenemos no nos llega ni para una semana.
—Espero haber salido de aquí antes... –Jimin pone de nuevo los ojos en blanco.
Llegamos en menos de quince minutos a un supermercado bastante grande en comparación con las tiendas de ultramarinos con las que nos cruzamos en todo el recorrido. Nada más entrar se oye el barullo de las personas. Madres con los niños sujetando carritos. Hombres mayores con bastones. Chicos jóvenes, estudiantes probablemente por los uniformes escolares. Es como volver a casa pero habiendo retrocedido varios años.
—¿Qué cogemos? –Pregunto.
—Lo imprescindible. Arroz, verduras, legumbres, y esas cosas. Nada de cosas que no sirvan para nada. Y piensa bien en el dinero, ¿entendido? –Asiento.
Caminamos durante minutos por los pasillos y aunque las marcas de los alimentos no me suenen de nada no me desoriento en absoluto. Llenamos una de las cestas que cogimos y poco a poco buscamos una de las cajas para pagar pero cuando ya las diviso al fondo, una voz nos detiene a ambos.
—¿Jimin? ¿Park Jimin? –Ambos dos nos giramos para ver a una chica de nuestra edad, más o menos, con el pelo rizado y por los hombros. En su cuerpo porta el mismo uniforme que le he visto a otras dependientas de este lugar y en sus manos, una maquinita para poner precios a los alimentos.
—¿Youra? –Ella asiente a la pregunta de Jimin y este sonríe pasándome la cesta para abrazar a la mujer. Ahora sí que me invaden los celos de una manera abrumadora.
—Tanto tiempo… —Dice ella y tras unos segundos de mirar al rostro de Jimin mira sobre sus hombros al mío escondido detrás de él—. ¿Él es…?
—Oh, JungKook, esta es Youra, la hermana de Jin. –Asiento ya habiendo calculado esa posibilidad y me inclino ante ella—. Youra, este es JungKook.
—Encantada. –Dice con una sonrisa en sus labios—. Jimin y yo nos conocimos a través de su esposa. Oh. Lo siento. –Lleva su mano a cubrir su descuidado comportamiento—. A veces es como si nunca se hubiera ido… ¿Cierto? –Jimin asiente con una sonrisa triste—. Así que viudo, ¿no? Eres demasiado tradicional como para casarte con otra mujer, ¿cierto? –Por poco no me muero de un ataque de risa en ese mismo instante pero me evado de él mirando las etiquetas de las latas de tomate frito a nuestro lado.
—Bueno, he estado muy ocupado…
—En mi opinión deberías casarte con una mujer cuanto antes. –La miro en un intento de fulminarla pero ella se engrandece con sus palabras—. HyeGun necesita una madre en casa.
—Bueno, eso… ella murió.
—¿Cómo? –Cubre su boca de nuevo—. No puedo creerlo. –Niega con la cabeza—. Lo siento mucho de veras.
—No pasa nada. –Jimin pone su mano en su hombro pero ella se aprovecha del contacto para abrazarle. Una vez más.
—¿Lo sabe mi hermano? –Jimin asiente—. Nos partes el corazón, Jimin. Lo siento mucho. Con más motivo deberías meterte en otra relación de inmediato, una nueva vida… —Miro de nuevo las latas que incluso parecerían haber aumentado su curiosidad sobre mí.
—Me ha alegrado verte y te prometo que quedaremos un día para tomar algo, pero ahora tengo mucho que hacer, acabo de llegar. –Ella se inclina de nuevo y nosotros le correspondemos el gesto. Cuando estamos lejos de su capacidad auditiva por fin vuelvo a abrir la boca.
—¿A qué ha venido eso? –Él me mira frunciendo el ceño—. Te estaba tirando los trastos.
—¡¿Qué dices?! –Comienza a hacer aspavientos con los brazos—. Es solo una amiga.
—Una polla. Esa está desesperada… Y ahora me dirás que tiene pareja y toda la parafernalia. –Jimin piensa unos segundos.
—No, la verdad es que ha tenido varias relaciones pero todos la han dejado. –Se encoge de hombros. Yo suspiro mientras coloco sobre una cinta trasportadora la comida y tras mirar a Jimin le veo embobado mirando a la nada mientras sonríe—. ¿Estaba ligando conmigo?
—No tientes a la suerte, Jimin… —Le amenazo. Él sonríe aún más.
—Seguro que Jin me mataría si le pongo una sola mano encima. –Comienza a reír él solo negando con la cabeza. Yo me limito a desviar la mirada y suspirar por su infantil comportamiento.
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