IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 2
CAPÍTULO 2
Jungkook
POV:
—Hasta luego, señor García. –Me despido educadamente en español del dueño del ultramarinos y salgo cargando una pequeña mochila de plástico a la espalda. Me he acostumbrado a llevarla con mis pocas pertenencias igual que llevaba al trabajo mi portátil. Sé que no es comparable pero son pequeños malos hábitos.
Este trabajo tiene sus cosas malas como el mediocre sueldo, el extraño horario, pero lo que es muy gratificante es que no tengo que llevar la estúpida corbata que tanto odiaba. Puedo venir con unos simples vaqueros y una camiseta blanca holgada. O al menos en verano. Ahora debo llevar una chaqueta de lana encima porque no hace excesivo calor. Cuando llego a casa, apenas he tardado cinco minutos, entro en el portal y subo hasta el tercer piso donde se encuentra mi casa. Nada más entrar la imagen de Jimin deshaciéndose de la mochila del pequeño me sorprende.
—¿Acabáis de llegar? –Pregunto algo confuso.
—Sí. –Me dice quitándole la chaqueta al niño—. La profesora me llamó—. Su tono es sin duda furioso pero intenta reprimirse.
—¿Qué ha ocurrido?
—Al parecer tuvo una discusión con otro chico. Subí al aula con los otros padres pero no me enteré de nada. Solo de que el hijo de los otros mordió al nuestro.
—¿Es grave?
—No. Solo una pequeña marca pero el padre del otro chico estaba furioso. Decía algo así como que su hijo hizo bien, que si los estamos invadiendo… y no sé qué pollas… —Me encojo de hombros ante ese comportamiento.
—Algunas personas también los dicen cuando me ven atendiendo en la caja del ultramarinos.
—¿Cómo puede darte igual? Con esa educación no me extrañaría que volvieran a agredir a nuestro hijo. –Pongo los ojos en blanco ante este tipo de reacciones de Jimin y me dirijo a la cocina para hacer de comer. A veces, por estos momentos en los que se frustra por cosas tan simples, tengo la sensación de que odia este país y a su gente. A mí la verdad es que no me desagrada, es más, su comida me parece de la mejor pero, bueno. Es Jimin.
—En Seúl me sentía como un extraño. –Me dijo una vez—. Pero aquí me siento como un alienígena.
—No seas exagerado. –Le contesté dado que aquí en Barcelona hay mucha diversidad de personas y razas.
Al principio le dije que era solo sensación suya, que necesitaba acostumbrarse. Me temo que nunca lo hará. Mientras pienso en hacerle una comida típica coreana para que se le pase el berrinche sus palabras me distraen desde el salón.
—No se te olvide hacer para una persona más. –Me quedo en shock unos segundos.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? –Entra en la cocina sonriendo, compadeciéndose de mi falta de memoria—. Invitamos a Luhan a comer hoy.
Maldita sea, se me había olvidado.
Luhan es nuestro vecino. Y no solo de manera física sino que también en respecto al país, porque es de China.
La primera vez que lo vimos fue algo extraño, Yoogeun y yo estábamos en la terraza de una cafetería esperando por Jimin. Era un día cálido en el que se agradecía un buen refresco y eso era lo que mi hijo y yo tomábamos a la espera de su otro padre. Lo vimos acercarse desde lejos y ya nos saludaba con la mano cuando, distraído por nuestra presencia, chocó su hombro con un chico que parecía mucho más joven que nosotros. Su rostro, dulce y acogedor quedó paralizado viendo como las bolsas llenas de comida que portaba en la mano cayeron al suelo desparramando todos los alimentos.
De inmediato mi hijo y yo nos acercamos mientras le decía a este: “Tienes un padre muy torpe”. Él reía de mis palabras.
—Lo siento, disculpe. –Le decía Jimin en español al hombre. Este, en el mismo idioma, le decía que no había problema. Entre todos le ayudamos a recoger y mientras yo culpaba a Jimin de lo sucedido en coreano.
—Mira que eres torpe.
—Appa torpe. –Decía el Yoogeun pero ante mis palabras el rostro de aquel desconocido se paralizó y sus siguientes palabras, expulsadas con cuidado de su hermosa boca nos dejaron a todos paralizados.
—¿Coreanos? –Preguntó en nuestro idioma materno. –Los tres asentimos con cuidado y nos incorporamos ya con la comida de nuevo en la bolsa.
—Sí. –Dije yo—. ¿Tú también?
—No, la verdad es que yo he nacido en Beijing, China. Pero estudié la secundaria y la universidad en Seúl. Cuando terminé me mudé a España.
—Vaya… —Dijo Jimin sonriendo—. Eres la primera persona que habla nuestro idioma que nos hemos cruzado desde que estamos aquí. –El se encogió de hombros y se despidió de nosotros. Al parecer tenía prisa y no podía retrasarse más.
A veces, la vida te da sorpresas inesperadas, otras, sustos impresionantes como cuando al día siguiente salí al balcón de mi casa con Yoogeun en los brazos y pensé que se me caería del respingo que di al ver a Luhan en el balcón contiguo mirando las vistas como pretendía hacer yo.
—¿Luhan? –Pregunté y se asustó igual que me ocurrió a mí antes y creí que se caería por la barandilla.
—Eres el coreano… —Me dijo. Asentí energético.
—¿Vives Aquí al lado? ¿Cómo es que no nos hemos visto antes?
—Porque vivo desde hace solo una semana. Llevo en España mucho tiempo pero he vivido en A Coruña, en Madrid, incluso he llegado a estar en Salamanca. –Asiento de nuevo a sus palabras. Su voz es tranquila y sosegada. No tiene prisa por explicarme sus pensamientos y a la par parece muy seguro de ellos. Sus grandes ojos no me apartan la mirada, ni a Yoogeun tampoco.
—Nosotros llevamos año y medio o así, pero no nos hemos movido de Barcelona.
—¿Cómo es tu nombre?
—Ah, lo siento. Tienes razón. Me llamo Jeon JungKook. Tengo veintiocho años.
—Vaya… —dijo sorprendido pero más lo fui yo cuando me confesó su edad—. Yo tengo treinta y seis.
—Oh, hyung. –Le dije sonriendo.
—¿Es tu hermano? –Dijo señalando a Yoogeun.
—No. Es mi hijo. Bueno, mío y del torpe chico que te tiró las bolsas. –Mis mejillas ardieron de vergüenza por el momento.
—¿Hijo? –Preguntó confuso.
—Sí, nos casamos aquí y…
—¿Casados? –Preguntó realmente aturdido—. ¿Soy gays y tenéis un hijo? –Tras unos segundos en los que pareció salir de una especie de nube que le mantenía ciego, reaccionó con una avergonzada sonrisa—. Perdona, no es muy común que…
—Ya, ya. No te preocupes. Nuestra casera se quedó con la misma cara.
Ha pasado ya tiempo desde aquel día. Ahora lo recuerdo riéndome de las coincidencias de la vida y como esta nos sorprende. Lo invitamos a comer con frecuencia y él nos devolvía el gesto encantado. Al parecer es escritor de novelas policiacas en Hong Kong, donde está su editorial, pero como no es obligatorio que se quede en su país, viaja con el dinero que gana y envía los documentos por ordenador. Siempre Jimin le pide que nos lea alguno de sus relatos pero alegando que están en mandarín no quiere tener que traducirlos.
La primera noche que vino a cenar a casa hizo buenas migas con Jimin, ambos tienen muchas cosas en común y sus caracteres a pesar de ser diferentes se compenetran bien. Me alegra que tengamos un amigo donde poder refugiarnos cuando ambos nos cansamos de la monotonía de nuestros trabajos. Por no olvidar que es un excelente canguro y siempre que lo necesitamos está más que dispuesto a hacerse cargo de Yoogeun.
—¡Tío Luhan! –Grita Yoogeun desde el balcón con una voz aguda y penetrante. Frunzo el ceño a la par que sonrío. Desde la cocina veo a Luhan salir al balcón y saludar a mi hijo—. Tío Luhan, la comida está lista. –Dice con la dificultad de su prematura vocalización y sonriendo le invita a pasar.
—¿Ya está preparada? –El niño asiente—. ¿No necesitáis ayuda? –Niega con la cabeza—. Seguro que es porque el gran chef, Yoogeun, les ha ayudado. –Mi hijo enrojece por sus palabras y rápido se esconde dentro de casa. Jimin sale al balcón a recibir su presencia.
—Discúlpale. –Dice por su hijo—. Ya puedes venir si no estás ocupado. Comeremos en unos minutos.
—Muchas gracias por invitarme, sé que a estas horas andáis con prisas pero no podía ir a cenar…
—Ya lo sabemos, no hay problema.
—Appa, appa… —Tira Yoogeun de mi pantalón—. Ya viene el tío Luhan.
—Ve a abrirle pues. –Sale corriendo a la puerta y es recibido primero por mi hijo y luego por mi esposo. A mí, sin embargo, me encantaría ser el siguiente, pero me veo obligado a no abandonar los fuegos por miedo de salir ardiendo. Sin embargo la voz pacífica de Luhan me sorprende y le veo entrar en la cocina mientras el resto de mi familia prepara la mesa—. Hola hyung. –Me inclino levemente.
—¿Necesitas ayuda? –Me pregunta pero yo niego con la cabeza.
—No es necesario. –Sonrío recordando algo—. Mira en la nevera. Te hemos comprado algo. –Sonríe nervioso y se acerca a esta para buscar en su interior pero no tiene que esforzarse demasiado porque una botella de baijiu* le salta a la cara.
—Oh, dios mío. ¿Me has comprado alcohol de mi tierra natal? –Pregunta algo titubeante.
—Sí.
—No hacía falta. Y además ahora no puedo beber, tengo una cita más tarde.
—Ya veo… ¿Qué te parece si este sábado te pasas y la empezamos?
—Jeon, —me dice serio—, si lo que quieres es que cuide a Yoogeun lo hago encantado, no hace falta que me pagues con comida.
—No lo hago por eso, idiota. –Sonríe dejando la botella en su sitio en la nevera—. Vamos a comer, anda…
…
El fin de semana llega demasiado rápido. La vida comienza a ser monótona pero no en el sentido en que no pasan los días, sino al contrario, parece que no tenemos freno y que de aquí a unas semanas nuestro hijo tendrá ya dieciocho años y solo buscará de nosotros el dinero y la comida. Jimin a veces se frustra con esas cosas y sale su espíritu militar para contradecir todas las normas adolescentes y asegurarse de que será un gran estudiante y gran hijo a base de la estricta disciplina. Yo río de su comportamiento y él se limita a poner los ojos en blanco. No puedo cambiar de donde viene.
—Aquella chica era una guarra. –Ríe Luhan seguido de nosotros mientras intentamos controlar el volumen de nuestras voces porque mi hijo está acostado. Es difícil de evitar ya que yo y Luhan estamos borrachos hasta las trancas. Dos cervezas han preparado mi cuerpo pero los chupitos de baijiu me están sentado rematadamente bien. Jimin se integra en la conversación a pesar de que solo bebe cerveza. No está acostumbrado a beber.
—¿Te hizo de todo? –Pregunto con los ojos casi cerrados por completo porque mis mejillas alzadas no me permiten otra cosa. Antes de que conteste me sirve otra ronda y me llevo el cristal a los labios para beber de golpe toda la copa. Al principio es incluso agradable pero luego el fuego se cuela por mi garganta hasta mis mismas entrañas.
—De todo. –Concluye y tan solo con eso nos destornillamos hasta el punto de que él cae sobre la mesa muerto de risa y yo caigo de mi silla sujetándome el vientre de lo que ya duele. Jimin me señala con el dedo también con las mejillas sonrojadas por la cerveza.
Al fin, con el tiempo, no sé cuanto pasa, me incorporo de nuevo en la silla y saco de mi bolsillo un paquete de tabaco Camel y le ofrezco un cigarro que acepta encantado. Al contrario que yo que fumo a todas horas, él solo se lo permite acompañado de una cantidad determinada de alcohol que solo está en su mente. La ceniza que cae de nuestros cigarros las tiramos dentro de un vaso ya vacío.
—¿Aún no se lo has dicho, Jeon? –Me pregunta Luhan señalando a Jimin. Sus ojos parecen incluso lúcidos. Yo por el contrario sigo riendo.
—¿Decirle el qué?
—Oh, ya veo que no. –Ríe de nuevo y me incita a reír a mí también.
—¿Kookie? –Me pregunta Jimin con una traviesa sonrisa.
—No sé de qué habla, Jimin. –Me encojo de hombros.
—De tu pequeño secreto. –Aclara Luhan y sigo sin saber qué diablos dice encogiéndome de nuevo de hombros. Él imita mi gesto y apaga el cigarrillo con un par de golpes sobre el vaso. Ni siquiera le ha dado dos caladas—. Creo que es tarde y no quiero perturbar el sueño de Yoogeun. Hablamos mañana. –Con una sonrisa simpática recoge sus cosas y sale por la puerta. Yo miro el cigarro a medio fumar que ha dejado y le doy una calada al mío pensativo.
—¿Qué ha querido decir con eso? –Pregunta Jimin aun con la risa instalada en su rostro.
—No lo sé. –Digo firme y serio.
—Ale, vamos a la cama. Ya recogeremos esto mañana. –Asiento y me levanto con dificultad—. Si me has comprado algo, puedes decírmelo…
—No, no he comprado nada…
—¿Me has preparado una fiesta?
—¿Por qué iba a hacer eso? –Se encoge de hombros mientras ambos nos ponemos ropa cómoda para dormir.
—¿Algo nuevo de comer? ¡Oh! Haremos el amor de una manera…
—Jimin. –Le digo serio—. No sé a que ha venido eso. –Reflexiona unos segundos.
—Seguro que han sido cosas de borrachos. –Sonríe y se abraza a mi cuerpo en la cama.
Él quedó dormido a los segundos inducido por el cansancio de tanta risa y la graduación de las cervezas. Yo me pasé la noche vomitando porque recordé un secreto que no le he confesado, pero ni mucho menos es pequeño.
———.———
Baijiu: el demonio blanco. (Alcohol)
Existen numerosos chistes acerca de «cómo saber que llevas demasiado tiempo en China», pero quizás el más famoso sería: «Sabes que llevas demasiado tiempo en china cuando disfrutas de un buen vaso de baijiu». Normalmente se hace destilando sorgo y se parece al vodka a primera vista….solo a primera vista. Su sutil dulzura le da a uno la sensación de «esto no es tan malo», sensación seguida rápidamente por pánico y una búsqueda rápida de cualquier objeto disponible que pueda ayudarte a expulsarlo de tu organismo. El baijiu oscila entre rematadamente fuerte y mortal. Existen numerosas marcas de baijiu, pero las más famosas son Mao Tai y Er Guo Tou.
Comentarios
Publicar un comentario