IDENTIDADES [PARTE II] - Capítulo 24

 CAPÍTULO 24


JungKook POV:

Los días pasan. A veces nos miro y pienso en una familia de verdad, con dos figuras paternas y una pareja de hijos perfectamente educados.

Otras, me da por ser realista y darme cuenta que residimos en un país alejado de la mano de Dios, que la chica ante mí no solo no es mi hija sino que durante años la creí muerta, que mi pareja trabaja de espía para el gobierno norcoreano que nos tiene aquí “secuestrados” y que cada día me siento más lejos de poder ver una posibilidad de salir de aquí.

Cuando Jimin no está en casa por sus “asuntos”, me siento en la cama con los pasaportes en la mano y se me hace muy difícil no huir. La fecha para el vuelo es dentro de dos semanas y una vez, la fecha pase, ya no habrá vuelta atrás. Soy consciente de que cada día los billetes me llamarán desde el interior del cajón a voces y estas aumentarán su volumen según pasen los días. Las horas. Siento como se me escapa de las manos darle a mi hijo, no, darnos a mi hijo y a mí la vida que realmente merecemos.

Pasa el tiempo y me justifico en pensar que estoy haciendo feliz a Jimin para ocultar un sentimiento verdaderamente egoísta de unos deseos que me consumen. A veces pienso sobre el qué haré si me decido a abandonar a Jimin. Vivir en Seúl y recuperar mi antigua casa. Buscar un empleo que me permita mantenerla. Darle a mi hijo todos los caprichos posibles. Mi locura llega a tal punto que he podido visualizarlo con todo lujo de detalles. Su cuerpecito sobre mi sofá, jugando con unos juguetes nuevos que le compre y esperando porque llegue la hora de los dibujos.

Pero la realidad se empeña en torturarme cuando mi subconsciente se interna en mi imaginación haciendo que mi hijo hable por él preguntándome, ¿dónde está Jimin appa? ¿Volverá pronto? Lo echo de menos.

¿Dónde está?

Duele imaginarme a mi hijo así, y por lo tanto nada más que esto aparece en mi mente, niego con la cabeza y trato de olvidarme de ello evadiéndome a otra cosa.

 

...

 

Como YooGeun y HyeGun ya se conocían hay una extraña amistad entre ellos dos y a pesar de la diferencia de edad parece que se entienden. El pequeño se ha encaprichado de ella y la molesta constantemente tan solo por la necesidad de su atención. Ella, por otra parte, tolera todas las pequeñas tonterías de mi hijo y se divierte sucumbiendo a su insistencia.

Dado que no hay más que un dormitorio ambos duermen en la misma cama. Es grande y ninguno ha parecido poner objeciones a ello y no solo no les ha importado sino que ha estrechado sus lazos.

Mientras me fumo un cigarro en el balcón los veo aparecer al salón, HyeGun portando a mi hijo de manera dificultosa en brazos y sentándose con él en el sofá. Oigo la deliciosa risa de Jimin desde dentro ante la cara de cansancio de su hija por el peso de Yoogeun sobre sus brazos.

—¡No me mires así! —Le espeta HyeGun a su padre—. Pesa mucho. –Hace un puchero y Jimin frunce el ceño.

—No me hables así, señorita.

—No seas duro con ella. –Entro y señalo a la niña—. Tiene razón, nuestro hijo es un glotón como tú. –Jimin hincha sus mejillas de manera infantil y su hija salta a mi espalda y la sujeto ahí mientras la oigo reír.

La boca de Jimin se abre y me quedo expectante a escuchar unas palabras que me ridiculizarán pero antes de que pueda coger aliento el teléfono suena y todo su cuerpo se tensa levantándose de la silla donde estaba. HyeGun se baja de mi espalda y acude junto con mi hijo al sofá para sentarse. Yo me quedo inerte mirando a Jimin acudir al teléfono pero su semblante preocupado se torna relajado y gracioso cuando la voz de Jin al otro lado aparece.

—Es Jin. –Nos informa y todos mis músculos se relajan. Camino despacio hasta coger a mi hijo en mi regazo y sentarme junto a HyeGun en el sofá—. Tengo una buena noticia que darte. –Dice y mira a su hija recordando que Jin pensaba, como nosotros, que estaba muerta.

Pasa unos minutos hablando delate de nosotros pero dejo de darle importancia a la conversación hasta que Jimin me llama aun con el auricular en la oreja.

—Jin dice que vayamos con él y su hermana a dar una vuelta.

—¿Con su hermana? –Frunzo el ceño recordando como ella le tiraba los tejos.

—Iremos. –Le contesta a Jin antes siquiera de que yo de una respuesta con lo que consigue que frunza aún más el ceño, enfadado con su infantil comportamiento. Me pregunto si la verdadera ilusión que se muestra en su rostro es por Jin o por su hermana.

—Yo no he dicho nada aun. –Cuando replico por su comportamiento ya es tarde. Ha colgado.

—Ponte algo decente. En media hora en la plaza.

—Idiota. –Digo dejando a Yoogeun en el sofá de nuevo el cual repite mi insulto cinco veces hasta que Jimin le reprende—. ¿Ellos vienen con nosotros? –Señalo a los niños y él frunce el ceño.

—HyeGun, ¿puedes cuidar de tu hermano? No estaremos fuera mucho tiempo.

—¡Claro! –Ella asiente y sonríe abrazando a mi hijo entre sus brazos.

—Si pasa algo conoces mi número de teléfono, si tiene hambre tenéis galletas y madalenas, si os aburrís teneis juegos. –Ella asiente de nuevo y sintiendo una pequeña punzada en mi vientre salimos de casa tras cambiarnos de ropa y dejamos a nuestros hijos allí.

—Me quedo preocupado. –Reconozco.

—No va a pasarles nada. Mi hija siempre ha sido muy responsable y nuestro hijo no da problemas. No estaremos mucho tiempo fuera.

Caminamos durante cinco minutos tras salir de casa hasta llegar a una plazoleta con una pequeña fuente en el centro. Alrededor de esta, un círculo de piedra se extiende por toda su longitud y nos sentamos allí el uno al lado del otro a la espera de las otras dos personas. El viento hoy no sopla pero todo el cielo está encapotado y una densa neblina cubre las calles. Hace frío, sin duda pero la ausencia de viento hace que sea más soportable. Sobre mi cuerpo he puesto un plumas negro y unos vaqueros negros también con unas botas de montaña beige.  Jimin se ha conformado con un simple traje de oficinista sobre un abrigo de gruesa tela gris. En sus manos unos guantes negros me producen una celosa envidia y en su rostro una bufanda roja me hace sentir frio. No he salido bien preparado y me deleito en el vaho que sale de mis labios para distraerme.

Jimin me mira. Frunce el ceño y acaba sonriendo mientras niega con la cabeza. Al mirarle serio me explica.

—Pensé que estabas fumando. –De sus labios el mismo vaho sale formando una pequeña nube que desaparece al expandirse. Sus manos en los bolsillos del abrigo se han hecho una bola y sus mejillas comienzan a colorearse—. ¿Tienes frío? –Me pregunta al escrutar mi rostro. Asiento mientras tiro de mi nariz sintiendo como el frío se instala en ella y su interior.

No se lo piensa demasiado y se deshace de su bufanda para colocarla alrededor de mi cuello y cubrir mis mejillas con ellas. Sus manos enfundadas en guantes acarician mi rostro hasta que entra de nuevo en calor y coge mis manos para friccionarlas con las suyas y conseguir el mismo efecto.

—Gracias. –Digo casi en un susurro pero él me oye y asiente despreocupado. Mira a todas partes aun sin rastro de Jin o de su hermana.

—He visto que cogiste los billetes de avión. –Dice de repente. Yo le miro un poco nervioso pero sus palabras no me han querido recriminar nada y tampoco son bruscas o enfadadas. Sus ojos no me miran, se han clavado en un punto de paisaje y su semblante no parece serio.

—Oh, ah… sí… —Digo.

—No te culparía si te marcharas. –Me mira con ojos grandes y serenos—. Este no es tu lugar. –Niega con la cabeza.

—No pretendía marcharme. Solo los cogí por si nos fueran, bueno, útiles. –No se me ocurre qué más decir. La verdad es que ni yo mismo sabía por qué los había aceptado.

—No pasa nada. Lo entiendo. –Un largo silencio estanca la conversación—. ¿Puedo pedirte un favor? –Asiento—. Si te marchas al menos dímelo.

Sabe que hay dos billetes pero hasta ahora solo ha dado por hecho que me voy a ir solo. No ha mencionado a Yoogeun.

—No soportaría que te fueras sin decirme nada. –Prosigue. Yo asiento.

—No voy a irme a ningún lado sin ti, Jimin. Métetelo en la cabeza. –Digo firme. Ahora es él quien asiente. Antes de que pueda decir nada más, a lo lejos vemos a Jin acercarse junto con su hermana. A esta última me costó más reconocerla porque no portaba la ropa de uniforme del supermercado. Hoy vestía un abrigo parecido al de Jimin pero con un corte algo más femenino y de color marrón claro y en sus piernas, unas medias negras que resaltaban la delgadez en estas. Estoy seguro que se ha vestido tan provocativa porque sabía que estaría Jimin. Pienso fríamente en ello porque apenas he visto mujeres con medias y vestidos en estos últimos días de frío.

Cuando llegan hasta nosotros nos levantamos de la fuente y nos saludamos de manera formal pero la seriedad se rompe al ver a Jin revolver el pelo de Jimin recibiendo de este una mirada asesina. Todos reímos pero la risa de Youra, la hermana de Jin, es más alta que las nuestras juntas solo por llamar la atención. Ahora que está más cerca puedo ver un decorativo en forma de estrella en su pelo recogiendo parte de este para dejar al descubierto su rostro. En este, el frío se ha instalado como en el mío enrojeciendole la nariz y los pómulos. Lo peor de todo es que se ve adorable de esta manera.

Jin y Jimin tienen muy claro a donde vamos y tras llegar, nos encontramos en una especie de bar muy moderado. No veo demasiadas bebidas alcohólicas y sirven tripas de cerdo frita como en Seúl. Por lo que veo la comida no es muy diferente. Dadas las horas, apenas hay personas pero somos igual de bien recibidos y gracias a la parrilla, el ambiente dentro del bar es muy agradable en comparación con el frío de fuera.

Nos sentamos en el fondo del bar, no por ello con menos iluminación, y pedimos unas bebidas calientes y unas raciones de esto que huele tan bien para llenar el estómago.

Poco a poco empezamos a ocupar los asientos yo junto a Jimin en un lado de la mesa y los otros dos enfrente situándose Youra de cara a Jimin y Jin frente a mí. No me desagrada la idea pero tampoco me hace excesiva gracia.

—Me muero por saber cuál es la buena noticia. Hay mucho que tienes que contarme. ¿Cómo está Yoogeun?

—Bien, bien. Con nosotros. –dice Jimin y Youra sonríe junto con él. Sus ojos bailan por todo el rostro de mi marido.

—¿Esa era la noticia? Sin duda no es moco de pavo. Es genial.

—No solo eso. HyeGun está vivía. –Ambos espectadores abren sus ojos al máximo y sonríen ilusionados y reanimando sus esperanzas.

—¡No puedo creerlo! –Jin junta sus manos y aplaude unos segundos. Su hermana lleva una de sus manos sobre la de Jimin en la mesa y la acaricia sonriendo. Yo aparto la mirada a las bebidas que son los primeros que trae la camarera.

—Gracias. –Le digo a la señora mientras deja delante de mí una taza con té templado. Jimin ha pedido solo agua, Jin un zumo de naranja y la chica un café caliente. Al beberlo se quema un poco los labios y lleva la punta de sus dedos allí para tocarlos de manera inocente e infantil.

—No sabes cuánto me alegro. Siempre ha sido una chica preciosa e inteligente. No se merece nada malo que le pueda pasar. –Dice Jin.

—Mi pobre niña. Su padre es un idiota. –Dice Jimin de si mismo mientras abre la botella de agua y se la lleva a los labios.

—No digas eso, con tu trabajo pasan estas cosas. No es fácil compaginar una vida marital y paternal con tu trabajo. –Youra no se extraña por lo que entiendo que debe saber en qué trabaja. Creo que he subestimado su amistad con Jimin. Jin me mira ahora a mí—. Perdona no haberte dicho nada. ¿Tú cómo estás?

—Bien. –Sonrío inducido por su sonrisa. Sus ojos se esconden tras los pómulos—. Todo normal.

—Bueno, normal supongo que no es la palabra más adecuada. –Asiento corroborando su frase—. No sé nada de ti. Cuéntame algo. –Mira a Jimin para algo así como pedirle permiso por su indiscreción y él asiente dándome vía libre para hablarle de quien soy.

—Pues no sé qué decir. Estudié arte, luego trabajé en una empresa de informática, y punto.

—¿Solo eso? Desde la empresa de informática puedo imaginarme lo que pasó pero…

—Mejor no imagines nada. –Le espeta Jimin y rápido las mejillas de Jin se tiñen de un rojo avergonzado. Su hermana se siente perdida en la conversación.

La comida llega y la ponen en medio de la mesa para que escojamos individualmente.

—¿Arte? –Pregunta la chica mientras se lleva un trocito de carne a la boca—. ¿Arquitectura? ¿Escultura? ¿Diseño gráfico?

—De todo un poco pero me quería especializar en diseño gráfico o algo así, pero no pude terminar la facultad. –Me encojo de hombros.

—Vaya, es una pena. –Ella hace un puchero pero de repente su expresión cambia—. ¡Tengo una amiga que estudió también arte en la facultad! ¿No la conocerás? Se llama… —Sus palabras enmudecen porque todos nos miramos entre todos. Yo al menos para pedir permiso y explicarle que no soy de Pyongyang.

—No creo que la conozca… —Le informo. Ella frunce el ceño.

—Oh, ¿no eres de Pyongyang? ¿Hyesang, tal vez? ¿Kimchaek? –Jin niega con la cabeza.

—Es del sur. –Le dice su hermano en un tono un poco más bajo para no escandalizar en el restaurante y ella me mira con miedo agarrándose del brazo de su hermano.

—¿Cómo del sur? –Le pregunta en el mismo tono en que Jin le habló a ella—. ¿Es un espía? ¿Por eso conoce a Jimin?

—Es un poco largo de explicar. –Le dice Jimin sonriendo con algo de vergüenza y me mira encogiéndose de hombros disculpándose por la reacción, por otra parte normal, de Youra.

—Tengo todo el tiempo del mundo.

—En realidad es muy sencillo. –Dice su hermano—. Jimin conoció a JungKook en la empresa donde estuvo investigando, se enamoraron y bueno, lo que pasó después se presupone. –Hay un extraño silencio de cinco segundos.

—Y aquí estamos. –Dice Jimin—. Nos hemos ocultado en Barcelona unos años pero nos hemos visto obligados a regresar aquí.

Youra, con sus manos en la taza de café nos mira de hito en hito intentando asimilar lo que ocurre a su alrededor. Lo que pensaba que era una inocente amistad, tal vez algo incluso laboral, es algo más que un amor fugaz.

—Estamos casados. –Recalco a los segundos para resumir la información—. Y tenemos un hijo en común que adoptamos en Seúl hace dos años.

Pasan los segundos y ella no parece querer reaccionar. Mira seria la taza en sus manos y suspira un par de veces recopilando la información. Los tres hombres aquí no sabemos cómo reaccionar. Yo sé que le ocurre pero no digo nada por ello. Jimin igual y probablemente su hermano también pero es su hermana y no le habría dado esperanzas falsas. Con mucho cuidado se levanta, recoge su abrigo y su bolso y tras disculparse se marcha.

—Lo siento. –Digo—. ¿He dicho algo…?

—No importa. –Dice Jin sonriendo y llevándose un trozo de carne a la boca—. Ella es así.

Miro de reojo a Jimin que no aparata una traviesa sonrisa de sus labios.

—¿Sonríes? –Le pregunto ofendido.

—¿Y qué quieres que haga?

—¿Entonces me das la razón? –Se encoje de hombros—. Si no llego a decírtelo yo ni te das cuenta. ¡Cuánto tiempo llevará ella enamorada de ti y tú no sabías nada!

—Cállate Jeon. –Me recrimina avergonzado—. Menos mal que tú fuiste directo, sino tampoco lo habría sabido de ti. –Asiento.

—Así tendría que ser. Simple y conciso. Directo. El amor tiene que ser fácil.

—Estoy de acuerdo. –Me dice Jin.

—Pues yo no. –Espeta Jimin serio—. Tiene que ser sutil y delicado. Con miradas, con gestos. Con pequeñas acciones que desemboquen en otras más grandes.

—Palabrería. Tú no te habrías dado cuenta de nada si me dedicase a hacerte caricias sutiles. –Paso mi mano por la suya en demostración.

—Basta, basta. –Nos detiene Jin tapándose los ojos avergonzado. Ambos nos disculpamos y comenzamos con los minutos otra conversación totalmente diferente. Pasada una hora desde que entramos en el establecimiento decidí que mis hijos llevaban demasiado tiempo solos en casa y me ofrecí a regresar dejando a Jimin en la compañía de su amigo. Este insistió un poco para que me quedara pero Jimin pareció también preocupado y me dejó marchar.

 


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