IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 6
CAPÍTULO 6
JungKook
POV:
Las horas en el avión parecían no querer sucederse una a otras. Lo que en realidad era una hora pareciera un día entero y este sentimiento se hacía más notable porque no manteníamos ninguna conversación. Todas las personas en este vuelo hablan entre ellas, miro a mí alrededor descubriendo interesantes conversaciones en varios idiomas que desconozco, varios dialectos del chino, algunos árabes, otros rusos. Coreanos, como nosotros también. Pero somos los únicos que no parecen estar aquí porque aunque veo personas ensimismadas escuchando música o leyendo puedo asegurar que sus mentes permanecen junto a nosotros por muy evadidas que se encuentres.
Las nuestras no. Yo al menos no puedo asegurar estar donde realmente estoy porque desde hace tres días ya me siento como si mi masa corporal se hubiera degradado, como si mi densidad fuera menor de lo que realmente es y pudiera flotar, pero al mismo tiempo una gran losa cae sobre mis hombros. Una losa llamada culpabilidad.
Harto ya de este sentimiento de desesperación cojo de mi equipaje de mano algo con lo que entretenerme y lo único que encuentro es una botella de agua a medio llenar. Bebo un poco desagradado con el sabor y la caliente temperatura y hago una mueca. Suspiro.
—¿Has traído algo con lo que pueda entretenerme? Siento que el tiempo no pasa. –Le soy sincero a Jimin y este se encoge de hombros absorto en sus pensamientos—. Señorita. –Le digo en español a una de las azafatas que pasaba por mi lado—. ¿Puedo beber algo? ¿Tiene agua o zumos?
—Sí, caballero. ¿Te traigo una botella de agua fría? –La chica delante de mí es alta y rubia, con los cabellos en una coleta formando tirabuzones.
—Por favor. –Apenas tardó unos minutos ya trajo la botella.
—¿Puedo? –Me preguntó Jimin cuando terminé de beber y se la pasé a él para que se refrescara.
—¿En qué piensas? –Le pregunto desesperado por buscar conversación.
—En muchas cosas. –Me contesta simple y encogiéndose de hombros nuevamente.
—Yo no sé porque me he puesto a pensar en cuando era pequeño e iba a la piscina con mi madre.
—¿Y eso?
—No lo sé. Será que tengo sed. –Afirmé con una sonrisa y me sentí estúpido no solo por pensar ese tipo de cosas en un momento como este, sino también en expresarlo en alto.
—Hum…
—¿Jimin? –Pregunté al rato—. ¿Crees que estará bien?
—¿Tu madre? –Me preguntó de nuevo haciendo que saliese de sus pensamientos.
—No idiota. Yoogeun. –Decir su nombre en alto me hizo dar un vuelco al corazón.
—Sí. Está bien. –Dice firme y seguro. Convencido.
—¿Cómo estás tan seguro? –Pregunté sorprendido por su respuesta.— ¿Una corazonada de padre?
—Una corazonada de norcoreano. –Silencié unos segundos cavilando sus palabras.
—Me siento muy impotente. –Reconocí—. Aquí sentado, sin hacer nada. Y aún quedan horas por delante. Todo por mi culpa…
—No ha sido todo culpa tuya. Yo también tengo mucha parte de esa culpa. Si no fuera por mí no nos habrían estado siguiendo. Perdóname. –La primera vez en días que se subordina a darme una disculpa—. Ve al baño. –Me dice sonriendo—. Date agua en la cara y camina un poco. El viaje será muy largo.
…
Cuando el avión aterrizó eran las siete pasadas de la tarde. El sol aún está radiante y resplandeciente pero no por mucho tiempo. Jimin y yo salimos del pasillo de embarque y a nuestro alrededor una pequeña masa de personas se aglomeran para recibir a los amigos o parientes que acababan de aterrizar. Nosotros, entre tanto barullo y con las maletas de la mano, nos sentimos completamente perdidos a la espera de que alguien nos indique que nos recoge. Esperamos por cinco minutos mientras el barullo desaparece y agudizamos la vista a la espera de que algo nos llamara la atención. En mi mente se dibujaba el cuerpo de una persona, vestido de militar y ondeando una bandera norcoreana para llamar nuestra atención. Demasiado fantasioso.
—¿Tienes hambre? –Me pregunta Jimin mientras señala una máquina expendedora no muy lejos de nosotros.
—Sí. –Accedo a su propuesta y sacamos un par de sándwiches y nos sentamos en un banco no muy lejos de la puerta de embarque. Esperamos otros quince minutos más hasta que un hombre, vestido con un traje algo viejo ya, se presenta ante nosotros. Ambos alzamos la mirada para encontrarnos un rostro no más adulto que el nuestro que nos mira algo serio.
—¿Park Jimin y Jeon JungKook? –Jimin asiente y se pone en pie para estrechar la mano del hombre. Este se limita a inclinarse frente a nosotros y presentarse en un coreano algo difícil de descifrar—. Yo soy Wu Yi Fan. Seré quien os lleve hasta la frontera.
—Wu Yi Fan. –Repito con acento chino imitando su voz lo más posible pero ante mi intento fallido sonríe y me da una alternativa a su nombre—. Pueden llamarme Kris. –Ambos asentimos y le seguimos llevando con nosotros las maletas fuera el aeropuerto. Mientras, nos habla y nos explica su función y su persona.
—Perdonen mi mal pronunciación. Soy cantonés. –Nos explica.
—¿Trabajas para el norte? –Pregunta Jimin refiriéndose a su país natal.
—No exactamente. Trabajo para ellos pero solo en el ámbito que se refiere a China. Traslado gente, hago de traductor entre ambos países… esas cosas…
—Oh…
—No tengo idea de en qué clase de líos os encontráis. –Dice con una sonrisa—. Ni tampoco me involucro. Solo os traslado.
—Ya veo. –Yo aun me mantuve en silencio. Pero no pude contener un suspiro de admiración cuando tras salir por las puertas del aeropuerto la ciudad de Liaoning se mostraba ante mis ojos.
—Liaoning es preciosa. –Suspiró.
—Estamos en Shenyang, la capital de Liaoning. –Aclaró Kris y antes de darme cuenta, fascinado como estaba por los grandes edificios, llegamos frente a una furgoneta negra de donde salieron otras dos personas—. Subir.
Jimin fue el primero en hacerlo y nos colocamos en los dos asientos traseros mientras que Kris en unos de los dos centrales y las otras dos personas en los delanteros. Jimin esta tenso, mirando a todas partes y con su mente rindiendo al máximo. Yo también estoy nervioso pero no siento miedo hasta que la furgoneta arranca y las dos personas de delante comienzan a hablar en un idioma que doy por hecho, es chino. Kris nos da conversación.
—Estos dos son Lay y Tao. –Los señala de izquierda a derecha—. No hablan coreano por lo que no van a daros mucha conversación. –Asentimos mientras le vemos sonreír amable—. El viaje es de tres horas pero se alargará porque pararemos a mitad de camino para descansar. Y antes de llegar a la frontera pasaremos la noche. Por la mañana os llevaremos al puente que separa ambos países y al otro lado otra persona os recogerá para llevaros a la capital.
—¿No llegaremos hasta mañana?
—Así es. –Se encoge de hombros. Jimin suspira.
—¿Sabes quién nos recogerá al otro lado?
—No. –Se vuelve a encoger de hombros y comienza a hablar con sus compañeros para volver a darnos otra negativa—. Ellos tampoco saben. En nuestro trabajo no se nos da tanta información. Solo, “recoge a no sé quién y llévalo a no sé donde…”
—Ya veo… —Digo y tras eso, los tres nativos chinos comienzan una amena conversación, o al menos eso parece mientras que yo me acomodo en el asiento y suspiro pensando en la hora y media de viaje que nos espera hasta poder descansar y salir de aquí. La furgoneta no era pequeña por lo que no puedo decir que sintiera miedo claustrofóbico pero estar con tres desconocidos dentro es un poco intimidante. Miedo a hablar, miedo a reaccionar. Me limito a mirar por la ventana y observar la hermosa ciudad que se expone ante mí. La voz de Jimin me sorprende.
—Recuerdo una conversación que tuvimos tú y yo hace mucho tiempo. En tu casa. –Le miro interesado por sus repentinas palabras mientras el tan solo mira sus manos en su regazo—. Dijiste algo así como que los chinos son inferiores o sucios o no sé qué. –Soy consciente de que Kris nos escucha atentamente porque sonríe de lado tímidamente—. Mira fuera. –Me dice Jimin—. ¿Ves suciedad o inferioridad? –Negué con la cabeza.
—No. –Dije algo intimidado por la presencia de Kris con nosotros.
—Siempre es bonito conocer los prejuicios que tienen otros de ti. –Dice Kris sumándose a la conversación.
—En mi opinión el racismo actual se debe a estos estereotipos, los cuales proceden de épocas pasadas, de guerras inacabadas que no dejan vencedores, de personas independientes que nos representaron…
—Hermosas palabras…
—Yo… —Digo—. Nunca he salido de mi país. Nunca he visto otra cosa que no sea la mente cerrada de mis compatriotas. –Me encojo de hombros buscando una justificación a mi manera de pensar que sin duda, cambia por momentos.
—¿Este no es del norte? –Le pregunta Kris a Jimin tras señalarme. Este niega con la cabeza—. Está bien, está bien. No me involucro más, lo siento. –Se gira de nuevo en su asiento y saca de un cajón un libro. Lo abre por una página señalada con antelación y comienza a leer. Los caracteres son chinos por lo que no puedo saber qué lee. Tampoco me interesa demasiado.
—¿Has estado antes en China? –Le pregunto a Jimin.
—Sí. Un par de veces. Y el trayecto que vamos a hacer, ya lo recorrí una vez.
—¿Sí? ¿Y para que estuviste aquí?
—Una misión. –Dice simplista y me obligo a preguntar más por aquello pero niega con la cabeza no queriendo dar esa información, no por mí, sino por nuestros acompañantes—. Estuve en Hong Kong y en Pekín. –Dice haciendo referencia a un periodo más o menos largo de residencia—. Apenas fueron dos meses y ya apenas recuerdo nada de chino mandarín del poco que aprendí, pero me gustó mucho Pekín.
—Hum…
—La comida y la gente, es agradable. –Asiente mientras habla sumido en sus recuerdos.
—Nunca me lo habías dicho. –Afirmo mientras él se encoge de hombros.
—También he estado en Nueva York durante una semana; en San Petersburgo, Rusia; en Osaka, Kōbe y Shibuya de Japón…
—Vivimos juntos, estamos casados, tenemos un hijo en común. ¿Hay algo que aun no sepa de ti? –Pregunto algo decepcionado.
—Si te lo contara todo sobre mí, ¿dónde estaría el misterio? –Ríe Jimin cínico.
—Já, que gracioso.
—Por eso no me gustó tu manera de pensar respecto al extranjero. Vayas donde vayas hay lo mismo, la misma corrupta y degradada sociedad ensimismada y demacrada por los vicios.
—Que optimismo… —Nos quedamos unos minutos en silencio mientras la autopista se extiende ante nosotros.
—Estamos en Shenyang, capital de Liaoning. –Reitera—. Tenemos que pasar por dos ciudades más antes de llegar a la frontera. Pasaremos primero por Benxi y antes de llegar a la siguiente probablemente descansemos del camino. Después cuando se haya hecho de noche estaremos en Dandong. Allí dormiremos. ¿Me equivoco? –Le preguntó con curiosidad a Kris.
—No, muy bien hecho. –Nos pasó un pequeño mapa del este de China incluyendo la península coreana—. Estamos aquí. —Señalo un punto en el este norte del país—. Liaoning fue una de las primeras provincias chinas en ser industrializadas, primero bajo la ocupación japonesa y después durante las décadas de los cincuenta y sesenta—. Señaló un punto dentro de la provincia que había señalado antes—. Esta es la capital, y recorreremos estas dos ciudades como bien ha dicho Jimin.
Ambos miramos el mapa atentamente y soy consciente de lo bien que ha recordado el recorrido. Ambos atendemos a la explicación de Kris y nos avisa que el viaje no será muy pesado. Parece incluso prometerlo como si se preocupara por nuestro bienestar. Seguro que perderá la cabeza si no nos entrega con vida. Un juego, todo no es más que un juego.
Comentarios
Publicar un comentario