IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 7

 CAPÍTULO 7


JungKook POV:

 

—Jungkook, Kookie… —Jimin zarandea lentamente mi cuerpo y poco a poco abro los ojos para ver que aun seguimos en la furgoneta, sin embargo su velocidad es ya mínima y el sol ha desaparecido.

—¿Jimin? –Pregunto aturdido levantando mi cabeza adormilada del hombro de Jimin.

—Vamos, hay que estirar las piernas. –Dice con una sonrisa triste en los labios y ambos nos quitamos los cinturones para descender junto con las otras tres personas. Una vez en la calle me siento débil y muy cansado a pesar de no haber hecho ningún esfuerzo físico pero llevo demasiadas horas sentado, haciendo nada en absoluto. A nuestro alrededor, la pequeña ciudad de Benxi se extiende ante mis ojos y desciende por la ladera de la montaña con una bruma gris reflejada por los últimos rayos de sol casi inexistentes. Los edificios parecen inacabados y varias columnas de humo rematan la vista.

—Un poco triste, ¿no? –Pregunto a la nada y Kris es el último en bajar de la furgoneta mientras se percata de mis vistas y me responde.

—Un poco. No es una ciudad que se pueda considerar lugar de culto o de turismo. La ciudad fue fundada como un centro metalúrgico. Por eso tanta fábrica…

—Ya veo…

Hemos aparcado en el parking de un restaurante—bar donde suelen para viajeros o camioneros en busca de un descanso en la carretera. A esta hora, no hay más que un par de mesas ocupadas en todo el restaurante pero el local parece sencillo y campechano, todo lo que busca un buen cansado conductor. Jimin y yo permanecemos siempre a la vera de los otros tres hombres a la espera de indicaciones u órdenes. La primera y única es que nos sentemos junto con ellos en una mesa redonda. Jimin y yo nos sentamos juntos el uno al lado del otro cuando una camarera viene a nuestro lado con unos panfletos de cartulina plastificada y nos los pone sobre la mesa. Cinco minutos después viene para tomar nota pero cuando los tres chinos han pedido levanto mi mano para expresar mi pedido pero al instante Jimin la sujeta firmemente y la hace descender de nuevo a mi regazo.

—Pero… —Susurro.

—Shh… —Me hace callar y yo le miro fijamente como lleva sus dos manos a sus muslos y las deja descansar mientras las observa.

La camarera se marcha con el pedido y mientras trae la comida los tres nativos comienza una entretenida conversación. A cada palabra, a cada expresión me gustaría saber qué es lo que dicen. Me pregunto si hablaran de la comida que acaban de pedir, o tal vez lo hagan del trabajo. A lo mejor se cuentan batallitas de infancia. Sea lo que sea a pesar de que no entiendo nada en absoluto, la complicidad que tienen entre ellos me hace pensar que digan lo que digan, no va más allá de una simple conversación de compañeros de trabajo.

Al poco tiempo la mujer regresa y pone tres platos repletos de comida en frente de nosotros, no para mí, sino para los que han pedido.

—Tengo hambre. –Le susurro a Jimin mientras veo pollo frito, fideos con soja y verduras… su aroma es muy seductor.

—No mires la comida. O será peor. –No es alicaída su expresión. Se limita a esquivar el hambre con la ignorancia.

—¿Por qué no puedo pedir nada? –Pregunto.

—No puedes pagar con wons. –Hago un puchero—. Y ellos no nos van a invitar.

—Debimos sacar dinero de un cajero. –Afirmo.

—No seas tiquismiquis y limítate a no pensar en nada.

Estuvimos en aquel restaurante tal vez menos de hora y media. Y  creí que si permanecíamos mucho más tiempo allí acabaría por enloquecer, o por comerme a bocados la mesa en sí, ya impregnada con el olor de toda la comida que ha pasado por ella. Tras salir regresamos a la furgoneta y una vez dentro pusimos rumbo a Dandong. Creo que conté como unas cinco veces en la hora y cuarto que duró el trayecto, las veces que mi tripa sonó de hambre.

—Ahora que lo pienso. –Le digo frunciendo el ceño mientras vamos por la autopista—. ¿Cómo sacaste los sándwiches en el aeropuerto? ¿Te sirvió el dinero coreano? –De repente su sonrisa se ilumina de una manera infantil.

—Tenía un par de renminbis* de cuando mi época en China. Creí que me servirían pero no tenía mucho, me lo he gastado todo en los sándwiches.

—Mmm… —Gemí algo descontento con mi situación. El reto del viaje me lo pasé mirando por la ventanilla todo lo que se ofrecía pero habiendo oscurecido ya, poco se me mostraba. Una niebla otoñal bañaba el ras del suelo como si amenazara con devorarnos. La oscuridad en medio de una carretera desierta era espeluznante pero tras todo el camino en que pensé que jamás regresaríamos, al fin entramos en otra ciudad donde las carreteras son más amplias y las casa a nuestro alrededor se ven más imponentes.

—Bien. Hemos llegado. –Anuncia Kris y baja de la furgoneta el primero, ansioso y cansado. Al bajar nosotros también, nos encontramos aparcados frente a un edificio un poco demacrado por el tiempo, la pintura blanca se cuartea en las esquinas y en algún otro lado ni siquiera está presente pero no se ve demasiado mal.

—¿Hueles eso? –Pregunta Jimin con una sonrisa en sus labios. Cuando veo que se dirige a mi agudizo el olfato para detectar la humedad—. Es el río Yalu. Frontera con Corea del Norte.

—¿Seguimos en Liaoning? –Pregunto alicaído. Él asiente encogiéndose de hombros.

—Aquí es donde pasaremos la noche. –Comunica Kris señalado la casa que se encuentra frente a nosotros. Lay y Tao se dirigen al maletero de la furgoneta y de ella sacan dos maletines negros los cuales se llevan junto con ellos al interior de la casa.

Al pasar por la puerta principal vemos un pasillo oscuro que con una pequeña luz se ilumina por completo. En él, cinco puertas y una ya abierta ocupan sus paredes. Tres dormitorios, un salón, un cuarto de baño y una cocina en la que la puerta es una cristalera. Pareciera una casa de pueblo occidental abandonada.

—Buenas noches. –Nos dice Kris cuando Jimin y yo entramos en una de las habitaciones hasta donde nos han guiado y antes de cerrar la puerta nos avisa—. Mañana al amanecer, sobre las seis y media, saldremos hasta la puerta del puente.

—Muy bien. –La puerta se cierra tras nosotros e introduce desde fuera una llave para candarnos e impedirnos salir. Cuando nos quedamos a solas suspiro liberando los nervios y miro a Jimin que abre su maleta para cambiarse de ropa y poder dormir cómodo. Yo le imito y me pongo algo más ligero que este maldito traje de renegado oficinista—. ¿Tienes hambre?

—Sí. –Respondo—. Y miedo. –Asumo en alto mientras termino de cambiarme y me tiro en la cama. Él se distancia de mí y se acerca a la ventana para observar fuera—. ¿Qué era lo que llevaban en los maletines esos? –Pregunto suponiendo que él se ha dado cuenta como yo.

—Armas. –Su tono de voz desciende comprendiendo que las habitaciones contiguas a la nuestra están ocupadas.

—¿Cómo estás tan seguro? –Él se encoge de hombros como si su respuesta fuera la más obvia.

—Somos, a sus ojos, dos norcoreanos que vuelven a casa y estamos metidos en algo muy gordo para necesitar la ayuda del gobierno de espionaje chino. Estamos al límite de la frontera y ellos desconocen completamente nuestra situación. Podríamos estar armados y tenderles una emboscada mientras duerme para repatriarlos a nuestro gobierno. O bien podrían entrar en la casa militares norcoreanos en nuestra búsqueda. No nos harán nada. –Me garantiza—. Solo las tienen para defenderse.

—Me fiaré de tu criterio… —suspiro y miro al techo sucio y con grietas. La cama huele a polvo y las sábanas a naftalina.

—Mira Jeon, ven aquí. –Su voz sigue en el mismo registro pero esta vez puedo notar un hilo de entusiasmo. Me levanto del colchón y me acerco a él junto a la ventana. En ella, la oscura noche parece tragarse el paisaje poco a poco excepto por unas luces al fondo.

—¿Sí? –Pregunto.

—¿Ves aquella luz? –Asiento—. Ese es el puente que cruza el río Yalu. Se llama el Puente de la Amistad Sinocoreana.

—Entonces…

—Sí, —me interrumpe—, al otro lado está mi país. –Suspira con una sonrisa en los labios—. Ha pasado tanto tiempo… Será muy extraño volver contigo a mi lado.

—Lo sé. –Abrazo su cintura desde la espalda y beso su cuello una, dos. Todas las veces que puedo hasta perder la cuenta. Después su lóbulo me parece sumamente tentador y lo muerdo haciendo que dé un respingo y salga de sus pensamientos.

—Kook… —Ronronea.

—Shh… —Con mis manos en sus caderas froto mi pene ya algo duro en su trasero y ahora si se gira frunciendo el ceño—. Necesito descargar. –Digo haciendo alusión al semen en mis testículos. Los hombres tenemos estas necesidades y han pasado días desde que no hago nada.

—¿Ahora? –Pregunta calculando en su mente las posibilidades de morir en pleno acto por una redada o algo parecido.

—Sí. –Llevo mis manos bajo su camisa y guío mis dedos por sus abdominales—. Venga… uno rápido y sin hacer mucho ruido. –Beso sus labios y alzo su cuerpo en mi regazo hasta llevarlo a la cama y sentarme con él sobre mis muslos. Suspiro mientras se restriega sobre el bulto en mis pantalones. Sus caderas se mueven en un baile sincronizado con nuestras lenguas. Quito su camisa dejando al descubierto su cuerpo esculpido y él hace lo mismo. Sus labios, ya acostumbrados a hacerlo, se lanzan al piercing de mi pezón y lo estrujan, lo muerden hasta que enrojece toda la zona. Su lengua lo alivia y sigue, haciendo un camino de lamidas hasta mi entrepierna.

Sale de mi regazo para ponerse de rodillas entre mis piernas y bajar la cintura de toda la ropa que se le interpone. Saca mi pene erecto y antes de tocarlo me mira con una sádica sonrisa que me enloquece. Besa mi glande y lo lame un par de veces. Me corro antes de que se lo meta en la boca y mancho su cara mientras mis dedos se vuelven blancos agarrando las sábanas al borde del colchón.

—¿Ya? –Me pregunta aguantando la risa.

—Te dije que necesitaba descargar. Llevo mucho tiempo…

—No pasa nada. –Se limpia la cara con su camiseta que recoge del suelo y se levanta para sentarse de nuevo en mi regazo. Yo me muevo con él hasta apoyar mi cabeza en la almohada y sus nalgas frotan mi miembro desnudo haciéndolo grande y duro de nuevo. Me deleito en cómo se mueve sobre mis caderas para que todo vaya más rápido.

—¿Puedo tocarte? –Le pregunto llevándome un asentimiento de su cabeza como respuesta. Ambas manos se dirigen a su entrepierna y rodeo y estrujo el bulto creciente allí por encima de la ropa. Bajo sus pantalones y su erecto pene ya está húmedo y bien duro. Mis manos se deslizan por él ya lubricado con el presemen y sus gemidos son acallados mientras muerde sus labios.

—Ah… Jimin… ¡AH! –Me corro de nuevo manchándonos a ambos y sonríe una vez más ante mi rápida eyaculación.

—¿Qué te pasa hoy? –Sonríe mientras me incorporo y le tumbo debajo de mí colándome entre sus piernas.

—Que me pones muy caliente, Jimin.

—Espera, espera. –Me detiene cuando coloco sus piernas alrededor de mi cintura—. Pensé que estaría yo arriba…

—No, no. –Niego con una sonrisa en los labios y meto dos dedos dentro de él a la vez. Sus párpados se contraen y se forman dos líneas débiles—. Y no grites alto como siempre. Sé que no te puedes resistir pero no quiero que nos maten antes de que te corras… 

—Yo no grito. –Dice mientras todo su cuerpo se mueve por mis dos dedos dentro de él.

—Claro que sí. Sobre todo cuando los piercings están dentro. –Digo haciendo alusión a mis dos piercings en el pene.

—Cállate ya y fóllame rápido.

Saco mis dedos de su interior y abrazo fuertemente su cuerpo mientras le penetro. Ambos intentamos con todas nuestras fuerzas contenernos a la hora de gemir o gritar pero nuestros suspiros ya no se retienen y salen pudorosos de nuestros labios. Mientras le embisto con fuerza pienso, para retardar la eyaculación, que si gritásemos, tampoco pasaba nada porque los muelles de esta cama acallan cualquier otro sonido. Pero no me quejo, es muy excitante.

—Kook… —Susurra Jimin mientras esconde su rostro en mi clavícula y sus manos van a mis brazos para sujetarse mientras todo su cuerpo se mueve. Tiembla unos segundos y se corre manchándonos a ambos. Yo le embisto unos segundos más y ayudado de lo apretado que está ahora su entrada me corro dentro de él.

Ambos nos abrazamos cuando hemos terminado y un sudor frío recorre mi cuerpo porque el calor por la excitación del momento desaparece y me acurruco en sus brazos para dormir.

—¿Estás bien? –Le pregunto mientras asiente. Nos arropo a los dos con las sábanas y caemos dormidos antes de darnos cuenta.

 

———.———

 

Renminbi: es la moneda de curso legal de la República Popular China. Su nombre oficial en chino simplificado: 人民, chino tradicional: 人民幣 significa la ‘moneda del pueblo’ y es emitida por el Banco Popular Chino. El yuan es la unidad básica del renminbi, nombre por el que también se conoce a la moneda. Cada yuan se fracciona en diez jiao o mao y cada jiao se divide en diez fen. Para que el valor de la renminbi no fluctúe dependiendo del mercado financiero, el yuan está fijado a una canasta de varias monedas internacionales. Su símbolo, como el del yen japonés, es una ye con dos trazos (¥).

[1 yuan = 0.149782 U.S. dólares]

 


Capítulo 6                    Capítulo 8 

 Índice de capítulos          


Comentarios

Entradas populares