IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 3
CAPÍTULO 3
JungKook
POV:
La vida se me antoja maravillosa y más cuando pienso en ella fríamente y con cautela. Es fácil, al menos para mí olvidarme de los pequeños detalles diarios que se me suben a las barbas o las desgracias mayores que se empeñaron en interponerse en mi camino o en el camino de los que amo pero hoy, soy feliz y he formado una familia a partir de desgracias.
Jimin es un norcoreano que perdió a su esposa y a su hija, y se vio obligado a infiltrarse como el jefe de mi empresa para obtener información. Yo soy un hijo poco querido por mis padres y obligado a abandonar mi sueño de vida por el sueño de mi padre. Nuestro hijo, abandonado en un orfanato por el capricho de las locuras que atenazaban la mente de su madre. A pesar de todo hemos superado las expectativas y hemos empezado de nuevo lejos de todo lo que nos quiso destruir.
—Quiero mucho a nuestro hijo. –Dice Jimin mientras aferra fuertemente mi mano libre, ya que la otra está ocupada con bolsas de comida—. Pero estar un rato contigo es muy agradable. –Besa mi mejilla y yo sonrío.
—Quien te ha visto y quién te ve… Park Jimin…
—¿A qué viene eso? –Sonríe como un adolescente, lo cual es frustrante ya que es todo un adulto.
—¿Cómo? Señor Park… ¿debo recordarle la noche en que me llamó bastardo y maricón solo por un besito, nada más?
—Pero luego volví… —Dice para justificarse pero cae en mi trampa bien diseñada.
—Claro… para buscar información en mi casa…
—Claro. –Asiente—. Y de paso echarte un buen polvo. –Suelto su mano y golpeo de manera infantil su brazo.
Hemos aprendido, con el tiempo, a tomarnos el pasado de una manera incluso jocosa. ¡Qué remedio! Si sucumbimos a la nostalgia nos seguirán la tristeza y la ira, y a mí la culpabilidad, y no estoy dispuesto a que el pasado arruine de nuevo mi vida presente y mi futuro.
Ambos llegamos a nuestro rellano pero en vez de entrar en nuestra casa, llamamos a la puerta contigua a la espera de que Luhan nos abra. No tarda ni cinco segundos y ya está allí con nuestro hijo en brazos.
—¡Appa! –Este se tira al cuello de Jimin y yo entablo una conversación con Luhan pero antes de dejarme continuar nos invita a ambos a pasar con una excusa deliciosa.
—Vaya, sería toda una pena que no os quedaseis a comer el delicioso Kimchi que he preparado. –Los ojos de Jimin se iluminan como los de un niño pequeño y me suplica haciendo pucheros que nos quedemos.
—Será un placer, no hemos probado el Kimchi desde que estamos aquí.
—Ya lo supuse. –Pasamos todos—. Y también creí que Yoogeun no lo habría catado jamás por lo que me ha ayudado a prepararlo.
—¡Kimchi! ¡Kimchi! –Gritan Jimin y Yoogeun a la par como dos niños inmaduros. De Yoogeun lo entiendo pero Jimin es incluso mucho más ridículo. Río de su conducta por no llorar.
—Tengo que darte las gracias, por cuidar siempre de nuestro hijo. De verdad que eres con un ángel caído del cielo. –Los cuatro, nuestro hijo incluido, ponemos la mesa para todos.
—No hay de qué. A mí también me ha entusiasmado conoceros. Y vuestro hijo es el mejor niño del mundo, es un placer cuidarlo siempre que queráis. Comprendo que necesitéis momentos a solas. –Me guiña un ojo travieso y yo no puedo evitar ruborizarme.
—A propósito. –Evito una posible conversación fuera de tono—. ¿A qué vino aquello del secretito? –Todo su cuerpo se detiene con platos en la mano y me mira frunciendo el ceño. Jimin se hace partícipe también de ese comportamiento y atiende a la conversación.
—¿Hum?
—¿No te acuerdas? Dijiste algo de que tengo un secreto o no sé qué…
—No recuerdo nada… —Se encoge de hombros—. No me hagáis mucho caso cuando bebo, siempre digo tonterías. –Mi cuerpo se suaviza.
—No pasa nada. –Dice Jimin sonriendo—. Lo pasamos genial.
Algo dentro de mí respira profundo y sonoro.
…
—No te escaquees, te toca a ti. –Me dice Jimin mientras golpea mi espalda para dirigirse a la habitación.
—No, no. Yo no quiero otra vez. –Le agarro por el brazo—. A demás, tú eres más listo, con mejor disciplina… —La comisura de su labio se levanta mientras aumento su ego—. Eres todo un profesional.
—Lo sé. –Mientras discutimos, nuestro hijo está sentado en el suelo con unos folios en blanco esperando que alguno de sus dos padres se digne a hacer de profesor diario.
Decidimos enseñarle por nuestra cuenta el alfabeto coreano y a escribir todo lo que habla en coreano dado que su escuela solo le enseñan castellano, catalán e inglés. También le hablamos de gastronomía y arquitectura, pero con el tiempo tendremos que enseñarle las diferencias políticas del país de su padre Jimin y del mío. Pero eso, más adelante. De momento solo estamos con los números.
—Entonces, profesor Park, —acaricio el cuello de su camisa blanca ante su cansada mirada—, ya que es usted el hombre más listo del mundo…
—Vasta, vasta… no te hagas el seductor. –Suspiro.
—Mientras lo haces, te preparo unos espaguetis con tomate. –Su mirada cambia. Resignado y maldiciéndome eufemismos infantiles se gira para atender a nuestro hijo.
—Ven hijo mío. –Se sienta a su lado bajo mi atenta mirada—. Tienes un padre manipulador y chantajista. –Nuestro hijo sonríe a pesar de que no sabe ni la mitad de las palabras que pronuncia.
—Deja de decirle esas cosas al niño. –Pongo unos espaguetis a cocer y salgo de nuevo al salón—. ¿Con salchichas o atún? –Pregunto de brazos cruzados.
—Mmm… Lo que quieras. –Se encoge de hombros mientras coge unos papeles en blanco y se los da para que con cuidado y destreza vaya perfeccionando su escritura. Los números son fáciles, después de que ha aprendido muy rápido el alfabeto—. Tenemos un hijo muy inteligente. –Alaba Jimin.
—Será arquitecto. –Digo firme pero el rostro de Jimin se contrae en una mueca de disgusto.
—¿Qué mierda es esa?
—Caca… —Le corrige nuestro hijo con una sonrisa por su palabra malsonante. Jimin suspira.
—¿Qué caca es esa? Nuestro hijo será presidente.
—¿Puedes aclararme, por favor, qué país será el que gobierne? –Le miro con una sonrisa pícara en la mirada y la suya se torna infantil. No ha pensado bien sus palabras.
—Médico, pues.
—No, mejor Idol.
—¿Cómo los de Corea del Sur? –Pregunta y yo asiento ya fantaseando—. Dejémosle ser lo que quiera… —Yo río y me meto de nuevo en la cocina para ir preparando las salchichas en la sartén. Desde dentro les oigo hablar y reír de vez en cuando.
Con el tiempo he descubierto que la mejor manera de chantajear a Jimin es con la comida ya que disfruta de ella todo el tiempo que no pudo hacerlo cuando estuvo sin dinero. Aun así, nunca se cansa de ella y no entiendo como conserva su cuerpo atlético.
—Papá… ¿Qué es esto? –Pregunta Yoogeun a Jimin mientras le veo por el rabillo del ojo escribir algo en un papel en blanco. Tarda una media de quince segundos en escribir todos los símbolos y cuando termina se lo muestra a Jimin. Me giro en la encimera para ver la escena pero lo que veo no es nada agradable porque el rostro de Jimin se paraliza unos segundos y de la mala caligrafía de nuestro hijo entiende algo que no debe gustarle porque palidece con los segundos.
Yo no digo nada. No hago nada más que presenciar lo que tan delicadamente se me muestra.
—¿Qué es esto? –Le pregunta de nuevo nuestro hijo. La voz de Jimin cambia de registro a uno más grave.
—¿Quién te ha enseñado esto?
—Luhan… —Dice simple.
—¿Luhan te ha enseñado a escribir esto? –El niño niega con la cabeza.
—Yo lo veo en su casa.
—¿Cómo en su casa? –La voz de Jimin comienza a alzarse en el tono y el niño ya se cohíbe a contestar.
—¿Jimin? –Le pregunto y creo que se acaba de dar cuenta de que presencio la escena—. ¿Qué ocurre? –Me mira con los ojos titilantes.
—Nada… nada… —Sonríe de la manera más falsa que le he visto nunca a nadie y recoge el papel donde nuestro hijo ha escrito aquello que le ha producido tal sentimiento. Lo hace una pelota de manera rápida y descuidada y entra conmigo en la cocina para tirarla a la basura. Se deshace de ella de una manera idiota—. No es nada, tonterías. –Besa mis labios sonoramente—. Por lo pronto no quiero que vuelvas a dejar a Yoogeun en casa de Luhan sin que yo lo sepa, ¿de acuerdo? –Sonríe aunque sus palabras son serias, y aunque quiero preguntarle el motivo de su repentina inseguridad hacia un amigo me encojo de hombros y asiento dándole un beso más—. Vamos, Yoogeun, —le dice mientras se levanta del suelo y lo conduce al baño—, vamos a darnos un baño y a lavarnos los dientes, que es ya tarde. Y no vuelvas a escribir esas cosas, son tonterías.
Tonterías.
La palabra se repite en mi mente una y otra vez y a pesar de que esta infravalora el significado de aquello que mi hijo ha escrito, no puedo evitar sentirme temeroso del papel en la basura. Aprovechando que Jimin se ha metido en el cuarto de baño con el niño, me dirijo a la basura y saco de ella el papel sucio y hecho una pelota para desenrollarlo y leer en él dos sílabas coreanas que me hacen temblar.
평양
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Pyongyang*
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Pyongyang: es la capital y ciudad más poblada de Corea del Norte, localizada en el suroeste del país, cerca del río Taedong.
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