IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 28 (Final)

 CAPÍTULO 28 (Final)


JungKook POV:

Ha pasado un año desde que regresamos de Corea del norte.

Nada más el vuelo aterrizó permanecimos media hora en el aeropuerto con las maletas de la mano porque me sentí tremendamente perdido ya que no sabía a dónde dirigirnos ni como y sin dinero ni nada parecido. No teníamos un hogar ni tampoco dinero para alquilar nada. Ni siquiera para pagar un taxi que nos llevara a algún lado.

Nos sentamos en un banco y pensé fielmente que si Jimin hubiera estado con nosotros él sabría qué hacer pero por primera vez desde hace mucho tiempo me encontraba no solo sino solo y al cuidado de dos niños pequeños. Un nombre pasó por mi cabeza y sin darle más vueltas llamé a Taehyung del que hacía varios años que no sabía nada. Mis hijos hablaban entre ellos mientras yo esperaba porque contestara.

—¿JungKook? –Preguntó con una voz grave al otro lado de la línea. Él no me había olvidado.

—TaeTae… —Dije con una sonrisa lo más amable posible. Escuchar su voz me hizo sentir que retrocedía en el tiempo.

—¡Cuánto tiempo! ¿A qué se debe tu llamada?

—Tengo un problema. Bueno, un problemón y esperaba que tú pudieras ayudarme.

—Cuéntame. –Fui franco, no me quedaba otra.

—Pues mira, estoy en el aeropuerto, sin dinero, sin alojamiento y con dos niños a mi cargo.

—¿Niños? –Preguntó asustado—. No me preocupes Jeon.

—Son mis hijos, Tae. No sé qué hacer y necesito ayuda.

Tras estar quince minutos desvariando sobre la noticia de que yo tuviese dos hijos accedió a venir a buscarnos y cuando aparcó el coche y salió para recibirme sus ojos se asombraron aún más que su voz en el teléfono al verme con una maleta en una mano, en el otro brazo un niño de cuatro años y a mi izquierda, una niña sujetando la tela de mi abrigo.

—Tú no eres Jeon Jungkookie. –Fue lo primero que dijo nada más verme y se quedó mirándome de arriba abajo otros quince minutos hasta que le convencí de que era el mismo con el que salía de fiesta tiempo atrás. Nunca llegó a creerme. A veces, cuando nos quedábamos solos pasaba minutos enteros mirándome y sonriendo, negando con la cabeza diciendo: algo en ti es diferente.

Cuando llegamos a su casa todavía no le había explicado mi situación pero cuando fue la hora de comer los niños se sentaron en la mesa del salón mientras disfrutaban de unos espaguetis y nosotros dos en la mesa de la cocina realizando la misma operación pero manteniendo una charla.

—¿Por mi culpa? –Pregunta nervioso mientras asiento.

—Como ves no ha pasado nada pero me culparon por hablar contigo y blah blah…

—Ya veo… —Piensa con el vaso de agua en la mano.

 

—Él se ha quedado en el norte y nos ha sacado de allí como ha podido. Ya no tengo nada. –Niego con la cabeza.

—No digas eso. Los tienes a ellos. –Señala a los niños—. Yo seré tu niñero siempre que quieras…

—¡No, no! Nada de niñeros. No los volveré a perder de vista jamás.

Permanecimos en su casa como invitados tres meses en los que no vi una sola mujer pasar por ella. Cuando me atenazó la curiosidad me dijo que él había tenido una relación complicada y que prefería, por un tiempo, alejarse de las mujeres. No quise saber más pero comprendí su sentimiento. Yo tampoco sería capaz de comenzar una nueva relación.

Cuando cumplió el segundo mes comencé a trabajar de diseñador de tiras cómicas en un periódico local y el sueldo no era excesivo pero con dos meses conseguí pagar una parte de los gastos que le había causado a TaeHyung y un día me sorprendió con la noticia.

—¿Sabes que tu padre no ha vendido tu piso?

—¿A qué te refieres?

—El piso donde vivías. Sigue tal como lo dejaste.

No había caído en la posibilidad de que mi padre no hubiera usado el piso para sus fines económicos. Regresé de nuevo al piso en el que vivía antes de irme a Barcelona. La primera vez que entré en él me derrumbé y agradecí haber ido solo porque pasé horas llorando. Todo estaba ahí. El sofá, la cocina, mis cosas, mi ropa, incluso en  uno de los muebles había un paquete de tabaco arrugado y estropeado por el tiempo. Pensé incluso que si me tiraba sobre la cama aún permanecería el olor de Jimin sobre el almohadón. Me equivoqué. Había pasado demasiado tiempo y solo olía a polvo.

Dos días después, cuando pude limpiar a fondo la casa y reorganizarla a mi nueva vida nos instalamos en ella y todo parecía seguir su curso. Lo que creí que era vivir no había sido más que un estancamiento en mi vida, pero esta nueva vida, no puedo definirla de avanzada. Yo soy diferente, mi compañía es diferente, mi trabajo es diferente pero cuando abro los ojos y me descubro limpiando la misma cubertería que le servía a Jimin o salgo a compra y me conduzco por las mismas aceras, me siento como si mi pasado y un futuro demasiado lejano como para alcanzarlo se hubieran fundido en uno. En mi realidad. A veces me arrepentía de haber permanecido en mi antigua casa porque los recuerdos, de vez en cuando, nublaban mi pensamiento pero a falta de algo mejor me decidí a permanecer ahí, cansado ya de tanto traslado inútil.

Mis hijos fueron admitidos antes de navidad en un mismo colegio y sus estudios trascurrieron con normalidad. Fui al registro y cambié de apellido a HyeGun por si acaso y ella no puso objeciones.

Pasados cinco meses de nuestra llegada aún no había recibido ninguna noticia de Jimin. De vez en cuando salía en el telediario alguna noticia sobre Corea del norte y la veía ansioso esperando que saliera la cara de Jimin por alguna parte pero nada parecía querer darme una satisfacción.

Al medio año compré un coche. Un todoterreno negro, parecido al que tenía y tras conducirlo un par de veces recordé aquella vez que fui con Jimin al río y pasamos el día. Recuerdo cómo conducía y como hicimos el amor en los asientos. El dolor sigue ahí pero ha pasado el tiempo suficiente como para no llorar.

Cumplidos los nueve meses soñé de nuevo con aquella manzana roja. Suculenta y agradable a la vista. Soñé con mis manos ensangrentadas por el desteñido de la piel de la fruta. Esta palpitaba en mi mano y poco a poco se trasformaba en un corazón. El rostro de Jimin ante mí. sus ojos inundados en lágrimas pero su voz no se escuchaba a pesar de que movía y gesticulaba con sus labios.

Al despertar me sucumbió un desasosiego por el sueño que a pesar de no ser tan real era fiel a aquello que soñé en el norte. Aquella noche no dormí a pesar de que eran las cinco de la mañana y tras pasarme horas en vela acabé por levantarme al amanecer y salir a la terraza para fumar. Miré mi mano sujetando el cigarrillo y suspiré. Aquél fue mi último cigarrillo.

Hace tres semanas recibí una llamada y tras contestar un largo silencio se apoderaba de mi alma. Una voz, temblorosa pero firme.

—¿Sí? –Pregunté porque no le había escuchado bien.

—¿Kookie?

—¡Jimin! –Grité. Nadie había en casa que pudiera oírme—. ¡Mi amor! ¿Cómo estás?

—Bien, Jeon. Bien. No puedo hablar por mucho tiempo.

—Ahora los niños están en la escuela pero si esperas unas horas podrás…

—No, Jeon. No puedo. –Fruncí el ceño. Parecía que tenía prisa pero su voz era tranquila—. ¿Cómo estáis? ¿Estáis bien?

—Sí. Estamos bien. ¿Sabes dónde estamos viviendo? En mi antigua casa. Y me he comprado un coche parecido al que tenía. HyeGun saca muy buenas notas porque es tan lista como su padre y Yoogeun tiene muchos amigos.

—Eso es lo que quería escuchar. Eres un buen padre, Jeon.

—Gracias mi amor. Te amo. Te extraño mucho.

—¿Puedes hacer algo por mi? –Asiento aunque no podía verme—. Sé feliz. Y diles a nuestros hijos que siempre les quise.

—Ellos lo saben. Pero…

—A ellos no les digas nada, no quiero que sepan que su padre es un cobarde. Pero no quiero que tú vivas con la esperanza de verme algún día. No cabe esa posibilidad.

—¿Qué estás diciendo? –Me senté en el sofá sintiendo como mi cuerpo pesaba.

—Que llevo meses trabajando para Namjoon, ¿para qué? Para mantenerme a mí mismo pero ya no vale la pena vivir si no es por vosotros.

—Jimin no me asustes.

—Recuerdo el día en que me impediste matarme. Entonces merecía la pena vivir pero ahora… ya da igual.

—No, Jimin…

—Sabes que te amo, ¿verdad? Ya he vivido mucho, mi amor. Ya no le hago bien a nadie. Te prometo que no irán a por vosotros después de esto. Ya nadie te molestará. Ni yo tampoco.

—¡Para! –Todo mi cuerpo se tensó en el sofá. Sentí como me faltaba el aire.

—Te amo.

Un disparo y me vi a mí mismo desaparecer. Mi cuerpo se sintió ligero y pesado al mismo tiempo. Una fuerte presión sometió mis pulmones durante horas y grité su nombre a este lado de la línea sin recibir respuesta alguna. Cuando sentí que era inútil colgué la llamada y me despedí mentalmente de él. Abracé el teléfono en mis manos y lo acerqué a mi corazón. Él tenía razón, hubiera dependido de su persona a pesar de estar lejos. Él cortó el único lazo que nos unía.

Y hoy, pasado un año desde la última vez que vi a Jimin miro a mis hijos viendo en ellos su constante recuerdo. La mirada de HyeGun es la misma que la de mi esposo y en los gesto de Yoogeun veo al mismo hombre del que me enamoré. Está en cada una de las pequeñas esquinas de esta casa y almacenado en mi memoria todas y cada una de sus expresiones.

A veces me pregunto si podré rehacer de nuevo una vida en la que tenga algo de autoridad sobre la manera en que me conduzco. La respuesta es clara y concisa. No.



FIN


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💬 Gracias por llegar hasta aquí. Esta es la segunda temporada de tres. (Si quieres seguir leyendo la continuación de esta historia, puedes continuar directamente con el primer capítulo o acceder al índice de capítulos en el enlace que te dejo aquí): "Identidades (JiKook) [Parte III]"

Espero que esta historia te haya gustado y estés preparado para una nueva temporada. Disfruta.

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