IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 26
CAPÍTULO 26
JungKook
POV:
Las aceras se me antojan más grises de lo habitual y tal vez sean desvaríos míos porque en realidad no voy pensando en las aceras, ni en la calle ni en nada que me rodea. Camino sumido en mis pensamientos y mis preocupaciones. Hace ya mucho que me siento completamente ajeno a cualquier cosa que me sucede porque he perdido los mandos del rumbo de mi vida. Ya no me conduzco por mis decisiones sino que toman las decisiones por mí y manipulan la realidad a mi espalda para mostrarme algo completamente diferente a lo que yo espero de la vida.
Hace mucho que no veo una sonrisa sincera de Jimin como las que esbozada cuando nos besábamos antes de dormir. O la misma con la que recompensaba a Yoogeun en sus progresos escolares. Me gustaría decir que con tanto tiempo de convivencia se había acostumbrado a verme fumar pero no ha sido hasta hace poco que ha dejado de reprenderme en ello. Parece no mostrarse presente en las pequeñas cosas que surgen a diario y las olvida poco a poco.
De vez en cuando le veo susurrar para sí mismo como si repasara mentalmente algo. Al principio pensé que hablaba para sí mismo pero un día que me acerqué a él sin que se diera cuenta oí como contaba algo mentalmente y en voz muy baja.
—Veinte mil, veinte mil doscientos, veinte mil setecientos. Treinta mil ciento cincuenta…
No le pregunté porque de hacerlo me habría dado una respuesta que posiblemente fuera mentira por lo que decidí mantenerme en silencio y esperar que con el tiempo, me contase de qué van esos números. Hasta el momento no ha dicho ni palabra e incluso puede que sea una tontería pero que lo susurre tan concentrado me hace pensar que posiblemente sea algo muy gordo.
Llevo sin ver a Jimin desde ayer a las once de la noche cuando se marchó a otra misión y aunque no es la primera vez me siento igual de inquieto y más aún cuando me quedo solo y no hay niños que me distraigan. Es la hora de recoger a Yoogeun de la escuela y mientras me encamino a ella respiro fuertemente el intenso olor a frío y lluvia. Mi cuerpo bajo un paraguas negro me cubre a la perfección pero no me salva del frio que mi abrigo deja pasar.
Cuando llego a la puerta de la escuela varias personas se giran a mirarme y tras hacerlo durante diez segundo de seguido, se apartan de mí alejándose unos pasos de precaución. Yo miro a mi alrededor preocupado comprobando que no han sido una o dos personas las que ha reaccionado de tal manera sino que todo el mundo parece huir de mí como la peste. Unos murmullos a lo lejos me hacen girar el rostro para descubrir a la esposa de NamJoon hablando con otras dos mujeres cubriendo su boca. Me mira y sabe que sé, que hablan de mí pero no me importa.
Miro al frente suspirando y sintiendo una necesidad primitiva de llevarme un cigarro a la boca. Sin preámbulos y hasta que mi hijo salga, no me contengo y saco de mi abrigo el paquete blanco llevándome uno de los tres últimos cigarrillos que me quedan a la boca. El sabor del filtro por muy inexistente que parezca ya me calma los nervios y tras encenderlo, los murmullos aumentan y son más evidentes. Me siento objeto de todas las miradas y en cierto sentido me encanta.
A los cinco minutos sale mi hijo cargando a la espalda su pequeña mochila y nada más verme tiro el cigarro al suelo y viene corriendo a mí para abrazarme.
—¡Appa! –Grita excitado.
—¿Me has echado de menos? –Pregunto y asiente sonriendo. Besa mi mejilla y nos saco a ambos de allí—. Vamos a buscar a tu hermana.
…
Nada más llegar a casa ambos niños comienzan una entretenida conversación en la que no me involucro para hacer la comida. Al abrir el frigorífico me encuentro que apenas hay lo básico para sobrevivir unos días más y me obligo a hacer arroz con curri y lo poco que queda de las verduras que ya usé otra vez. Sinceramente agradezco que hoy Jimin no esté a la hora de la comida porque tener que pensar en querer hacer un plato más no me salen las cuentas.
Nos sentamos a la mesa cuando termino de cocinar y ellos abandonan su charla para comer hambrientos. Los miro sintiendo un extraño nudo en el estómago. Les veo sonreír y actuar como si todo estuviera normal y me hacen sentir como que estoy muy lejos de ellos. Una película trasparente los separa de mí y viven una vida paralela a la mía pero al parecer sin preocupaciones. Tal vez el problema esté en mí y no vea con perspectiva la situación. Ellos parecen felices sin embargo, yo no puedo serlo.
Algo hurga en mi cabeza a la manera en que un insecto lo haría. Devorando poco a poco mi cerebro dejando detrás de sí sus excrementos.
Mañana sale el vuelo.
…
He acostado ya a los niños y aunque me siento tremendamente preocupado mi cuerpo está pesado y caigo dormido en cuanto me tumbo en la cama pero sobre las tres de la mañana el sonido de la puerta me despierta y abro los ojos que están fijos en la pared. Los pasos son reconocibles.
Poco a poco estos se acercan a la puerta del dormitorio después de haber pasado por el baño unos segundos y descorre la puerta para introducirse dentro. Le miro de reojo hasta que se fija en mi desvelo y al sonreírme me vuelvo a tumbar cerrando los ojos al fin calmado con su presencia. Le siento desvestirse lentamente. Poco a poco y dejando cada prenda de ropa en su lugar correspondiente. Tras unos minutos se introduce en la cama y me abraza desde mi espalda para poner su rostro en mi cuello.
—¿Estás despierto? –Me pregunta en un susurro apenas audible.
—Sí. –Contesto de la misma manera.
—¿Estabas preocupado por mí?
—Sí, Jimin.
—Kook…
—¿Hum?
—Quiero hacerte el amor. –Dice y algo dentro de mí se parte en pedazos. He oído esas palabras de sus labios infinidad de veces pero jamás había sonado como una súplica tan desesperada. Tan necesitada. Juraría que ha sido un ruego más que una afirmación.
—¿Y eso?
—Por favor. –Me suplica—. Lo necesito. –No dice nada más y se coloca sobre mi cuerpo para friccionar nuestras entrepiernas. No muerde sus labios mientras lo hace sino que mira mi cuerpo intentando guardar en su mente hasta la más pequeña parte de mi piel. Sus ojos de repente chocan con los míos y al intentar analizar la intención que le ha llevado a tal súbita necesidad por sexo me retira la mirada y esconde su rostro en mi cuello mientras abre mis piernas colando en mi entrada dos de sus dedos para describir caricias dentro de mí. Es incómodo pero ya me he acostumbrado a la sensación y no me quejo sino que gimo para excitarle. A mí también me gusta gemir para poder oírme a mí mismo. Resulta muy excitante.
—Jiminiee… —Conociendo ya mis expresiones comienza a penetrarme muy lentamente con su pene y cuando consigue llenarme con él se detiene dándome tiempo a acostumbrarme, o eso creo yo porque más pareciera que el tiempo se lo toma él porque quiere.
—¿Estás bien, mi amor? –Me pregunta serio acariciando mis mejillas.
—Claro, Jimin. Contigo siempre. –Sonríe de esa manera que tanto extrañaba de él y besa mis labios en un beso tan intenso que me corta la respiración. Apenas me doy cuenta cuando comienza con las embestidas y cuando toca mi próstata me retuerzo bajo su cuerpo y me agarro al almohadón aguantando los gemidos tan altos que amenazan por salir. Me siento temblar y todo mi cuerpo produce descargas de adrenalina. Una de mis piernas está alrededor de su cintura pero la otra en su hombro. Llega muy profundo dentro de mí y cuando nos siento al borde de la locura se detiene y sale de mí recibiendo un puchero de mi parte al que no presta atención.
Se tumba a mi lado en la cama y me conduce para que me ponga sobre él.
—Házmelo Kookie. Vamos. Como sabes que me gusta. –Con sus palabras me coloco sobre él y me yergo entre sus piernas abiertas. Sin preparación alguna le penetro y tras estar dentro de él rodeo su cuerpo con mis brazos sintiéndolo temblar. Las embestidas son profundas e intensas pero no rápidas, tentando al éxtasis para que sea más intenso. Su interior siempre es cálido y agradecido de que esté ahí y me aplasta para hacerme venir rápido.
Sus gemidos parecen más un lloriqueo infantil mezclado con lágrimas que caen de sus ojos recorriendo sus sienes. Sus labios hinchados se torturan por culpa de los dientes y brilla la humedad en ellos. Sus ojos, no se apartan de los míos ni un solo segundo.
—Te a—amo, Ko—Kookie… —Habla y una descarga de adrenalina me recorre de pies a cabeza y me obligo a continuar embistiédole porque siento la necesidad de parar y recrearme en el momento. Sus mejillas coloradas y su cuerpo tembloroso me indican que las lágrimas no han sido de dolor sino de tristeza. Con esa imagen me corro dentro de él y él se viene en mi mano que bombeaba su polla. Exhaustos nos caemos en el colchón y miramos el techo a la par que regularizamos nuestras respiraciones.
—¿Has traído dinero? –Le pregunto al rato cuando le abrazo—. Mañana tenemos que ir a comprar de nuevo.
El mundo se me viene abajo.
—Mañana no iremos a comprar, mi vida.
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