IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 4

 CAPÍTULO 4


JungKook POV:

 

Desde aquel momento en que el lugar de nacimiento de Jimin estaba escrito por la mano de mi hijo, el miedo atenazó mi cuerpo. Jimin y yo no hablamos de ello ni tampoco le dije que sabía lo que había escrito. Él desde luego esperaba que yo hubiera mirado el folio arrugado en la basura pero creo que me pude pasar horas buscando las palabras adecuadas para entablar una conversación sobre ello, sin embargo no las encontré. Otras tantas las dediqué a buscar una posible respuesta a la causa la cual mi hijo supo no solo escribir eso sino que lo hubiera aprendido en la casa de mi vecino.

Varias suposiciones se me hacían atractivas como la que Luhan se hubiera dedicado a hacer de profesor por su cuenta y ese tema en concreto se hubiera gravado con fuerza en la mente de mi hijo pero según sus palabras, las de Yoogeun, no habían sido las enseñanzas de Luhan lo que le había proporcionado la información sino que esos caracteres en concreto los había visto por alguna parte en su casa.

En ese caso otras muchas ideas saltaban a mi mente como que podía haberlo visto en la televisión tanto en el telediario como en algún reportaje informativo. En revistas, en folletos… incluso se me antojó pensar que solo había juntado unos cuantos fonemas al azar para crear por casualidad una palabra en concreto pero aprovechando un día en que Jimin no estaba en casa, decidí atajar el tema y hablar con mi hijo seriamente.

—Yoogeun. –Le llamé y saltó del sofá para acudir a mi encuentro en la mesa. Sobre ella le esperaban un folio y un lápiz—. Hijo, amor. ¿Podrías escribir otra vez aquello que viste en casa del tío Luhan?

—Pero… —Cogió el lápiz y comenzó a titubear—. Jimin appa dijo que…

—Lo sé, pequeño, pero él no lo sabrá. Solo quiero que me lo enseñes a mí. –Asintió—. ¿Recuerdas cómo se hacía? –Asintió de nuevo demoliendo mi suposición de que tal vez fuesen letras inventadas. No le tembló el pulso al escribirlo y cuando terminó la palabra “Pyongyang” era clara y firme.

—¿Así? –Me preguntó animado a la par que temeroso por mi reacción.

—Sí, amor. –Miré la palabra delante de mí unos segundos más—. ¿Y cómo dices que has aprendido a hacer esto?

—Luhan. –Dijo simplemente.

—¿Él te enseña a escribir como nosotros, amor? –Niega con la cabeza—. ¿Has visto esta palabra en su casa? –Asiente.

—Libro de Luhan.

—¿Libro de Luhan?

—Sí. Cuando yo en su casa, él lee. Yo veo dibujos en la tele y él lee.

—Ya veo. ¿Y lee un libro donde está escrita esta palabra? –Asiente y se levanta de su asiento para alcanzar el libro más cercano a él y señalar con el dedo una amplia franja de la dura portada—. ¿En la portada está escrito esto? –Asiente de nuevo y no sé por qué, pero esta información me tranquiliza. Que sea aficionado a la lectura no me suscita ninguna desconfianza porque yo también he leído muchos libros sobre Corea del Norte o cosas incluso peores. Suspiro aliviado y cojo a mi hijo en brazos para pedirle perdón por tanta pregunta estúpida.

Después de aquel día en que mi mente se despejó pude al fin centrarme en el comportamiento de Jimin que hasta entonces no me había percatado de que era tremendamente extraño. A la hora de comer lo hacía en tremendo silencio dejando pasar varios minutos entre bocado y bocado. Cuando veíamos la tele sus ojos estaban perdidos, su mente cavilaba, pensaba en mil cosas al mismo tiempo porque ya conozco ese tipo de expresiones. Algo tiene atrapada su mente.

Muchas veces pensé en decirle lo que Yoogeun me había contado pero creí que sería mejor que por sí solo despejara sus pensamientos y hacerlo más adelante cuando la situación no fuera tan tensa.

 

 

Ha pasado ya un mes desde aquel día en que nuestro hijo nos sorprendió con su maravillosa e inoportuna memoria. Jimin ha recuperado su personalidad y vuelve a estar presente junto con nosotros de manera que ya ha perdido toda importancia el significado de aquella palabra y temiendo que volviera a sumergirse en su mente nuevamente he preferido no decir nada al respecto.

—¡No appa! –Grita nuestro hijo en el sofá tirado mientras Jimin le hace cosquillas en el vientre. Ambos ríen a más no poder mientras yo estoy sentado en el suelo a su lado. El cuerpo de Yoogeun se revuelve a medida que las pequeñas manos de Jimin recorren su tripa.

—Está exagerando. –Digo haciendo referencia a los gritos y risas de mi hijo—. Tus pequeñas manitas no pueden hacer tantas cosquillas. —Ahora soy yo la víctima de su asesina mirada y nuestro hijo se cubre la boca asombrado por mis temerarias palabras—. ¿Qué me vas a hacer?

Le reto y él sin pensarlo demasiado se tira sobre mí y ambos caemos y nos revolvemos en el suelo intentando inmovilizar al otro. Soy consciente de que Jimin modera su fuerza y yo intento al máximo explotar la mía, sin existo alguno, por supuesto. Cediendo a mi ego y a su pereza se deja derrotar y me siento sobre él mientras nuestro hijo aplaude.

—Kook appa es el mejor. –Me alaba y yo sonrío orgulloso.

—Aprovecha ahora, Yoogeun y hazle cosquillas a papá. –Sin pensarlo demasiado se lanza a la tripa de Jimin y retirando un poco su camisa se deleita haciendo cosquillas y en como Jimin finge un ataque de estas.

—Vasta, vasta… —Suplica—. O llegaré tarde a trabajar.

Le quito al niño de encima y de nuevo ambos nos sentamos en el sofá observando como Jimin se incorpora y se prepara deprisa y corriendo para no llegar tarde a su trabajo de taxista.

—Papá. –Me dice—. Quiero los dibujos. –Resignado a su infantil conducta enciendo la televisión y le pongo los dibujos que tienen un estricto horario como el de Jimin y que yoogeun nunca se pierde. Yo me siento junto con el niño para verlos y descansar un rato.

—Cuidado con el taxi… —Le digo antes de que se marche y al hacerse de nuevo consciente de mi presencia se acerca y me da un beso en los labios a mí y uno en la frente a nuestro hijo.

—No te demores mucho o cerrarán. –Me dice y aparto la mirada de la tele para atender sus palabras.

—¿El qué?

—Los almacenes. ¿No recuerdas que tenías que ir a recoger los artículos de hogar que encargamos? –Golpeo mi frente con la palma de la mano y cambio mi expresión a una de sorpresa—. Maldita sea Jeon, ¿cómo se te olvidan tan rápido las cosas? Lo hablamos esta mañana.

—Se me había olvidado por completo. ¿Qué era lo que tenía que recoger? La lámpara, la vajilla nueva y…

—Joder, Jeon, lámpara, vajilla, cubertería y sábanas de invierno.

—Es cierto…

—¿Necesitas que te lo apunte en el culo o te acordarás? –Dice poniéndose una chaqueta de cuero negra y recogiendo el móvil y las llaves antes de salir.

—Lo recordaré, lo prometo. –Repaso en mi mente las cuatro cosas que debo recoger.

—Llévate el coche. Yo iré en bus hasta la estación de taxis.

—Pídete un taxi para que te lleve. –Digo mientras veo su cansada expresión en el rostro. Pone los ojos en blanco y sale por la puerta seguro que con deseos de darme un buen tortazo.

Hace tiempo que vivimos en esta casa pero con los gastos imprescindibles de Yoogeun nos vimos obligados a amoldarnos a los pocos requisitos de esta casa. Hasta el mes pasado que vimos publicidad de unos grandes almacenes en la ciudad y decidimos, con un poco dinero ahorrado, darnos unos caprichos demasiado demandados por nuestra vida. No es necesario que diga que la humilde bajilla no nos ayuda a la hora de invitar a gente a casa y lo mismo ocurre con el resto de cosas. Vivimos de forma humilde y poco a poco iremos adecuando las condiciones de esta casa.

Miro la hora sintiendo ya una necesitada urgencia de cambiarme de ropa para salir y lo mismo he de hacer con Yoogeun.

—Vamos hijo. –Apago el televisor en pleno apogeo de basura infantil—. Es hora de vestirse.

Nada más que la imagen se va de la pantalla los ojos de mi hijo se encharcan y de sus labios parece un tierno puchero que me parte el alma.

—No quiero, appa. Yo quiero dibujos. –Con su rebelde conducta me quita el mando a distancia de las manos pero se lo arrebato de nuevo antes de que encienda la televisión.

—No puede ser, hijo. Tenemos que hacer recados, ¿no has oído a Jimin?

—Ve solo. –Me dice y no tolero su rebeldía por lo que lo cojo en brazos y lo llevo a su cuarto para cambiarle de ropa. Mientras, por todo el camino patalea y llora al principio solo intentando llamar mi atención y apelando al amor que siento por él para darle su capricho pero me niego en rotundo por lo que su siguiente llanto ya es algo más personal inducido por la verdadera tristeza que siente al no poder ver sus ansiados dibujos.

Cuando está vestido sale de mis brazos y corre de nuevo al sofá para encender de nuevo la tele en lo que yo me cambio de ropa. Unas botas beige, unos vaqueros grises con estampado militar y una camisa blanca. Cuando he recogido la cartera y las llaves salgo de nuevo al salón para ver cómo, sentado ante la tele, Yoogeun se quita los zapatos tirándolos con rabia al suelo.

—¡Yoogeun! –Ante mi grito se cruza de brazos y camino hasta él para colocarle de nuevo los zapatos y limpiar con la manga de mi camisa sus lágrimas. Apago la tele de nuevo y lo cojo en brazos ante su incesante pataleo. Llora desconsolado y sin hacerle caso alguno salgo de casa cerrando detrás de mí para ver aparecer a Luhan por las escaleras con bolsas de comida.

—¿Qué ha ocurrido? –Pregunta preocupado mientras se acerca a nosotros y mira el rostro acongojado de mi hijo.

—No entiende que tengo recados urgentes que hacer y no puede ver los dibujos. –Luhan asiente sonriendo haciendo que la preocupación desaparezca al comprobar que no es más que una rabieta infantil.

—¿Los dibujos? –Pregunta—. Si es algo importante puedes dejarme al niño… —Se ofrece pero dudo en sus palabras.

—No importa. Cogeré el coche así que no me molestará…

—No te preocupes, Jeon, podrá ver los dibujos como siempre y no te cargará la cabeza con el llanto todo el camino.

—Es que no sé cuando volveré… —Afirmé.

—No iré a ningún lado, a demás, traigo Nutella*. ¿Quieres un bocadillo de Nutella? –Le pregunta a mi hijo en mis brazos y este asiente mientras sus lágrimas dejan su rostro. Sin pensárselo sale de mí para bajar al suelo y quedarse junto a Luhan.

—¿Seguro que no te importa? –Le pregunto.

—Claro que no. Sabes que nunca es una molestia. Él verá los dibujos y tú podrás hacer los recados tranquilo.

—Está bien. Cualquier cosa me llamas. Volveré antes de que anochezca. –Prometí y me incliné para que Yoogeun me diera un beso en la mejilla pero enfadado conmigo como estaba se negó en rotundo y acabé encogiéndome de hombros por su comportamiento. Mientras me marchaba oía como Luhan le recriminaba por no haberse despedido de mí pero yoogeun no le escuchaba haciendo oídos sordos y solo teniendo como objetivo la televisión.

Nada más salí del portal cogí el teléfono móvil y llamé a Jimin como este me dijo que hiciera en caso de que volviera a dejar a nuestro hijo en casa de Luhan. No contestó al teléfono y supuse que estaba ya dentro del taxi conduciendo. Me marche con la excusa de que ya le había intentado informar.

 

 

La noche ya se había echado encima de la ciudad consumiéndola. Las luces de los carteles de propaganda y las farolas iluminaban todo como si el día no se hubiera acabado sino que se hubiera metamorfoseado en uno aun más precioso. Ya en el maletero estaban los objetos de hogar que compré a duras penas porque me costó horrores encontrar el comercio. Nos hemos visto obligados a ir a recogerlos porque el pedido a casa costaba casi el doble y ninguno de los dos estábamos dispuesto a pagar tal suma de dinero.

Tras llegar a Barcelona compramos este pequeño KIA* donde me siento sumamente denigrado en comparación con el cuatro por cuarto que me vi obligado a abandonar en Corea. Es de color gris pero aun así a veces me siento extraño conduciéndolo. Aparco en el lugar libre más cercano que encuentro a nuestro portal, es decir, dos manzanas más abajo y salgo de él recuperando las bolsas del maletero. Pesan un poco pero las porto con soltura hasta que la voz de Jimin me llama a lo lejos. Frunciendo el ceño giro mi rostro y le veo correr en mi dirección todo lo rápido que puede.

—¿Jimin? –Pregunto una vez está cerca de mí—. Cuando llega a mi ubicación descansa tan solo un segundo para coger aire y comenzar a parlotear palabras que entre ellas son inconexas.

—Luhan, nosotros. La casa… él… Te he llamado mil veces…

—Jimin, cálmate. ¿No tendrías que estar en el trabajo? –Le pregunto sabiendo que aún faltan dos horas para que termine su jornada.

—No puedo, Jeon. Tenemos que mudarnos de aquí de inmediato. –Asía mi brazo con fuera y me conduce en dirección a casa.

—Para, para… ¿qué ocurre? ¿Qué es eso de mudarnos? –Mi voz cambia a un registro más grave y firme—. No podemos mudarnos ahora, Jimin.

—¡Luhan! Lo he pensado mucho tiempo pero al fin me acuerdo. Él es… —Su voz se detiene mientas mira mis manos por todas partes y detrás de ellas. Mira a su propio alrededor—. ¿Y Yoogeun? –Su semblante palidece a tal punto en que yo mismo tiemblo. Todo su cuerpo se tensa al instante y sin responder ya sabe dónde está. O al menos donde se supone que debería estar. Sale corriendo y todo el miedo con el que ha llegado ahora lo siento yo también. Un choque brutal de adrenalina me golpea y sintiendo la remota posibilidad de que a mi hijo le pase algo salgo corriendo soltando las bolas que portaban mis manos. Oigo como la vajilla y la lámpara se rompen en pedazos y no siento el más mínimo apego a ello porque ahora mi mente solo se centra en correr todo lo que me permitan mis piernas.

Ambos llegamos a la par al portal y subimos las escaleras a pesar del dolor en nuestros músculos. Llegamos a la puerta de Luhan y sin miramientos Jimin la golpea con fuerza. Sus ojos denotan la ira que siente en su interior. Sus palabras, el miedo.

—Luhan. ¡Luhan! Abre la puerta. –Creo que llega a llamar una media de cincuenta veces hasta que se cansa y con su brazo me aparta lejos. Yo me guío por sus actos y le dejo hacer. Temo que el resto de vecinos salga a comprobar el porqué de nuestro escándalo y lo temo aun más cuando coge carrerilla y de una parada consigue hacer que el cerrojo ceda a su fuerza. Un empujón de su hombro y ambos estamos dentro. Miro a todas partes llamando el nombre de Yoogeun o de Luhan pero nadie me contesta.

Jimin se desespera y lo busca por todos los rincones hasta que, al no encontrar a nadie, soy yo el centro de su ira.

—¿Cómo se te ocurre dejarlo con él? –Me pregunta—. Te advertí que no lo hicieras.

—Me dijiste que te llamara si lo hacía y así obré. Pero tú no me cogiste la llamada. Le avisé que volvería antes del anochecer. Yoogeun lloraba porque no quería venir conmigo… Él… los dibujos.

—¡Eres un hijo de puta Jeon! –Me grita una vez no soy capaz de formar una frase con sentido y todo mi cuerpo arde en una lucha entre la ira y el arrepentimiento. Ya no soy capaz de mirar su rostro y por ello desvío la mirada a la mesa en medio del salón donde descubro un sobre blanco.

Ambos nos acercamos a él y yo lo cojo en mis manos para abrirlo y leer en él las palabras en coreano que se nos presentan:


« Supongo que si llegáis a leer esto ya es demasiado tarde y a juzgar por el comportamiento de Jimin estoy seguro de que su ira habrá provocado que antes de llamar a la policía rebusque en mi casa el cuerpo de su pequeño hijo, ¿me equivoco? Yo creo que no.

Las instrucciones a seguir, si queréis volver a ver a vuestro hijo con vida son muy fáciles. Esto no es una nota de rescate. No me interesa el dinero. Nada de policía. No por mí, yo ya estoy muy lejos, lo digo por la integridad física de Jimin que como todos sabemos ya, se oculta de su pasado.

Pues bien, Jimin, tu pasado te reclama.

Con esta carta adjunto dos billetes  de avión a Liaoning*, China. Al bajar os esperará un hombre en el aeropuerto que os subirá a una furgoneta para atravesar la frontera. A partir de entonces, seguid las instrucciones que se os indiquen.

No os demoréis, vuestro hijo os espera. »


Creí que jamás volvería a ver a Jimin llorar con tanto ímpetu desde que mataron a su hija. Hoy, se vuelve a repetir la escena delante de mis ojos.

 

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Nutella es una crema dulce a base de cacao, leche y avellanas producida por Ferrero.

Kia Motors (en coreano, 기아자동차 주식회사): es un fabricante surcoreano de automóviles. Su sede central está ubicada en Yangjae—dong, Seocho—gu, Seúl, Corea del Sur. La compañía, perteneciente ahora al conglomerado de Hyundai, en la fase Ford fabricó, como parte del conglomerado ante—crisis de la Ford, exitosos modelos bajo licencia para Ford y Mazda.

Liaoning (chino simplificado: , chino tradicional: 遼寧, pinyin: Liáoníng): es una provincia situada al nordeste de la República Popular China. Su capital es Shenyang. Liaoning limita con el mar Amarillo y el golfo de Bohai al sur, Corea del Norte al sudeste, la provincia de Jilin al nordeste, Hebeial oeste y Mongolia Interior al noroeste. Se le suele llamar "el Triángulo Dorado" debido a su situación estratégica. El río Yalu marca la frontera entre Corea del Norte y las provincias chinas de Jilin y Liaoning y desemboca en la Bahía de Corea entre Dandong (Liaoning) y Sinŭiju (Corea del Norte).

 

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